Ciencia y Salud
Cuando irrumpe el cáncer de ovario: la historia de Zoraida, Marta y Sonia

Con motivo del Día Mundial del Cáncer de Ovario, el 8 de mayo, EFEsalud ha hablado con estas tres mujeres para conocer su historia. Saber cómo son sus vidas después de superar un tumor, que en 2023 causó la muerte de 2.193 pacientes, según las cifras citadas por la Sociedad Española de Onocología Médica (SEOM).
La elevada mortalidad responde, según los oncólogos, a la ausencia de síntomas específicos de la enfermedad, lo que hace que la mayoría de las pacientes sean diagnosticadas con el cáncer ya diseminado, pero también es fruto de la ausencia de métodos de detección precoz que sean eficaces y estén validados.
Este tumor se encuentra entre los diez más diagnosticados en mujeres, tal y como reflejan las estimaciones de la SEOM para este año, con 3.748 casos, por detrás de los de mama (el más frecuente con 37.682 estimados), colon y recto (17.349), pulmón (11.064), cuerpo uterino (7.428), páncreas (5.055), tiroides (4.869), linfomas no hodgkinianos (4.533) y vejiga urinaria (4.154).
La historia de Zoraida: El duelo de la no maternidad
Zoraida López es de Elche (Alicante), tenía 34 años cuando le diagnosticaron cáncer de ovario. Seis meses antes había acudido a una clínica de fertilidad para poder quedarse embarazada junto a su pareja. La emplazaron a volver a los seis meses si no lo conseguía por métodos naturales, ya que “todo estaba perfecto”.
Volvió pasado ese tiempo a la clínica y la ginecóloga vio algo que ya no era normal, así que la derivó al hospital para que le hicieran pruebas más exhaustivas.

Fue visto y no visto. En tan solo seis meses desde aquella primera visita para poder tener un hijo y en la que todo estaba bien apareció el cáncer de ovario bilateral. En diez días la operaron para quitarle los tumores pero no pudieron evitar hacer una histerectomía. No tuvo tiempo ni de preservar óvulos para tratar en un futuro de ser madre.
En modo superviviencia
“Yo buscaba ese embarazo, pero me fue inviable, inclusive poder guardar unos folículos. Me dijo el cirujano que hasta que no operase tampoco sabía hasta dónde abarcaba el cáncer pero no se pudo y me advirtió de que yo era lo primero”, recuerda la paciente de cáncer de ovario sobre su historia.
Tras la operación, recibió un total de seis ciclos de quimioterapia.
“Durante el primer año en todo el proceso estás modo supervivencia. Te levantas día a día con que hay que ir al hospital a hacer pruebas, la quimio…Tu cabeza está ocupada. ¿Qué es lo que ocurre cuando ya no hay tratamiento? Que la cabeza empieza a pensar en todo lo que ha pasado, en todo lo que llevas atrás y en todo lo que viene hacia delante”, asegura.
Las secuelas
Va a hacer cuatro años que la enfermedad está en remisión, y Zoraida está feliz, pero tiene varias secuelas. Una de las principales una menopausia quirúrgica, una etapa que su cuerpo ni siquiera pudo preparar.
“Conlleva insomnio, sequedad vaginal, cambios anímicos, al cuerpo le cuesta menos adelgazar, y dolor de huesos”, afirma Zoraida. Pero no son los únicos, el cáncer y el tratamiento también le han dejado otras secuelas.

A un linfedema en los muslos -hinchazón por acumulación de líquido porque el sistema linfático no es capaz de drenar la linfa- se le suman migrañas constantes, una luz que ve de forma permanente por su ojo derecho, dolores de estómago y neuropatía en las manos, entre otros.
“Hay una amplio abanico de cosas que nos pasan, de ahí la importancia de ser tratadas por un equipo multidisciplinar desde el minuto cero”, señala.
El dolor de no poder ser madre
Además de todo ello, en su caso, tiene que vivir con “el duelo de la no maternidad”.
“Ya no lidio en sí con esa mochila de si tengo una recaída en algún momento, es que, además, convivo con ese dolor de no poder ser madre”, lamenta Zoraida.
Tiene un incapacidad total por su estado de salud y percibe el 50 % de lo que era su salario, con lo que ha perdido capacidad económica, cuando hay consultas privadas que tienen que correr de su bolsillo para mejorar su calidad de vida.
“Son muchas cosas, ya no es solamente la enfermedad”, afirma la mujer.
La historia de Marta: Embarazo y cáncer
Marta García es de Valencia se casó en junio de 2022. En noviembre de ese año decidieron su pareja y ella tener hijos. En enero de 2023 se fueron un mes a Filipinas, de luna de miel. Ella volvió embarazada, tenía 39 años, una edad temprana para esta enfermedad.

Su historia con el cáncer de ovario comienza cuando fue a la ginecóloga para comprobar que todo estaba bien, y así era, aunque la doctora vio un pequeño quiste de tres centímetros. Le dijo que era muy común y que se reabsorbería sin problemas. Pero no fue así, el bulto fue creciendo y a la tercera ecografía ya medía once centímetros. “Se había comido el ovario”, cuenta.
El diagnóstico
Ella se encontraba muy cansada y con dolor de tripa, pero el embarazo enmascaraba los síntomas.
“Imagínate, yo embarazada, mi familia, mi marido locos, muy nerviosos y me decían que yo era lo primero y que lo que dijeran los médicos lo tenía que hacer. Cabía la posibilidad de que fuera bueno, pero no me podían biopsiar. Finalmente me hicieron una laparoscopia y me quitaron el ovario derecho antes de que el feto fuera demasiado grande y no se pudiera hacer”, relata Marta.
Tras la operación, la mujer estaba contenta porque había pasado ya el riesgo de aborto por la intervención pero recibió una llamada del hospital: era cáncer. La dieron cuatro ciclos de quimioterapia -que no traspasa la placenta- y le provocaron el parto en la semana 37.
El bebé, Nicolás, nació perfecto. A los pocos meses, Marta fue operada y le hicieron una histerectomía (extirpación del útero), con la consecuente menopausia, además le seccionaron un nervio obturador, que le dejó secuelas en una pierna.
Maternidad y menopausia
“No tengo claro si ha cambiado más mi vida por el cáncer o por la maternidad. E imagínate con menopausia y recién parida, con un bebé. Me ha cambiado en tanto aspectos….Una cosa buena es que a día de hoy como sigo de baja puedo pasar más tiempo con mi hijo”, indica.
Ahora -tiene 41 años- no hay rastro de la enfermedad pero sí “muchas secuelas”, además de la pierna.

Con todo lo que le ha ocurrido, quiere aportar su “pequeñito grano de arena” en las vidas de las mujeres que también han pasado un cáncer de ovario y da charlas sobre alimentación, también sobre etiquetado y compra saludable para las pacientes.
“Cuando me incorpore a trabajar -es funcionaria del Ministerio de Agricultura- me gustaría seguir implicada y ayudar a las mujeres diagnosticadas o que pasen por una cosa similar”, resalta.
La historia de Sonia: Diagnóstico tardío
En 2018, Sonia Cabezón tenía 43 años cuando, tras varios meses de consulta en consulta, le diagnosticaron la enfermedad. Tenía malas digestiones, había sufrido un cólico de riñón y le había crecido la tripa. Su médico de cabecera le mandó omeprazol y una analítica que indicaba que uno de los riñones empezaba a sufrir pero éste no le dio importancia.
No eran malas digestiones
Ella, natural de Vizcaya, seguía mal. Una doctora conocida, que había consultado la analítica la derivó al nefrólogo, quien le mandó un escáner. Días después fue a urgencias y la ingresaron para hacerle más pruebas. En una de ellas vieron algo en el ovario.
“Un médico entró en la habitación y me dijo que si ya alguien me había dicho lo que tenía, y le dije que no. Él me contestó que tenía un cáncer de ovario”, cuenta Sonia sobre su historia.

Tenía gemelos de diez años y ella era quien llevaba el dinero a casa, su pareja se encargaba del cuidado de los pequeños.
“Me preocupaba cómo se iban a mantener económicamente y cómo se iban a organizar, pero la verdad es que fue gratificante porque mi compañero me dijo que si yo moría iba a dejar una pena muy grande pero iban a salir adelante, que estuviera tranquila y me centrara en mí”, destaca Sonia.
Una segunda opinión
Modificaron en varias ocasiones la fecha de operación porque también vieron algo en el mediastino -una región anatómica clave, ubicada en la parte central del tórax-. Finalmente decidieron que no la iban a operar sino solo dar quimio de forma paliativa porque el tumor estaba en estadio 4.
Ella se planteó no tratarse si no había nada que hacer porque tenía mucho miedo al sufrimiento.
Pidió otras opciones médicas y la operaron en un hospital de otra comunidad autónoma distinta a la suya, el Vall d’Hebron, de Barcelona. En 2019 terminó el tratamiento y está libre de enfermedad desde entonces.

“Estoy intentando que la gente sepa que tenemos varias opciones de poder tratarnos, que no depende de nuestro código postal. Tengo esa pequeña lucha en el sentido de que hay muchas comunidades que no te dejan ir a otra. Y de primeras te dicen que no puedes ir a otra comunidad y es mentira”, subraya Marta.
Sonia ha afrontado su historia del cáncer de ovario de una forma positiva, es de la opinión de que si no te gusta algo, hay que cambiarlo , y si no se puede hay que adaptarse, y es lo que hizo. Además se sintió muy arropada.
“El susto lo tienes en el cuerpo, evidentemente, pero procuro que no sea así porque si no, no me dejaría vivir”, apunta Sonia.
Las tres mujeres son de la Asociación de Afectados por Cáncer de Ovario (ASACO).
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Ciencia y Salud
Andreu Buenafuente y el estrés: la importancia de parar y de recuperarse bien
Andreu Buenafuente no dará las campanadas en TVE debido a un “episodio de estrés” del que aún necesita recuperarse sin “acelerar”, según ha anunciado él mismo a través de un comunicado emitido este viernes. El tándem del humorista y la actriz Silvia Abril no podrá, por tanto, protagonizar el programa con el que la cadena pública pretendía despedir 2025 y recibir 2026.
Dice Buenafuente en el comunicado: “Tuve un episodio de estrés, común, pero no agradable, por trabajos en los que yo mismo creo. Hubo un momento en el que no pude y mi cuerpo me pidió parar. Quiero agradecer a los profesionales que me están ayudando y a la gente que me rodea. Cada gotita es una vitamina”.
Sobre los plazos de recuperación que le impiden estar en primera línea de TVE la última noche del año, afirma: “No creo que tenga que acelerar mi recuperación para hacer lo que tengo que hacer; tengo que estar feliz, y por eso, voy a seguir recuperándome y cuando sea posible volver, que sea. No sé qué va a pasar, pero la falta de un horizonte exigente es lo que necesita una persona que ha parado por estrés”.
¿Qué es el estrés?, ¿qué le hace a nuestro organismo?, ¿por qué conviene parar?, ¿si se para la actividad laboral, cómo hay que llevar a cabo esa recuperación? Son preguntas para cuyas respuestas EFE Salud ha contado con las explicaciones del psicólogo y psicoterapeuta Sergio García.
El estrés y los «pensamientos intrusivos»
Para empezar, una noción sobre el estrés: se trata de una respuesta natural del organismo a situaciones que percibe como desafiantes o amenazantes.
Explicaba la neurocientífica Carmen Sandi, presidenta de la Federación Europea de Sociedades de Neurociencia, según una información de EFE, que si esa respuesta “se prolonga o se intensifica más allá de lo necesario, puede transformarse en un problema que afecta tanto a la mente como al cuerpo”.
Entra en escena el “trastorno de ansiedad”, según nos cuenta Sergio García. Estamos ante “una característica mental en la que la persona tiene miedo, nerviosismo o preocupación de manera muy persistente y muy intensa”, lo que puede generar síntomas físicos como “taquicardia o sudoración”, pero también “síntomas mentales y cognitivos”.

García cita entonces “los pensamientos intrusivos”. “Esto quiere decir que estoy pensando en una cosa y me viene a la cabeza otra cosa que se hace protagónica a pesar de que no corresponde”.
Por regla general, añade, los pensamientos intrusivos derivan de no poner límites “entre lo personal y lo laboral”. Esta ansiedad, cabe puntualizar, “se puede generalizar si no se pone remedio a tiempo y si no se acude a un especialista”.
La importancia de parar
Fisiológicamente la situación se describe así: el cerebro interpreta ciertas situaciones como amenazas y activa, por tanto, respuestas de defensa. Envía señales a las glándulas suprarrenales para liberar hormonas como la adrenalina y el cortisol, que son las que contribuyen a la preparación del cuerpo para esa defensa.
En cascada van cayendo las reacciones: aumenta la frecuencia cardíaca, los músculos se tensan, la digestión se resiente… De continuar mucho tiempo este estado de defensa, de huida ante la amenaza, podría debilitar el sistema inmunológico y hasta infligir daños neurológicos.
Parar, además, “facilita la aplicación de estrategias terapéuticas y el aprendizaje de nuevas herramientas para manejar la ansiedad y poder recuperar integralmente la salud mental”, dice Sergio García
Es clave actuar a tiempo ante el estrés crónico. García esgrime la importancia de las pausas, de parones como el que está haciendo Buenafuente. No hacerlos es peligroso porque puede conducir al agotamiento o a la depresión.
Descansar, además, “facilita la aplicación de estrategias terapéuticas y el aprendizaje de nuevas herramientas para manejar la ansiedad y poder recuperar integralmente la salud mental”.
Y la importancia de la recuperación
Entre esas estrategias terapéuticas, dos perspectivas: la médica y la psicológica.
La primera, subraya García, plantea la recuperación con el objetivo de que no surjan “nuevas formas de estrés y que se resuelvan de manera adecuada”. Es decir, para “evitar recaídas y problemas a largo plazo”. Una recuperación “paulatina, no acelerada” persigue que “cuerpo y mente se adapten y generen nuevas sinergias” que, a su vez, eviten “un desgaste mayor”, concluye.
La segunda “puede ver necesarias las pausas”, pero, en opinión de García, no coloca al trabajo, la carga laboral, como causa única de la “desazón”. De hecho, desde este prisma, ayuda que el paciente trabaje.
“Desde la perspectiva psicológica, algún trabajo no sería del todo negativo, pero sin tener la intensidad del trabajo de antes. Trabajo cero durante varios meses tampoco es aconsejable porque es una cuestión que no es real”, reflexiona el psicólogo.
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Ciencia y Salud
La prevención y el tratamiento de la diabetes tipo 2 y la obesidad, entre los grandes desafíos sanitarios de la UE
Bruselas (Euractiv.com/.es) – Los expertos en temas de salud advierten de que a medida que la iniciativa de la Unión Europea (UE) «Juntos más sanos – Enfermedades no transmisibles (ENT)» entra en sus dos últimos años, el programa podría quedar desfasado en relación con los constantes avances de la investigación científica sobre salud metabólica.
Al tiempo que el marco financiero 2022-2027 ofrece a los Estados miembros del bloque comunitario apoyo para el combate contra las enfermedades cardiovasculares, diabetes, afecciones respiratorias crónicas, salud mental y factores determinantes del estilo de vida, no aborda explícitamente las enfermedades hepáticas, a pesar de sus fuertes vínculos metabólicos con la obesidad y la diabetes de tipo 2.
Durante un debate reciente sobre el tema, titulado «ENT, obesidad y salud hepática: ¿puede la UE cambiar el rumbo?«, varios especialistas calificaron esa omisión de debilidad estructural de la política de la UE en materia de ENT.
En ese sentido, Cyrielle Caussy, catedrática de Medicina Nutricional de la Universidad Lyon 1, advirtió de que pasar por alto la salud hepática supone ignorar uno de los órganos centrales de la epidemia metabólica europea. El hígado está en el centro de las principales enfermedades no transmisibles de Europa, recordó.
«El hígado es actualmente el punto ciego (…) no vemos realmente la salud hepática en la agenda. Sabemos que es un órgano clave en el metabolismo de la glucosa, los lípidos y la energía. Y está directamente relacionado con todas estas enfermedades no transmisibles», explica.
Se calcula que la esteatosis hepática (o hígado graso) afecta a cuatro de cada diez adultos en todo el mundo, pero los expertos subrayan que el problema es, en gran medida, «invisible» en las estrategias de la UE, entre ellas Healthier Together.
La obesidad, ¿es de verdad una enfermedad?
Uno de los motivos por los cuales no se presta atención a las enfermedades hepáticas es la persistente incomprensión de lo que significa la obesidad.
«Todavía hay muchos malentendidos sobre lo que es la obesidad», afirma la Dra. Andreea Ciudin Mihai, endocrinóloga, especialista en obesidad, profesora asociada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Hospital Vall d’Hebron y miembro del Consejo Ejecutivo de la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO).
«La obesidad no es una enfermedad basada en el peso por kilogramo; es una enfermedad del tejido adiposo, lo cual significa exceso y disfunción de la grasa corporal», sostiene la experta.
«Algo que cambiará el mercado es el reconocimiento de la obesidad como enfermedad no transmisible (…) mientras no se reconozca la obesidad como enfermedad, seguirá habiendo estigmatización», agrega la investigadora.
Medicamentos GLP-1: avances, pero desigualdad
«Ahora disponemos de dos fármacos que cambian las reglas del juego«, explica Mihai, quien destacó los beneficios para la diabetes, el hígado graso y las enfermedades cardiovasculares. Pero el acceso a los fármacos es limitado, ya que «estos medicamentos no tienen reembolso, así que la gente tiene que pagarlos de su bolsillo», explica. Caussy asegura que quienes más los necesitan «son los que no pueden permitírselos».
Por su parte, el Dr. Kremlin Wickramasinghe, asesor de la Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, advirtió del riesgo de que estos medicamentos sustituyan a la acción política en materia de prevención. «Me preocupa que todo el mundo piense que ahora tenemos un medicamento (…) y abandonemos la agenda de la prevención», señaló.
«Un tercio (de la población) no sabe que tiene hipertensión (…) y de los que están en tratamiento, un tercio no está bajo control», explica Wickramasinghe.
Detección precoz del «hígado graso»
Los expertos coinciden en que la detección precoz de la enfermedad hepática avanzada es factible y rentable, pero no está muy extendida. «La primera prueba que se recomienda ahora de forma generalizada es la puntuación FIB-4. Es barata porque es gratuita», señala Caussy.
El experto explica que los pacientes que cruzan el umbral clínico requieren una evaluación más precisa. «Si la cifra es superior a 1,3, existe un riesgo, y hay un seguimiento, y el seguimiento consiste en realizar una prueba de segunda línea, que es más precisa. Suele ser una trans-elastografía, que es un método basado en ultrasonidos (…) también se han desarrollado análisis de sangre», agrega.
Por su parte, Gamal Shiha, director de la Asociación Europea de Pacientes Hepáticos (ELPA), subrayó la necesidad de concienciar a la población. «No todos los [obesos ] son pacientes hepáticos (…) el asunto es cómo educar a los pacientes y cómo seleccionar a los que van al especialista», señala.
Lagunas en la prevención
Mientras tanto, Wickramasinghe subraya que el déficit de prevención en Europa empieza mucho antes del cribado. «Estas son las cosas que causan el 80% de las muertes, pero no hablamos con el 80% de los pacientes sobre estos factores de riesgo», asegura.
«Queremos un sistema sanitario que hable con los pacientes sobre estos factores de riesgo (…) un sistema sanitario que tenga la capacidad de hacerlo (…) hay tanto estigma y discriminación que hace que sea un tema controvertido a tratar entre un paciente y su profesional sanitario», explica.
«Antes de llegar al cribado con un montón de máquinas caras (…) tenemos que integrar la atención primaria, crear espacio y reducir la carga», puntualiza.
Retos pendientes en la UE
Por su parte, el eurodiputado Tomislav Sokol (PPE) criticó en el marco del debate la lentitud de la UE en el etiquetado nutricional.
«Llevamos años esperando (…) en realidad no estamos haciendo nada, subrayó Sokol, al tiempo que advirtió de que en el próximo Marco Financiero Plurianual (MFP) para el período 2028-2034, la prevención corre el riesgo de desaparecer.
En ese sentido, aseguró que las competencias de la UE en materia de etiquetado, comercialización, prevención, reforma farmacéutica y Espacio Europeo de Datos Sanitarios siguen infrautilizadas. «Los beneficios (…) no son claramente visibles de forma directa, por lo cual la mayoría de los políticos no se preocupan de las medidas que realmente proporcionan algún efecto a largo plazo».
«Cualquier política que pueda considerarse negativa para la industria no llega a aplicarse», advierte Wickramasinghe.
Los expertos coinciden en que la UE no podrá cumplir sus objetivos en prevención y tratamiento de ENT mientras no enfrente esas presiones políticas y comerciales. A medida que Healthier Together entra en su fase final, el mensaje es claro: Europa tiene las pruebas y las soluciones, pero sólo el coraje político decidirá si es posible invertir la tendencia, según sostienen los expertos.
///
(Editado por BM/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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Ciencia y Salud
Los síntomas que encienden la alarma ante la disfagia, ese bloqueo que no deja tragar
La disfagia es la dificultad para tragar, un trastorno grave que se anuncia con síntomas que nos deben encender las alarmas. Detectar cuanto antes evita consecuencias graves como desnutrición, deshidratación o neumonía aspirativa.
En el Día Mundial de la Disfagia, el 12 de diciembre, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) destaca la necesidad urgente de mejorar el diagnóstico temprano de un trastorno cuyo origen puede ser neurológico, estructural o muscular.
Es habitual en pacientes con ictus, enfermedades neurodegenerativas como párkinson o ELA, así como en personas intervenidas por tumores de cabeza y cuello. Pero también las personas de edad avanzada pueden tener alteraciones.
Según la SEEN, se estima que la disfagia afecta a aproximadamente al 8 % de la población mundial y al 5,6 % de adultos en España, con cifras más elevadas en pacientes hospitalizados, alcanzando hasta el 10,3% en unidades geriátricas y el 7,5% en servicios de neurología, reflejando el impacto de la edad y las enfermedades de base en su aparición.
Tipos de disfagia
La disfagia puede ser de dos tipos según su localización:
- Orofaríngea: La más frecuente, representa casi el 80 % de los casos. El problema se produce al iniciar la deglución en la boca o faringe. Hay riesgo de atragantamiento o aspiración.
- Esofágica: Se produce al pasar la comida por el esófago hacia el estómago, hay sensación de atasco.
Y también se distingue la presbifagia, la dificultad para tragar que se produce con la edad. Entre el 10 y el 30 % de los mayores de 65 años presenta algún grado de disfagia, superando el 80 % en mayores de 80 años.

Los síntomas de la disfagia
La doctora Emilia Cancer Minchot, vocal de Asistencia de la SEEN y miembro del Área de Nutrición de la sociedad, explica algunos de los síntomas que nos deben hacer sospechar de disfagia en un paciente al comer o beber:
- Toser con frecuencia.
- Cambiar la calidad de la voz.
- Disminución significativa del nivel de oxígeno.
- Ser incapaz de mantener el bolo alimenticio en la boca.
- No poder realizar el sello labial y babee.
- Cuando se quede comida en la boca o a nivel faríngeo tras la deglución.
- No poder tragar el bolo alimenticio en una única deglución.
- Sufrir frecuentes infecciones respiratorias.
- Deshidratarse con frecuencia o desnutrirse.
Las consecuencias de tragar con dificultad
Deglutir significa nutrir e hidratar, si el mecanismos de tragar se altera puede producir desnutrición y deshidratación.
Pero también puede producir aspiraciones orofaríngeas que conllevan infecciones respiratorias.
“Hasta un 50 % de los pacientes que presentan aspiración desarrollan neumonía, siendo la complicación más temida de la disfagia, ya que constituye 5-15 % del total de las neumonías adquiridas y puede tener una mortalidad asociada del 50 %. No es un problema menor”, explica la endocrinóloga.
Pero estas alteraciones también tienen consecuencias en la calidad de vida, la supervivencia del paciente y aumentan las estancias hospitalarias y los costes sanitarios.
La enfermedad puede conducir a aislamiento social, ya que el miedo a atragantarse y la necesidad de texturas modificadas dificultan la participación en comidas familiares y sociales.
“Muchos pacientes dejan de disfrutar de algo tan cotidiano como comer. Esto afecta a su bienestar emocional y a su integración social. El tratamiento no solo es clínico, también humano”, considera la especialista.
El abordaje y tratamiento
El tratamiento puede ser compensatorio, rehabilitador o una combinación, de ambos, e incluye:
- Adaptación de texturas y viscosidades (evitando alimentos con grumos, pegajosos, duros o con líquido en su interior).
- Posturas seguras durante la ingesta.
- Higiene oral estricta.
- Espesantes y aguas gelificadas para garantizar la hidratación, menaje adaptado y supervisión del cuidador.
- Ejercicios de deglución y rehabilitación muscular.
Además, cuando la alimentación por vía oral no es segura o existe desnutrición y/o sarcopenia es necesaria una intervención nutricional especializada.
“La disfagia sarcopénica se debe a la sarcopenia, es decir, a la pérdida progresiva de masa y fuerza muscular de los músculos de todo el cuerpo y de la deglución. Es un factor de riesgo importante para desarrollar desnutrición, ya que condiciona una ingesta oral reducida”, explica la doctora de la SEEN.
Es importante en su abordaje una estrategia multidisciplinar que incluya la colaboración de endocrinólogos, otorrinolaringólogos, rehabilitadores, logopedas, geriatras, digestivos, neurólogos y oncólogos.
Uno de los avances para el abordaje de la disfagia ha sido la creación de la “International Dysphagia Diet Standardisation Initiative”, que ha permitido definir globalmente las texturas de alimentos y viscosidades de líquidos para mejorar la seguridad.
También han surgido nuevas propuestas como la gastronomía molecular aplicada a la disfagia dentro de la restauración adaptada e innovaciones en rehabilitación neuromoduladora con resultados prometedores
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