Ciencia y Salud
¿No puedes dormir? Consigue un sueño reparador

Dormir bien es muy importante pues durante el sueño nuestro organismo realiza determinadas funciones como “consolidar la memoria; controlar la temperatura corporal; regular los sistemas inmunológico y endocrinológico; codificar las emociones y regular la estabilidad temperamental y psicológica”, señala Alejandro Iranzo, jefe de la Unidad del Sueño del Hospital Clínic de Barcelona.
“Además, al dormir bien se fomenta la plasticidad de la corteza del cerebro, la formación de sinapsis (conexiones entre neuronas) y la eliminación en el cerebro de algunas proteínas que pueden llegar a ser nocivas, como el amiloide (proteína que se acumula en la enfermedad de Alzheimer). También aumenta la reposición de los receptores de las células de todo el cuerpo”, añade el neurólogo.
Calidad del sueño
Para que nuestro organismo pueda realizar correctamente estas funciones, es necesario dormir un número determinado de horas que varía según la edad. “Para los adultos, el rango ideal es de entre 7 y 9 horas, mientras que los bebés necesitan entre 14 y 17 horas. Los niños de hasta 2 años deben dormir entre 11 y 14 horas y los adolescentes requieren entre 8 y 10 horas de sueño para un descanso óptimo”, indica Laura Lillo Triguero, especialista en sueño del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional de Madrid.
Pero no sólo se trata de cuánto dormimos sino también de cómo lo hacemos. Tener dificultades para conciliar el sueño, para mantenerlo o despertarse demasiado temprano y no poder volver a dormirse son características propias del insomnio, un trastorno del sueño frecuente. “El insomnio no sólo puede minar nuestra energía y estado de ánimo, sino que también puede afectar a la salud, desempeño laboral y calidad de vida”, manifiestan los especialistas del Instituto del Sueño.
El insomnio puede ser transitorio, cuando se produce durante un periodo de tiempo corto, inferior a un mes. Pero también puede convertirse en crónico. El insomnio se considera crónico cuando su duración es mayor de tres meses, pero este trastorno puede, incluso, prolongarse durante años.
Malos hábitos de sueño
Los expertos del Instituto del Sueño, basándose en datos de múltiples investigaciones, afirman que el estrés, los malos hábitos de sueño y la alimentación excesiva por la noche son causas frecuentes de insomnio.
En cuanto al estrés, señalan que “las preocupaciones relacionadas con el trabajo, la escuela, la salud, las finanzas o la familia pueden mantener la mente en actividad durante la noche, lo que dificulta el sueño. Los acontecimientos estresantes de la vida o los traumas, como la muerte o la enfermedad de un ser querido, un divorcio o la pérdida de un trabajo también puede causar insomnio”.
“Los malos hábitos de sueño incluyen los horarios irregulares de acostarse, las siestas, los estimulantes antes de irse a dormir, un entorno de sueño incómodo y el uso de la cama para trabajar, comer o mirar la televisión. También el uso de computadoras, televisores, videojuegos, teléfonos inteligentes u otras pantallas antes de acostase puede afectar el ciclo del sueño”, puntualizan.
Alimentación
En lo relativo a la alimentación, indican que está bien ingerir un tentempié liviano antes de acostarse, pero comer en exceso puede causar molestias físicas cuando se está acostado.
“Muchas personas también tienen acidez estomacal, el flujo retrógrado de ácido y comida que va desde el estómago hasta el esófago después de comer, lo que puede mantenerlas despiertas”, advierten los expertos del Instituto del Sueño.
Fármacos
Además, “el insomnio crónico puede estar asociado con enfermedades o con el uso de determinados fármacos. El tratamiento de la enfermedad puede ayudar a mejorar el sueño, pero definitivamente el insomnio puede persistir después de la mejoría de la enfermedad”, manifiestan.
Sustancias tóxicas
Los especialistas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid destacan que el alcohol y el tabaco, “además de perjudicar la salud, perjudican el sueño. En este sentido, se debe evitar su consumo varias horas antes de dormir”, aseguran los expertos.
Según recoge la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Insomnio en Atención Primaria, “el alcohol es un depresor del sistema nervioso. Si bien puede facilitar el inicio del sueño, provoca despertares a lo largo de la noche y produce adicción (dependencia física). Por su parte, la nicotina es un estimulante del sistema nervioso (y no un tranquilizante, como suele creer quien fuma) y también provoca adicción”.
Otra de sus recomendaciones es prescindir de las bebidas que contienen cafeína y teína. “Tomadas por la tarde, alteran el sueño incluso en personas que no lo perciben. La cafeína es un estimulante del sistema nervioso. Además, aunque no provoca adicción (dependencia física en el organismo), sí puede causar una dependencia psicológica”, expone.
Asimismo, los autores de la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Insomnio en Atención Primaria desaconsejan la siesta. “En casos concretos, se puede permitir una siesta después de comer, de duración no superior a 30 minutos”, puntualizan.
Pantallas
Las pantallas también son enemigas del sueño. Por ello, los especialistas recomiendan no utilizar dispositivos electrónicos en las dos horas previas al sueño nocturno, ya que el efecto luminoso de las pantallas puede aumentar nuestro estado de activación.
De igual modo, subrayan que no hay que utilizar la cama para dar vueltas a las preocupaciones ni para ver la televisión, leer, escuchar la radio, comer, hablar por teléfono, discutir, etc. “Nuestro cerebro necesita asociar el dormitorio y la cama al sueño. Cuando en ese lugar se realizan otro tipo de actividades, el cerebro recibe un doble mensaje y se confunde”, afirman.
Buenos hábitos y horarios
También destacan la importancia de permanecer en la cama el tiempo suficiente, pero no más. “Si han pasado 30 minutos desde que se acostó y sigue aún sin dormir, levántese de la cama, vaya a otra habitación y haga algo que no lo active demasiado, como leer una revista, por ejemplo. Cuando vuelva a tener sueño regrese a su dormitorio. El objetivo es que usted asocie su cama con quedarse dormido lo antes posible”, recalcan.
Entre las medidas recomendadas por los autores de la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Insomnio en Atención Primaria están mantener un horario fijo para acostarse y levantarse, incluso durante los fines de semana y las vacaciones, y repetir cada noche una rutina de acciones que ayuden a prepararse mental y físicamente para irse a la cama, como lavarse los dientes, ponerse el pijama o preparar la ropa del día siguiente.
Además, indican que tomar un baño de agua a temperatura corporal tiene un efecto relajante, lo que favorece el sueño. De igual modo, manifiestan que practicar ejercicios de relajación antes de acostarse puede contribuir a dormir mejor.
Pero si, pese a todo, el insomnio continúa durante un largo periodo de tiempo, es el momento de pedir ayuda. “Si experimentas dificultades persistentes para conciliar el sueño, te despiertas frecuentemente durante la noche, o te sientes cansado a pesar de dormir las horas suficientes, es crucial buscar asesoramiento profesional”, subraya la doctora Lillo.
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Ciencia y Salud
Claves de seguridad alimentaria para los mayores: rutinas e implicar a cuidadores

La psicóloga y experta en neurociencia cognitiva Bárbara Galán ha detallado a EFE cuáles son esas pautas para minimizar los riesgos sanitarios y establecer una seguridad alimentaria en los mayores durante esta época del año.
En primer lugar, recomienda crear rutinas “claras y repetitivas” porque reducen la necesidad de tomar decisiones y facilitan la memoria prospectiva (recordar hacer cosas en el futuro); ejemplo de ello es establecer una secuencia fija tras la comida como “después de comer, siempre guardo el táper en el frigorífico”.
Usar señales visuales como recordatorios es otro consejo, ya que el sistema visual suele estar mejor preservado y los recordatorios físicos ayudan a compensar fallos de memoria. Por ejemplo, colocar notas adhesivas en lugares visibles con mensajes como “¿Guardaste el táper en la nevera?” o usar imanes en la puerta del frigorífico.
Dentro de las estrategias visuales, la elaboración de listas de comprobación ‘check-list’ ayudan a la persona a estructurar pasos y son más fáciles de seguir que las instrucciones verbales; ejemplo de ello es crear un cartel simple con imágenes o iconos del tipo “1.Comer➝2.Tapar➝3.Guardar➝4.Cerrar nevera”.
El apoyo con tecnología simple está recomendado porque ayuda a las personas con deterioro cognitivo leve a automatizar conductas que pueden olvidarse. Así, es recomendable programar alarmas diarias en el móvil con frases como “Revisa el frigorífico” o usar asistentes de voz como Alexa o Google Assistant.

El uso del modelado y repetición también es conveniente porque repetir conductas y verlas en otras personas ayuda a consolidarlas en la memoria, como practicar junto a ellos durante varios días el hábito deseado con instrucciones del tipo “Ahora guardamos juntos la comida”.
El entorno puede actuar como facilitador y como “recordatorio externo constante” y ejemplo de ello es etiquetar claramente las tarteras con mensajes como “guardar en frío”, usar táper transparentes, y dejar la nevera accesible y despejada para que sea un paso fácil.
Fundamental también es evitar sobrecargar a estas personas de instrucciones ya que empeora la capacidad de seguir rutinas nuevas.
El reforzamiento positivo es otra opción al ser “clave” para la modificación de conducta y la instauración de hábitos y por lo tanto recomienda “felicitar y dar una pequeña recompensa cuando se logra la acción” con expresiones como “Muy bien, te acordaste de guardarlo tú solo”.
La implicación de cuidadores y familiares está también en la lista de recomendaciones de la experta porque el acompañamiento permite reforzar la seguridad alimentaria y supervisar las rutinas de los mayores.
Los mayores, uno de los colectivos más vulnerables
El catedrático de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba (UCO), Antonio Valero, ha recordado que las personas mayores son uno de los colectivos más vulnerables a los patógenos de transmisión alimentaria, como la bacteria listeria, al tener un sistema inmunitario menos competente.
Durante todo el año, pero sobre todo en verano, “hay que tener especial precaución en mantener estos buenos hábitos de seguridad alimentaria” y cree que la comunicación es “esencial (…) para inculcar y reforzar esos hábitos” entre los mayores, según ha señalado a EFE.
Entre los “importantes” a inculcar en los mayores se encuentra el de conseguir que hagan una “correcta utilización” de las neveras y frigoríficos o dejar notas visuales sobre cómo es un correcto cocinado de los alimentos.
También es importante en verano la elección de los alimentos de tal forma que los mayores con deterioro cognitivo leve opten por alimentos cocinados frente a servidos en frío, como puede ser un tartar o ensaladas, porque conllevan un mayor riesgo microbiológico.
Este experto hace, además, un llamamiento a luchar contra la “lacra” de la soledad que sufren las personas mayores ya que “muchas de estas toxiinfeccinoes están causadas porque, lamentablemente, pasan demasiado tiempo solas”.
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Ciencia y Salud
Un alimento nutritivo y refrescante en verano: el gazpacho

Lo explica María Barado Piqueras, profesora en el grado en Nutrición de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), quien indica que el contenido de agua del gazpacho supera el 90 %.
Este refrescante alimento, por lo general, se elabora con tomate, pepino, pimiento verde, pan, ajo, aceite de oliva, vinagre y sal. En su conjunto, aporta vitaminas como la A, B, C o E, antioxidantes que evitan el envejecimiento y también potasio, magnesio y fósforo, según la especialista.
El gazpacho es una receta sencilla, aunque se puede elaborar de diferentes formas: gazpacho al pesto, gazpacho de sandía, gazpacho de cereza… La profesora señala que a nivel nutritivo son todos bastante parecidos. Los que además contienen frutas “aportarían un porcentaje más alto” de vitaminas, subraya.
Para que sea una comida completa en términos de nutrición, la profesora recomienda añadir proteínas como el huevo cocido o el jamón. “De esta manera ya podemos decir que este alimento es completo”, asegura la experta.

Cuidado con las alergias en los más pequeños
Según Barado, debemos tener cuidado con las posibles alergias de los niños durante sus primeros años de vida. Por ello se recomienda la introducción progresiva de los ingredientes de esta crema.
Gazpacho natural mejor que el envasado
“Tenemos que hacer un llamamiento importante a aquellas personas que consumen los gazpachos que ya vienen pasteurizados”, manifiesta la profesora de la UNIR.
Los botes de gazpacho que compramos en el supermercado, aparte de ser sometidos a un procedimiento de pasteurización para que no haya crecimiento bacteriano una vez abiertos, contienen un alto contenido de sal. Para las personas con hipertensión o dietas controladas en sodio, explica la experta, no es recomendable consumirlo en este formato.
“Es importante revisar los ingredientes que contienen y sobre todo evitar aquellos que tengan azúcares añadidos”, concluye.
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Ciencia y Salud
Calor + estrés = peor descanso y mayor deterioro cognitivo

Lo aseguran los expertos de Cigna Healthcare, la combinación del calor y el estrés, además de la fatiga, puede influir en la producción y regulación de hormonas y neurotransmisores que son importantes para conseguir un descanso reparador.
No dormimos bien
Según datos de la Sociedad Española del Sueño (SES), citados por Cigna, cerca del 30 % de la población se despierta cada día con la sensación de no haber descansado bien. Una situación que compromete el bienestar diario y aumenta el riesgo de desarrollar trastornos físico y mentales.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda dormir entre siete y nueve horas al día para mantener el equilibrio físico, emocional y cognitivo.
El calor
Así, entre los factores que más dificultan el descanso figuran el estrés y las condiciones ambientales adversas, como el calor.
Este último se asocia con la reducción considerable de la duración y la calidad del sueño, debido a que, cuando dormimos, la temperatura corporal baja entre un 0,5 y 1 grados de forma fisiológica.

En ambientes cálidos, la producción de calor puede superar la pérdida más allá de los niveles tolerables, lo que obliga al cuerpo a poner en marcha “mecanismos compensadores” para conseguir esa disminución de la temperatura corporal. Esto provoca que no pueda relajarse de forma adecuada y el ciclo natural de sueño-vigilia se altera.
El estrés
El estrés, según Cigna, no solo incrementa el tiempo de latencia del sueño, también contribuye a fragmentarlo y genera “una sensación de agotamiento persistente”.
Y es que el estrés activa el sistema de alerta del organismo, con la elevación de los niveles de cortisol y adrenalina, que interfiere en la conciliación del sueño y provoca despertarse nocturnos.
En este sentido, según datos del Cigna International HealthStudy, el 55 % de la población en España identifica el estrés como la principal causa de interrupción del sueño, sobre todo entre las mujeres (53 %) y las personas de entre 45 y 59 años (55 %).

Si el calor y el estrés se mantienen en el tiempo, no solo se reduce la calidad del sueño, sino que impacta en la memoria, la atención y la regulación emocional, lo que obstaculiza el rendimiento diario y aumentan los problemas de salud mental.
Desde Cigna HealthCARE, la especialista en medicina interna, Daniela Silva, afirma que el estrés provoca una activación continua del sistema nervioso autónomo y un aumento de la producción de hormonas como el cortisol.
Esa hiperactivación, explica la doctora, impide que el cerebro alcance tanto las fases profundas del sueño, como la fase REM, “ambas necesarias para una restauración óptima”.
Cinco consecuencias
Las cinco consecuencias de la combinación del calor y estrés:
- Deterioro de la memoria: durante el sueño profundo, el cerebro procesa la información recogida durante el día y la transfiere a la memoria a largo plazo. Sin un descanso adecuado, este proceso se interrumpe, disminuyendo la capacidad para retener información. También dificulta el aprendizaje.
- Disminución de la concentración y atención: la falta de sueño afecta a la actividad de la corteza prefrontal, la zona del cerebro responsable de la atención y el control ejecutivo. La consecuencia es una menor capacidad para procesar información compleja.
- Alteraciones en la regulación emocional: aumenta la irritabilidad, la ansiedad y dificulta la capacidad de regular las respuestas emocionales.
- Reducción de reflejos y tiempos de reacción: dormir poco interfiere con la función del sistema nervioso central, y ralentiza la transmisión de señales entre el cerebro y el cuerpo.
- Impacto negativo en la salud mental a largo plazo: la falta continua de sueño afecta la producción y regulación de hormonas y neurotransmisores tales como el glutamato y el cortisol, los cuales influyen en el estado de ánimo. Esta alteración puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos como la depresión y la ansiedad.
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