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¿El narcisismo es una epidemia global o una nueva normalidad con la que debemos convivir?
Es muy habitual en la vida cotidiana que se etiquete o caracterice a alguien como psicópata, para referirse a quien uno cree que actúa con desprecio a aspectos sociales y prioriza los propios. Todos los días vemos personas con comportamientos individualistas, egocéntricos, con escasa respuesta a los deseos o planteos del otro, que en general nos frustran y enojan.
¿Se trata de un trastorno, o simplemente un rasgo de personalidad acorde a tiempos de individualismo postmoderno en los que las categorías se replantean y cuestionan?
Aquí, un ejemplo que puede ser real o no pero es repetido en sus características con tanta frecuencia de manera que hace dudar si no es la forma actual de relacionarse: alguien con quien tenemos muy escaso vínculo solicita un favor hablando como si tuviéramos una relación frecuente y fluida de afecto y de proximidad. Le recordamos un anterior episodio similar al actual, donde luego de obtenido lo solicitado, no respondió, ni agradeció o se disculpó, por lo que llama la atención su pedido.
Uno hace el planteo esperando quizás hasta una mentira piadosa que permita seguir la comunicación. El interpelado, sin embargo, se muestra ofendido, dice estar muy ocupado, y que lo pedido lo puede conseguir en cualquier otra parte. Pasamos de indispensables y únicos, a descartables en segundos, inmediatamente corta la comunicación y sin más respuesta.
En otra época este ejemplo revelaría manejos narcisistas. Encanto superficial, intento de seducción y alabanzas, búsqueda del objetivo personal, pero al encontrarse con una posible negativa, como algo que lo puede frustrar, no puede evitar enojarse, ofenderse, desconocer el planteo del otro, desacreditar y, finalmente, cortar la comunicación. La famosa empatía sería la primera de las víctimas.
El narcisismo nace del mito en el cual un joven enamoraba a todos pero él los rechazaba. Entre ellos se encontraba la joven Eco que, por un castigo, solo podía repetir la última palabra. Narciso se negó a aceptar el amor de Eco quien se refugió en una cueva sola con su palabra repetida (de allí el eco). En castigo a Narciso, Némesis, la justicia y la venganza, hizo que se enamore de su imagen en un estanque e impedido con el tiempo de separarse del estanque, se arrojó y murió ahogado.
Más allá de Narciso, efectivamente, los narcisistas son personas complejas, con un especto de atributos y capacidades al menos de forma superficial que los hacen atractivos, pero también tóxicos.
Es muy habitual que una víctima que se ha alejado de la situación (ha logrado salir de la cueva de Eco), no pueda evitar mencionar casi nostálgicamente una serie de atributos, en particular la inteligencia. Al mencionarlos sin embargo, no parece serlo pero la ex víctima aún permanece en esa convicción que la tuvo atrapada durante tanto tiempo.
El narcisista es aquel que no puede o no quiere ver más allá de sí mismo, creando un microsistema del cual ellos están convencidos y que logran atrapar a su víctimas en una captación de la voluntad.
El manual de clasificación de enfermedades caracteriza a esta estructura de personalidad (no es una enfermedad como tal) de la manera siguiente:
1. Tiene un sentido grandioso de su propia importancia. Lo absorben fantasías de éxito ilimitado, poder, y se considera especial y único: sólo puede ser comprendido por, y sólo debería asociarse con, otras personas especiales o de alto estatus personal o institucional.
2. Requiere excesiva admiración. Es muy pretencioso, con irrazonables expectativas de un trato especialmente favorable o de una aceptación automática de sus deseos. Intolerancia a la frustración
3. Tiene un sentido exagerado y no equitativo de sus propios derechos. Piensa que se le debe todo.
4. En sus relaciones interpersonales es explotador. Se aprovecha de los demás para conseguir sus propios fines
5. Carece de empatía y es reacio a reconocer o identificar las necesidades y sentimientos de los demás.
6. Es frecuentemente envidioso o cree que los demás le tienen envidia
7. Muestra actitudes y comportamientos arrogantes y altivos o prepotentes.
En términos simples, el mundo del narcisista es un universo centrado en sí mismo siendo los demás satélites que solo considerará en cuanto a sus necesidades y objetivos. En ese modelo egocéntrico, están obsesionados por la atención y los conceptos de los otros que en la medida de ser favorables son válidos, sino quedan furiosamente denostados. Ese juego hace que los otros pasen de la sensación de importancia a la desechos, de manera imposible de prever.
Así, carecen obviamente de empatía, deben tener control y ser vistos como superiores, básicamente por ellos mismos, la real opinión de los demás no será considerada o siquiera escuchada. Las cosas “se deben hacer de manera lógica”, solo piden que se hagan a su manera.
Las relaciones interpersonales del narcisista son muy similares y sirven para estar alerta, aunque cambie el escenario hay características que se repiten en los lazos nucleares. Así el narcisista, como compañero de estudios, será aquel que pondrá en juego a los demás pero muy frecuentemente al docente, esperando hacer notar con sus preguntas su inteligencia que lo diferencian del resto.
Esta relación es bastante similar a la del colega de trabajo, en la que en esa búsqueda de diferenciarse y atraer la atención lleva a conflictos laborales en el grupo humano, a veces de manera significativa. El empleado con estas características será alguien que tratará de demostrar que está, como decía antes, por encima de sus compañeros y poniéndose de alguna manera a la altura de su superior, posteriormente lo pasará a cuestionar buscando otras alianzas.
De manera similar (como con otros rasgos) con las estructuras psicopáticas, no establecen vínculos reales sino alianzas de interés, así el cambio de esas alianzas es para lograr sus objetivos, hacerse notar, adquirir “contactos”, poder etc. Los demás tendrán, pasada la experiencia con estos personajes, la inevitable sensación (y certeza) de haber sido un instrumento utilizado.
El narcisista como pareja puede pasar por una etapa inicial en la que el otro será considerado un objeto para demostrar su propio valor, sea en función de la belleza, posicionamiento social u otro aspecto que solo sirva para demostrar qué clase de persona es la que merece estar con él o ella. Buscará que su pareja crea en su natural superioridad y casi infalibilidad en sus conceptos, decisiones y juicios. Es el caso de la pareja trofeo.
Lamentable, o quizás afortunadamente, esto es de corta duración y puede que la víctima realice esfuerzos denodados para seguir siendo el objeto elegido o por el contrario ser liberada.
En estos casos no se establece una construcción conjunta sino que uno juega el papel de un subordinado complementario, que en caso de “no ser entendido”, será denostada/o en cuanto a su capacidad intelectual, nivel educativo, social o diversas cuestiones, en definitiva no está a su nivel.
Muy frecuentemente ese cuestionamiento, o siquiera repregunta generará una respuesta intempestiva sintiéndose traicionado. La pareja buscará como “Eco” desesperadamente ser escuchada, hasta que logre entender y quizás así liberarse que no debe mejorar su discurso, tema en el consume gran cantidad de energías, sino que no hay siquiera escucha ya que para el narcisista no hay un otro, solo el/ella. El narcisista bebe de sus propias palabras y tiene un acuerdo total con él mismo o con quienes reproduzcan las palabras que él cree son propias. El famoso, “ves esto es lo que digo yo”.
Los hijos de padres narcisistas, en particular de madres, suelen mostrar heridas traumáticas el resto de sus vidas en la búsqueda de afecto que no les ha sido dado (o podido dar) y frecuentemente caen en relaciones del mismo tipo en sus interminables elecciones de pareja, una detrás de la otra.
¿Por qué, sin embargo, los narcisistas tienen tanto éxito? En general saben elegir a sus víctimas y manipularlas de una manera notable, explotando las debilidades complementarias a sus fantasías de poder. Así, una persona con una autoestima baja creerá que en la compañía de esa persona, segura, carismática, inteligente, atractiva (todos los atributos que el narcisista se esfuerza por cultivar y al menos demostrar superficialmente), también adquiere la importancia que cree no tener.
La sensación de ser especiales, que deben ser notados por los demás, hace que en todas las áreas de relacionamiento busquen ser líderes, ya que “tienen derecho” casi natural, a ese trato. “Todo el mundo debería saber quién soy”.
Es mucho lo que podemos hablar pero ¿cuáles son algunas de las herramientas que tenemos frente a esto? Quizás la primera y principal es entender si nos encontramos frente a alguien, en alguna parte de las características del espectro narcisista o efectivamente posee una estructura narcisista definida.
En este sentido intentar ver si algunas de esas modalidades tienen que ver con inseguridades que pueden ser trabajadas, inclusive con ayuda profesional. El hecho de aceptar la ayuda profesional es una buena señal.
Quizás valga una anécdota autorreferencial pero frecuente a todos los profesionales del área. Es habitual que nos consulte una tercera persona por alguien “que no cree en psicólogos” (todos entramos en la misma categoría) ya que “es muy inteligente”, pero que por alguna razón en nuestro caso (único) sí, nos ha elegido. Esa persona casi indefectiblemente, se ocupará luego de hacernos bajar en ese curioso “ranking”. Un ex paciente desilusionado decía, “ya no sos el número 1″. Evidentemente a un número uno lo tiene que tratar un profesional acorde a su nivel y espera de alguna manera una complicidad en el límite de lo delirante y autorreferencial. Este proceso de levantar y tirar al otro es el equivalente al niño que juega a eso con los objetos, los levanta y los tira al piso.
Ese mecanismo se traslada a otras áreas porque el narcisista en realidad es un infante emocional.
Habrá que aceptar de manera radical, es decir sin establecer juicios o buscar estrategias, la realidad de la situación, ya que esa persona que nos ha tocado profundamente, difícilmente podrá cambiar su estructura psíquica ya que esta es muy rígida. Mantener la esperanza de cambio a veces es el veneno posterior a la mordedura.
– Aceptar las propias emociones y limitaciones.
– Evaluar cuáles cogniciones/ideas son reales o simplemente aquellas aceptadas sin juicio propio debido a la relación de dependencia.
– No buscar soluciones o explicaciones en el pasado. Seguramente existen, pero hay temas a abordar de manera inmediata y directa.
– Ver en qué media la culpa, sea autoimpuesta o proyectada por el otro, que impide la liberación.
– Saber que no se tata de salir sin pérdidas sino aceptarlas y usar esas cicatrices para crecer.
Galileo Galilei fue sometido a juicio por negar la teoría geocéntrica, es decir, que el universo giraba alrededor de la Tierra. De la misma manera, los narcisistas nos quieren convencer que todo gira alrededor de ellos y las posibilidades que tendremos con esa relación, pero como dijo Galileo al salir libre del juicio: “Eppur si muove”, es decir, “sin embargo se mueve”, comprobando que a pesar de haber abjurado, se daba cuenta de que en realidad no giraba todo alrededor de la Tierra sino que el universo era algo mucho más vasto.
Lo mismo pasa con los narcisistas.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster (MN 63406) se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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