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Ciencia y Salud

Disruptores endocrinos en alimentación y su impacto en la salud de la mujer

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“Los disruptores endocrinos (EDC) son sustancias químicas exógenas capaces de actuar como hormonas y, por lo tanto, de interferir en los procesos en los que intervienen las hormonas, de forma que generan desequilibrios hormonales que pueden desencadenar daños en el sistema reproductor y en el sistema inmunitario, así como alteraciones del sistema neurológico o dolencias metabólicas e incluso cáncer”, como ocurre en el caso de la mujer.

Lo explica Marta Massip, profesora de Estudios de Ciencias de la Salud y directora del diploma de experto de Nutrición y Estilos de Vida Saludables de la Mujer de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Algunos de estos disruptores endocrinos se acumulan en el tejido adiposo, en la grasa, de forma permanente.

Y esto afecta especialmente a las mujeres: “Por sus características hormonales, por la mayor presencia de tejido adiposo en su cuerpo y por sus roles profesionales y sociales, las mujeres suelen ser más vulnerables a la exposición a los EDC”, apunta la experta.

Los disruptores endocrinos más comunes en la alimentación

En el ámbito de la alimentación, los disruptores endocrinos más comunes son:

Pesticidas: localizados sobre todo en la piel de frutas y verduras.

Metales pesados: se encuentran en pescado de tamaño grande y de elevado contenido en grasa, como el atún.

Ftalatos, como el bisfenol A (BPA) y los compuestos fluorados, presentes en muchos recipientes y utensilios de cocina, como en el recubrimiento de las latas de conserva o bebidas, en las fiambreras y las botellas, o en el recubrimiento antiadherente de las sartenes.

Trabajadores de una granja de Tailandia fumigan con pesticida las plantas de arroz. EFE/Barbara Walton

Las consecuencias

La profesora Marta Massip cita varios estudios e informes que sitúan a los disruptores endocrinos detrás de dolencias de prevalencia elevada y que afectan a la calidad de vida de las mujeres.

En la edad reproductiva, se relaciona con pubertad precoz, reducción de la fertilidad, problemas durante el embarazo, cáncer de mama, endometriosis y síndrome de ovario poliquístico, entre otras.

“Además, también produce modificaciones epigenéticas que alteran la función génica, lo que provoca potencialmente efectos intergeneracionales en la descendencia”, añade Massip.

Entre todos estos problemas de salud de las mujeres, los que tienen una mayor prevalencia en edad reproductiva son:

La endometriosis: la exposición a disruptores endocrinos como el BPA, los ftalatos, los plaguicidas organoclorados, las dioxinas y los bifenilos polibromados y policlorados está relacionada con el desarrollo y la progresión de la endometriosis, trastorno que se produce cuando el tejido uterino crece fuera del útero provocando dolor crónico, menstruaciones incapacitantes e infertilidad.

Síndrome de ovario poliquístico, también la exposición BPA y ftalatos pueden estar detrás de este trastorno que causa anovulación (no expulsión del óvulo), infertilidad, hirsutismo (exceso de vello), obesidad y síndrome metabólico.

También afecta a las mujer en la etapa de la menopausia: algunos disruptores endocrinos se han asociado con una mayor frecuencia de los sofocos y un mayor riesgo de patologías crónicas, como dolencias cardiovasculares, osteoporosis, diabetes y depresión.

La exposición a disruptores endocrinos, como los ftalatos, “se puede asociar con un inicio prematuro de la menopausia y con una reserva ovárica disminuida, con lo que esto implica en términos de fertilidad y comorbilidad asociada en mujer joven (dolencia cardiovascular, osteoporosis, diabetes)”, indica la experta.

Cómo evitar, si se puede, a los disruptores endocrinos

No es posible escapar de todos los disruptores, ni hay un nivel de exposición seguro.

“La exposición simultánea y constante a diferentes disruptores hace que estos puedan actuar conjuntamente y produzcan efectos negativos sinérgicos o aditivos”, apunta la profesora.

Estos son las recomendaciones para minimizar la exposición diaria a través de la alimentación:

Sustituir los recipientes de plástico por recipientes de vidrio para almacenar alimentos y bebidas.

No calentar comida en recipientes de plástico ni reutilizar recipientes de plástico para las bebidas.

Utilizar sartenes y recipientes de cocción de materiales como el acero inoxidable.

Reducir la ingesta de comida procesada y enlatada.

Optar por alimentos con certificación ecológica y cuya procedencia se pueda verificar, ya que la regulación de pesticidas no es la misma en todo el mundo.

Optar por pescado de tamaño más pequeño y, por lo tanto, con menos bioacumulación de metales pesados y otros contaminantes.

EFE/LUIS TEJIDO

Además, Marta Massip advierte de que también ayuda mantener un peso adecuado y estable ya que “los periodos recurrentes de adelgazamiento-engorde pueden movilizar los disruptores inmovilizados en el tejido adiposo”.

Disruptores también en la cosmética y en juguetes

Estos tóxicos no solo se encuentran en el ámbito de la alimentación.

“Por ejemplo, los ftalatos están presentes en algunos juguetes y actúan dañando el ADN de los espermatozoides”, explica por su parte Guillem Cuatrecasas, médico y profesor colaborador del diploma de experto de Nutrición y Estilos de Vida Saludables de la Mujer de la UOC.

También hay en la cosmética (pintalabios, cremas, máscaras faciales, perfumes, agua de colonia, etc.), en los productos de limpieza del cabello, en los productos para el cuidado de los dientes y la boca o en los pintauñas.

“Como consumidores, tenemos que ser conscientes de lo que compramos y utilizamos. Pequeños cambios en el día a día pueden reducir nuestra exposición a los disruptores endocrinos”, concluye Cuatrecasas.

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Perfil de las adicciones: la mujer, alcohol y bingo; el hombre, cocaína y tragaperras

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Un total de 39.451 personas, de las que solo una de cada cinco fueron mujeres, acudieron el año pasado a una de las 119 entidades de la red de ONG UNAD que han participado en el informe “Perfil de las adicciones en 2023. La atención a las personas usuarias de la red UNAD”.

El estudio, que supone la mayor recogida de datos sobre el acceso a tratamiento a nivel estatal, dibuja la “enorme complejidad” de las adicciones en nuestro país, marcadas por una enorme brecha de género y territorial, ha resumido en rueda de prensa la secretaria de la entidad, Encarnación Pámpanas.

El inicio del consumo, antes de los 18 años

Mientras ediciones anteriores situaban la edad de inicio en la sustancia que después se convertiría en una adicción entre los 18 y los 25 años, la tendencia ahora es que cada vez empiezan más jóvenes: el 51 % de los hombres y el 45 % de las mujeres comenzaron su consumo antes de cumplir los 18.

Del total de beneficiarios, 37.845 tenían problemas de adicción a sustancias; en ambos sexos, la edad osciló entre los 34 y los 41 años, con una presencia mayoritaria de hombres, que representaron el 79 %.

El perfil masculino y femenino de las adicciones

Se trata de un varón con estudios primarios, desempleado, con algún tipo de enfermedad física o psíquica, sin hijos y que reside en una vivienda en propiedad de un familiar.

En ellos son prevalentes las “drogas duras”, principalmente cocaína, heroína y alcohol.

Mientras, ellas sí tienen hijos y viven en una casa de su propiedad o de su conviviente; coinciden con ellos en el nivel de estudios y situación laboral y en tener problemas de salud mental, pero ellas consumen principalmente alcohol y cocaína.

El alcohol, en la cima de la adicción

Además, ellas usan más del doble de ansiolíticos y somníferos, con o sin prescripción (un 7 % frente al 3 % de los hombres); también es significativo el repunte de la incidencia del cannabis en mujeres, que representan el 17 % de los casos atendidos frente al 14 % de los hombres.

Estas cifras se refieren a la primera sustancia por la que buscan ayuda, lo cual no significa que consuman una sola, ya que “nos encontramos en un panorama en el que combinan varias”, ha enfatizado Pámpanas.

De hecho, el alcohol se mantiene como la sustancia que más adicciones provoca, con un 28 % de casos de drogodependencia en mujeres y un 19 % en hombres.

Estos perfiles no son homogéneos en todo el territorio nacional, de modo que en la Comunidad Valenciana, la brecha de género se estrecha hasta llegar a una proporción de una mujer por cada dos hombres.

En Andalucía y el País Vasco, la edad aumenta “palpablemente” hasta los 42 años; en Asturias, la sustancia más problemática es la cocaína y en Murcia, la mayoría de mujeres carecen de estudios cuando a nivel nacional son el 17 %.

EFE/Lavandeira jr

Adicciones al juego, compras o redes sociales

Las 1.189 personas atendidas por 40 entidades por adicciones sin sustancia tenían una edad de entre 26 y 33 años, tanto hombres como mujeres; aquí, el porcentaje de género se equilibra algo más hasta llegar al 30 % de presencia femenina.

No obstante, un 20 % de las usuarias son menores de edad, por lo que lo más habitual es que aún estén estudiando.

El bingo es la principal adicción presencial de las féminas, seguida de las tragaperras, y en el ámbito online, los videojuegos, aunque también figuran las compras compulsivas y a las redes sociales.

Respecto a los hombres, un 18 % de los casos atendidos tienen menos de 18 y, a diferencia de las mujeres, la mayoría trabajan. Su principal adicción presencial son las tragaperras y las apuestas deportivas, que también son la primera práctica adictiva que hacen online, además de las redes sociales.

En ambos casos, estos comportamientos llevan asociados el consumo de sustancias, como son el alcohol y el cannabis.

El estigma y la culpa, detrás de la brecha de género

Lo que explica este perfil de las adicciones es, según la vicepresidenta de UNAD, Elisabeth Ortega, la “doble vulnerabilidad” de las mujeres, por ser mujeres y por estar expuestas a situaciones de violencia de género y traumas que dificultan su acceso a los tratamientos.

En general, ellas efectúan más consumos “silenciosos” de sustancias “socialmente aceptadas” por el temor al estigma y a ser el blanco de las críticas del entorno, a ser “madres fallidas” o “malas hijas”.

Una variable que incide es la de la edad: las más jóvenes acceden más a los tratamientos que las adultas porque éstas ya “sufren los juicios sociales relacionados con los mandatos de género y que tienen que ver, por ejemplo, con la maternidad o la sexualidad”.

Se suma que los recursos están diseñados para un perfil masculino y que una minoría de las que tienen adicciones trabajan, algo que demuestra cómo ellas enfrentan obstáculos adicionales en su proceso de recuperación y reinserción.

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Los anticuerpos maternos restan eficacia a la vacuna contra la malaria en bebés

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Los resultados, publicados en The Lancet Infectious Diseases, sugieren que bebés más pequeños de lo recomendado actualmente por la OMS (a partir de 5 meses) podrían beneficiarse de las vacunas contra la malaria RTS,S y R21 si viven en zonas con baja transmisión de malaria, donde las madres tienen menos anticuerpos contra el parásito Plasmodium Falciparum .

Se trata del primer estudio que examina el efecto combinado de la edad, la exposición previa individual y los niveles basales de anticuerpos específicos de la vacuna, ya sea transferidos pasivamente de la madre al bebé o adquiridos activamente.

La malaria, también llamada paludismo, es una enfermedad infecciosa parasitaria que transmite el mosquito Anopheles.

Los primeros síntomas pueden ser leves, similares a los de muchas enfermedades febriles y, por eso mismo, difíciles de reconocer como indicativos de paludismo. De no tratarse, puede desembocar en un cuadro clínico grave y causar la muerte, en especial en niños y mujeres embarazadas.

La llegada de las vacunas a África

Los países de África, donde se concentra el 90 % de los casos, están implementando las dos primeras vacunas contra la malaria RTS,S/AS01E y la más reciente R21/Matrix-M para proteger a la población infantil contra la malaria causada por el Plasmodium Falciparum.

Ambas vacunas están dirigidas contra un fragmento de la proteína del parásito llamada circumsporozoito (CSP) y se recomiendan para niños y niñas de 5 meses o más al momento de recibir la primera dosis.

Vacunación contra la malaria a niños en Doula (Camerún). EFE/EPA/DONGMO RODRIGUE WILLIAM

¿Por qué son menos eficaces las vacunas en algunos bebés?

“Sabemos que la vacuna contra la malaria RTS,S/AS01E es menos eficaz en bebés menores de cinco meses, pero la razón de esta diferencia sigue siendo objeto de debate”, explica Carlota Dobaño, que dirige el grupo de Inmunología de la Malaria de ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “La Caixa”.

Para investigarlo, Dobaño y su equipo analizaron muestras de sangre de más de 600 menores (bebés entre 5 y 12 semanas de edad y entre 5 y 17 meses) que participaron en el ensayo clínico de fase 3 de RTS,S/AS01E.

Con una técnica de microarrays, midieron los anticuerpos frente a 1.000 antígenos del parásito Falciparum antes de la vacunación para determinar si la exposición previa a la malaria y la edad influían en la respuesta a la vacuna.

“Este enfoque de microarrays nos permitió medir con precisión la exposición a la malaria a nivel individual, incluyendo la exposición materna en el caso de los bebés menores de 12 semanas y las infecciones pasadas en el caso de los bebés mayores de cinco meses”, especifica Didac Macià, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio.

El papel de los anticuerpos maternos

El análisis de anticuerpos contra el parásito Falciparum en aquellos que habían recibido una vacuna de control en lugar de la RTS,S/AS01E reveló un patrón “típico de exposición”, con niveles elevados en los tres primeros meses de vida debido a la transferencia pasiva de anticuerpos maternos a través de la placenta, un descenso durante el primer año de vida, y luego un aumento gradual como resultado de infecciones adquiridas de manera natural.

En los mayores de 5 meses vacunados con RTS,S/AS01E, los anticuerpos resultantes de una infección natural no afectaron a la respuesta de la vacuna.

Sin embargo, en los bebés menores de 12 semanas niveles elevados de anticuerpos transmitidos por la madre durante el embarazo se asociaron con una menor respuesta a la vacuna.

Los mecanismos por los cuales estos anticuerpos maternos hacen interferencia con la vacuna no se conocen del todo, pero se ha observado el mismo fenómeno con otras vacunas, como la del sarampión.

Estos resultados confirman algo que ya se sospechaba pero que no se había demostrado claramente: a pesar de su papel protector, los anticuerpos maternos que disminuyen en los primeros tres a seis meses de vida, pueden interferir en la eficacia de la vacuna.

Cuanto mayor sea el nivel de transmisión de la malaria, más anticuerpos maternos se transmiten al bebé, resultando en una menor eficacia de la vacuna.

Los resultados también sugieren que los bebés menores de cinco meses pueden beneficiarse de la vacuna RTS,S/AS01E o R21 en áreas de baja transmisión de malaria, durante brotes en regiones sin malaria, o en poblaciones migrando hacia una zona de alta transmisión.

“Nuestro estudio destaca la necesidad de considerar el momento y los niveles de anticuerpos maternos contra la malaria para mejorar la eficacia de la vacuna en los bebés más pequeños y vulnerables”, afirma Gemma Moncunill, investigadora de ISGlobal y coautora principal del estudio, junto con Dobaño.

En la investigación también han colaborado siete centros africanos (CISM-Mozambique, IHI-Tanzania, CRUN-Burkina Faso, KHRC-Ghana, NNIMR-Ghana, CERMEL-Gabón, KEMRI-Kenia).

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Elisa Blázquez, nutricionista: “Una dieta antiinflamatoria es un patrón de vida sana”

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En una entrevista con EFEsalud, con motivo de la publicación de su segundo libro “Toma las riendas de tu salud”, Elisa Blázquez no solo habla de la dieta antiinflamatoria, también del ayuno y de la importancia, en definitiva, de que la alimentación sea un aprendizaje para cuidar la salud.

“El propósito de mi libro es poder ayudar a la gente a conectar con sí misma, a que empiece a cuidarse. Y tener una guía práctica y sencilla, porque hay mucha información en las redes y en los medios y al final tenemos mucho lío. Había que organizar un poco la información con la experiencia clínica que tengo en este caso”, comenta.

Por eso, incide en que cuando se habla de salud hay que escuchar a la gente con una trayectoria profesional: “La nutrición está en casa de todos y cualquiera que tenga una receta saludable, de repente te la puede vender como un consejo de salud y, a veces, no lo es“.

Dietas que no midan solo las calorías

No comparte las dietas “tal y como las solemos entender” porque al final son recomendaciones basadas en la prohibición y en comer exactamente los mismos gramos de proteína todas las comidas, por ejemplo, cuando el cuerpo tiene unas necesidades que van cambiando.

Son dietas, además, que bajo su punto de vista “generan una mala relación con la comida”.

“Hay que ir pasito a pasito, ir adquiriendo unos hábitos (…) Un aprendizaje para cuidar tu salud, que tiene un camino, no es de un día para otro”, incide Blázquez, quien subraya que “no hay que quedarse con la restricción de ningún alimento”.

Por eso tampoco es partidaria de la dieta basada en determinar una serie de calorías: lo que hay que estar es bien nutrido: lo importante es la calidad y la cantidad.

Elisa Blázquez en la cocina de su casa con una pila de ejemplares de su nuevo libro. Foto cedida por la autora.

“Realmente cuando solo medimos calorías, no estamos analizando el efecto que tiene ese nutriente en tu cuerpo”, abunda la nutricionista.

Lo argumenta porque, explica, una proteína y un hidrato tienen las mismas calorías, pero el efecto en el cuerpo es totalmente diferente.

Mientras que la primera tiene un efecto “más estructural, va a formar estructuras”, el hidrato es más energético, de forma que modulando la ingesta de estos nutrientes “es como se consiguen los resultados”.

“Si simplemente cuentas calorías, pues a lo mejor estás llevando un tipo de alimentación o muy monótona o muy desequilibrada que no te aporta todos esos micronutrientes que realmente necesitas”, recalca.

Sobrealimentados y malnutridos

Experta en nutrición integrativa, que analiza a la persona en su conjunto, como una parte proactiva del bienestar, Blazquez señala que no hay un método que sirva para todo el mundo ni para una patología, sino que va a depender de los desequilibrios que se tengan.

“A lo mejor tú comes muy bien, pero no estás haciendo nada de ejercicio o no te estás exponiendo nada al sol y tienes una vitamina D por los suelos, que también es muy importante. O tienes mucho estrés. Bueno, pues ahí es donde tenemos que ver lo que tenemos que trabajar con cada persona”, subraya.

Para la nutricionista, hemos normalizado estar cansados y agotados, cuando hay que preguntarse, a pesar de que la analítica esté bien, “qué le está pasando al cuerpo” porque “hay muchas herramientas para solucionarlo”.

Considera que se consumen muchos alimentos ultraprocesados, que provocan la sobrealimentación y la malnutrición, cuando lo que necesita el cuerpo son vitaminas, minerales, antioxidantes y proteínas.

“Hemos hecho a nuestro cuerpo vago de darle calorías todo el rato y eso al final nos afecta”, señala Blázquez, quien apunta que el ayuno “es necesario porque evolutivamente estamos diseñados para él” y no para comer cada dos o tres horas.

Sin miedo al ayuno

Asegura que no hay que tener miedo a ayunar porque ayuda al cuerpo a poner en marcha “mecanismos de limpieza, de regeneración que ocurren cuando no estamos ingiriendo alimento”.

Hay mucho tipos de ayuno, según afirma Blázquez, un ejemplo puede estar sin comer doce horas, ¿cómo? Cenando a las ocho de la tarde y desayunando a las ocho de la mañana del día siguiente, por ejemplo. No obstante, hay que adaptarlo a cada persona y ver que sienta bien, porque hay a algunas que no les va a beneficiar, como a aquellas que tienen una mala relación con la comida.

¿Y hay una clave del éxito para sentirse bien? Para la nutricionista lo principal es adquirir buenos hábitos que se puedan mantener en el tiempo, que no sean para cuatro días o dos meses.

La inflamación

En su libro, aborda cómo algunos alimentos provocan la inflamación crónica.

Según sus palabras, el sistema inmunológico nos defiende de agentes extraños. Si desde el exterior se introducen todo el rato tóxicos, alimentos que no son saludables, se genera estrés en el organismo y la inmunidad se irá deprimiendo y protegerá menos.

“Nuestro sistema inmunológico se vuelve mucho más reactivo y tenemos un sistema todo el rato en estado de alerta. Esto es la inflamación”, expone.

Blázquez con su último libro. Foto cedida por la autora,

Ese trabajo en exceso y constate del sistema inmunológico es “la antesala de posibles patologías”.

Blazquez incide en que las células inmunitarias están por todo el cuerpo, son como policías que andan de patrulla, con lo que no solo hablamos de inflamación local, aunque sobre todo ocurre en el intestino, al estar en contacto con el exterior -este órgano absorbe el agua y los nutrientes y es donde está gran parte de la microbiota-.

Individualizar las necesidades

Hay un patrón de dieta antiinflamatoria, prosigue la nutricionista y luego, en función de cada persona, hay que individualizar las necesidades.

“Una dieta antiinflamatoria va a ser una dieta más sencilla de lo que creemos. Es una dieta muy natural, exenta de todos estos ultraprocesados, que nos aporte muchos nutrientes, muy rica en vegetales, en vitaminas, en antioxidantes, en fibras que alimenten a estos microorganismos que tenemos en el intestino”, explica.

Una dieta antiinflamatoria también tiene que ser rica en grasas antiinflamatorias -Omega 3- que las encontramos en el pescado, en los frutos secos, o en las semillas.

“Una dieta antiinflamatoria es para todo el mundo, pero desde que nacemos, porque es un patrón de vida sano. Al final la dieta mediterránea es un tipo de dieta antiinflamatoria”, añade.

Ir al mercado

Por eso, defiende que para hacer la compra se vaya al mercado, se cocine lo que hacían las abuelas, en definitiva, alimentos naturales. Que haya “pocos alimentos empaquetados”, porque son productos que, al final, van a llevar asociado algún aditivo.

Considera que hay alimentos sobre los que se tiene la creencia de que son muy malos y no lo son tanto, como ejemplo pone la mantequilla y el tocino: “Hay que consumir todo tipo de grasas en un contexto sano, tomando muchos vegetales, pero si me apetece tomar un poco de mantequilla no me va a hacer ningún mal”.

La clave es la cantidad y con qué se combinan esos alimentos.

La nutricionista también cree que “hay que quitar la idea” de que los alimentos exóticos son la clave de la salud porque no lo son: “No va a estar mejor alimentado el que toma todos los días matcha, açai o chía”, zanja.

Un menú en un día cualquiera de la nutricionista:

Desayuno: una o dos piezas de temporada; una buena rebanada de pan de calidad, con aceite de oliva y tomate. Una tortilla o jamón o salmón. También un puñado de frutos secos y café.

Comida: Siempre verdura en todas sus formas, acompañadas de carne, pescado o legumbre.

Cena: Pescado y verduras. A veces, un yogur de cabra de postre.

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