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Ciencia y Salud

Distrofia clínica frente a desnutrición

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Jose Ignacio Ulibarri Perez

“Y no se adoptan las medidas necesarias para prevenir las consecuencias de ese riesgo aumentado porque las consecuencias no se observan de inmediato”, subraya el exresponsable de la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid.

“La desnutrición clínica se reflejará a corto y medio plazo en el mal funcionamiento o distrofia de las células, agravando la enfermedad, el sufrimiento del paciente y los costos asistenciales”, asegura.

Es una valoración médica que Ulibarri Pérez ha podido comprobar, según afirma, a lo largo de los últimos cuarenta años de su experiencia clinica profesional.

Artículo de opinión firmado por José Ignacio Ulibarri Pérez, médico internista y endocrinólogo, creador del Proyecto CONUT para el cribado y detección precoz del riesgo clínico y nutricional

“Desde los albores de la medicina se ha relacionado la alimentación con la salud, asumiendo que la falta de alimentos da lugar a la desnutrición carencial o primaria causada por el hambre.

Pero en el entorno clínico se conoce también como desnutrición (aunque matizándolo con otros apelativos) al deterioro causado por otros factores de riesgo, como enfermedades, tratamientos agresivos, etc., lo que da lugar a un confusionismo insostenible; por lo que hemos propuesto cambiar en la clínica el paradigma de la desnutrición por el de distrofia o trofopatía clínica.

La desnutrición carencial o primaria, muy bien definida por Grande Covian como “situación patológica derivada de la deficiencia de sustancias energéticas, plásticas o reguladoras respecto a las necesidades del organismo vivo”, siempre se ha reconocido por el adelgazamiento de quien la padece que no es precisamente lo más destacable en la enfermedad.

José Ignacio Ulibarri Pérez se licenció en Medicina en 1962 por la Universidad Complutense de Madrid, especializándose en Medicina Interna en el Hospital de La Princesa y en Endocrinología y Nutrición por el ICOMEM. A lo largo de su carrera profesional, Ulibarri elaboró e implantó un sistema informatizado para la Valoración del Estado de Nutrición (VEN) y desarrolló el proyecto para el Control Nutricional (CONUT). Es autor, entre otros, de 30 artículos referidos a la desnutrición clínica y ha participado en cuatro libros sobre nutrición clínica. Fotografías cedidas por el autor del artículo de opinión.

El abordaje urgente y necesario de la desnutrición clínica

Ya entrado el siglo XX se evidenció el deterioro que ocasiona la enfermedad en los pacientes ingresados, atribuyéndolo a la desnutrición, bajo la denominación de Desnutrición Clínica (DC), ya que el daño está producido por la enfermedad y el tratamiento.

Desde entonces se sigue considerando, equivocadamente, como desnutrición carencial a efectos de diagnóstico, e incluso tratamiento, basándose en la cuantificación de las pérdidas de masa celular activa mediante datos y medidas, generalmente antropométricas (peso, volumen, etc.) inadecuadas a mi criterio, para el diagnóstico y valoración de la desnutrición clínica, e inservibles para el cribado y su detección precoz.

De hecho, la gran prevalencia de su diagnóstico en hospitales justifica sobradamente la necesidad de la detección precoz del daño clínico, pero nunca se ha abordado adecuadamente.

Primero, porque se ha dirigido sólo a la desnutrición, no a otras posibles causas. Además, el basar su ponderación en datos antropométricos, básicamente, en lugar de presintomáticos, como marca la OMS, les invalida para el cribado.

El uso de parámetros sintomáticos retrasa la confirmación diagnóstica, cerrando el paso a la predicción y con ello a la posibilidad de diseñar planes de prevención.

Esto, pese a tener disponibles dos métodos, basados en análisis clínicos, útiles para su detección, evaluación y seguimiento capaces de predecir sus consecuencias de la manera más rápida, objetiva y eficiente.

Me refiero al Índice Pronóstico Nutricional (PNI) de Onodera y CONUT, desarrollado por nosotros en el Hospital Universitario de La Princesa de Madrid.

Situación: desarrollo y estancamiento de soluciones a la desnutrición clínica

Al no definir ni valorar adecuadamente el riesgo clínico, nada tiene de particular que esta forma de combatir la llamada desnutrición clínica no progrese hacia la solución del daño evidenciado, ya que se hacen demasiadas cosas mal:

No se define bien el problema, centrando la causa del daño, ambiguamente, en la desnutrición.

No se contemplan otros motivos del deterioro, como los tratamientos y las alteraciones metabólicas no susceptibles de tratamiento nutricional.

No se predicen los riesgos, ni el nutricional ni el clínico.

No se detectan oportunamente, antes de manifestarse sintomáticamente.

No se diagnostica adecuadamente, ni se trata en el tiempo y con el ritmo adecuados.

No se monitoriza la respuesta al tratamiento mediante herramientas dotadas de la necesaria sensibilidad al cambio.

Se siguen usando procedimientos ancestrales para la detección y evaluación de un problema nuevo: la inicialmente llamada desnutrición clínica, que se puede considerar nacida el siglo pasado por los avances y efectos secundarios de los procedimientos terapéuticos.

La desnutrición clínica se sigue considerando, denominando, ponderando y queriendo tratar y manejar como si fuera la desnutrición carencial o primaria de toda la vida.

A mí me pareció, en los años 80 del pasado siglo, mucho más lógico el nombre “desnutrición clínica”, pues así se entendía que nos referíamos a la relacionada o producida, no sólo por la enfermedad, sino también por el tratamiento que generalmente le acompaña.

Y le di tanta importancia que conseguí, en el año 2004, publicar ‘El libro blanco de la desnutrición clínica en España’.

Coordiné su edición para la colaboración de una veintena de los mejores expertos y especialistas españoles de la época, facilitando la exposición, ya en el mismo libro, de diferentes criterios sobre un problema todavía no resuelto.

La desnutrición clínica en el paciente, un objetivo sanitario de primer orden

Conforme avanzamos en el conocimiento de lo que combatíamos y tratábamos de solucionar, me he ido separando más y más de los criterios defendidos por las Sociedades Científicas responsabilizadas en el tema, nacionales e internacionales.

Algunas de las primeras son tan fieles a las segundas que parecen ciegas a la realidad o meras seguidoras de los mismos sesgos, incluidos posiblemente a consecuencia de la relación entre los que investigan y difunden y los que sufragan los gastos de sus actividades.

Los métodos aconsejados para el diagnóstico y evaluación de la gravedad o evolución de la posible desnutrición eran tan lentos, imprecisos y onerosos que no cubrían nuestras necesidades asistenciales en el hospital.

Buscando los parámetros más sensibles entre todos los que manejábamos en el diagnostico, y a efectos de detectar precozmente el riesgo nutricional, fuimos excluyendo todos aquellos basados en datos o medidas antropométricas.

Finalmente, sólo resultaban útiles, por su especifidad y sensibilidad al cambio, alguno de los procedentes del laboratorio: las concentraciones plasmáticas de la albúmina, el colesterol total y los linfocitos totales.

Los tratamientos u otras alteraciones metabólicas pueden modificar la homeostasis del medio interno, alterando la nutrición de las células, causando la distrofia, atrofia y muerte de millones de ellas, siendo lo procedente rectificar a tiempo la causa y, sólo si hiciera falta, reforzar la alimentación o recurrir a la nutrición artificial.

Lo que no procede es demorar la atención de los afectados por estas causas, haciéndoles esperar a que, con medios diagnósticos inadecuados, se justifique el uso de soporte nutricional; como se puede interpretar en las recomendaciones del Consejo de Europa en el anexo de la ‘Resolution ResAP(2003)3 on food and nutritional care in hospitals‘:

El método de detección de riesgos nutricionales debe estar basado en la evidencia, con el fin de asegurar la identificación de los pacientes que pueden beneficiarse del soporte nutricional”, lo que puede sesgar el interés de nuestros objetivos‘.

La desnutrición celular es un riesgo que sí se puede medir con rapidez y sencillez analíticamente, pero no antropométricamente, pues haciéndolo con las herramientas actualmente aconsejadas es demasiado tarde y ya poco o nada útil para el bien del enfermo, que tampoco evitan el incremento del costo ocasionado a entidades, públicas o privadas, responsables de su financiación.

Y no olvidemos el perjuicio ocasionado a otras sociedades científicas y asociaciones de pacientes que les consultan, al demorar la respuesta hasta confirmar, utilizando sus criterios, que el paciente se beneficiaría del soporte nutricional.

Desde finales del siglo pasado podemos medir, mediante cribado prediagnóstico, el deterioro producido por la enfermedad o el tratamiento y la capacidad del medio interno para nutrir a las células, controlando así el trofismo celular en pacientes adultos de cualquier edad.

Con los mismos análisis clínicos usados habitualmente, cualquier médico puede controlar en su especialidad: la detección prediagnóstica, valoración, seguimiento y predicción de resultados finales, como gravedad, fragilidad, monitorización de la evolución del proceso y la duración de la estancia hospitalaria y la previsión de reingreso o mortalidad.

Casi todas estas utilidades son aplicables también en Atención Primaria, sin un mayor costo económico ni preparativos que implementar el algoritmo de CONUT en el sistema informático del laboratorio.

Todo ello en el día, con unos céntimos de costo y sin recurrir inicialmente a ninguna técnica antropométrica, que demoraría los resultados encareciendo el método con más personal, material y tiempo.

Se hace necesario invitar a todas las personas y entidades interesadas a reflexionar y debatir abiertamente sobre estos puntos, que son rechazados hasta ahora en las Sociedades mencionadas.

De esta forma resultaría fácil cambiar entre todos el actual paradigma de la desnutrición por el nuevo de la distrofia o trofopatía clínica.

Será la manera de ahorrar miles de horas de sufrimiento al conjunto de los pacientes y millones de euros de coste financiero a sus cuidadores, tanto públicos como privados, mejorando eficientemente la calidad asistencial.

La distrofia o trofopatía clínica supera a la desnutrición como causa y como indicador del riesgo de deterioro ocasionado al paciente por los principales factores de riesgo de la clínica (enfermedad y tratamiento)”, concluye el artículo de opinión.

José Ignacio de Ulíbarri Pérez, exresponsable de la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid desde 1983 hasta su jubilación en mayo de 2006.

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Ciencia y Salud

La salud ocular de los españoles no mejora

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A pesar de esta mala calificación, el 72 % de los españoles percibe su salud ocular como “razonable”; aunque es significativamente menor el porcentaje de personas que la valora como “buena” o “excelente” (35%).

Además, 1 de cada 3 españoles presenta síntomas oculares, destacando la visión borrosa (34,5 %), la sensibilidad a la luz (33,6 %), pérdida de visión (33,3 %), irritación (31 %) y sequedad (30,1 %).

También, los mayores de 41 años son los más afectados, obteniendo la peor calificacion entre los diferentes grupos de edad, con una puntuación de 4,87.

Estas conclusiones se recogen en la cuarta edición del Barómetro de Bienestar Ocular en la Población española, impulsado por Miranza, en el que participaron una muestra de 1348 españoles mayores de 26 años.

La miopía, el mayor problema ocular

Aunque los españoles sufren de varios problemas de visión, la miopía escala a la primera posición del ranking con un 37 %.

De esta forma, super al astigmatismo (35 %) y la prescribia (32 %), que aparecían por encima de la miopía en años anteriores.

El problema menos frecuente es el desprendimiento de retina (1,7 %), seguido del Glaucoma (2,8 %) y el estrabismo (3,2 %).

Porcentajes de las patologías oculares del IV Barómetro de Bienestar Ocular de Miranza. Foto cedida

La importancia de los hábitos

Para el doctor Juan Pedro Torralaba, uno de los oftalmólogos de Miranza encargados de compartir las principales conclusiones del estudio, no hay duda de que los hábitos incorporados a la rutina diaria influyen en el bienestar ocular.

Explica que los resultados constatan que el 55 % de los españoles llevan un estilo de vida poco activo o sedentario, lo que indica que realizan actividades que requieren el uso de una vista cercana, como leer en el móvil o usar el ordenador.

“El uso prolongado de pantallas en la actualidad, sumado a otros factores como el poco tiempo que pasamos al aire libre, es una amenaza importante para el bienestar ocular. No sólo provoca un aumento de molestias asociadas al ojo seco o a la fatiga visual, sino que también contribuye a que se estén disparando los casos de la miopía (mala visión de lejos). A lo largo de los últimos 30 años, la miopía ha aumentado considerablemente en todo el mundo, convirtiéndose en una pandemia global que se prevé que afecte a la mitad de la población en el año 2050, si no se toma ninguna medida preventiva en el presente”, expresa el experto.

Algunos factores

Los expertos reconocen el largo camino que aún queda por recorrer para alcanzar el bienestar ocular óptimo de los españoles, siendo el principal problema la poca concienciación sobre la importancia de llevar un estilo de vida saludable y la repercusión que este tiene en nuestros ojos.

Sólo el 49 % de los españoles percibe una asociación entre la salud ocular y hábitos de vida, pese a la relación ya demostrada que existe entre el estado de nuestros ojos y el sueño, el tabaco y el alcohol, la alimentación o el deporte.

Por otro lado, más de la mitad consideran que factores que no dependen de uno mismo, como la herencia (66 %), la contaminación (63 %) o el clima (50 %), pueden afectar a la salud ocular, lo cual también es cierto.

Otro de los factores que impacta en la salud ocular es el estrés, un estado emocional que provoca cambios metabólicos y puede ocasionar alteraciones visuales como la coriorretinopatía serosa central, una patología que afecta a la retina.

En relación a esta condición, el Barómetro de Miranza apunta que las personas que reconocen sufrir de estrés (54 %), también valoraron peor su bienestar ocular.

La prevención, asignatura pendiente

De acuerdo con los resultados reflejados en el informe, el 81 % de encuestados afirman que hay que revisar la vista anualmente, aunque, luego, el promedio de revisiones oculares no llega a una visita oftalmológica anual (0,67, frecuencia media de revisiones oculares al año).

Acudir al oftalmólogo 1 vez al año es la frecuencia media que los especialistas recomiendan, sobre todo en la infancia y a partir de los 40 años, cuando empieza a aumentar la prevalencia de muchas patologías oculares debido a la edad, como Degeneración Macular Asociada a la EDAD (DMAE) o glaucoma, así como problemas funcionales naturales del envejecimiento, como la presbicia o vista cansada y la catarata.

Respecto al impacto de la mala visión en la vida cotidiana, la muestra coincide en que la vista afecta a la capacidad de conducir (52 %) y de trabajar (47 %) y, en menor medida, pero en un porcentaje nada insignificante, reconoce que impacta negativamente en su capacidad de socializar (25%) e incluso “a mis ganas de salir de casa” (21%).

Asimismo, hay una parte de la población que asocia sus problemas de visión con sensación de inseguridad (25%), frustración, dependencia y hasta vergüenza (10%), lo que estrecha vínculos entre los problemas que afectan a la vista con procesos depresivos.

Resginación

Pese a todo ello, el estudio manifiesta que el 59 % de los españoles considera que no es posible evitar la pérdida de visión (solo 4 de cada diez considera que sí lo es).

De igual forma, la encuesta arroja el poco índice de tratamiento para revertir o frenar problemas de visión, lo que podría relacionarse con poco conocimiento o falta de confianza en la existencia de cirugías, fármacos y tecnología eficaces para mejorar nuestra salud o bienestar ocular y, por ende, nuestra calidad de vida.

El doctor Aritz Urcola, el otro oftalmólgo de Miranza que ha presentado el barómetro, explica que muchos pacientes se resignan a vivir con molestias o patologías, y, en muchos casos, desconocen que se puede tratar eficazmente, ya sea en consulta o quirugicamente.

“En patologías graves y crónicas, como el glaucoma, es especialmente importante actuar, ya que provoca pérdida de visión paulatina e irreversible”, advierte el experto.

De izquierda a derecha: Juan Pedro Torralba, oftalmólogo de Miranza; Esther Vaquero, periodista y presentadora de informativos; Aritz Urcola, oftalmólogo de Miranza y Ramón Berra, director general de Miranza. Foto cedida.

Recomendaciones para la salud ocular de los españoles

El barómetro de Miranza recoge una serie de recomendaciones para alcanzar el mejor bienestar ocular posible:

Adquirir buenos hábitos: “estilo de vida Mediterráneo” (siesta, alimentación saludable, vida
social/familiar y planes de ocio…)

Acudir regularmente al oftalmólogo.

Ponerse en buenas manos y recibir tratamiento, si hay patología o defecto que nos incomode o
nos empuje al aislamiento.

Evitar el sedentarismo, fomentando una vida más activa y en espacios abiertos

Trabajar en estrategias para reducir el nivel de estrés.

Pedir apoyo psicológico o hacerse con herramientas para evitar o mitigar procesos depresivos
ligados a problemas de visión.

Entre los 40 y los 65 años, aproximadamente, dedicarse tiempo a uno mismo, más allá del trabajo y de la dedicación a las generaciones anterior y posterior.

Las conclusiones del estudio

El Barómetro del 2024 muestra una tendencia al estancamiento del Bienestar Ocular, con un 5.20,
prácticamente la misma nota que el año pasado (5.22)

Los mayores de 41 años suspenden (4.90).

El sedentarismo y la visión cercana, el estrés, la dependencia de gafas o lentillas y la edad empeoran la propia percepción de salud ocular que, en general, puntuamos muy por debajo de la “salud general”

Un 35 % valora su salud ocular como “buena” o “excelente” frente al 58 % que califica así su salud general, lo que sitúa a la vista como un punto débil de la salud de los españoles.

Existe gran consenso en la importancia de cuidar la visión, en su papel clave para disfrutar de la vida y en la conveniencia de revisarla anualmente, aunque la mayoría, luego, no lo hace.

La miopía, que ya afecta a casi el 40 % de la población, escala a la primera posición del ranking de
problemas visuales, por delante de otros defectos refractivos y de la presbicia o “vista cansada”

1 de cada 3 españoles tiene síntomas oculares, destacando la visión borrosa, sensibilidad a la luz, pérdida de visión, irritación y sequedad.

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Ciencia y Salud

Ocho de cada diez ciudadanos aboga por favorecer fiscalmente a los alimentos saludables

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La encuesta “Nutrición, salud y yogur en todas las etapas de la vida”, que indaga en los hábitos en cuanto a alimentos saludables de los ciudadanos, ha sido presentada durante la jornada con el mismo nombre, que ha organizado la Agencia EFE en colaboración con la AEFY. La secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación, María Begoña García Bernal, la ha clausurado.

Ha contado con la intervención, entre otros, del presidente de la Plataforma de la Infancia, Carles López, y del doctor en Ciencia de los Alimentos y en Biología Molecular Ramón de Cangas, que han abordado la alimentación como derecho de la infancia.

La alimentación saludable, un derecho de la infancia

López ha destacado que España es el país de la UE con la tasa de pobreza y exclusión social de la infancia más alta de la UE, con un 6,8 % de niños que no puede permitirse una comida saludable al menos cada dos días. Un dato que, en su opinión, debe “poner en alarma” a los poderes públicos y la sociedad.

Unido a que las cifras de la obesidad infantil “son un problema muy real al que hay que poner solución” con medidas, ha dicho, para la regulación de los comedores escolares y mejorar la alimentación de los menores, entre otras.

El presidente de la Plataforma de la Infancia, Carles López. EFE/ FERNANDO VILLAR

Por su parte, De Cangas, quien es el director científico del “Libro Blanco de las meriendas infantiles”, ha lamentado que haya disminuido el consumo de productos típicos del patrón mediterráneo, como legumbres y frutas. Han descendido desplazados por los ultraprocesados.

Ha recordado que comer mal aumenta el riesgo de padecer patologías cardiovasculares, de sufrir diabetes y ciertos tipos de cáncer, mientras que seguir pautas saludables supone un ahorro para el sistema sanitario en el presente y en el futuro.

Los comedores escolares

Sobre el real decreto de comedores escolares saludables y sostenibles en el que trabaja el Gobierno para que los centros escolares tengan que ofrecer una comida saludable cada día de la semana, De Cangas ha valorado que hable de la dieta mediterránea como un patrón a seguir.

El doctor en Ciencia de los Alimentos y en Biología Molecular Ramón de Cangas. EFE/FERNANDO VILLAR

A su juicio, en la actualidad la comida que se sirve en los comedores “es mejorable” porque se debería ajustar “más al verdadero patrón mediterráneo”.

En el mismo sentido se ha pronunciado el presidente de la Plataforma de la Infancia. López ha indicado que solo uno de cada tres colegios tiene cocina en sus instalaciones y ha apostado por “avanzar en la dieta mediterránea”.

Esta es, ha dicho, “una oportunidad magnífica” no solo para ayudar a los niños con más riesgo de exclusión social, sino también al conjunto de los menores para asegurar “el futuro y el presente de la alimentación saludable como derecho”.

Preferencia por los alimentos saludables

El médico y ex consejero de Salud del Gobierno de Navarra Santiago Cervera ha sido el encargado de presentar la encuesta, elaborada junto a la agencia 40dB, a partir de 1.500 encuestas a personas de entre 35 y 60 años.

Cervera ha explicado que en esta franja de edad se encuentran los “prescriptores de salud” de otras generaciones, tanto de las más jóvenes, como de las más mayores.

Entre otras cosas revela que entre las medidas más demandas en este ámbito, casi el 90 % de los encuestados apuesta por fomentar alimentos saludables en los comedores escolares.

Ocho de cada diez ciudadanos prefiere comer alimentos saludables y compra los que ayudan a cuidar su salud. El 73,9 % trata de informarse sobre la alimentación saludable y casi el mismo porcentaje, el 70,1 % evita los precocinados.

El médico Santiago Cervera. EFE/FERNANDO VILLAR.

Cervera ha explicado que en una decisión para hacer la compra influyen también otros aspectos como el precio, el origen o cuestiones relacionadas con el medio ambiente.

Según los datos, el 83,9 % de los ciudadanos se posiciona muy o bastante de acuerdo en que es necesario que se favorezca fiscalmente los alimentos saludables; el 84,9 % comparte que se garantice un etiquetado nutricional claro y comprensible en los alimentos.

El 78,6 % apoya que se aprueben regulaciones más estrictas sobre la publicidad de comida poco saludable; y el 81 %, que se incentiven desde el sector público a las empresas que promuevan opciones de alimentación saludable en el ámbito laboral.

El 61% de los encuestados consume yogur natural frecuentemente, situándolo entre los 10 alimentos más presentes en la dieta española. El 83,1 % cree que éste ayuda a mejorar la microbiota.

Los consumidores habituales de este producto consumen más alimentos saludables (90,6 %).

Alimentación saludable en todos los espacios

La secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación ha apostado también por una alimentación de calidad y no solo en los centros escolares, también en las residencias de mayores, en los centros de día, en los puestos de trabajo y en los hogares.

La secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación, María Begoña García Bernal. EFE/FERNANDO VILLAR

Ha incidido en que en España continúa descendiendo la inflación de alimentos y bebidas, de forma que el país se sitúa en el vigésimo puesto, por debajo de la media de la UE, lo que es “importante” para la cesta de la compra.

En el Día Nacional del Yogur, García Bernal ha valorado este alimento, que ha calificado como uno de los “elementos esenciales” de la dieta mediterránea: “Un producto que nunca falla”.

El presidente de AEFY, Antoni Bandrés, ha participado en la jornada y ha destacado que la encuesta presentada tiene una serie de datos que “invitan a la reflexión pero sobre todo a la acción” para que la población tenga la mejor alimentación posible.

El presidente de AEFY, Antoni Bandrés. EFE/ FERNANDO VILLAR

Bandrés ha querido resaltar la importancia de un “alimento milenario” como el yogur, que ha supuesto “una parte fundamental” de la dieta durante siglos “y ha sabido adaptarse a los tiempos actuales”.

De hecho, el 95 % de los hogares españoles consume yogur regularmente.

El divulgador Xevi Verdaguer también han intervenido en la jornada.

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¿No puedes dormir? Consigue un sueño reparador

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Dormir bien es muy importante pues durante el sueño nuestro organismo realiza determinadas funciones como “consolidar la memoria; controlar la temperatura corporal; regular los sistemas inmunológico y endocrinológico; codificar las emociones y regular la estabilidad temperamental y psicológica”, señala Alejandro Iranzo, jefe de la Unidad del Sueño del Hospital Clínic de Barcelona.

“Además, al dormir bien se fomenta la plasticidad de la corteza del cerebro, la formación de sinapsis (conexiones entre neuronas) y la eliminación en el cerebro de algunas proteínas que pueden llegar a ser nocivas, como el amiloide (proteína que se acumula en la enfermedad de Alzheimer). También aumenta la reposición de los receptores de las células de todo el cuerpo”, añade el neurólogo.

Calidad del sueño

Para que nuestro organismo pueda realizar correctamente estas funciones, es necesario dormir un número determinado de horas que varía según la edad. “Para los adultos, el rango ideal es de entre 7 y 9 horas, mientras que los bebés necesitan entre 14 y 17 horas. Los niños de hasta 2 años deben dormir entre 11 y 14 horas y los adolescentes requieren entre 8 y 10 horas de sueño para un descanso óptimo”, indica Laura Lillo Triguero, especialista en sueño del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional de Madrid.

Pero no sólo se trata de cuánto dormimos sino también de cómo lo hacemos. Tener dificultades para conciliar el sueño, para mantenerlo o despertarse demasiado temprano y no poder volver a dormirse son características propias del insomnio, un trastorno del sueño frecuente. “El insomnio no sólo puede minar nuestra energía y estado de ánimo, sino que también puede afectar a la salud, desempeño laboral y calidad de vida”, manifiestan los especialistas del Instituto del Sueño.

El insomnio puede ser transitorio, cuando se produce durante un periodo de tiempo corto, inferior a un mes. Pero también puede convertirse en crónico. El insomnio se considera crónico cuando su duración es mayor de tres meses, pero este trastorno puede, incluso, prolongarse durante años.

Malos hábitos de sueño

Los expertos del Instituto del Sueño, basándose en datos de múltiples investigaciones, afirman que el estrés, los malos hábitos de sueño y la alimentación excesiva por la noche son causas frecuentes de insomnio.

En cuanto al estrés, señalan que “las preocupaciones relacionadas con el trabajo, la escuela, la salud, las finanzas o la familia pueden mantener la mente en actividad durante la noche, lo que dificulta el sueño. Los acontecimientos estresantes de la vida o los traumas, como la muerte o la enfermedad de un ser querido, un divorcio o la pérdida de un trabajo también puede causar insomnio”.

Imagen cedida por Freepik

“Los malos hábitos de sueño incluyen los horarios irregulares de acostarse, las siestas, los estimulantes antes de irse a dormir, un entorno de sueño incómodo y el uso de la cama para trabajar, comer o mirar la televisión. También el uso de computadoras, televisores, videojuegos, teléfonos inteligentes u otras pantallas antes de acostase puede afectar el ciclo del sueño”, puntualizan.

Alimentación

En lo relativo a la alimentación, indican que está bien ingerir un tentempié liviano antes de acostarse, pero comer en exceso puede causar molestias físicas cuando se está acostado.

“Muchas personas también tienen acidez estomacal, el flujo retrógrado de ácido y comida que va desde el estómago hasta el esófago después de comer, lo que puede mantenerlas despiertas”, advierten los expertos del Instituto del Sueño.

Fármacos

Además, “el insomnio crónico puede estar asociado con enfermedades o con el uso de determinados fármacos. El tratamiento de la enfermedad puede ayudar a mejorar el sueño, pero definitivamente el insomnio puede persistir después de la mejoría de la enfermedad”, manifiestan.

Sustancias tóxicas

Los especialistas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid destacan que el alcohol y el tabaco, “además de perjudicar la salud, perjudican el sueño. En este sentido, se debe evitar su consumo varias horas antes de dormir”, aseguran los expertos.

Según recoge la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Insomnio en Atención Primaria, “el alcohol es un depresor del sistema nervioso. Si bien puede facilitar el inicio del sueño, provoca despertares a lo largo de la noche y produce adicción (dependencia física). Por su parte, la nicotina es un estimulante del sistema nervioso (y no un tranquilizante, como suele creer quien fuma) y también provoca adicción”.

Otra de sus recomendaciones es prescindir de las bebidas que contienen cafeína y teína. “Tomadas por la tarde, alteran el sueño incluso en personas que no lo perciben. La cafeína es un estimulante del sistema nervioso. Además, aunque no provoca adicción (dependencia física en el organismo), sí puede causar una dependencia psicológica”, expone.

Asimismo, los autores de la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Insomnio en Atención Primaria desaconsejan la siesta. “En casos concretos, se puede permitir una siesta después de comer, de duración no superior a 30 minutos”, puntualizan.

Pantallas

Las pantallas también son enemigas del sueño. Por ello, los especialistas recomiendan no utilizar dispositivos electrónicos en las dos horas previas al sueño nocturno, ya que el efecto luminoso de las pantallas puede aumentar nuestro estado de activación.

El insomnio puede ser transitorio, cuando se produce durante un periodo de tiempo corto, inferior a un mes. Pero también puede convertirse en crónico. Imagen cedida por Freepik

De igual modo, subrayan que no hay que utilizar la cama para dar vueltas a las preocupaciones ni para ver la televisión, leer, escuchar la radio, comer, hablar por teléfono, discutir, etc. “Nuestro cerebro necesita asociar el dormitorio y la cama al sueño. Cuando en ese lugar se realizan otro tipo de actividades, el cerebro recibe un doble mensaje y se confunde”, afirman.

Buenos hábitos y horarios

También destacan la importancia de permanecer en la cama el tiempo suficiente, pero no más. “Si han pasado 30 minutos desde que se acostó y sigue aún sin dormir, levántese de la cama, vaya a otra habitación y haga algo que no lo active demasiado, como leer una revista, por ejemplo. Cuando vuelva a tener sueño regrese a su dormitorio. El objetivo es que usted asocie su cama con quedarse dormido lo antes posible”, recalcan.

Entre las medidas recomendadas por los autores de la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Insomnio en Atención Primaria están mantener un horario fijo para acostarse y levantarse, incluso durante los fines de semana y las vacaciones, y repetir cada noche una rutina de acciones que ayuden a prepararse mental y físicamente para irse a la cama, como lavarse los dientes, ponerse el pijama o preparar la ropa del día siguiente.

Además, indican que tomar un baño de agua a temperatura corporal tiene un efecto relajante, lo que favorece el sueño. De igual modo, manifiestan que practicar ejercicios de relajación antes de acostarse puede contribuir a dormir mejor.

Pero si, pese a todo, el insomnio continúa durante un largo periodo de tiempo, es el momento de pedir ayuda. “Si experimentas dificultades persistentes para conciliar el sueño, te despiertas frecuentemente durante la noche, o te sientes cansado a pesar de dormir las horas suficientes, es crucial buscar asesoramiento profesional”, subraya la doctora Lillo.

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