Líderes y Emprendedores
Una nueva vida en un pueblo de 100 habitantes: casa a medio construir, dos bebés y un hobbie transformador
Mariela y Diego viven desde hace tres años en La Rica, localidad del partido bonaerense de Chivilcoy, junto a sus dos hijos pequeños. No sabían que la estadía de dos semanas sería definitiva, y planificaron sobre la marcha, hasta que un emprendimiento se transformó en su ingreso permanente.
Faltaban pocos días para que se decretara la cuarentena por la pandemia de coronavirus, cuando Mariela Denardi y Diego Bertone emprendieron lo que recuerdan como “un verdadero éxodo”. Vivían en un departamento en Villa del Parque, vaciaron la heladera, cargaron todo en conservadoras, y manejaron rumbo a La Rica, una localidad de aproximadamente 100 habitantes del partido bonaerense de Chivilcoy. Su hijo menor tenía un año y ocho meses, y el mayor cinco, así que se abastecieron de pañales, y en el camino contrataron el servicio de Internet para poder trabajar a distancia desde la casa, que todavía estaba a medio construir. Comenzó una aventura que iba a durar dos semanas, pero resultó definitiva. Siempre tuvieron espíritu emprendedor, y vocación de anfitriones, pero el proyecto que les iba a cambiar la vida surgió en el momento más impensado: aprendieron a hacer fiambres ahumados artesanales, vendieron puerta a puerta, abrieron un local, y se convirtió en su sustento a tiempo completo.
La pareja se conoció hace más de 13 años, gracias a los azares del destino. Diego creció en Chivilcoy, y Mariela en la provincia de Entre Ríos, pero coincidieron en Buenos Aires, y surgió una historia de amor que los sorprendió a los dos. “Una amiga salteña estaba recién llegada y cumplía años, no conocía a nadie y no iba a festejar, entonces con otras amigas le dijimos que nosotras le organizábamos la fiesta, y que gente no iba a faltar”, cuenta ella, entre la risa y el asombro por la cantidad de factores que se conjugaron para hacer posible el flechazo. “Entre los que vinieron, una amiga que estaba en pareja con un amigo de Diego, lo trajo a él de colado, y ahí nos vimos por primera vez”, indica.
Mariela se sincera y asegura que creyó que sería un romance pasajero, pero cada etapa la vivía con intensidad. Sin darse cuenta, se enamoraba cada vez más. “Me juntaba con mis amigas, y era ‘la novela’, porque les contaba si lo había visto, a dónde habíamos salido, y ellas me cargaban porque yo siempre decía que era algo del momento y las primaveras seguían pasando y pasando”, dice con humor. Tenían 27 y 33 años cuando el noviazgo se hizo oficial, y en una de sus primeras escapadas Diego le propuso ir a visitar a un tío en su ciudad natal, así de paso conocía a su familia.
Al poco tiempo de mudarse, anotaron a sus dos hijos en la escuela rural de La Rica, y fueron alumnos durante dos años
“La primera vez que charlé con sus primas fue en La Rica, que está a 20 kilómetros de Chivilcoy, donde tenían una quinta familiar, y cuando conocí el pueblo fue amor a primera vista, me pareció un lugar soñando, chiquito, muy ordenado, cuidado, prolijo, con una plaza hermosa y todas las casas pintadas, parecía un cuento”, describe. Los viajes relámpago se hicieron una tradición, y cuando supieron que esperaban a su primer hijo, Rogelio, ya fantaseaban con dejar la vida en capital y empezar de cero en la pequeña localidad. Por el momento, eran solo anhelos, y no encontraban la manera de hacerlo posible.
Mariela es maestra de primaria, y Diego trabajaba en una reconocida empresa aseguradora. No imaginaban otra forma de subsistir que no fuese con sus empleos en relación de dependencia, y tan solo con imaginar los traslados imposibles si se mudaban lejos, desistían y mantenían la misma rutina. Sin embargo, la idea de irse sobrevolaba todos los años. “Un día caminando en La Rica vi un terreno en una esquina, justo cuando terminan las casas, y pensamos: ‘Una ubicación tan linda y nadie vive acá, que se debe ver precioso el atardecer y las noches de Luna’, pero para nosotros era inalcanzable”, rememoran. Pasaron dos años y medio más hasta que se decidieron a ponerse en campaña de comprar un terreno, y enseguida pensaron en aquella parcela a la venta.
En el comienzo de la obra, Mariela con Amador en brazos, cuando todavía faltaba mucho para culminar su casa
“Ya que nos vamos para los pagos de tu familia, ¿por qué no puede ser en La Rica?”, le consultó Mariela, y él le respondió que sería maravilloso, pero por supuesto, debían encontrar algo a su alcance y repensar de qué vivirían si dejaban sus trabajos. Vendieron su camioneta para juntar más dinero, y hablaron con el dueño de la propiedad, pero todavía les faltaba una buena cantidad para adquirir el terreno. Estaban en vísperas del nacimiento de su segundo hijo, Amador, cuando el famoso dicho de que las bendiciones vienen “con un pan bajo el brazo”, se cumplió.
“Era un 6 de agosto, yo tenía un bombo de 40 semanas y fui al banco a pedir un préstamo, y el chico que me atendía me pedía si podía volver con otros papeles dentro de unos días, y yo le dije: ‘No, no puedo volver el lunes que viene porque me tengo que internar, va a nacer mi hijo’, y el muchacho no lo podía creer”, relata. Dos días después llegó al mundo el nuevo integrante de la familia, y mientras estaba en la clínica, a horas de la madrugada revisó su cuenta de home banking y descubrió que ya le habían depositado el crédito que había pedido. “Ahí nomás pegué un grito de alegría y le dije a Diego que ni bien me dieran el alta él se fuera a comprar el terreno”, recuerda emocionada. Ella se quedó en su casa con su bebé recién nacido, y su marido se fue hasta Chivilcoy, acompañado de su hijo mayor. El paso más importante ya estaba concretado, pero comenzaba el desafío de construir desde cero.
Si bien tenían un sector de la propiedad habitable, en su tiempo libre edificaron lo que faltaba
La casa, la fábrica y los niños
Amador dio sus primeros pasos en el PH que alquilaban en Villa Crespo, y pocos días después de aquella emotiva escena, tomaron la decisión de mudarse. “Al principio no creíamos que íbamos a ser definitivo, pero también de alguna forma nos vimos venir la pandemia antes de que se concretara, y sentíamos que ya era hora de irnos a La Rica, de concentrar la energía ahí, en terminar la casa, que por el momento tenía el baño, la cocina y una habitación tipo depósito”, detalla. En pleno marzo de 2020 salieron a hacer unas compras y no podían creer las filas de gente que había en las cajas de supermercados, en medio de la incertidumbre que reinaba en torno a la situación sanitaria.
“Todo el mundo se estaba stockeando como para un mes, era un caos, así que agarré todo lo que había en la heladera, lo cargué en dos conservadoritas que tenía, mudas de ropa para los chicos, y así, con el auto que explotaba nos fuimos”, comenta. La semana siguiente se decretó la cuarentena obligatoria, y sus trabajos pasaron a la modalidad remota. Cuando sus horarios terminaban, ponían manos a la obra, incluso sin tener mucha experiencia previa. Aunque Diego es autodidacta y tiene conocimientos de carpintería, y sabe soldar, nunca había levantado una pared. Un año antes había hecho un curso de fabricación artesanal de ahumados con un amigo, aprendió a hacer tachos ahumadores caseros, y era su hobbie los fines de semana.
Su hijo mayor, Rogelio, disfrutando de un paseo en los alrededores de su casa
“Había una base de una parrilla en el terreno, y a Diego se le ocurrió usar eso para hacer un horno, y para mí era un derilante, yo no entendía cómo lo iba a hacer, si no tenía ni idea de la proporción de cal, cemento y cómo poner los ladrillos; pero se fijó todo en Internet y lo hizo, quedó bueno y cumplía perfecto la función de ahumar”, cuenta Mariela. Un vecino les proveía leña de sus árboles frutales, y así empezaron a producir a un ritmo más profesional. Crearon una cuenta de Instagram, vendían puerta a puerta, las recomendaciones boca a boca hicieron lo suyo, y aunque alcanzaron un excelente flujo de venta, no alcanzaba para construir su propia fábrica, que era el siguiente paso.
Las primeras clases a distancia que daba como maestra, las hacía con Amador colgado de su pierna y Rogelio al grito de “mamá” a lo lejos. Llegó un momento en que decidió dejar su trabajo para dedicarle más tiempo al emprendimiento. “Justo teníamos que volver presencial, y yo ya no me imaginaba de vuelta en Buenos Aires, ya habíamos estado más de un año haciendo la adaptación casi sin darnos cuenta en La Rica, así que dejé la escuela y charlamos sobre cómo lograr que el proyecto se convierta en nuestro trabajo”, explica. Mientras tanto, Diego seguía como empleado a distancia, con reuniones desde su casa y atención al cliente, pero varios meses más tarde, también dejó todo lo que conocía para lanzarse a la iniciativa propia.
La casa terminada, que también se convirtió en sede de eventos al aire libre, como una extensión del local, y fantasean con tener un hostal algún día (Fotos: Gentileza Mariela Denardi)
“De manera milagrosa, cuando estábamos muy ajustados y ya nos la veíamos muy complicada porque no nos alcanzaba, se vendió la quinta familiar que había estado 15 años sin venderse, y cuando recibimos ese dinero lo invertimos en hacer nuestra fábrica, equiparnos con algunos elementos tecnológicos que necesitábamos, y apostar a la venta por mayor”, indican. Otra vez construir, a metros de su casa, para completar el sueño. Una vez que lo lograron, sintieron que era tiempo de tener un local, para mayor visibilidad y contacto con el público.
En el centro de Chivilcoy consiguieron alquilar un lugar, y optaron por el formato de sandwichería, con algunas mesas disponibles para que quienes estén de paso puedan sentarse a disfrutar de la experiencia, y al mismo tiempo poder venderle a aquel que quisiera llevarse alguno de sus productos recién feteados. Fueron ampliando su catalogo, que tiene como estrella a la mortadela con pistachos -hecha con carne de cerdo de primera calidad-, le siguen los quesos ahumados, el lomito, las ribs de cerdo, salchichas alemanas, jamón natural, pastrón y varias carnes. En invierno sumaron cazuelas al menú para sobrellevar el frío, y mantuvieron la variada oferta de sánguches para que hubiera opciones para todos los gustos.
Vuelta de página
La vida en Capital Federal quedó lejana para la familia. El pequeño Amador, que ahora tiene 5 años, directamente no tiene registro de sus primeros pasos en el departamento. Rogelio, de 8, se acuerda de algunos momentos en la que era la cuadra de su casa, las salidas a la plaza, dónde quedaba su jardín, pero los dos hermanos ya tienen grupos de amigos en La Rica. “Los primeros dos años fueron a la escuela rural, que fue una experiencia maravillosa, y en 2023 arrancaron en Chivilcoy porque es donde estamos más tiempo por el local, si no representaba muchas idas y venidas en el día; ahora ya estamos organizados de esta manera”, celebran.
El local que los propios dueños atienden en el centro de Chivilcoy (Foto: Instagram @weisbertahumados)
El sánguche estrella, de mortadela con pistachos, pesto y queso azul (Foto: Instagram @weisbertahumados)
De a poco se fueron sumando clientes, algunos los contrataron para cumpleaños y eventos empresariales, otros les encargan los productos por Instagram –@weisbertahumados-, o directamente los adquieren en el local en el centro de Chivilcoy. “No estamos haciendo envíos, por el tema de que son productos que no pueden perder la cadena de frío, salvo que sean pedidos grandes, pero estamos abiertos a tener franquicias, porque ya tenemos el modelo de negocio todo diagramado, que es muy fácil de ejecutar y con poco personal, por lo que soñamos con que nuestros ahumados se puedan revender al por mayor en otras ciudades”, expresan.
Reconocen que no es sencillo llevar las riendas de un negocio, sobre todo en el aspecto económico, que implica desafíos constantes. “Hay meses que la remamos en dulce de leche, que nos miramos los dos y decimos: ‘¿Qué hicimos?’, porque con la situación económica del país los precios cambian todo el tiempo y el rubro gastronómico se vuelve aún más difícil, pero la realidad es que queríamos que nuestros hijos crecieran como nosotros, andando en bici con los amigos, libres, que van y vienen solos a la canchita y yo no me quedo preocupada. No somos de mirar mucho para atrás, pero sinceramente no hay un día que nos arrepintamos, porque encontramos la calidad de vida que queríamos acá, y no hay economía que pague eso”, expresa Mariela.
Amador en pleno disfrute con el contacto con las animales y la naturaleza (Fotos: Gentileza Mariela Denardi)
En verano, además de la venta en el local, abren las puertas de su casa, ponen mesitas en el patio y ofrecen almuerzos con sánguches para disfrutar del aire libre. “Siempre terminamos sacando nuestra mesa del living, nuestras sillas, otro vecino nos presta más mesas, y así salen lindas reuniones; la gente no puede creer que nosotros vivimos ahí, pero nos encanta y tenemos la intención de compartir”, destacan. Se ponen contentos porque en estos tres años la localidad fue creciendo, otra familia inauguró una fiambrería con panadería, donde también se puede comer al paso, un restaurante, y La Rica brilla cada día más. Además, con ese nombre, hay un buen augurio de que allí la experiencia gastronómica promete sabores inolvidables.
“Nosotros leíamos notas de otras parejas que hicieron cambios de vida parecidos, y ahora no podemos creer que somos nosotros los que nos animamos y lo hicimos. Ojalá que así como nos inspiraron tantas historias, la nuestra también le sirva a alguien, y sobre todo nos emociona que nuestros hijos sepan que nos jugamos, que conocieron otra vida, y los vemos disfrutarlo, sin pesar ni tristeza por el cambio que elegimos, y con libertad”, concluyen.
Líderes y Emprendedores
Churo Mosito: cómo creció el restaurante de asado argentino con un toque tarijeño
En un rincón de Tarija, donde los vientos suaves y los paisajes verdes se mezclan con el murmullo del río Tolomosita, nació una idea que se convertiría en un referente de la gastronomía regional. Churo Mosito, el restaurante que hoy deleita a locales y visitantes con una combinación única de asado argentino y sabores bolivianos, tiene detrás una historia de pasión, dedicación y visión emprendedora.
“Queríamos construir algo que no solo fuera un restaurante, sino un lugar donde las tradiciones se encontraran y convivieran”, explica Fernando Fernández Cadena, uno de los fundadores de Churo Mosito.
El origen de una fusión cultural
La idea de Churo Mosito surgió de la interacción constante entre las culturas boliviana y argentina en Tarija, una región donde el intercambio de tradiciones y costumbres es natural debido a su cercanía con la frontera. Inspirado por esta mezcla cultural, Fernando y su familia decidieron emprender un proyecto que celebrara esta conexión a través de la gastronomía.
“Desde el principio supimos que queríamos destacar las técnicas argentinas de parrilla, pero dándoles un toque tarijeño. Nuestra visión siempre fue ofrecer lo mejor de ambos mundos”, relata Fernando.
Así, comenzaron a perfeccionar métodos tradicionales como el costillar de res a la cruz y el bife de chorizo, con cocciones lentas que aseguran carnes tiernas y jugosas. “Las cocciones pueden llevar hasta seis horas, pero eso es lo que garantiza la calidad. Cada vuelta de la carne sobre el fuego es un momento de paciencia y dedicación”, añade.
Además de la carne, Churo Mosito incluyó platos tarijeños como el saice, la ranga ranga y el picante mixto, una mezcla de gallina criolla y lengua que conserva los sabores más auténticos de la región.
El éxito de la innovación
El restaurante no solo se enfocó en los sabores, sino en crear una experiencia completa para sus visitantes. Ubicado en un espacio rodeado de áreas verdes, cerca del río Tolomosita y de la represa de San Jacinto, Churo Mosito invita a los comensales a disfrutar de la naturaleza mientras exploran una carta que combina tradición e innovación.
“Queríamos que Churo Mosito fuera un lugar para relajarse, desconectarse y disfrutar. Es más que un restaurante; es una experiencia”, explica Fernando.
Parte de esa experiencia es la oferta de bebidas exclusivas del lugar. La familia Cadena decidió innovar elaborando su propia cerveza artesanal con un toque de algarrobo, inspirada en la tradición boliviana de acompañar el pique macho con cerveza. Pero el mayor atractivo de su carta de vinos es el Tannat, una de las variedades más demandadas por los comensales por su capacidad de realzar los sabores del asado.
“Nos apasiona que nuestros vinos sean parte esencial de la experiencia. El Tannat, en particular, ha sido un éxito. Además, nuestro vino de chocolate artesanal es algo único que sorprende a quienes nos visitan”, destaca Fernando.
Un puente entre dos culturas
Churo Mosito también se ha convertido en un punto de encuentro para turistas y locales. Durante la temporada de verano, muchos argentinos visitan Tarija, y el restaurante se transforma en un espacio de intercambio cultural. Aquí, los argentinos se sienten en casa con los sabores del asado, mientras descubren los matices de la gastronomía tarijeña.
“Nos encanta que nuestros vecinos argentinos se sientan bienvenidos. Queremos que ellos conozcan nuestra cocina, así como nosotros hemos aprendido de la suya. Es una forma de tender puentes a través de la gastronomía”, afirma Fernando.
Este intercambio cultural también se refleja en el ambiente del restaurante, que combina la música tradicional argentina con la calidez tarijeña.
La historia detrás del éxito
El camino hacia el éxito de Churo Mosito no estuvo exento de desafíos, pero la familia Cadena ha sabido enfrentarlos con creatividad y trabajo en equipo. Desde sus primeros días, cuando la idea apenas tomaba forma, hasta convertirse en un referente gastronómico, el proyecto ha sido un reflejo del compromiso por ofrecer calidad y autenticidad.
“Desde el inicio, nuestra meta fue construir algo auténtico. Cada plato, cada detalle, cuenta una parte de nuestra historia”, concluye Fernando Fernández Cadena.
Hoy, Churo Mosito no es solo un restaurante; es un homenaje a la conexión entre dos culturas, un lugar donde cada bocado celebra la riqueza de la tradición y la innovación. Con una mirada puesta en el futuro, el equipo sigue trabajando para consolidarse como un referente de la gastronomía en Tarija, sin perder nunca de vista sus raíces y su pasión por compartir lo mejor de Bolivia y Argentina.
Ubicado a tan solo 15 minutos del centro de la ciudad, el restaurante está enmarcado por un entorno natural cerca del río Tolomosita y la represa de San Jacinto.
REDES SOCIALES:
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Líderes y Emprendedores
De técnico a estrella del teatro: la historia de Damián García
Es hijo de madre italiana y padre argentino, tiene 46 años, nació circunstancialmente en la ciudad de Pergamino, pero reside en el barrio porteño de Boedo. Se recibió de técnico electrónico en el Instituto Industrial “Luis A. Huergo”. Trabajó en una red interbancaria que instala cajeros automáticos y en una agencia de turismo. Estudió actuación y dirección teatral con Silvana Silveri. Recientemente, estuvo produciendo, dirigiendo y actuando en la comedia divertida “Esta noche es imposible”, en el teatro Cortázar. Para el mes de abril de 2025, prepara la comedia dramática “Latidos”.
“El destino no es una cuestión de azar, es cuestión de elección. No es algo por lo que se espera, sino algo que tiene que ser buscado”, este pensamiento que pertenece a William Jennings Bryan es el que mejor pinta de cuerpo y alma al talentoso productor y director teatral Damián García.
Es que el taurino de 46 años, que nació circunstancialmente en la ciudad bonaerense de Pergamino, pero se crió y reside en el barrio porteño de Boedo, siempre estuvo buscando su destino. “De chico me gustaba el cine y el teatro. Sin embargo, me daba miedo el escenario”, afirma sonriendo.
Al punto que, apenas egresó de la escuela primaria, el hijo de madre italiana (oriunda de Catanzaro) y padre argentino, influenciado por sus amigos, se anotó en el Instituto Industrial “Luis A. Huergo”. Tras cursar los seis años, se recibió de técnico electrónico. El título le posibilitó conseguir un puesto en Banelco, la red interbancaria que instala cajeros automáticos en todo el país. “Estuve dos años prestando servicios. Hasta que me di cuenta que la actividad electrónica no era para mí”, admite Damián.
Al poco tiempo, ingresó a una agencia de turismo, en donde se dedicó a programar y organizar paquetes turísticos. Simultáneamente, se inscribió en la carrera de Administración de Empresas, en la UBA. “Fue en vano mi intento universitario, porque deserté al año de cursada”, rememora.
Su vida cambió cuando descubrió el teatro. En verdad, fue como un amor a primera vista. Por eso, no dudó en tomar clases con la maestra de actores Silvana Silveri, quien pregona un lema: “el arte no es sólo para ‘hacer artistas’, es para sacudir y expandir conciencia”.
Sobre su profesora, el admirador de Héctor Alterio y Luis Luque destaca la notable capacidad como docente: “Silvana me acompañó en todo el proceso formativo”.
Damián García es actor, director y productor de espectáculos desde 2006. Posee la productora DG Producciones. Ha actuado y dirigido diversas obras teatrales. Desde “Actos reparadores”, “Barajar y dar de nuevo” y “Café manicomio”, hasta “Él es mi mujer”, “Hacer lo correcto”, “Hotel Manicomio” y “Al diablo con este diablo”, entre otras.
También efectúo espectáculos de revista: “Imparables” (show durante tres temporadas), “Irresistibles” (show durante dos temporadas) y “Buenos Ayres Show”, un espectáculo de nuevos talentos que, en 2024, cumple 17 temporadas.
En 2024, estuvo produciendo, dirigiendo y actuando en la comedia “Esta noche es imposible”, que se representó en el Teatro Cortázar, en el Complejo Paseo La Plaza.
Actualmente, está preparando una nueva versión de “Latidos” para abril de 2025, en el Teatro Cortázar. Se trata de una comedia dramática que cuenta la historiade una familia, en la que el conflicto de uno de los personajes dispara una mirada profunda, optimista y vital sobre las consecuencias de los dolores y secretos guardados, y de cómo a partir de lo “no dicho” se construyen las relaciones. Los personajes transitan sus afectos, temores, recuerdos y alegrías, empujados por una situación puntual que los conecta con sus propias historias de vida y con el valor reparador de la sinceridad.
Para saber más sobre la historia de vida de Damián García, visitar el Instagram: @damiangarciaproductor
Líderes y Emprendedores
La Historia de amor de dos emprendedores que instalaron su Fábrica de Empanadas Argentinas en Tarija
¿Cómo es la aventura de manejar un comercio en otro país y destacarse?
En marzo de 2017, en la ciudad de Tarija, Bolivia, comenzó una historia de amor, esfuerzo y tradición que hoy está presente en cada esquina de la ciudad y en varios otros departamentos. Andrea Ferreira Toro y Facundo Sebastián Fernández comparten una pasión por la cocina, su emprendimiento ofrece empanadas argentinas que han logrado conquistar a los paladares bolivianos.
Raíces y Tradición: La Cocina en las Vidas de Andrea y Facundo
Desde pequeña, Andrea Ferreira Toro se vio involucrada en la cocina, aunque en ese entonces no lo imaginaba como una vocación o un negocio. Tarijeña de raíces chapacas, Andrea creció viendo a su madre trabajar incansablemente, y muchas veces asumió el rol de cuidadora de su hermano menor. Fue en esos momentos cuando, casi sin darse cuenta, comenzó a cocinar y a desarrollar un amor por la cocina que la acompañaría para siempre. Las comidas que preparaba para su hermano eran más que simples platillos; eran el reflejo de una infancia marcada por el sacrificio y el cariño.
Por otro lado, Facundo Sebastián Fernández, nacido en Orán, Argentina, tenía su propia historia de conexión con las empanadas. Desde que era niño, veía a su madre preparar y vender empanadas en el barrio, y comprendió desde temprano el valor del esfuerzo y la dedicación que ella ponía para sacar adelante a su familia. Ese mismo esfuerzo quedó grabado en Facundo y se convirtió en parte de su identidad, inspirándolo a emprender un negocio que honraría esa herencia de sabor y dedicación.
Un Encuentro Destinado: De la Fotocopiadora a la Cocina
La historia de Andrea y Facundo comenzó de manera inesperada, casi como si el destino hubiera planeado cada detalle. Luego de varios altibajos y momentos de distancia en sus vidas, un amigo en común los presentó en una fotocopiadora. Las miradas y sonrisas hablaron por sí solas: la conexión entre ellos fue inmediata y profunda, como si siempre hubieran estado destinados a encontrarse. Facundo había llegado a Tarija con el sueño de probarse como futbolista, pero pronto descubrió que su verdadera razón para quedarse era Andrea y el sueño de construir algo juntos.
Así, en el 2017, comenzó su historia de amor y emprendimiento. Andrea, siempre decidida y firme en sus decisiones, renunció a su trabajo en el banco y apostó por el proyecto que los uniría a ambos. Facundo, inspirado por la valentía de Andrea, decidió dejar atrás sus propias dudas y unirse a ella en esta aventura. Con un solo punto de venta y muchas esperanzas, dieron inicio a su fábrica de empanadas, que combinaba las tradiciones culinarias de Argentina y la autenticidad chapaca de Tarija.
Las Primeras Empanadas y la Expansión de un Sueño
Desde su pequeño primer local, Andrea y Facundo comenzaron a ofrecer sus empanadas al público. Las recetas, cuidadosamente heredadas y adaptadas, conservaban la esencia de la cocina argentina. Desde las clásicas empanadas de carne hasta versiones innovadoras, cada producto reflejaba el amor y la dedicación de la pareja. El sabor auténtico y el compromiso de calidad hicieron que sus empanadas rápidamente ganaran popularidad.
El éxito de la fábrica creció de manera impresionante. Lo que con un solo punto de venta pronto se extendió a varios locales por toda la ciudad de Tarija y, eventualmente, a otros departamentos bolivianos. Hoy, sus empanadas son reconocidas no solo por su sabor, sino también por la historia de amor y trabajo que representan.
Una Familia que Crece y un Legado que Inspira
Andrea y Facundo tienen dos hijos: Mauro y María Victoria, a quienes están criando con los mismos valores de esfuerzo y amor que ellos han demostrado. Para ellos, la fábrica de empanadas es mucho más que un negocio, es un proyecto familiar que ha crecido gracias a la dedicación de ambos y que representa el legado inspirador que quieren transmitir a sus hijos.
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