Ciencia y Salud
La bioquímica con autismo que de niña preguntó si había «un manual de instrucciones para humanos»
y terminó escribiendo el premiado libro «Cómo ser humano»
8 marzo 2023

«Cuando llevaba cinco años viviendo en la Tierra, empecé a pensar que estaba en el lugar equivocado. Que me había pasado mi parada.
Me sentía como una extraña entre mi propia especie: alguien (…) que compartía una misma apariencia con el resto de humanos, pero ninguna de sus características fundamentales (…)
Acudí a una de las pocas personas que pensaba que, tal vez, me entendería.
—Mamá, ¿hay algún manual de instrucciones para humanos?
Me miró perpleja.
—Sí, ya sabes… una guía, un libro que explique por qué las personas se comportan como lo hacen.
No estoy segura —descifrar las expresiones faciales no era, no es y nunca ha sido mi fuerte—, pero en aquel momento creo que fui testigo de cómo el corazón de mi madre se hacía añicos.
—No, Millie.»
Así, comienza Camilla Pang el libro «Cómo ser humano. Lo que la ciencia nos enseña sobre la vida, el amor y las relaciones«*.
Esa es la edición en español de su obra «Explaining Humans: What Science Can Teach Us about Life, Love and Relationships«, que en 2020 obtuvo el prestigioso premio de la Real Sociedad de Ciencia de Reino Unido.
Con 28 años, se convirtió en la ganadora más joven del galardón que anteriormente reconoció a científicos como Stephen Hawking.
«Tengo TEA (Trastorno del Espectro Autista), TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y TAG (Trastorno de Ansiedad Generalizada)», escribió.
La autora, quien se especializó en bioinformática traslacional y tiene un doctorado en Bioquímica de la University College de Londres, conversó con BBC Mundo.
En el Día de la Mujer, te contamos su historia y cómo descubrió que su «curioso cóctel de neurodiversidad es una ventaja, un superpoder«.
La ciencia
«Construí muchos de mis mecanismos para lidiar (con las situaciones) utilizando la ciencia. Ella me ayudó a crear mi sensación de seguridad, era la forma en que yo veía el mundo», cuenta a BBC Mundo.

No se trataba solo de números, sino «de las relaciones entre las cosas y de cómo encajaban entre sí».
Sintió que podía encasillar «a los humanos» en esos esquemas porque era la única forma en que los podía ver interactuar.
Pero a medida que crecía, se dio cuenta de que hay «muchos matices«, no solo en los humanos, sino en el proceso científico.
«Eso me hizo sentir muy decepcionada porque sabía que me estaba perdiendo algo y si hay algo con lo que me cuesta quedarme tranquila es cuando sé que hay algo que no he considerado».
Pese a «todo el trabajo» que había hecho por tratar de poner todo «en su lugar», se desilusionó.
«Pensaba que iba a poder aliviar mi ansiedad, pero lo que sucedió es que comencé a tener más ataques de pánico y a darme cuenta de que obviamente no lo sabía todo, al punto de no saber cómo navegar mi día, cómo armarlo cuando me despertara en la mañana para saber qué hacer».
«Por un tiempo perdí la fe en mis propias reglas, pero nunca en mi capacidad de aprender y creo que esta es una de las razones por las que simplemente seguí intentándolo».
Y así -escribió- cuando tenía 17 años comenzó a sentirse humana «por primera vez».
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Su libro es una combinación de varios elementos y experiencias.

«Fue principalmente una colección de objetos y notas e incluso diría de posiciones de muebles en mi habitación que me ayudaban a contar la historia de mi día, de mis pensamientos y narrar lo que estaba pensando esa semana», le dice a BBC Mundo.
«Cuando realmente me senté a escribir, supongo que sin la intención (de hacer un libro), lo hice en mis diarios y libretas, garabateé en libros de ciencia».
Se convirtió en «un placer culpable» que terminó plasmando en su tesis de doctorado.
«Pensé que era tan relevante para este proyecto en que se transformó mi vida que no podía separar las dos cosas».
Su supervisora le dijo: «Esto es muy bueno, pero no es tu tesis» y, aunque se sintió «avergonzada», no olvidó ese texto.
«En realidad era la parte de mí que también quería contarle a la gente, así que pensé que tenía que poner todo eso en algún lugar, quería convertirlo en algo con lo que pudiera ayudar a alguien, porque siempre me sentí rezagada y nunca me percibí como que podía ayudar».
Y así comenzó a darle forma al libro, a buscar un agente literario y a pensar en la idea de lograr un contrato de publicación.
La llave
La ciencia le dio «una lente para comprender el comportamiento humano» y ver el mundo.
Se convirtió en su «paleta» desde la cual lo observaba. «Me ayudó a colorear mi mundo para que todo tuviera su propia forma, su propio lugar en mi mente».

Aunque le gustan los números, confiesa que no es su fanática. «Soy una persona bastante visual».
Así, la ciencia le ayudó a visualizar su «lugar» dentro del mundo «al hacerme consciente de los procesos, de cómo las cosas podrían comportarse y las diferentes condiciones en que lo hacían».
Tratar de entender el funcionamiento del mundo, «de todo lo que me rodea», le dio el punto de partida para determinar a dónde ir «a continuación».
La ciencia, indica, fue la llave que le permitió abrir las puertas que de otro modo estarían cerradas para ella.
«Me dio la confianza para validar mi propia percepción del mundo y para investigar, me ofreció un proceso en el que podía trabajar e interactuar con la gente», cuenta a BBC Mundo.
Y algo «muy poderoso» también
«Me permitió hacer algo que a muchas personas les cuesta cuando enfrentan situaciones en la vida que son inciertas, que las abordan de manera muy personal. Yo he conseguido hacer una separación, aunque también me lo puedo llegar a tomar muy personal, sé que todo es un experimento«.
«Todos hacemos nuestro mejor esfuerzo y creo que, como científico, cuando intentas investigar por qué algo es de cierta manera, no puedes tomártelo como algo personal».

«Me ha ayudado a tener esa mentalidad de experimentación que, para ser honesta, me ha permitido aguantar muchas de las fricciones que recibí de la gente».
«Aunque alguien fuera cruel conmigo, podría racionalizar las cosas con bastante rapidez y no tomármelo de manera personal».
«Creo que eso es muy poderoso y no lo sabía entonces, pero ahora me doy cuenta de que me dio esa protección para ver las cosas objetivamente, para que no me lastimaran tanto».
Aún así, lograban intimidarla, pero le dio una «capa extra de piel, más gruesa, porque sabía que solo eran parte del mundo en el que vivía».
«No fue fácil, pero todavía ayuda mucho».

Si los humanos son ambiguos, contradictorios y confusos, la ciencia es fiable y clara. La ciencia no miente, oculta sus intenciones o habla a tus espaldas

Como las proteínas
Escribió que lo que le costó entender a los 15 años al observar a otras personas, empezó a tener sentido cuando puso bajo el microscopio células que contenían proteínas.
Y, para explicar ese punto, nos recuerda que cuando comenzó a escribir el libro tenía «la mentalidad de una chica de 17 años».

«Estaba en esa edad en la que todo el mundo seguía estereotipos, en la que todos intentaban ser algo que no eran porque eso es parte de ser adolescente».
«Vi las limitaciones de cómo las personas se encasillaban en categorías y no aprovechaban sus habilidades para adaptarse en una etapa en que más lo necesitábamos», le explica a BBC Mundo.
Y lo relacionó con un partido de fútbol y con que los jugadores se desenvuelven de manera diferente según el entorno, la posición y el equipo.
«Son como proteínas», pensó, evolucionan según el contexto, son versátiles.
Esa asociación le permitió construir «un modelo más flexible» de cómo las personas se comportan en condiciones diversas.
«Lo que me dijeron (las proteínas) es que puedes tener una función, pero eso no significa que sea para siempre y creo que eso puede ser bastante aliviador, especialmente cuando en estos días todos intentan ser una cosa y piensan que eso es todo. En realidad no lo es».
Adiós a la perfección
Un capítulo se lo dedicó a cómo olvidarnos de la perfección y a cómo la teoría de la termodinámica se convirtió en una de sus guías.
«Ese capítulo refleja cuando, pragmáticamente hablando, estaba aprendiendo a elegir mis batallas».
«Cuando estás en un lugar en el que todo está en una escala de hipersensibilidad, necesitas escoger tus luchas para saber a qué responder y, algunas veces, para crear orden en el caos».
Y es que «el universo es muy caótico», dice.

«Este capítulo lo usé como una analogía de mi habitación desordenada y de cómo cuanto más orden creaba en mi vida y cuanta más organización había en mi cerebro, más desordenada estaba mi casa».
«Este capítulo me enseñó que a veces podemos pensar que somos un desastre, pero crear orden en nuestra vida siempre causa desorden en otro parte«.
«Mucha gente piensa que hay que elegir el trabajo, la vida, la familia, esto, aquello (todo al mismo tiempo), pero me parece que es un poco de mito».
Cree que tenemos la opción de enfocarnos en algo en un determinado momento, pero concentrarse en todo es imposible, y que la idea de la perfección puede causar mucho daño.
«Mucha gente aspira a tener esta mentalidad de productividad, de abundancia, de progreso. Todas esas palabras de moda que a la gente le encanta, que absorbe de las redes sociales, pero ¿para qué?»
«No importa cuán grande sea tu casa, ni cuánto dinero tengas, ni cuánto creas que sea necesario poseer, siempre serás víctima de una lucha: ¿Qué es lo que realmente quiero hacer? ¿Qué es lo realmente importante para mí?»
«Y al final, tenemos que elegir, lo cual está bien, es lo bello de ese proceso y no es que tengamos que aferrarnos a lo que escojamos«.
«La perfección es insostenible, puedes tenerla por un momento, pero la evolución no es perfecta, es adaptable y eso es lo que cuenta».

Acepta la humana inevitabilidad de que mejorar en la vida es un proceso lento y gradual. Y, pase lo que pase, no demonices lo que te hace diferente. Acéptalo, como yo, como tu superpoder innato

Como un prisma
Describe que con Asperger, hay momentos en que «todos tus miedos te ciegan como un potente rayo«.
Pero también escribió que, en general, «con el filtro adecuado», podemos racionalizarlos y «verlos desde una nueva perspectiva».
«Hay un cierto elemento de discapacidad cuando tienes miedo», señala en nuestra entrevista.

Aunque reconoce que algunas personas se sienten poderosas al experimentarlos, otras no.
«A veces lo que tienes que hacer es ir más despacio porque cuando eres autista, hipersensible o no has sido diagnosticado, tienes que ser capaz de reconocerlo inmediatamente».
«Aunque puedas ver cosas físicamente, es como si estuvieras ciego, no puedes pensar, tu mente está congelada».
Cuenta que encontró absolutamente hermoso que la luz blanca se refracta cuando se expone a un prisma y se descompone en los diferentes colores del arco iris.
«Fue algo que vi en el dormitorio de mi madre: la refracción de la luz en sus diferentes componentes me alivió, me ayudó a analizar mis propios miedos y a separarlos poco a poco, pedazo por pedazo.
Y eso me permitió ver los distintos ingredientes del siguiente paso que debía tomar, porque si todo se mezcla, realmente no sabes por dónde empezar».
«Para procesar algo que de otro modo es cegador, debes bajar la velocidad y supongo que ser un prisma».
Los mitos
Pang está tratando de desafiar los mitos sobre la neurodivergencia y hay varios sobre el autismo con los que quiere acabar.
El autismo en las niñas se presenta de una manera muy diferente a la de los niños, empieza.

«Por esa razón, creo que muchas mujeres no están bien diagnosticadas».
«Es necesario enfocarse en el diagnóstico de los distintos tipos de síntomas y cómo se manifiestan en contextos diversos. Un ejemplo de esto es que en el caso de las mujeres, se enmascara de manera muy distinta».
«Esto también puede verse en comunidades donde conviven razas diferentes, porque partimos de que la mera forma de vivir y de existir ya es cuestionada por personas poco amables, racistas».
«Esto te hace actuar con cierta cautela y al tener que partir de ese nivel de precaución, también vas a enmascarar y presentar estos síntomas de manera muy distinta».
«Y esta es una de las razones por las que creo que el autismo está muy sesgado hacia los hombres blancos -como sucede en todos los demás sistemas- pero hablando específicamente del autismo, se trata de un trastorno social.
«Y quiero resaltar esto porque cómo se presenta depende del entorno y también de la persona en cuestión».
La empatía
«La empatía viene en diferentes formas y el hecho de que hice todo lo posible para comunicar este libro, simplemente por mi deseo de ayudar, para empoderar a la personas, darles la voz y las palabras que necesitan para sentir que vale la pena, creo que es genial».

«Y es que hay muchos mitos sobre el autismo: que no te puedes comunicar, que no hay empatía, que no podemos amar, que no nos enamoramos. Eso no es cierto en absoluto«.
«Es como la gente con depresión, claro que quieren amor, pero a veces no tienen las herramientas mentales en ese momento para saber qué hacer para conseguirlo».
«Eso es muy doloroso porque a veces no solo no sabemos cómo obtenerlo, sino que la gente piensa que ni siquiera estamos interesados».
«No es porque no nos importe o no queramos. Esto es precisamente lo que más queremos«.
La humildad
Pang nos habla del descubrimiento más bonito, sobre ella y los demás, que hizo con su libro.
«La gente es bastante divertida».
Puedes tomarte todo muy en serio, «especialmente cuando todo lo que te rodea es importante e intentas calcularlo todo, te puedes volver bastante intenso».
Pero «en los momentos en que las cosas no tienen sentido, solo necesitas tener humildad«, como observador y como persona.
Hay que disfrutar, dice. «En realidad, son las pequeñas cosas y sé que suena muy cursi, pero es así».
«En definitiva, se trata, sin importar dónde estés, de saber que tienes apoyo y que las personas que están ahí para ti son las que realmente hacen tu vida«.
«Creo que el descubrimiento más bonito es la humildad, lo suaviza todo, y no es que no haya que tomarse la vida en serio, es aprender a darle humor a las cosas».
Ciencia y Salud
Sexo después de los 40, sin presión y con deseo
«La idea de que la sexualidad tiene fecha de caducidad es uno de los grandes mitos con los que hemos crecido muchísimas mujeres, por eso quiero subrayar que el deseo y el placer sexual ni se apagan ni desaparecen a partir de los 40 años», dice alto y claro Lisbeth Calzadilla Meré.
«De hecho, el sexo a partir de esta edad puede ser más satisfactorio, consciente y disfrutado», destaca la sexóloga, sex coach y periodista.
«Y quiero recalcar que nuestra sexualidad no desaparece con la edad, simplemente se transforma: descubrimos una nueva versión de nosotras mismas para vivir el sexo y disfrutarlo con mayor libertad».
Cuando las mujeres llegan a los 40 empiezan a notar cambios relevantes en su cuerpo.
«Ya no es igual, las prioridades no son las mismas y las ganas de intimar también varían. Todos estos cambios, propios de la edad, se ven condicionados, además, por una clave física y biológica: la perimenopausia«, indica Lisbeth Meré.
«Durante esta fase podemos sentir menos deseo, experimentar resequedad vaginal, molestias en las relaciones sexuales, sentir que el cuerpo ya no responde como antes. Pero no es el fin de la vida sexual. Es el inicio de una nueva forma de vivir más conectada con el cuerpo y con el deseo», apunta.
Así que quiero compartir con vosotras, y con ellos, algunas claves para disfrutar de la sexualidad después de cumplir los 40, una edad absolutamente maravillosa:
- Escucha a tu cuerpo sin juicios previos, ya sean leves o sumarísimos: no será el de antes, pero sigue siendo un cuerpo erótico y deseante.
- Prioriza lo que sí te da placer: redescubre tu cuerpo y lo que te erotiza hoy.
- Explora otras formas de erotismo: caricias, besos, estimulación compartida o múltiples juegos.
- Habla con tu pareja (si la tienes) y exprésale cómo te sientes.
- Apóyate en recursos como lubricantes, hidratantes vaginales, juguetes y cosmética erótica… todo lo que te haga sentir mejor, vale.

Lisbeth, ¿qué tengo que hacer si después de los 40 he perdido mi deseo sexual?, pregunta Guadalupe.
Sí, perder cierto nivel en el deseo sexual es frecuente y generalizado en las mujeres, sobre todo cumplidos los 40 años de edad.
Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor del 40% de las mujeres de mediana edad reportan cambios en su vida sexual durante esta etapa de su vida.
Es normal que el deseo sexual se modifique por el paso del tiempo, las emociones, el contexto o por la mismísima relación de pareja.
Lo importante es no desconectarte de ti y entender que el deseo no desaparece, sólo necesita otro tipo de estimulación, acompañamiento y exploración para un renovado despertar.
La sexualidad después de los 40 no es menos valiosa, es simplemente distinta. Más libre, más auténtica, más conectada con el deseo real y con lo que de verdad importa: sentirnos vivas.
Los cambios que atravesamos no son el final, sino una evolución. El cuerpo cambia, sí, pero el placer sigue presente porque no tiene fecha de caducidad.
Pero recuerda, el sexo siempre debe ser libre, sano y seguro tanto para las mujeres como para los hombres.
La sexóloga, sex coach y periodista, Lisbeth Calzadilla Meré, forma parte del equipo Sexperimentando que dirige la psicosexóloga Nayara Malnero, terapeuta experta en relaciones de pareja.
La entrada Sexo después de los 40, sin presión y con deseo se publicó primero en EFE Salud.
Ciencia y Salud
Adolescentes frente a las ITS: Las reinfecciones asintomáticas están propagando el contagio
La gonorrea y la clamidia son dos de las infecciones de transmisión sexual (ITS) al alza entre los adolescentes que, ni usan el preservativo, ni saben dónde acudir para hacerse pruebas porque el sistema de salud tampoco se lo pone fácil. Un riesgo latente, también en otros colectivos, son las reinfecciones que se vuelven asintomáticas, lo que provoca mayor propagación.
Teresa Martínez Burgoa trata todos los días distintos casos de ITS en su consulta del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico San Carlos de Madrid donde recibe a los pacientes con una caja llena de preservativos sobre la mesa.
En un entrevista con EFE SALUD, esta enfermera, con 25 años de experiencia, sobre todo en VIH, analiza la situación de la adolescencia en un momento en el que el inicio de las relaciones sexuales es cada vez más temprano, entre los 13 y 15 años, y el panorama sexual está cambiando: “Están totalmente perdidos”.
El último informe «Vigilancia Epidemiológica de las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS)” del Instituto de Salud Carlos III destaca el crecimiento de ITS en los menores de 25 años, que representaron en 2024 el 35,7 % de los casos de clamidia y el 22,8 % de los de gonorrea y, en general, con mayor afectación en hombres que en mujeres.
“Hay más hombres porque es el colectivo homosexual masculino el que se hace pruebas, pero los heterosexuales nunca se chequean, sobre todo las mujeres”, puntualiza la sanitaria, que también destaca la sífilis como otra de las infecciones que afecta a los más jóvenes.
Y es en las mujeres, especialmente, donde la gonorrea o la clamidia cursa de forma asintomática, al no tener síntomas esas bacterias no se combaten con antibióticos y al no tratarse, además de facilitar el contagio, “puede derivar en infertilidad”.
Martínez Burgoa subraya que uno de los riesgos actuales son las reinfecciones sucesivas que favorecen una transmisión silenciosa: “Hay adolescentes y adultos que tienen tantas ITS que al final ya no hay síntomas, el cuerpo ya no lo detecta como algo extraño, por eso también se propagan tan fácil. O te chequeas cada cierto tiempo si eres sexualmente activo o la bacteria ahí la tienes”.
Y entre las posibles consecuencias, la que mayor problemas causa es la sífilis “porque si no se trata esa bacteria puede llegar al cerebro y hacer la neurosífilis y eso ya es mucho más grave”.
El preservativo, ni lo usan
Para la enfermera, los adolescentes conocen el sexo porque tiene información a través de internet pero “hay un descontrol absoluto con respecto a las relaciones sexuales qué tienen, cómo las tienen y las infecciones que conllevan. Están completamente perdidos”.
Pero a la vez cree, sobre todo en colectivos más mayores, que “se ha perdido el miedo a las infecciones sexuales, saben que hay algunos tratamientos y que de eso no se va a morir nadie”.
Considera que los preservativos deberían ser gratuitos y accesibles para los menores, deberían poder ir a un centro sanitario y cogerlos sin dar explicaciones.
Y si el uso del preservativo es infrecuente, mucho más en el sexo oral. Desconocen que todas las ITS, menos el VIH, además de por vía vaginal y anal, también se contagian por vía oral.
“En estos meses solo veo gonorreas en la faringe. Con un morreo un poco intenso ya lo vas a transmitir. Y el síntoma que da la gonorrea es un dolor de garganta”, pone de ejemplo.
Insiste: “Cuando la gente piensa en sexo, piensa en penetración. Hay mucha desinformación, compartir juguetes sexuales, por ejemplo, también ha provocado un pico de incidencia en hepatitis C”.
¿Dónde acudir?
Teresa Martínez Burgoa pone el foco en un grupo vulnerable, los preadolescentes de 12 a 15 años. “No saben dónde acudir en caso de tener una infección, es que no tienen dónde ir” porque necesitan el consentimiento paterno y lo descartan por miedo o vergüenza.
“El pediatra no es la solución, siempre van acompañados de sus padres”, señala la doctora que menciona las clínicas privadas para hacerse pruebas (pero los adolescentes necesitan el permiso de un adulto y tienen que pagar); los centros especializados en ITS Sandoval, de la Comunidad de Madrid, en la capital; además de los servicios de urgencias de los hospitales.
“El sistema sanitario tiene que dar una respuesta a todo esto. No podemos permitir que siga esta incidencia de infecciones de transmisión sexual exponencialmente creciente y no hagamos nada”, lamenta.
Y propone, como idea, que en los centros de salud haya una consulta de enfermedades infecciosas donde orientar, prevenir y poder tratar las ITS, entre otros, a los adolescentes, o pone el ejemplo de los “checkpoint” londinenses donde no tienes que facilitar los datos, tan solo recoger un kit de pruebas para hacer en casa y llevar las pruebas para resultados con un número asignado.

El papel de la familia
Además de este limbo sanitario para los preadolescentes, otro de los problemas es la falta de educación sexual.
En los colegios, asegura, no hay una educación sexual estructurada. Cuando se imparte, suele centrarse en lo biológico, no en la prevención de ITS o en los circuitos asistenciales.
En familia, hablar de sexualidad continúa siendo un tabú: “A los adolescentes no les gusta contárselo todo a sus padres, y los padres olvidan cómo eran ellos a los 14 años”, pero propone que, al menos, tengan a mano preservativos en casa, que sepan que son la barrera contra las ITS.
“Hay muchos tipos de familia y hay algunas que el preservativo tampoco lo ven, como tampoco ven que sus hijos o hijas menores puedan tener relaciones sexuales”, argumenta.
Y comenta que en los servicios de urgencias reciben niñas de 12 y 13 años, algunas víctimas de sumisión química y con ITS y embarazos no deseados.
Su consejo para los padres: “Decidles que queremos protegerlos o darles toda la información para que se protejan ellos. Déjales preservativos, déjales notas, diles dónde acudir si algo pasa. Aunque no hablen, escuchan. Y necesitan saber que tienen opciones y que nadie les va a juzgar”.
La pornografía y nuevas prácticas sexuales
Las principales referencias sexuales de los adolescentes son algunos programas de televisión, los realities, donde no se muestra el uso del preservativo ni las consecuencias que trae, y también la pornografía, a la que acceden fácilmente por internet y que también normaliza prácticas sexuales, muchas veces colectivas, sin protección.
Los hábitos sexuales también han cambiado. Relaciones y prácticas antes consideradas poco habituales –sexo anal, tríos, relaciones grupales, chemsex– son hoy más comunes entre los jóvenes.
Por eso, considera que todos los ámbitos sanitarios, como ginecólogos o pediatras, tienen que ampliar su visión médica de los pacientes para contemplar otras prácticas sexuales menos convencionales.
Y también anima al Ministerio de Sanidad y a las comunidades autónomas a “ser valientes” y promover campañas de prevención, como se hizo en el año 1990 con la del uso del preservativo “Póntelo, pónselo”, e insistir una y otra vez como se hacía durante la pandemia con las campañas de protección frente al coronavirus.
Teresa Martínez Burgoa, desde el Hospital Clínico San Carlos, lanza un mensaje claro para todas las personas sexualmente activas, de cualquier edad y colectivo: “Chequéate, chequéate y chequéate, tanto si no tienes pareja como si la tienes. Al menos una vez al año, chequéate”.
La entrada Adolescentes frente a las ITS: Las reinfecciones asintomáticas están propagando el contagio se publicó primero en EFE Salud.
Ciencia y Salud
Donar órganos tras la eutanasia, Ana lo hizo y fue un bálsamo en medio de tanto dolor
Cuando pidió la eutanasia con 27 años, Ana tenía muy claro que quería que sus órganos dieran una segunda oportunidad a otra persona; ver su sueño cumplido y saber que su corazón iba a volver a latir en otro cuerpo «fue un bálsamo en medio de tanto dolor» para sus padres, Puri y Salva.
La ley que materializó el derecho a morir dignamente en España en 2021 ha sido el «gran consuelo» que han tenido durante los últimos años estos padres, cuya historia ha cerrado el XX Encuentro de Profesionales de la Comunicación y Coordinadores de Trasplantes, promovido por la Organización Nacional de Transplantes (ONT).
Querrían haberla contado en esta cita, pero han tenido que hacerlo mediante un vídeo desde Luxor, donde Puri se recupera de un problema de salud que la ha retenido en un hospital más de un mes. Fueron a Egipto porque era otro de los deseos de su hija, aunque éste no pudo cumplirlo.
Ana nació con espina bífida, que con los años se fue complicando hasta tener una «hidrocefalia bestial». Cuando no pudo más de los dolores, y sabiendo que aquello la iba a matar por asfixia sin remedio, decidió pedir la eutanasia.
«Una de las cosas que nos dijo es que, cuando ella falleciera, quería donar sus órganos. Lo dijo así de claro: ‘Ya que a mí no me van a servir, por lo menos que puedan darle la oportunidad a alguien para que pueda tener una vida que yo no voy a tener’», rememora su madre.

Los pasos hacia la eutanasia
Su cirujano objetó, así que reclamó su derecho a los servicios médicos del hospital. Hasta que llegó el visto bueno y luego hasta que llegó el día, Ana, que «tenía un carácter muy alegre, muy expansivo, muy abierto, era muy graciosa», no abandonó su vida social.
Puri reconoce que «a cualquier padre le cuesta mucho dejar ir a sus hijos», pero ellos tenían «muy claro que tus hijos no son de tu propiedad. Ella era mayor de edad, tenía derecho a decidir por ella misma, era su cuerpo, era su sufrimiento».
Los dos se rompían cuando ella decía que si no le concedían su derecho, se suicidaría, algo que intentó alguna vez. «Yo le decía: ‘Por el amor de Dios, no nos hagas eso, no quiero levantarme una mañana, entrar a tu habitación y encontrar que te has muerto sola, con dolor’».
Pero se lo concedieron.
En un primer momento, solicitó una prórroga, porque coincidía con las navidades, y quería pasar las últimas con sus padres.
Mes y medio después, llegó el día de verdad. En el camino de la habitación al quirófano, Ana no hacía más que dar las gracias a los profesionales del hospital. Incluso ya dentro, sedada, antes de recibir la medicación que tanto ansiaba, se espabiló y dio un último mensaje al equipo: «Hoy vais a conseguir que yo cumpla mi sueño desde pequeña, pero siento el trabajo que os voy a dar».
El agradecimiento por la donación
A Salva hay algo que nunca se le olvidará: el sonido de la muerte de su hija, el paso del pitido intermitente del compás de los latidos de Ana al «piiiiiiiiii» continuo que jamás se le irá de la cabeza. «Es horrible».
Dos meses después, volvió un «pi-pi-pi»: una persona anónima les agradecía el corazón de Ana, al que se comprometía a cuidar para siempre. «Estoy vivo por eso», garantiza Salva.
«Fue balsámico», añade Puri. Y así quisieron transmitírselo al coordinador de trasplantes del hospital Gregorio Marañón, Braulio de la Calle, y a todo su equipo, en una carta de agradecimiento que el doctor ha leído en el encuentro de la ONT.
En ella, relataban: «Cuando nos llamaron ese día para decirnos que habían finalizado y nos informaron de que había podido donar, todo fue como un bálsamo en medio de tanto dolor».
Y concluían: «Gracias al comportamiento de todos, Ana pudo marcharse en paz y cumpliendo un deseo vital para ella. Estamos orgullosos de esta sanidad que permite y realiza tamaña proeza técnica y humana».
El 13 % donan órganos tras la eutanasia
Con la llegada de la ley del derecho a morir dignamente en 2021, la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) puso en marcha la donación de órganos tras la eutanasia, algo que por ahora solo han conseguido hacer el 13 por ciento de los fallecidos.
«Enorme el porcentaje no es», y es que muchos no pueden donar «por contraindicaciones médicas» derivadas sobre todo de patologías oncológicas, ha explicado la directora general del organismo, Beatriz Domínguez-Gil, durante el XX Encuentro de Profesionales de la Comunicación y Coordinadores de Trasplantes.
Según el Ministerio de Sanidad, desde que entró en vigor la ley en junio de 2021 y hasta el cierre de 2023, 1.515 personas han solicitado la eutanasia, que ha sido concedida a un total de 697.
La ONT tiene más actualizados sus cálculos, hasta el 31 de diciembre de 2024; en este tiempo, 154 personas han dado sus órganos tras fallecer por eutanasia, con lo que facilitaron que otras 442 recibieran un trasplante.
Domínguez-Gil ha dejado bien claro que, desde que instauró la donación tras la eutanasia, no es la ONT la que la busca, de hecho rechazó que se hiciera referencia alguna en la ley. «Son los propios pacientes los que vienen a solicitarla», ha subrayado.
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