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Sara Facio y su mirada de la Argentina del siglo XX, ejes de un documental conmovedor


“¿Cuál es el ojo que se mira a sí mismo?”. Desde que Stendhal formuló esta pregunta, miles de personas han tratado de responderla. A veces, lo más fascinante pasa del otro lado de la cámara. A veces, es el ojo que mira por la lente el que provoca un sentido artístico a lo que aparece del otro lado. Pionera en una actividad masculina, Sara Facio se ha convertido en esos ojos que miraron con fascinación buena parte de la historia argentina del siglo XX: sus fotos son tan icónicas que no podemos ver a Cortázar y a los escritores del Boom sino a través de las imágenes —los acontecimientos— que ella ha creado. Lo mismo sucede con la trama política del país, con hechos como la masacre de Ezeiza y el velatorio de Perón.

La realizadora Cinthia Rajschmir (Cortázar & Antin: Cartas Iluminadas; Luis F. Iglesias, el camino de un maestro) siguió tras los pasos de Sara Facio en un documental notablemente conmovedor: Sara Facio. Haber estado ahí es un largo paseo por la vida de esta maestra de las imágenes. “La fotografía es la maravilla de captar un momento”, dice Facio en la película, “lo pescaste o se fue, no existe más”. De alguna manera, el documental Rajschmir convoca a ese instante.
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La película es parte de la programación de Bafici y la directora habló con Infobae Cultura sobre su película.
—¿Cómo te acercás a Sara? ¿Qué buscás de esos ojos?
—Busco esos ojos. Yo trato de trabajar en el documental en una construcción delicada con el protagonista o la protagonista —en este caso con Sara—, de intimidad, de una búsqueda de verdad que siempre es relativa, que se transforma constantemente y que apela a la memoria. Son esos ojos los que busqué construir desde los míos. Por eso yo aparezco en la película: porque muestro un acontecimiento desde mi mirada. Busco quién es Sara y cuál es su mirada respecto de aquello que logró capturar de una manera única, extraordinaria, peculiar, maravillosa. A mí y a un montón de jóvenes nos formó Sara sin conocernos.
—El documental sigue varias líneas: está la Sara Facio más técnica que habla de lentes y obturaciones, también se ve a la narradora que cuenta qué quería mostrar en una foto, y hay una más, que es la Sara Facio que construye personajes como Cortázar.
—El arte es construcción. Es el tamiz, es el acontecimiento atravesado por el tamiz de los ojos de Sara. Es esa construcción que ella hace con su inteligencia, con el pensamiento y con la emoción. A Sara le importa muchísimo la emoción, y hace una obra que termina siendo un acontecimiento… filosófico, ¿no? Hay filósofos que dicen que el cine es un acontecimiento filosófico: bueno, cada foto de Sara es un fotograma. Enseguida te imaginás qué pasó antes y después.

—Tomando en cuenta tu documental sobre Cortázar y Antín, ¿cómo reconfiguraste la figura de Julio Cortázar a partir de la intervención de Sara Facio?
—No es una pregunta fácil de responder. Pero… En aquel documental yo tenía a Manuel Antín, tenía las cartas y tenía la voz de Cortázar. Me faltaba la imagen. Yo pude construir al personaje de Cortázar gracias a las fotos de Sara Facio. Y adrede no utilicé la fotografía icónica. Porque tiene otras tantas que son maravillosas, y entonces fui transformando esa figura y la fui haciendo viva. La escritura de Cortázar es viva. La voz de Cortázar ni que hablar. Y las fotos de Sara, exactamente lo mismo. Yo creo que gracias a eso ves a Cortázar como si estuviera vivo. Como si hubiera tomado parte en la película y dialogara con Manuel Antín. Eso lo encontré en las fotografías de Sara.
—¿Qué aprendiste de Sara en esos pasajes en que te explicaba las cuestiones técnicas de la fotografía?
—Es una maestra. Sara habla de eso de una manera tan accesible que me pareció que todos teníamos que aprender de ella. Aún más en este momento, en donde la imagen ha impregnado tanto a nuestra cultura y nuestra cotidianeidad, y los chicos, los jóvenes y todos nosotros estamos todo el tiempo sacándonos fotos, selfies. Me parecía importante que ella incorporara parte de su extraordinario conocimiento técnico, y que nos lo pudiera transmitir. Para que entendiéramos que hay otras maneras de sacarnos fotografías. Y que hay una forma pensante de construir las imágenes también.

—Sara Facio hacía retratos ligados al arte, pero a la vez registraba hechos de la política: mira a los escritores, pero también mira las marchas, la llegada de Perón. ¿Cómo se relacionan en ella el arte y la política?
—La política nos atraviesa a todos en todo. Lo político tiene que ver con el ámbito de lo público, y tiene que ver con la distribución del poder. Entonces ¿cómo una fotoperiodista no va a tener que ver con el ámbito de lo público? Y más con los acontecimientos históricos, como son los que ella capturaba por trabajo. Pero también hay que decir que estaba en aquellos lugares por un interés personal, y por trabajo.
—Pero cuando habla de Retratos y autorretratos, el libro con las 25 fotos de los escritores, que incluye a Borges, Bioy, Asturias, Onetti, Mujica Lainez, también incluye a los que eran perseguidos políticos.
—Ella no quiso dejar a nadie afuera. Incluso de aquellos que no tenían su misma perspectiva ideológica. Para mí esa es la libertad creadora. Y también es política. Es un posicionamiento político. Pero esto que digo es mi explicación, no quiero transmitir cuál es la perspectiva política de Sara, porque ella no necesita de mí, lo hace de una manera absolutamente autónoma. Desde mi punto de vista, el arte y la política tienen una conjunción cuando pasan a ser parte de la esfera de lo público. Ella peleó mucho para publicar Retratos y autorretratos, porque a todos les parecía fantástico, pero nadie se lo sacaba. Lo terminó editando Crisis en papel de diario y a ella le pareció bien que se vendiera en los quioscos. ¡Eso también es político!

—¿Cómo registraste la relación entre Sara y María Elena Walsh?
—Es un amor de 30 años, un amor hermoso. Imaginate: nuestra número uno de la escritura y la música junto a la número uno de la fotografía. María Elena, una extraordinaria artista que atraviesa el tiempo con su literatura y su música, con su forma de mirar el mundo y su forma de expresión. Y Sara, una artista que va más allá de nuestro tiempo y nuestro territorio, que es reconocida por distintas generaciones. Sara cumplió 91 años. Para mí, la de ellas es una historia de amor como cualquier otra, pero con ese condimento. Y con la delicadeza de tener el privilegio de hablar sobre el acontecimiento del amor. El amor no es una cuestión extraordinaria —y al mismo tiempo por eso sí lo es—. Si converso con vos y me contás una historia de amor que te ha conmovido, a mí quizás me interese un detalle que, finalmente, nos va a remitir al amor de todos. Con esa mirada me acerqué al relato de cómo Sara conoció a María Elena.

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