Ciencia y Salud
La amenaza de los patógenos desconocidos en un mundo cambiante

El portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) aborda en este texto la amenaza que suponen patógenos desconocidos para la sociedad, como ya ocurrió con el virus SARS-CoV-2 que causó en 2020 la pandemia de coronavirus.
Ahora, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la agencia de salud pública de la Unión Africana están investigando en la República Democrática del Congo una enfermedad desconocida con casi 600 contagios, sobre todo en niños, y 37 muertes, con síntomas parecidos a la gripe y con anemia.
Antonio Rivero Juárez es investigador principal del Grupo de Investigación en Virología Clínica y Zoonosis del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) y miembro de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Reina Sofía de Córdoba.
Autor principal de más de 200 publicaciones científicas internacionales en el campo de las enfermedades infecciosas, se ha formado en centros de prestigio internacional como el National Institute of Health de EEUU, la Commissariat à l’énergie atomique et aux énergies alternatives (CEA) de Francia o el Centro Nacional de Microbiología (CNM) de España.
La amenaza de los patógenos desconocidos en un mundo cambiante
Antonio Rivero Juárez, investigador y portavoz de SEIMC
Desde 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido en su lista de enfermedades prioritarias la denominada “Enfermedad X”. Aunque todavía se trata de un concepto teórico, la enfermedad X representa una futura amenaza sanitaria mundial causada por un patógeno desconocido, capaz de provocar una pandemia.
La aparición del SARS-CoV-2 a finales de 2019, que derivó en la crisis global de covid-19, ha hecho que esta enfermedad se convierta en un ejemplo de lo que la OMS anticipaba. Sin embargo, la realidad es que la aparición de nuevos patógenos con potencial epidémico sigue siendo una preocupación constante para la salud pública.
Las epidemias suelen desarrollarse en varias fases: primero, la emergencia del patógeno, cuando se produce el salto de especie al ser humano; luego, el brote, con transmisión localizada; y finalmente, la epidemia, con expansión global.
Cada fase puede abordarse mediante estrategias de prevención y control, desde la detección precoz hasta la contención y mitigación. Sin embargo, cuando el patógeno es desconocido, como ocurrió con el SARS-CoV-2, las medidas tradicionales pueden ser insuficientes.
La falta de información sobre la naturaleza del patógeno, su modo de transmisión y sus posibles reservorios dificulta una respuesta rápida y eficaz.

¿Cómo hacer frente al desafío de patógenos desconocidos?
Para hacer frente a este desafío, los expertos proponen un enfoque anticipatorio: identificar a los posibles nuevos agentes causales de enfermedades emergentes antes de que se materialicen. Aunque no podemos evitar la aparición de estos patógenos, contar con información científica a tiempo permite minimizar su impacto en la salud pública.
Esta fase de anticipación implica la detección temprana de virus con capacidad zoonótica, es decir, aquellos que pueden saltar de animales a humanos. En los últimos años, el número de patógenos emergentes con capacidad para infectar al ser humano ha crecido, teniendo la gran mayoría de ellos como reservorios a mamíferos.
Cambio climático y enfermedad X, alerta para la salud global
El cambio climático también juega un papel clave en este escenario. Alteraciones en los ecosistemas pueden favorecer el salto de virus de animales a personas, lo que hace aún más urgente un enfoque integral en la salud pública.
La estrategia más adecuada para afrontar este tipo de riesgos es el modelo One Health (Una Salud), que reconoce la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental. Este enfoque busca abordar los problemas de salud de forma multidisciplinaria, considerando los factores que afectan a estos tres ámbitos.
La expansión de enfermedades zoonóticas, que son transmitidas de animales a humanos, está directamente vinculada a cambios en el medioambiente, como la deforestación o el cambio climático.
El aumento de las temperaturas, la alteración de los patrones de precipitación y la pérdida de biodiversidad están modificando los hábitats de los animales y vectores, como mosquitos y garrapatas. Esto no solo incrementa el riesgo de contacto entre especies, sino que también facilita la adaptación y propagación de los patógenos.
Por lo tanto, una respuesta efectiva ante emergencias sanitarias como las epidemias requiere integrar la salud humana, la salud animal y la protección del medioambiente. Este modelo no solo permite actuar de manera más rápida y eficaz frente a brotes epidémicos, sino que también facilita la prevención de futuros problemas de salud derivados de factores ambientales.
Por ejemplo, enfermedades como el dengue o el chikungunya, tradicionalmente limitadas a regiones tropicales, están expandiéndose hacia zonas más templadas de Europa.
Además, en el continente europeo se está registrando un aumento en los casos endémicos de arbovirus, como el virus de la fiebre del Nilo Occidental, lo que sugiere que Europa podría convertirse en una zona endémica de estas enfermedades en el futuro. Esto supone un gran reto para nuestro Sistema Sanitario, agravado por la falta de especialización de muchos profesionales sanitarios en el manejo y diagnóstico de estos virus emergentes en España, al no existir la especialidad de enfermedades infecciosas.

Ante este panorama, la preparación es clave. A medida que el cambio climático continúa alterando los ecosistemas, el riesgo de que surjan nuevos patógenos aumenta.
La ciencia está avanzando rápidamente en el desarrollo de tecnologías de detección y respuesta, como las plataformas de vacunas, que pueden ser adaptadas rápidamente a nuevos patógenos.
El mundo debe unirse en la implementación de estrategias que permitan anticipar y reducir el impacto de estas amenazas. La salud global depende de un enfoque colectivo que integre ciencia, política y acción ambiental para proteger tanto a las personas como a nuestro planeta. Los ciudadanos también desempeñan un papel esencial en la lucha contra las enfermedades emergentes. Adoptar prácticas sostenibles y fomentar la educación científica ayuda a disminuir los riesgos y combatir la desinformación.
La enfermedad X no es un motivo para el pánico, sino una llamada a la acción. En un mundo donde los cambios ambientales están remodelando los riesgos de salud global, la inversión en investigación, vigilancia y educación es nuestra mejor defensa ante una más que posible futura pandemia. Con un enfoque basado en la ciencia y la cooperación, podemos estar mejor preparados para enfrentarnos a lo desconocido.
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Ciencia y Salud
La sequedad vaginal y el sexo, vinculados

La mujer en este trance orgánico podrá sentir más o menos tirantez, incomodidad y dolor en la zona vaginal, pero esta situación “no tiene que constituir su nueva normalidad, puesto que todas podemos volver a disfrutar del sexo sin sufrir molestias”, subraya Lisbeth Meré en EFEsalud.
Es un periodo que suele durar entre dos y cinco años y se caracteriza por una serie de manifestaciones endocrinas, biológicas y clínicas, como puedan ser los sofocos, el insomnio, la irritabilidad y el mal carácter.
Por regla general, la perimenopausia comienza a dar la cara hacia los cuarenta años, aunque no es raro que los síntomas se aprecien a los treinta o se retrasen a los cincuenta.
Y serán los niveles de estrógenos y progesterona -hormonas producidas por los ovarios- los verdaderos causantes de estos desequilibrios.
Aunque la sequedad vaginal y la falta de lubricación sea un tema que evitan muchas mujeres, no podemos ocultar que afecta a nuestra zona íntima y a nuestro estado de ánimo. De hecho, cerca del 50 % de las mujeres lo sufren en esta etapa
La perimenopausia puede hacer que el sexo se vuelva incómodo. Y claro, cuando nuestra zona íntima está irritada o dolorida, es natural que el deseo sexual se vea afectado. Es un tema de diálogo recurrente en la consulta y podemos trabajarlo.

Lisbeth, ¿cómo puedo superar las molestias en las relaciones sexuales durante la perimenopausia?, pregunta Carmen.
En primer lugar, hablando del tema sin vergüenza alguna, sin tabúes y con absoluta confianza, porque es algo cotidiano.
Luego, cabe implementar estrategias como usar lubricantes durante las relaciones sexuales para evitar molestias por el roce y utilizar un hidratante vaginal a diario para mantener la zona tonificada.
A la vez, es bueno realizar ejercicios de suelo pélvico para fortalecer la musculatura, mejorar la circulación y aumentar la sensibilidad.
Y, sin duda, hablar con tu pareja demuestra inteligencia emocional: no tengas miedo a decir cómo te sientes y qué necesitas para disfrutar de la sexualidad compartida. Esto evitará frustraciones y reforzará vuestra conexión íntima.
La sequedad vaginal no tiene por qué ser el fin de tu vida sexual.
Con la información adecuada y un poco de creatividad puedes volver a disfrutar del sexo, puesto que es imprescindible reconectar con nuestro cuerpo y sentirnos libres para vivir esta etapa de una forma más amable y placentera.
Pero recuerda, el sexo siempre debe ser libre, sano y seguro tanto para las mujeres como para los hombres.
La sexóloga, sex coach y periodista, Lisbeth Calzadilla Meré, forma parte del equipo Sexperimentando que dirige la psicosexóloga Nayara Malnero, terapeuta experta en relaciones de pareja.
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Ciencia y Salud
Cáncer de mama en hombres: cuando la ciencia reconoce lo que llevamos años diciendo

El presidente de INVI, organización con la que ha estado vinculado desde sus inicios para la visibilización del cáncer de mama en hombres, también ha liderado entidades como el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC) y la Asociación Española de Afectados por Linfomas, Mielomas y Leucemias (AEAL), y es cofundador de la Fundación MÁS QUE IDEAS.
Víctor Rodríguez dio un giro radical a su carrera en 2010 tras enfrentarse al cáncer. Desde entonces, ha dedicado su vida al fortalecimiento del tejido asociativo de pacientes en España, generando un impacto real en la vida de miles de personas.
Ejerce como responsable de la experiencia del paciente en Mind The Gap Healthcare, donde aplica una visión centrada en las personas como eje fundamental de cualquier organización.

Cáncer de mama en hombres: cuando la ciencia reconoce lo que llevamos años diciendo
Por Víctor Rodríguez, Asociación INVI
Durante mucho tiempo, hablar de cáncer de mama en hombres fue casi un tabú estadístico. “Apenas un 1 %”, se decía. Como si eso bastara para descartarlos de los estudios, de los protocolos, de las campañas. Como si su realidad clínica no mereciera atención por no alcanzar volumen. Pero el cáncer no mide en porcentajes. Mide en vidas. Y cada una cuenta.
Desde INVI llevamos años defendiendo que el cáncer de mama en hombres no puede abordarse igual que el femenino. No solo por razones anatómicas u hormonales, sino porque sus síntomas se detectan más tarde, el acceso al diagnóstico es más complejo, y el estigma aún pesa.
Por eso celebramos que, por fin, la comunidad científica especializada comience a reconocerlo de forma clara. Es un paso necesario para avanzar hacia una medicina más precisa, justa y personalizada.
Proyectos como ARDERNE, que ya ha recopilado datos de casi 800 pacientes varones, son un ejemplo del cambio. Este estudio traslacional, pionero en Europa, pone de manifiesto una voluntad real de entender mejor el cáncer de mama en hombres, y de trabajar en terapias que respondan a su biología.
A ello se suma la incorporación de inteligencia artificial en cribado, con una capacidad de detección del 99,3 % en mamografías. Una herramienta prometedora, pero que solo será útil si se adapta a las características específicas de los varones.
Este avance debe ir acompañado de una voluntad firme por parte de la comunidad científica e institucional de no volver a dejar fuera a los hombres. Su incidencia ya se cifra en “menos del 2 %”, superando por fin el infravalorado “1 %” con el que se les ha etiquetado durante años. Pero insistimos: esto no va de porcentajes. Va de personas.
La exclusión histórica ha tenido consecuencias. Un estudio publicado en Annals of Oncology reveló que el 65 % de los ensayos clínicos sobre cáncer de mama excluían explícitamente a los hombres, que apenas representaban el 0,4 % de los participantes (1). Incluso la FDA lo ha reconocido: durante décadas, los hombres fueron ignorados en la investigación clínica (2).
Hoy empieza a abrirse una nueva etapa. Y en INVI la recibimos con esperanza, pero también con responsabilidad. Porque queda mucho por hacer. Porque los hombres con cáncer de mama no son anecdóticos. Son pacientes. Son personas. Y también merecen ser visibles, contados, escuchados y cuidados.
Referencias
(1) Cardoso F, Harbeck N, Barrios CH, et al. Global analysis of male breast cancer clinical trials: an urgent need for more inclusive research. Ann Oncol. 2020;31(4):527‑535.
(2) Oncology Center of Excellence, FDA. Male Breast Cancer: Developing Drugs for Treatment – Guidance, 2019.
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Ciencia y Salud
Una vida lastrada por una “enfermedad invisible”: el síndrome de la nariz vacía

El síndrome de la nariz vacía se origina cuando se quita en una cirugía demasiado tejido del tabique o, sobre todo, de los cornetes nasales, una parte de la nariz que entre sus funciones se encuentra la de humedecer y atemperar el aire que respiramos.
Era una operación sencilla
A Isabel la recomendaron operarse porque padecía una hipertrofia de cornetes, según cuenta en una entrevista con EFEsalud. La redujeron los cornetes a través de radiofrecuencia, una cirugía muy común, que apenas dura 30 minutos, es sencilla y no requiere ingreso hospitalario.
“Intentamos hacer un tratamiento tópico, con una serie de espráis nasales, pero como no funcionó, el médico me recomendó la intervención porque es una solución sencilla y poco invasiva, yo estaba desesperada porque no dormía bien y esa iba a ser la solución”, recuerda Isabel.
En medio de la pandemia del coronavirus y con una niña de apenas un año, Isabel se operó y durante los días siguientes se hizo las curas, lavados nasales y las revisiones médicas correspondientes.
“No sabía lo que estaba pasando”
A las tres o cuatro semanas de la intervención, Isabel empezó a notar que se ahogaba, se despertaba en la mitad de la noche con esa sensación de falta de aire, taquicardia y “saltaba como un resorte de la cama”.
“En ese momento yo no sabía muy bien que estaba pasando. Acababa de ser madre, todavía estaba dando el pecho, estaba la pandemia y esos síntomas no los atribuía a mi cirugía nasal”, afirma la mujer.

Y los síntomas empeoraron ya no solo tenía problemas por la noche, durante el día estaba muy agitada, nerviosa, le faltaba más el aire. Empezó a tener una “una sequedad brutal y dolor en las fosas nasales”.
Su otorrino le dijo que todo estaba dentro de lo normal pero el cuadro clínico que tenía la impedía dormir. “A veces, ya por puro agotamiento, me quedaba dormida, pero a la hora o dos horas, me levantaba empapada en sudor, con taquicardias y no podía volver a conciliar el sueño”, relata.
Una “gincana” de pruebas
Aprovechó ese insomnio para investigar y leer sobre sus síntomas y encontró algo que cuadraba a la perfección con los que padecía: el síndrome de la nariz vacía.
A la siguiente revisión con el otorrino se lo comentó pero éste le negó que fuera así. Le dijo que lo que describía era algo muy raro, así que la derivó a los servicios de alergología y neumología: “Ahí empezó la gincana”.
Batería de pruebas de alergia, pruebas de sueño, pulmonares… Pero no salió nada concluyente. Así pasó por varios médicos.
“Estaba muy agotada. Decidí tomarme una pausa, pero los síntomas seguían ahí. Entonces, en todas esas noches de insomnio, yo tenía el convencimiento que tenía el síndrome de la nariz vacía, con lo cual ya me enfoqué directamente en investigar más sobre ello”, abunda.
La dificultad del diagnóstico
La mayoría de la bibliografía científica disponible relacionada con este síndrome estaba en inglés, cuenta, pero ella afortunadamente conoce el idioma.
Aprendió que el síndrome es fruto de una resección excesiva de los cornetes, con lo que el aire pasa por la nariz muy rápido, frío y seco. La mucosa se seca y se atrofia. Al estar hiperventilando, el cuerpo está en alerta constante, asegura Isabel.

“Cuando explicaba los síntomas, como no saben qué te está ocurriendo en la nariz, normalmente lo que te dicen es que tienes un problema de salud mental”, lamenta.
Como su marido es de Estados Unidos, se desplazaron hasta ese país por un viaje familiar y aprovechó para consultar con un otorrino especializado en este síndrome, se lo diagnosticó y le habló de una intervención para volver a recuperar el volumen de los cornetes con el injerto de cartílago de una costilla de donante.
Batazaco a la salud mental
Ella regresó a España abatida por el diagnóstico confirmado, pero también aliviada porque al fin tenía nombre a lo que la ocurría.
Tras el viaje y sin decidir nada sobre la intervención, los síntomas se agudizaron y acudió a un centro de salud mental, porque también necesitaba esa ayuda.
La dijeron que en relación a su salud mental tenía “todos los semáforos en rojo” y que iban a intentar ponérselos en “ámbar o verde a ser posibles”, de hecho, llegó a tener ideas suicidas.
“Fue una estancia de tres semanas que a día de hoy agradezco. No me arrepiento y creo que fue un salvavidas porque al final salí de allí con la medicación correcta para salir a flote, medicación que tengo hasta día de hoy para mantener la ansiedad a raya. Eso me ha permitido volver a estar fuerte mentalmente para centrarme en buscar tratamiento para el síndrome”, resalta.
Cirugías experimentales
Al salir, decidió operarse pero en España, con una cirugía experimental que en lugar de un injerto de la costilla de donante fue de la suya propia. Al principio funcionó la operación pero a los meses volvieron los síntomas.

Así, la propusieron una nueva cirugía, que se ha realizado hace unos meses, con el injerto de un cartílago de su costilla y células madre de su propia grasa corporal.
“La recuperación ha sido fantástica (…) pero sigo en el camino, porque el síndrome de nariz vacía no tiene cura. A día de hoy lo que hay son tratamientos paliativos”, apunta.
Un síndrome “complejo” y “subjetivo”
Desde la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), el vocal de la Comisión de Rinología, Alergología y Base del cráneo, Alfonso Santamaría, afirma que el síndrome de la nariz vacía es “complejo” de diagnosticar porque es “subjetivo”, en el sentido de que no hay pruebas que confirmen su positivo o negativo, sino que se basa en la clínica del paciente.
No hay ningún estudio sobre la prevalencia de este síndrome, que asegura el doctor, es “poco frecuente”.
“Son aquellos pacientes tras someterse a una cirugía nasal que se quejan de estos síntomas subjetivos, de tener la sensación de vacío en la nariz, tener sequedad nasal, tener ardor y no respirar bien a pesar de que sí que hay un flujo aéreo bueno”, sostiene Santamaría, quien confirma que no hay un tratamiento curativo, solo paliativo, ni la gravedad de lo síntomas es la misma en todos los pacientes.
La patología nasal, prosigue el experto de la SEORL-CCC, tiene una peculiaridad y que es que “afecta muchísimo a la calidad de vida” y a pesar de que no conlleva peligro físico vital, al estar todo el día respirando nos puede afectar al estado de ánimo y al sueño, entre otros, lo que puede generar ansiedad y favorecer la depresión.
¿Infradiagnóstico?
Para Isabel, el síndrome de nariz vacía está infradiagnosticado, porque los otorrinos no lo reconocen y se deriva a los pacientes a salud mental.
“Estoy convencida de que a día de hoy hay muchísimas personas diagnosticadas de ansiedad y depresión que han pasado por una cirugía nasal pero no están diagnosticadas del síndrome de la nariz vacía”, subraya.
Ayudar a los demás
Para Isabel padecer el síndrome de la nariz vacía ha supuesto un golpe, “un antes y un después” en su vida personal, familiar y profesional. Y eso que a ella su familia la ha apoyado en todo momento.
“El problema es que al ser una enfermedad invisible y poco reconocida la gente a veces no te cree, muchas veces el médico que tienes delante, el amigo al que se lo cuentas, lo infravalora porque no te ve tan mal. Y las familias a veces se rompen porque cualquier problema de salud mental desequilibra al paciente y desequilibra a las personas que tienen alrededor”, subraya.

Ella, afortunadamente, ha conseguido un redirigir su vida profesional, adaptándola a su situación, pero asegura que hay gente con el síndrome que ni siquiera puede trabajar y pasan de la noche a la mañana a estar en riesgo de pobreza extrema”.
“Conozco casos de personas que están cobrando el ingreso mínimo vital y no se pueden costear ningún tratamiento”, recalca Isabel, quien ha tenido que recurrir a sus ahorros para afrontar las dos intervenciones.
Hasta la fecha no hay una asociación de pacientes con el síndrome de la nariz vacía pero sí una comunidad en redes.
“Ahora me siento con la posibilidad de ayudar a personas a que, sobre todo, no tarden tanto como yo en conseguir el diagnóstico. Me estoy dedicando a apoyar a la gente en la comunidad, a la que entra casi casa semana una persona nueva”, señala.
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