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Ciencia y Salud

La disparidad de sexo y género influye en la resiliencia frente al alzhéimer

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Lo han hecho en una declaración de consenso sobre las diferencias de sexo y género en la resiliencia a la enfermedad de Alzheimer, en el que reclaman que estas disparidades se tengan en cuenta en futuras investigaciones.

Sexo y género

La investigadora del ISGlobal y primera investigadora del estudio Eider Arenaza-Urquijo señala que cuando se habla de la diferencia entre sexo y género en el contexto de esta enfermedad, se trata de diferenciar entre los factores biológicos que podrían tener una influencia en el desarrollo del alzhéimer, y los que están relacionados con los roles de género.

Como ejemplo relativo al sexo, cita la evidencia de que la menopausia puede ser un punto de inflexión porque hay más cambios cerebrovasculares y hay mayor acumulación de la proteína tau (uno de los dos tipos implicados en la enfermedad, que se almacenan y pliegan mal en el cerebro).

En el caso de los roles de género, la investigadora, quien también es la presidenta del Grupo de Reserva, Resiliencia y Factores de Protección de la Asociación del Alzheimer, señala, por ejemplo, que existe mayor prevalencia en mujeres de la depresión, que es un factor de riesgo, lo que podría estar asociado con una mayor carga de los cuidados que sufren las mujeres.

Pero en cuanto a los roles de género también se debe a otros factores construidos socialmente como la educación o el estilo de vida.

Por eso, sostiene que cómo interactúan el sexo y el género “es crucial” para “comprender los mecanismos que mantienen la función cognitiva y reducen la acumulación de patologías en el envejecimiento y la enfermedad de Alzheimer, es decir, los factores de resiliencia y resistencia”.

Mujeres, ventaja inicial pero mayor velocidad de deterioro

Y de ahí que la mayoría de las personas con alzhéimer sean mujeres, ya que son ellas, además, las que tienen ese doble riesgo de sufrirlo: el biológico y el social.

El equipo de expertos, basándose en la revisión de la literatura científica existente, ha identificado diferencias de sexo y género en el riesgo de demencia y ha detectado “lagunas” en la comprensión de las vías específicas de riesgo y resistencia.

En este sentido, el trabajo abunda en que si bien las mujeres muestran una ventaja cognitiva inicial ante la enfermedad, la velocidad del deterioro es más rápida que la de los hombres.

Según los investigadores, puede deberse a un desarrollo diferencial de patologías -lo que se conoce como resistencia al Alzheimer- o a capacidades diferentes para mantener el funcionamiento normal a lo largo del tiempo y afrontar la enfermedad una vez que ésta está presente, -la resiliencia cognitiva-.

Las mujeres tienen una mayor resiliencia al inicio de la enfermedad al afrontarla mejor al igual que la atrofia cerebral, manteniendo la función cognitiva. Según las investigaciones que se han hecho con animales, esto se debe al papel protector del cromosoma X en esta patología, ya que las mujeres tienen dos, por uno del hombre (XY).

Pero al avanzar la enfermedad, esa ventaja se disipa.

¿Por qué?

Los investigadores planteean varios mecanismos para explicar el riesgo y la resistencia en la disparidad entre hombres y mujeres frente al alzhéimer.

Entre ellos, una mayor prevalencia de inactividad física y trastornos afectivos en las mujeres, pero también factores biológicos.

Así, los hallazgos genéticos parecen indicar que la resiliencia podría estar asociada a vías inmunitarias en las mujeres y cardiovasculares en los hombres.

Destacan los autores que las diferencias en la función cognitiva entre hombres y mujeres podrían estar disminuyendo en función de la reducción de las desigualdades de género. Esto se debe, explican, a que ellas tienen cada vez más oportunidades en educación, participación laboral y mejoras en la situación económica y condiciones de vida.

EFE/Luis Tejido

“Los factores de protección, como la educación, pueden tener efectos diferentes en hombres y mujeres. Necesitamos comprender la complejidad de las interacciones entre factores biológicos y sociales para entender la resiliencia a la enfermedad de Alzheimer”, sostiene Arenaza-Urquijo.

De esta forma, los investigadores apuestan por un enfoque de la resiliencia que tenga en cuenta el sexo y el género para entender mejor la compleja interacción de los determinantes biológicos y sociales.

“Centrarse más en el impacto diferencial de los factores modificables informará sobre si un factor específico tiene un mayor impacto en la resiliencia cognitiva o cerebral en hombres o mujeres”, argumenta la primera investigadora del estudio.

Recomendaciones

Para ello, el equipo de expertos recomienda varias directrices que consideran clave de cara a futuras investigaciones.

Así, destacan la necesidad de explorar cómo interactúan los factores de sexo y género en las distintas culturas, sin olvidar las diferencias demográficas, genéticas, sociales y clínicas que influyen en el riesgo de demencia.

Inciden en que la disparidad en las características cerebrales, siguen sin estudiarse como factores de resistencia a la enfermedad que pueden miniminzar el impacto de las patologías cognitivas.

Consideran que la publicación de resultados negativos es “crucial” para evitar sesgos y todos los estudios deberían incluir resultados desagregados por sexo.

Subrayan la necesidad de considerar el sexo y el género de forma no binaria y de incluir a las poblaciones LGTBIQ+ en los estudios, que “suelen estar infrarrepresentadas y se enfrentan a una mayor carga de enfermedades crónicas”.

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Perfil de las adicciones: la mujer, alcohol y bingo; el hombre, cocaína y tragaperras

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Un total de 39.451 personas, de las que solo una de cada cinco fueron mujeres, acudieron el año pasado a una de las 119 entidades de la red de ONG UNAD que han participado en el informe “Perfil de las adicciones en 2023. La atención a las personas usuarias de la red UNAD”.

El estudio, que supone la mayor recogida de datos sobre el acceso a tratamiento a nivel estatal, dibuja la “enorme complejidad” de las adicciones en nuestro país, marcadas por una enorme brecha de género y territorial, ha resumido en rueda de prensa la secretaria de la entidad, Encarnación Pámpanas.

El inicio del consumo, antes de los 18 años

Mientras ediciones anteriores situaban la edad de inicio en la sustancia que después se convertiría en una adicción entre los 18 y los 25 años, la tendencia ahora es que cada vez empiezan más jóvenes: el 51 % de los hombres y el 45 % de las mujeres comenzaron su consumo antes de cumplir los 18.

Del total de beneficiarios, 37.845 tenían problemas de adicción a sustancias; en ambos sexos, la edad osciló entre los 34 y los 41 años, con una presencia mayoritaria de hombres, que representaron el 79 %.

El perfil masculino y femenino de las adicciones

Se trata de un varón con estudios primarios, desempleado, con algún tipo de enfermedad física o psíquica, sin hijos y que reside en una vivienda en propiedad de un familiar.

En ellos son prevalentes las “drogas duras”, principalmente cocaína, heroína y alcohol.

Mientras, ellas sí tienen hijos y viven en una casa de su propiedad o de su conviviente; coinciden con ellos en el nivel de estudios y situación laboral y en tener problemas de salud mental, pero ellas consumen principalmente alcohol y cocaína.

El alcohol, en la cima de la adicción

Además, ellas usan más del doble de ansiolíticos y somníferos, con o sin prescripción (un 7 % frente al 3 % de los hombres); también es significativo el repunte de la incidencia del cannabis en mujeres, que representan el 17 % de los casos atendidos frente al 14 % de los hombres.

Estas cifras se refieren a la primera sustancia por la que buscan ayuda, lo cual no significa que consuman una sola, ya que “nos encontramos en un panorama en el que combinan varias”, ha enfatizado Pámpanas.

De hecho, el alcohol se mantiene como la sustancia que más adicciones provoca, con un 28 % de casos de drogodependencia en mujeres y un 19 % en hombres.

Estos perfiles no son homogéneos en todo el territorio nacional, de modo que en la Comunidad Valenciana, la brecha de género se estrecha hasta llegar a una proporción de una mujer por cada dos hombres.

En Andalucía y el País Vasco, la edad aumenta “palpablemente” hasta los 42 años; en Asturias, la sustancia más problemática es la cocaína y en Murcia, la mayoría de mujeres carecen de estudios cuando a nivel nacional son el 17 %.

EFE/Lavandeira jr

Adicciones al juego, compras o redes sociales

Las 1.189 personas atendidas por 40 entidades por adicciones sin sustancia tenían una edad de entre 26 y 33 años, tanto hombres como mujeres; aquí, el porcentaje de género se equilibra algo más hasta llegar al 30 % de presencia femenina.

No obstante, un 20 % de las usuarias son menores de edad, por lo que lo más habitual es que aún estén estudiando.

El bingo es la principal adicción presencial de las féminas, seguida de las tragaperras, y en el ámbito online, los videojuegos, aunque también figuran las compras compulsivas y a las redes sociales.

Respecto a los hombres, un 18 % de los casos atendidos tienen menos de 18 y, a diferencia de las mujeres, la mayoría trabajan. Su principal adicción presencial son las tragaperras y las apuestas deportivas, que también son la primera práctica adictiva que hacen online, además de las redes sociales.

En ambos casos, estos comportamientos llevan asociados el consumo de sustancias, como son el alcohol y el cannabis.

El estigma y la culpa, detrás de la brecha de género

Lo que explica este perfil de las adicciones es, según la vicepresidenta de UNAD, Elisabeth Ortega, la “doble vulnerabilidad” de las mujeres, por ser mujeres y por estar expuestas a situaciones de violencia de género y traumas que dificultan su acceso a los tratamientos.

En general, ellas efectúan más consumos “silenciosos” de sustancias “socialmente aceptadas” por el temor al estigma y a ser el blanco de las críticas del entorno, a ser “madres fallidas” o “malas hijas”.

Una variable que incide es la de la edad: las más jóvenes acceden más a los tratamientos que las adultas porque éstas ya “sufren los juicios sociales relacionados con los mandatos de género y que tienen que ver, por ejemplo, con la maternidad o la sexualidad”.

Se suma que los recursos están diseñados para un perfil masculino y que una minoría de las que tienen adicciones trabajan, algo que demuestra cómo ellas enfrentan obstáculos adicionales en su proceso de recuperación y reinserción.

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Los anticuerpos maternos restan eficacia a la vacuna contra la malaria en bebés

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Los resultados, publicados en The Lancet Infectious Diseases, sugieren que bebés más pequeños de lo recomendado actualmente por la OMS (a partir de 5 meses) podrían beneficiarse de las vacunas contra la malaria RTS,S y R21 si viven en zonas con baja transmisión de malaria, donde las madres tienen menos anticuerpos contra el parásito Plasmodium Falciparum .

Se trata del primer estudio que examina el efecto combinado de la edad, la exposición previa individual y los niveles basales de anticuerpos específicos de la vacuna, ya sea transferidos pasivamente de la madre al bebé o adquiridos activamente.

La malaria, también llamada paludismo, es una enfermedad infecciosa parasitaria que transmite el mosquito Anopheles.

Los primeros síntomas pueden ser leves, similares a los de muchas enfermedades febriles y, por eso mismo, difíciles de reconocer como indicativos de paludismo. De no tratarse, puede desembocar en un cuadro clínico grave y causar la muerte, en especial en niños y mujeres embarazadas.

La llegada de las vacunas a África

Los países de África, donde se concentra el 90 % de los casos, están implementando las dos primeras vacunas contra la malaria RTS,S/AS01E y la más reciente R21/Matrix-M para proteger a la población infantil contra la malaria causada por el Plasmodium Falciparum.

Ambas vacunas están dirigidas contra un fragmento de la proteína del parásito llamada circumsporozoito (CSP) y se recomiendan para niños y niñas de 5 meses o más al momento de recibir la primera dosis.

Vacunación contra la malaria a niños en Doula (Camerún). EFE/EPA/DONGMO RODRIGUE WILLIAM

¿Por qué son menos eficaces las vacunas en algunos bebés?

“Sabemos que la vacuna contra la malaria RTS,S/AS01E es menos eficaz en bebés menores de cinco meses, pero la razón de esta diferencia sigue siendo objeto de debate”, explica Carlota Dobaño, que dirige el grupo de Inmunología de la Malaria de ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “La Caixa”.

Para investigarlo, Dobaño y su equipo analizaron muestras de sangre de más de 600 menores (bebés entre 5 y 12 semanas de edad y entre 5 y 17 meses) que participaron en el ensayo clínico de fase 3 de RTS,S/AS01E.

Con una técnica de microarrays, midieron los anticuerpos frente a 1.000 antígenos del parásito Falciparum antes de la vacunación para determinar si la exposición previa a la malaria y la edad influían en la respuesta a la vacuna.

“Este enfoque de microarrays nos permitió medir con precisión la exposición a la malaria a nivel individual, incluyendo la exposición materna en el caso de los bebés menores de 12 semanas y las infecciones pasadas en el caso de los bebés mayores de cinco meses”, especifica Didac Macià, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio.

El papel de los anticuerpos maternos

El análisis de anticuerpos contra el parásito Falciparum en aquellos que habían recibido una vacuna de control en lugar de la RTS,S/AS01E reveló un patrón “típico de exposición”, con niveles elevados en los tres primeros meses de vida debido a la transferencia pasiva de anticuerpos maternos a través de la placenta, un descenso durante el primer año de vida, y luego un aumento gradual como resultado de infecciones adquiridas de manera natural.

En los mayores de 5 meses vacunados con RTS,S/AS01E, los anticuerpos resultantes de una infección natural no afectaron a la respuesta de la vacuna.

Sin embargo, en los bebés menores de 12 semanas niveles elevados de anticuerpos transmitidos por la madre durante el embarazo se asociaron con una menor respuesta a la vacuna.

Los mecanismos por los cuales estos anticuerpos maternos hacen interferencia con la vacuna no se conocen del todo, pero se ha observado el mismo fenómeno con otras vacunas, como la del sarampión.

Estos resultados confirman algo que ya se sospechaba pero que no se había demostrado claramente: a pesar de su papel protector, los anticuerpos maternos que disminuyen en los primeros tres a seis meses de vida, pueden interferir en la eficacia de la vacuna.

Cuanto mayor sea el nivel de transmisión de la malaria, más anticuerpos maternos se transmiten al bebé, resultando en una menor eficacia de la vacuna.

Los resultados también sugieren que los bebés menores de cinco meses pueden beneficiarse de la vacuna RTS,S/AS01E o R21 en áreas de baja transmisión de malaria, durante brotes en regiones sin malaria, o en poblaciones migrando hacia una zona de alta transmisión.

“Nuestro estudio destaca la necesidad de considerar el momento y los niveles de anticuerpos maternos contra la malaria para mejorar la eficacia de la vacuna en los bebés más pequeños y vulnerables”, afirma Gemma Moncunill, investigadora de ISGlobal y coautora principal del estudio, junto con Dobaño.

En la investigación también han colaborado siete centros africanos (CISM-Mozambique, IHI-Tanzania, CRUN-Burkina Faso, KHRC-Ghana, NNIMR-Ghana, CERMEL-Gabón, KEMRI-Kenia).

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Elisa Blázquez, nutricionista: “Una dieta antiinflamatoria es un patrón de vida sana”

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En una entrevista con EFEsalud, con motivo de la publicación de su segundo libro “Toma las riendas de tu salud”, Elisa Blázquez no solo habla de la dieta antiinflamatoria, también del ayuno y de la importancia, en definitiva, de que la alimentación sea un aprendizaje para cuidar la salud.

“El propósito de mi libro es poder ayudar a la gente a conectar con sí misma, a que empiece a cuidarse. Y tener una guía práctica y sencilla, porque hay mucha información en las redes y en los medios y al final tenemos mucho lío. Había que organizar un poco la información con la experiencia clínica que tengo en este caso”, comenta.

Por eso, incide en que cuando se habla de salud hay que escuchar a la gente con una trayectoria profesional: “La nutrición está en casa de todos y cualquiera que tenga una receta saludable, de repente te la puede vender como un consejo de salud y, a veces, no lo es“.

Dietas que no midan solo las calorías

No comparte las dietas “tal y como las solemos entender” porque al final son recomendaciones basadas en la prohibición y en comer exactamente los mismos gramos de proteína todas las comidas, por ejemplo, cuando el cuerpo tiene unas necesidades que van cambiando.

Son dietas, además, que bajo su punto de vista “generan una mala relación con la comida”.

“Hay que ir pasito a pasito, ir adquiriendo unos hábitos (…) Un aprendizaje para cuidar tu salud, que tiene un camino, no es de un día para otro”, incide Blázquez, quien subraya que “no hay que quedarse con la restricción de ningún alimento”.

Por eso tampoco es partidaria de la dieta basada en determinar una serie de calorías: lo que hay que estar es bien nutrido: lo importante es la calidad y la cantidad.

Elisa Blázquez en la cocina de su casa con una pila de ejemplares de su nuevo libro. Foto cedida por la autora.

“Realmente cuando solo medimos calorías, no estamos analizando el efecto que tiene ese nutriente en tu cuerpo”, abunda la nutricionista.

Lo argumenta porque, explica, una proteína y un hidrato tienen las mismas calorías, pero el efecto en el cuerpo es totalmente diferente.

Mientras que la primera tiene un efecto “más estructural, va a formar estructuras”, el hidrato es más energético, de forma que modulando la ingesta de estos nutrientes “es como se consiguen los resultados”.

“Si simplemente cuentas calorías, pues a lo mejor estás llevando un tipo de alimentación o muy monótona o muy desequilibrada que no te aporta todos esos micronutrientes que realmente necesitas”, recalca.

Sobrealimentados y malnutridos

Experta en nutrición integrativa, que analiza a la persona en su conjunto, como una parte proactiva del bienestar, Blazquez señala que no hay un método que sirva para todo el mundo ni para una patología, sino que va a depender de los desequilibrios que se tengan.

“A lo mejor tú comes muy bien, pero no estás haciendo nada de ejercicio o no te estás exponiendo nada al sol y tienes una vitamina D por los suelos, que también es muy importante. O tienes mucho estrés. Bueno, pues ahí es donde tenemos que ver lo que tenemos que trabajar con cada persona”, subraya.

Para la nutricionista, hemos normalizado estar cansados y agotados, cuando hay que preguntarse, a pesar de que la analítica esté bien, “qué le está pasando al cuerpo” porque “hay muchas herramientas para solucionarlo”.

Considera que se consumen muchos alimentos ultraprocesados, que provocan la sobrealimentación y la malnutrición, cuando lo que necesita el cuerpo son vitaminas, minerales, antioxidantes y proteínas.

“Hemos hecho a nuestro cuerpo vago de darle calorías todo el rato y eso al final nos afecta”, señala Blázquez, quien apunta que el ayuno “es necesario porque evolutivamente estamos diseñados para él” y no para comer cada dos o tres horas.

Sin miedo al ayuno

Asegura que no hay que tener miedo a ayunar porque ayuda al cuerpo a poner en marcha “mecanismos de limpieza, de regeneración que ocurren cuando no estamos ingiriendo alimento”.

Hay mucho tipos de ayuno, según afirma Blázquez, un ejemplo puede estar sin comer doce horas, ¿cómo? Cenando a las ocho de la tarde y desayunando a las ocho de la mañana del día siguiente, por ejemplo. No obstante, hay que adaptarlo a cada persona y ver que sienta bien, porque hay a algunas que no les va a beneficiar, como a aquellas que tienen una mala relación con la comida.

¿Y hay una clave del éxito para sentirse bien? Para la nutricionista lo principal es adquirir buenos hábitos que se puedan mantener en el tiempo, que no sean para cuatro días o dos meses.

La inflamación

En su libro, aborda cómo algunos alimentos provocan la inflamación crónica.

Según sus palabras, el sistema inmunológico nos defiende de agentes extraños. Si desde el exterior se introducen todo el rato tóxicos, alimentos que no son saludables, se genera estrés en el organismo y la inmunidad se irá deprimiendo y protegerá menos.

“Nuestro sistema inmunológico se vuelve mucho más reactivo y tenemos un sistema todo el rato en estado de alerta. Esto es la inflamación”, expone.

Blázquez con su último libro. Foto cedida por la autora,

Ese trabajo en exceso y constate del sistema inmunológico es “la antesala de posibles patologías”.

Blazquez incide en que las células inmunitarias están por todo el cuerpo, son como policías que andan de patrulla, con lo que no solo hablamos de inflamación local, aunque sobre todo ocurre en el intestino, al estar en contacto con el exterior -este órgano absorbe el agua y los nutrientes y es donde está gran parte de la microbiota-.

Individualizar las necesidades

Hay un patrón de dieta antiinflamatoria, prosigue la nutricionista y luego, en función de cada persona, hay que individualizar las necesidades.

“Una dieta antiinflamatoria va a ser una dieta más sencilla de lo que creemos. Es una dieta muy natural, exenta de todos estos ultraprocesados, que nos aporte muchos nutrientes, muy rica en vegetales, en vitaminas, en antioxidantes, en fibras que alimenten a estos microorganismos que tenemos en el intestino”, explica.

Una dieta antiinflamatoria también tiene que ser rica en grasas antiinflamatorias -Omega 3- que las encontramos en el pescado, en los frutos secos, o en las semillas.

“Una dieta antiinflamatoria es para todo el mundo, pero desde que nacemos, porque es un patrón de vida sano. Al final la dieta mediterránea es un tipo de dieta antiinflamatoria”, añade.

Ir al mercado

Por eso, defiende que para hacer la compra se vaya al mercado, se cocine lo que hacían las abuelas, en definitiva, alimentos naturales. Que haya “pocos alimentos empaquetados”, porque son productos que, al final, van a llevar asociado algún aditivo.

Considera que hay alimentos sobre los que se tiene la creencia de que son muy malos y no lo son tanto, como ejemplo pone la mantequilla y el tocino: “Hay que consumir todo tipo de grasas en un contexto sano, tomando muchos vegetales, pero si me apetece tomar un poco de mantequilla no me va a hacer ningún mal”.

La clave es la cantidad y con qué se combinan esos alimentos.

La nutricionista también cree que “hay que quitar la idea” de que los alimentos exóticos son la clave de la salud porque no lo son: “No va a estar mejor alimentado el que toma todos los días matcha, açai o chía”, zanja.

Un menú en un día cualquiera de la nutricionista:

Desayuno: una o dos piezas de temporada; una buena rebanada de pan de calidad, con aceite de oliva y tomate. Una tortilla o jamón o salmón. También un puñado de frutos secos y café.

Comida: Siempre verdura en todas sus formas, acompañadas de carne, pescado o legumbre.

Cena: Pescado y verduras. A veces, un yogur de cabra de postre.

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