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Ciencia y Salud

La mujer anónima que descubrió el virus cancerígeno presente en el 95% de las personas

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Un libro rescata la historia de Yvonne Barr, la investigadora que dio nombre al virus de Epstein-Barr, causante de la enfermedad del beso y de algunos tumores.

Una profesora de instituto, Yvonne Balding, murió hace seis años en Australia sin que trascendiera la noticia. Casi nadie sabía que aquella anónima maestra de matemáticas era en realidad Yvonne Barr —su nombre de soltera—, la codescubridora del virus de Epstein-Barr, un organismo de 0,00012 milímetros que es culpable de la enfermedad del beso, de la esclerosis múltiple e incluso de algunos tumores. Prácticamente todo el mundo lleva dentro, sin saberlo, el apellido de Yvonne Barr. El virus infecta a 95 de cada 100 personas.

Barr falleció en 2016 en Melbourne, tras pasar media vida empalmando contratos temporales en varios institutos. Encontrar el virus que lleva su nombre fue una asombrosa aventura —con científicos judíos huidos del nazismo, hallazgos de chiripa, presuntas llamadas de Dios y hasta experimentos con miles de niños ugandeses en plena dictadura del sanguinario Idi Amin—, pero Barr apenas mencionaba su pasado, según recuerda su hija, Kirsten Balding. “Mamá nunca habló mucho de este tema, lo veía como una parte menor de su vida”, explica a EL PAÍS. “Algún día debería escribir un libro, pero me temo que tendría pocas páginas, porque no tengo mucha información”, reconoce Balding con humor.

El que sí ha escrito un libro sobre los cazadores de virus cancerígenos es el historiador Gregory Morgan. Su obra, Cancer virus hunters (editorial Johns Hopkins University Press, en inglés), rescata ahora las peripecias de aquellos pioneros, incluida la hazaña de Yvonne Barr antes de esfumarse de los laboratorios. “Abandonó la investigación, en parte, por su experiencia con el sexismo”, opina el autor, del Instituto Stevens de Tecnología, en Nueva York.

La historia arranca en plena II Guerra Mundial, en 1943, cuando el cirujano militar Denis Burkitt, cristiano devoto, fue destinado a Uganda con las tropas británicas. Allí, según contaría después, sintió “la llamada de Dios”, así que al acabar la contienda se quedó a trabajar en un hospital de Kampala. Un día de 1957, un colega le llevó a un niño con la mandíbula hinchadísima, pero no llegó a un diagnóstico concluyente. Semanas después, el cirujano se topó con otro caso igual. Aquello no podía ser casualidad. Burkitt inició una búsqueda por los historiales médicos de varios hospitales y encontró 38 casos similares: todos niños del cinturón tropical de África central. Era un tumor maligno que se acabaría llamando linfoma de Burkitt.

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El cirujano Denis Burkitt contempla un mapa de África, hacia 1968.
WELLCOME LIBRARY

El cirujano viajó a Londres en 1961 para presentar sus resultados en una conferencia en el Hospital Middlesex. El virólogo británico Anthony Epstein, sentado entre el público, se quedó boquiabierto. La extraña distribución de los casos en África —no había niños con estos tumores en las zonas más frías— sugería que un insecto, quizá un mosquito, transmitía un virus que provocaba el cáncer. Nunca se había vinculado un virus a un tumor. Epstein se acercó a Burkitt tras la charla y decidieron investigar juntos. El cirujano empezó a enviar por avión muestras de niños enfermos desde Uganda y el virólogo las analizaba en su laboratorio londinense. Durante dos años, Epstein intentó de todo: inyectaba el tejido de las biopsias en huevos de gallina, en ratones o en otros tipos de células humanas, pero no aparecía ni rastro de un virus. Quizá se había equivocado.

Epstein contrató a una ayudante a finales de 1963: Yvonne Barr, una irlandesa de 31 años que había estudiado Zoología en Dublín y se había curtido investigando la lepra humana y el virus del moquillo de los perros. El historiador Gregory Morgan recuerda en su libro “el día de suerte” en el que cambió la historia de la medicina. Era un frío viernes de diciembre y había niebla en Londres, así que el avión procedente de Uganda fue desviado a Manchester. Las biopsias de los niños llegaron al laboratorio con muchas horas de retraso, envueltas ya en un turbio suero. Pese a todo, Epstein las observó al microscopio y vio células tumorales que flotaban libremente. Se las entregó a su ayudante para que intentara cultivarlas. Y Barr, por fin, lo logró. Aquellas células, procedentes del cáncer de una niña africana de 9 años, se han estado multiplicando sin parar desde entonces. Un investigador puede comprar hoy una muestra congelada de ellas por 900 euros. Se bautizaron EB1: la primera línea celular de Epstein y Barr.

Cuando tuvo suficientes células del linfoma creciendo en su laboratorio, Epstein pudo por fin examinarlas en su microscopio electrónico, mucho más potente que el tradicional. Era un día de febrero de 1964 y en la calle nevaba. La imagen microscópica mostró unas partículas que el virólogo reconoció inmediatamente como virus de la familia de los herpes. El propio Epstein recordó sus sensaciones en una entrevista con el autor del libro Cancer virus hunters. “Salí a la nieve sin abrigo ni nada, solo con la bata blanca, y caminé alrededor del edificio para calmarme”, rememoró. El 28 de marzo de 1964, Epstein, Barr y el patólogo Bert Achong anunciaron al mundo que habían encontrado virus en las células del linfoma de Burkitt.

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Células sanguíneas infectadas por virus de Epstein-Barr.
INSTITUTO NACIONAL DEL CÁNCER DE EE UU

Aquello fue una revolución, pero faltaba demostrar que el virus era realmente el causante del cáncer. Epstein contactó entonces con un matrimonio de virólogos judíos que habían huido de la Alemania nazi, Gertrude y Werner Henle, del Hospital Infantil de Filadelfia. Los Henle detectaron el virus en el 100% de los niños africanos con linfoma, pero se encontraron con una sorpresa: el 90% de los estadounidenses sanos también tenía el virus. ¿Cómo era posible que un patógeno omnipresente provocase un cáncer extremadamente infrecuente?

Los Henle analizaron la sangre de sus compañeros de laboratorio y observaron que una colega de 19 años, la técnica Elaine Hutkin, no tenía rastro del virus. El 10 de agosto de 1967, la joven cayó enferma y no fue a trabajar. Tenía síntomas de mononucleosis infecciosa, más conocida como la enfermedad del beso, y ahora sí estaba infectada. Así, por casualidad, se descubrió que el virus de Epstein-Barr también era el culpable de esta dolencia, que se caracteriza por un cansancio extremo y afecta a siete de cada mil personas al año, sobre todo a adolescentes.

Yvonne Barr se casó con un australiano, Stuart Balding, y se mudó con él a Melbourne en 1965. Su hija, Kirsten Balding, cree que allí realizó investigaciones posdoctorales en la Universidad Monash, pero ignora en qué laboratorio. “Me dijo que era un club de hombres. Me dio la impresión de que había tenido problemas para conseguir una plaza fija, así que se pasó a la enseñanza”, recuerda Balding. Yvonne Barr dedicó el resto de su vida profesional a dar clases de Física, Química, Biología y Matemáticas en diferentes institutos. “Era una persona muy sociable y le encantaba ayudar a la gente, así que sospecho que la enseñanza se ajustaba más a ella que la investigación. Nunca se arrepintió de abandonar la ciencia, la consideraba una profesión difícil”, explica su hija.

Alberto Ascherio, un epidemiólogo de 68 años de la Universidad de Harvard (EE UU), es uno de los mayores expertos del mundo en el virus de Epstein-Barr. Sin embargo, nunca pudo hablar con Yvonne Barr. “Dejó la ciencia y su nombre no es conocido”, señala. El equipo de Ascherio inició hace dos décadas un seguimiento a unos 10 millones de militares estadounidenses. Sus resultados, publicados este año, han demostrado que el riesgo de esclerosis múltiple se multiplica por 32 tras la infección por el virus de Epstein-Barr. El microorganismo es generalmente inocuo, pero en algunas personas puede provocar diferentes enfermedades.

Ascherio recuerda que la irlandesa envió un breve vídeo a un congreso científico celebrado en Oxford en 2014, con motivo del medio siglo del descubrimiento del virus. Su mensaje a los expertos allí reunidos revela el olvido en el que se encontraba: “¡Hola! Saludos desde Melbourne, en Australia. Me llamo Yvonne Balding y soy la Barr del virus de Epstein-Barr. Barr era mi apellido de soltera”, proclamó.

Demostrar la causa de una enfermedad es una tarea titánica. La comunidad científica no se conforma con encontrar una pistola humeante en el lugar del crimen, necesita ver el disparo en directo. En 1968, el oncólogo francés Guy de Thé propuso un ambicioso experimento: sacar sangre a más de 40.000 niños en Uganda y esperar unos años para analizar las peculiaridades de los que desarrollasen un linfoma de Burkitt. Su plan, ya de por sí complejo, se topó con un problema inesperado: en 1971 ascendió al poder el dictador Idi Amin, el “carnicero de Uganda”, acusado de hasta 250.000 asesinatos. Sin embargo, según recuerda el historiador Gregory Morgan, Idi Amin adoptó el proyecto científico como si fuera “su bebé”. El experimento, en el que solo 14 niños tuvieron linfoma, ayudó a demostrar que el virus de Epstein-Barr era efectivamente el culpable. La malaria, una enfermedad parasitaria transmitida por mosquitos, facilita la acción del virus, por eso el linfoma de Burkitt se concentra en África.

El historiador Gregory Morgan destaca en su libro una cifra sorprendente: el 20% de los tumores humanos están causados por virus. Los científicos que revelaron estos inesperados vínculos han salvado “quizá millones de vidas”, según Morgan. Epstein y Barr fueron los primeros. El virólogo siguió investigando y fue nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico. En 2021, la comunidad científica celebró que Epstein cumplía 100 años. Yvonne Barr, en cambio, dedicó su vida a dar clases en institutos, viajar con su familia, pasear por el campo y observar aves. “Le encantaban las manualidades, como hacer calceta”, rememora su hija. Su lápida sí recuerda su hazaña: “Doctora Yvonne Margaret Balding, nacida Barr. Codescubridora del virus de Epstein-Barr”.

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El cerebro de la mujer disminuye de tamaño durante el embarazo

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Este estudio sobre el cerebro de la mujer en el embarazo, recogido este lunes en la revista Nature Neurology, constituye el primer mapa cerebral de una mujer embarazada.

Hasta ahora, la ciencia había descrito los cambios fisiológicos en el cerebro de la mujer durante el embarazo pero no tanto los neuronales, a pesar de que en el mundo hay unos 140 millones de mujeres que se quedan embarazadas cada año.

Hace cuatro meses, un grupo de investigadoras del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid documentaron, en un estudio recogido también en Nature Neuroscience, que el cerebro de la mujer experimentaba cambios anatómicos durante el embarazo en base el análisis de los escáneres de 110 embarazadas.

Qué áreas del cerebro de la mujer cambian en el embarazo

La nueva investigación específica estos cambios: una disminución generalizada del volumen de materia gris (cuerpos celulares que cumplen funciones mentales y cognitivas importantes) y del espesor cortical en la novena semana de embarazo.

La reducción de volumen afecta, sobre todo, a la llamada red neuronal por defecto, un sistema de áreas cerebrales conectadas entre sí que se activan cuando una persona está en reposo, según ha explicado en rueda de prensa una de las autoras, Emily Jacobs, investigadora de la Universidad de California-Santa Bárbara.

Por el contrario, los escáneres han mostrado un aumento de la materia blanca (fibras nerviosas responsables de facilitar la comunicación entre las regiones cerebrales), el volumen ventricular (crucial en la evaluación del riesgo cardíaco) y del líquido cefalorraquídeo, que actúa como un amortiguador que ayuda a proteger su cerebro y médula espinal de impactos o lesiones repentinas.

El aumento de volumen de la materia blanca mejora la conectividad del cerebro de la embarazada especialmente entre dos áreas: los lóbulos temporal y occipital (el primero regula y coordina el habla y el segundo la vista).

Los investigadores asocian estos cambios al aumentos de los niveles en dos hormonas: el estradiol y la progesterona.

El volumen de materia gris, por ejemplo, disminuye a medida que aumenta la producción de esas dos hormonas durante el embarazo, “sin que sea algo necesariamente malo”, ha subrayado Jacobs.

La investigadora ha detallado que algunos de los cambios observados se mantienen en el periodo posparto, como la reducción del volumen y el grosor corticales que se mantienen hasta dos años después; y otros se revierten dos meses después.

La imagen muestra un cambio generalizado en el volumen de materia gris cortical con el avance de la semana gestacional. Los colores más oscuros indican las regiones más afectadas por la transición del embarazo. Crédito: Laura Pritschet/ University of California/Imagen cedida por Nature Neurology.

Depresión posparto

Jacobs y sus colegas sospechan que estos cambios anatómicos observados en la mujer pueden suponer una especie de “refinamiento cortical” para un reto como el embarazo y parto, en cierto modo similar al que ocurre en la pubertad cuando el cerebro se especializa.

A los investigadores, no obstante, les ha sorprendido que se sigan manteniendo unos niveles tan altos de plasticidad en la edad adulta.

La investigación se ha llevado acabo mediante el análisis, apoyado en inteligencia artificial, de 26 resonancias magnéticas y análisis de sangre a una madre primeriza de 38 años desde tres semanas antes de la concepción (cuatro exploraciones), durante los tres trimestres del embarazo (15 exploraciones), hasta dos años después del parto (7 exploraciones) cuando finalizó el periodo de pruebas.

Los investigadores compararon con los cambios cerebrales observados en esta mujer con los de ocho individuos de control.

Los datos obtenidos serán de libre acceso para que futuros estudios indaguen en si estos cambios en la anatomía del cerebro durante el embarazo influyen de alguna manera en la depresión posparto, una enfermedad que afecta aproximadamente a una de cada cinco mujeres.

“Cuanto más sepamos sobre el cerebro materno, más posibilidades tendremos de evitar este tipo de dolencias y aliviarlo”, ha señalado Jacobs.

“Este y otros estudios centrados en caracterizar los cambios cerebrales en embarazadas nos pueden ayudar a comprender, predecir, y prevenir patología mental posparto, entre otros fenómenos; ahora toca evaluar este fenómeno en un grupo mayor de sujetos”, ha subrayado Susana Carmona, investigadora principal del grupo neuromaternal del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón en una reacción recogida por Science Media Center España.

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Autoconfianza: el combustible para tu progreso personal

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Hay un combustible poderoso e inagotable, que no contamina, ni requiere complejas tecnologías o costosas inversiones para extraerlo y utilizarlo. Hace que los principales motores de nuestra vida, corazón y cerebro, funcionen en armonía para llevarnos a la felicidad. Ese combustible se llama autoconfianza.

La autoconfianza no solo te sostiene a la hora de conseguir lo que te propones, sino que también te ayuda a reconstruirte y emerger de nuevo de tus propias cenizas, cuando atraviesas una crisis, has sufrido una adversidad o cometido un equivocación importante, señala a EFE Curro Cañete, autor de ‘El poder de confiar en ti’.

“El poder de confiar en ti”

Hace años, Curro Cañete, un apasionado del comportamiento humano y reconocido especialista en crecimiento personal, descubrió que no solo era posible transformar su propia vida para empezar a vivirla de forma plena y maravillosa, sino que también era capaz de ayudar a otras personas a conseguirlo.

De ese modo, comenzó a desarrollar las técnicas para alcanzar una transformación positiva y trasladarlas a los demás, se convirtió en el propósito central de la vida y obra de Cañete.

Curro Cañete, en lo alto de un edificio. /Foto: PLANETA – Carlos Ruiz B.K.

Desde entonces, este escritor, abogado, periodista y ‘coach’ (mentor) especializado en psicología, ha ayudado a deportistas, artistas y profesionales a enfocarse, dar lo mejor de sí mismos y aumentar su éxito y felicidad en su vida personal, en su profesión y en sus relaciones.

Hacer posible lo imposible

Sus libros, cursos, sesiones y publicaciones en redes, que han llegado a cientos de miles de lectores, explican sus métodos para dejar atrás el dolor, proteger nuestra paz interior, aprender a tomar tus decisiones con alegría, enfocarnos en el camino hacia nuestros sueños, conectar con nuestra sabiduría interior y lograr que nuestra vida sea dirigida por el amor en vez del miedo.

“No hay imposibles para quienes confían en si mismos. Cuando tienes fe en ti y en la vida, todo lo que ves a tu alrededor también cambia y puedes conseguir aquello que quieres”, asegura Cañete.

A lo largo de su propio proceso de autodescubrimiento y mejora personal, ha comprobado que para lograr que las cosas sean posibles, hace falta un ‘combustible mágico’ que permite poner y mantener en marcha los dos motores que impulsan y dirigen nuestra vida, el cerebro y el corazón.

La autoconfianza: el combustible mágico

Ese combustible es la autoconfianza, una capacidad que explica en detalle en uno de sus libros más recientes y exitosos, ‘El poder de confiar en ti’.

Cañete sabe de lo que habla, porque lo ha experimentado en carne propia.

Detrás de sus aseveraciones no hay un optimismo ingenuo ni un don natural, sino un proceso de autoconocimiento y un trabajo duro y constante de crecimiento personal, durante el cual ha vivido experiencias como el suicidio de su hermano, traumáticas, pero que le abrieron la puerta hacia la superación y la generosidad, según explica.

Realizarse como ser humano

“Para que una persona pueda cumplir sus sueños, ser feliz y realizarse como ser humano, lo más importante del mundo es la confianza que tenga en si misma”, explica Cañete a EFE.

Cuando tú te quieres a ti mismo, te valoras y sabes que eres capaz de lograr lo que te propongas, eso te impulsa a conseguir tus objetivos, perseverar y sobreponerte a las dificultades”, añade.

Mientras no confíes en ti, no te conoces. En cambio, si sabes quién y cómo eres realmente, llegas a ser consciente de todo lo que vales, de todo lo que la vida ha hecho para que tú puedas ser hoy quien eres y de todas las posibilidades”, enfatiza el autor.

Además reflexiona: “Siempre tienes la felicidad a tu alcance. Solo hay una condición: no vayas en contra de ti, de tu yo verdadero o esencial, de tus deseos más profundos. Porque si vas en contra de ti mismo y de lo que brota espontáneamente de ti, ¿cómo quieres alcanzar tu felicidad?”.

Emerger de nuestras cenizas

“La confianza en nosotros mismos, pero también en la vida y en los demás, no solo nos ayuda a lograr lo que queremos sino que además nos permite superar las piedras que vamos a encontrar en nuestro camino hacia lo que anhelamos”, asegura el especialista en entrenamiento personal.

Para Cañete, “confiar en nosotros mismos incluye confiar en nuestra capacidad para reconstruirnos, incluso cuando hayamos perdido un trabajo o tenido una ruptura dolorosa, o estemos atravesando una crisis económica, de salud o de otro tipo, o hayamos metido la pata hasta el fondo”.

El ser humano tiene una capacidad muy grande para emerger de nuevo de sus propias cenizas. Pero es necesario activar el poder de la intención, del foco, y ponerse a trabajar. ¡La magia existe, pero hay que trabajarla todos los días!”, enfatiza.

Mujer joven en actitud introspectiva./ Foto: Darius Bashar – Unsplash.

¿Estás despiert@ o dormid@?

Como cualquier proceso de mejora, confiar en uno mismo, aumentar nuestra autoestima y aprender a encontrar y disfrutar la felicidad requiere tiempo y paciencia, puntualiza.

Para Cañete, uno de los primeros pasos es conocer las diferencias entre vivir dormido (inconsciente) o despierto (consciente).

Una persona dormida está muy apegada a sus pensamientos, se cree todo lo que le dice su mente, culpa a los demás de su dolor y sufrimiento, atribuye todo lo que le ocurre a las circunstancias, ve la vida pasar, sin grandes aspiraciones, sin una meta vital, señala.

Explica que, en cambio, “una persona despierta vive, actúa y piensa con conciencia siempre que puede, se propone aportar cosas buenas al mundo, observa sus pensamientos sabiendo que muchos no son la verdad, prefiere la acción a la queja y ve en las dificultades retos a los que enfrentarse y de los que aprender”.

Cañete reivindica la importancia de creer en nosotros mismos, alejándonos de la negatividad, ya que “nuestro verdadero enemigo son los pensamientos negativos” y propone “cultivar día a día una actitud entusiasta y positiva y desechar de manera consciente todo aquello que nos aleje de nosotros mismos”.

Diálogo interno positivo

Una de las estrategias que propone para conseguirlo en cuidar el diálogo interior.

Cañete recomienda cambiar nuestra manera de hablarnos a nosotros mismos, por ejemplo repitiéndonos frases como: “estás aprendiendo, mañana lo harás mejor, todo está bien”.

“Gracias a este diálogo interno, consigo sentirme bien pese a esa pequeña derrota, y esto es maravilloso”, remarca.

Señala que ha desarrollado el hábito de “preguntarse: ¿quiero que lo que estoy pensando ahora determine mi futuro? Si mi respuesta es no, pongo todo de mi parte para cambiar deliberadamente ese pensamiento por otro. Porque los pensamientos se pueden sustituir”, asegura.

“Confiar en ti mismo es una forma de magia. Si logras hacerlo, puedes conseguir cualquier cosa. ¿Qué quieres hacer con tu vida? Sea lo que sea, puedes hacerlo. Tú eres tu proyecto más importante”, recalca.

Afirmaciones poderosas

Para concluir nos deja cuatro de las frases que suele repetirse a si mismo y que más fortalecen su autoconfianza:

“Todos somos muchísimo más capaces de lo que pensamos”.

“Eres capaz de lograr cosas increíbles que todavía no puedes ni siquiera imaginar”.

“Hay un lugar dentro de ti en el que se encuentran todas las respuestas que necesitas”.

“Confía. Y recuerda siempre que eres poderoso”.

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Tumores hematológicos: entre los cánceres más frecuentes de España

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Cáncer Hematológico en España: Proyecciones para 2025

Este diagnóstico posiciona a los tumores hematológicos (o de sangre) como el quinto cáncer más común, solo por detrás de los tumores de mama, pulmón, próstata y colon.

“Una de las principales conclusiones de este análisis señala que, en el próximo año, se diagnosticarán 25.770 nuevos casos de cáncer sanguíneo en nuestro país y, por tanto, será el 5º tumor más frecuente, por detrás de los cánceres de mama, pulmón, próstata y colon”, explica Mª Victoria Mateos, presidenta de la SEHH y coordinadora del Grupo Español de Mieloma del Programa Español de Tratamientos en Hematología

¿Qué son los tumores hematológicos?

El cáncer hematológico, engloba un grupo diverso de enfermedades malignas que afectan a las células sanguíneas, la médula ósea y el sistema linfático.

Estos tumores se dividen principalmente en tres grandes categorías según el tipo de crecimiento de células anormal, que recibe el nombre de neoplasia:

Neoplasias linfoides

Neoplasias mieloides

Histiocitosis

EFE/ Roberto Escobar

Las características clínicas de estos tipos de cáncer varían considerablemente, así como sus pronósticos y tratamientos.

Según el informe presentado, las neoplasias linfoides son las más frecuentes, representando el 71 % de todos los casos de cáncer sanguíneo esperados para 2025, mientras que las neoplasias mieloides ocuparán el 28 por ciento.

Las histiocitosis, aunque menos comunes, también forman parte de este panorama oncológico y se prevé que representen un 1% de la incidencia.

Proyecciones y tipos más comunes

Dentro de las neoplasias linfoides, los tipos más comunes serán el linfoma difuso de células B grandes y el mieloma múltiple, que juntos representan el 49 % de los casos estimados.

Estos datos revelan que aunque la incidencia del cáncer hematológico ha mantenido una tendencia estable en los últimos años, sigue siendo más frecuente en hombres que en mujeres y aumenta con la edad. Para 2025, se estima que 14.258 hombres y 11.397 mujeres serán diagnosticados con cáncer sanguíneo en España.

Por otro lado, los tipos de cáncer hematológico que afectan a la población infantil también son motivo de análisis. En este grupo, se prevén 445 nuevos casos de cáncer sanguíneo en niños menores de 14 años, de los cuales el 64 % serán leucemias y el 36 % linfomas.

Aun así, la supervivencia en niños con cáncer hematológico es alta, con una tasa media del 84,5 % a los cinco años del diagnóstico, lo que muestra que la atención pediátrica ha logrado importantes avances en los últimos años.

Supervivencia y pronóstico

El informe incluye también un análisis de la supervivencia a cinco años en pacientes con cáncer hematológico. En términos generales, se observa una tasa de supervivencia del 62,1 %, de hecho, las neoplasias linfoides son las que mejor pronóstico presentan con una tasa de supervivencia del 67,9 por ciento.

Dos investigadoras trabajan en un laboratorio/EFE/Román G. Aguilera

Dentro de los subtipos linfoides, los pacientes con linfoma folicular, linfoma de Hodgkin y leucemia linfocítica crónica tienen las mayores tasas de supervivencia, con cifras que oscilan entre el 80 y el 86 %.

En contraste, los pacientes con linfoma difuso de células B grandes y mieloma múltiple presentan un pronóstico más reservado, con tasas de supervivencia del 58,6 % y 48,1 %, respectivamente.

En cuanto a las neoplasias mieloides, los pacientes con trombocitemia esencial y policitemia vera son los que presentan mejores pronósticos, con tasas de supervivencia superiores al 89 por ciento.

Por el contrario, los pacientes con leucemia mieloide aguda, una de las formas más agresivas de cáncer sanguíneo, tienen una tasa de supervivencia de apenas el 25,6 %.

El informe también destaca las diferencias en la supervivencia entre hombres y mujeres, siendo las mujeres quienes registran tasas más altas. Mientras que el 66,1 % de las mujeres con cáncer hematológico sobreviven al menos cinco años después del diagnóstico, esta cifra disminuye al 59 % en los hombres.

Desafíos futuros y necesidad de investigación

A pesar de los avances en el tratamiento y diagnóstico del cáncer hematológico, aún quedan numerosos desafíos por delante.

“Dado que los cánceres sanguíneos son extremadamente heterogéneos, se observaron grandes variaciones en la supervivencia entre los diferentes subgrupos”, apunta Rafael Marcos-Gragera, coordinador del grupo de investigación HematoREDECAN.

Esta heterogeneidad no solo se observa en la variedad de tipos de cáncer, sino también en la respuesta de los pacientes a los tratamientos y en sus pronósticos.

En este sentido, la investigación sigue siendo fundamental para mejorar las expectativas de vida de los pacientes y desarrollar nuevas terapias más eficaces.

Rueda de prensa de la presentación del informe. De izq. a dcha., Josep Mª Ribera, Mª Victoria Mateos, Rafael Marcos-Gragera y Alejandro Martín García-Sancho./ Foto cedida

Los expertos coinciden en que una de las principales prioridades para el futuro será la investigación en terapias innovadoras, como la inmunoterapia y los tratamientos basados en células CAR-T, que han mostrado resultados prometedores en algunos subtipos de tumores hematológicos.

La SEHH, a través del grupo HematoREDECAN, continúa recopilando datos y realizando estudios epidemiológicos para mejorar el conocimiento sobre la incidencia y supervivencia de estos cánceres. Asimismo, el acceso a los avances médicos y la formación continua de los especialistas son factores clave para seguir mejorando el pronóstico de los pacientes.

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