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Agustín Laje se define como reaccionario y subversivo: “Por eso me cancelan en una universidad”
Agustín Laje presentó su libro Generación Idiota el domingo 30 de abril en la trigésima quinta edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. En Corferias, casa de la FILBo, su conferencia fue una de las más concurridas, tras llenar auditorio que le habían asignado, destinaron otro espacio para retransmitirla.
El libro de Laje es una larga denuncia de la idiotización de la sociedad, que a su juicio vive en un estado de adolescencia que le impide llegar a la edad adulta. También hace un registro de cómo ha evolucionado el término idiota, desde los griegos para pasar a Ortega y Gasset y llegar a Deleuze y Guattari. Y advierte la pérdida de sentido como un síntoma de esta época en la que, con el fin de los grandes relatos, “el desierto avanza sin freno”.
Antes de la presentación de su libro, y después de que su conferencia en la Universidad Javeriana fuera cancelada por peticiones y reclamos de algunos estudiantes, Infobae Colombia habló con Laje sobre Generación Idiota, uno de los más vendidos en la última Feria del libro.
Su conferencia en la Universidad Javeriana se canceló por petición y para atender los reclamos de algunos estudiantes. ¿Por qué dijo que si hubiera sido de la comunidad LGBTIQ o si fuera negro no lo habrían cancelado? ¿Cree que ven ‘peligroso’ su discurso?
Bueno, estamos viviendo donde no hay lugar para la diversidad de pensamiento, que es la diversidad más importante de todas, es decir, las personas que piden que a mí se me cancele, son personas que podrían resolver el asunto de una manera muy simple no yendo a la conferencia, pero es que ellos no quieren no ir a la conferencia, ellos quieren que nadie pueda ir a la conferencia, y así como había alumnos que no querían que yo me presentara había muchos alumnos y que estaban muy expectantes con la idea de poder ir a escucharme a la universidad.
Pero bueno, en el nombre de una supuesta diversidad ya nadie puede pensar distinto a determinados grupos hegemónicos de la sociedad, grupos que, a ver, tienen buen marketing, tienen palabritas efectistas, clasifican a todo aquel que no piensa como ellos como antiderechos, misóginos, homofóbicos y en consecuencia lo reducen a ciudadanos de segunda categoría. O sea, aquellos que me dicen a mí, antiderechos, en verdad son aquellos que me están a mí restringiendo el derecho a la libertad de expresión, pero ellos me acusan a mí de anti derechos, cuando no solamente afectan mi libertad de expresión, afectan la libertad de tantos alumnos que sí querían ir a escuchar. Es lamentable lo que pasó.
Se iba a hablar sobre el libro y, además, como estábamos en una universidad se iba a abrir un momento de diálogo, para aquel que te tuviese alguna pregunta, para aquel que tuviste alguna crítica, para aquel que quisiera simplemente dar su opinión al respecto pudiera hacerlo. De eso se supone que va a la universidad, supongo yo.
Sobre el título del libro, usted ha dicho que es un juego, un gancho para ‘que los idiotas caigan en la trampa’, y que no es sobre una generación idiota sino sobre una sociedad que se ha idiotizado, que está en la adolescencia. ¿Cómo entiende ese tránsito adolescencia-adultez? ¿Se ha llegado a ese estadio de adultez?
Creo que con los ilustrados hubo una intentona de presentar precisamente el fenómeno ilustrado como una búsqueda de la mayoría de edad, una búsqueda de la mayoría de edad que dependía de un concepto de cultura muy claro, el concepto de cultura como un desarrollo, como un cultivo de la facultad del espíritu humano.
Ahora, esa visión de la cultura ha sido reemplazada por una visión totalmente mercantil, sosa, banal, de corto alcance del fenómeno cultural, entonces ya no hay jerarquías culturales, ya la cultura no se avisora como el desarrollo de la inteligencia, de la virtud, del gusto, entonces, la fase adolescéntrica responde también a una visión sosa de lo cultural.
Yo creo que hubo una intentona en el siglo XVIII y el siglo XIX y hasta principios de siglo XX, de considerar la adultez como marca de lo social, digámoslo así, y aparte del futuro de la humanidad pasaba por la construcción del mundo moderno, que este implicaba esa toma de responsabilidad y de libertad por parte de del mundo adulto y ese mundo adulto en verdad ya no existe.
La ilustración siempre fue un proyecto, la idea de la adultez, como mayoría de edad entendida moralmente, fue el proyecto de los ilustrados y nuestra posmodernidad se puede pensar como una anti ilustración radical.
Usted señala la pérdida del sentido, que también advierte Viktor Frankl, ¿esto es consecuencia de esa destrucción de los grandes relatos?
Sí, tiene que ver con la pérdida de los grandes relatos que estabilizaban el curso de la vida, es decir, uno llegaba a un mundo cuyo relato ya estaba funcionando, que marcaba las espectactivas, marcaba la procedencia, había rasgos de la identidad que ni siquiera aparecían como un problema.
Ahora, caídos esos grandes relatos nos enfrentamos a un mundo tan miniaturizado en términos de relato público, que lo político se vuelve personal. Esto es sumamente interesante, porque es que lo político siempre estaba referido a lo común y no hacia lo personal. Cuando uno estudia la historia de las ideas políticas va a encontrarse ese hilo conductdor, político refiere a lo común, por eso Rousseau va a hablar, por ejemplo de una voluntad general, por eso Aristóteles, para irme al mundo antiguo, va a definir al hombre como un animal político, pero la política realizada en el ágora pública. Y en el siglo XXI tenemos una política muy distinta, es una política de mis deseos se imponen en la estructura de los relatos políticos, ya no hay algo de «vamos a ponernos en común».
El libro también tiene un dejo de nostalgia y reaccionario, de ese deseo de regresar a esos grandes relatos, de rechazar lo nuevo ‘porque lo nuevo está mal y lo viejo está bien’…
En alguna medida yo creo ser un reaccionario. Esto no significa que yo vea en el pasado una especie de paraíso, al cual podemos retornar, no. Evidentemente, el pasado ha tenido tantas deficiencias, probablemente como el hoy, pero creo que hoy estamos un mayor riesgo que en el pasado. Tanto, así que sociólogos como Ulrich Beck terminan escribiendo La sociedad del riesgo para describir nuestra sociedad.
Yo trato de reconciliar, en el libro, la idea de que no puedo autodeterminar quién soy en un 100%. El individuo llega al mundo y ese mundo ya está construido, y en ese mundo ya existe un lenguaje, ya existen leyes, ya existen pautas morales, llega a una familia, él no ha escogido nada de eso, no ha escogido su nombre, él no escogió el año en que nació, no ha escogido el país, él no ha escogido la bandera. Ese individuo evidentemente está llamado a reformar positivamente muchas cosas, el problema actual es que estamos llamados a destruirlo todo.
El libro es una reivindicación de poder vivir en reconciliación con el pasado, en lugar de ese modelo de me paro en esa especie de atril moral, en el cual miro el pasado y digo todo eso es una porquería, eran todos unos, este, fachos y eran todos unos ultraconservadores, miro la historia como aquello sin lo cual yo no puedo ser. Me reconcilio con mis raíces. El libro trata de reconciliar a la gente con sus propias raíces, y trata, además, sobre todas las cosas, de reconciliar a la gente con lo político.
El libro Generación Idiota es un grito de libertad política en última instancia, porque el idiotismo es lo contrario de la libertad política.
Usted acaba de decir que estamos en mayor riesgo que en el pasado, ¿cuáles son esos riesgos?
Le voy a exponer un solo caso, cada vez son más los estados que tienen bombas nucleares. Es un riesgo real. Segundo caso. Qué va a pasar con el trabajo humano en una sociedad donde la máquina piensa, incluso, por mí, ya no es la máquina automatiza un proceso físico. No. La máquina empieza a pensar por mí. ¿Qué va a pasar con el trabajo intelectual? ¿Qué va a pasar con el trabajo creativo? ¿Qué va a pasar con un poeta? ¿Qué iba a pasar con un escritor? ¿Qué va a pasar con un juez, con un abogado? ¿Qué va a pasar con un filósofo? ¿Qué va a pasar con las humanidades? ¿Qué va a pasar con el trabajo humano? Es un gran problema. Es el gran problema de los próximos años y eso nos lleva, sin lugar a dudas, a una sociedad de riesgo.
Y por otra parte, las tecnologías del control. Hoy vivimos bajo el ojo de un verdadero gran hermano. Hoy ya no hay lugar donde yo me puedo esconder, hoy no hay zonas oscuras, hoy todo está bajo la luz pública, a través de nuestros propios teléfonos.
Esos son tres ejemplos que te puedo dar, así, rapidito. Peligros nucleares, fin del trabajo humano y una especie de meta vigilancia.
Ante estos riegos, ¿qué papel juega el idiota?
Bueno, el idiota lo romantisa todo. Para el idiota, todo mañana es mejor que el ayer. Y en ese sentido el idiota no va a ver nada de malo en la idea, por ejemplo, de que nos hayamos vuelto totalmente adictos a nuestros teléfonos. El idiota es el primero en hacer una especie de reality show de su propia vida frente a un mundo totalmente desconocido para él, que son esos seguidores que ni siquiera sabe quiénes son. El idiota, además, no tiene ninguna especie de reflexión política profunda, por lo tanto no va a votar de manera consciente, a veces ni siquiera va a votar, pero otras veces cuando va a votar, vota porque le gustó el color de ojos del candidato, eso se dice que pasó en México, o dicen que le gustó el perro del candidato, eso pasó en Argentina en las últimas elecciones, que en la campaña de Alberto Fernández armó, incluso, redes sociales para el perro. O votan aquel que está de moda, porque, este, no sé… porque está metido en un escándalo con supermodelos de turno y entonces ¡qué cool que es! Entonces, nuestra conducta política hoy no es política, es idiota.
Dejado de lado lo político, en tanto lo electoral, y los ejemplos que enumeró, ¿cómo y cuál es el rol del idiota en lo político? ¿Cuál sería ese contraidiota?
Hay un tipo de idiota que trata de meter su propio ombligo dentro de lo político, que es lo que hablábamos recién, y hay otro tipo de idiota que siente una indiferencia total y absoluta por lo político y piensa que en la medida en que él no se entere de lo político, lo político no se entera de él, cuando al final del día esa persona vive bajo un régimen político del cual tiene que respetar sus normas. Entonces tenés al idiota hiperindiferente y el idiota hipernarcisista.
Esos serían los dos tipos de idiomas, ahora, ¿cuál es el contraidiota? El contraidiota es el que mira por la ventana de su casa y dice acá hay cosas que a mí no me gustan, creo que en el mundo está pasando cosas malas, sobre las cuales hay que informarse de verdad, hay que tratar de formarse, hay que conocer quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro pasado… tenemos que educarnos sin ese sentido, si bien, yo no acuerdo muchas cosas con los ilustrados, creo que los ilustrados tenían una clave cuando pensaban que la libertad, la verdadera libertad, venía de la mano de la educación. El verdadero progreso moral, venía del lado de la educación, entonces aquel que se educa en la medida en que educar significa ex ducere —ex- afuera, -ducere, guiar o conducir—. Entonces, ¿cómo nos desidiotizamos? Educándonos, y lo siento mucho y acá viene la parte antipática porque soy un convencido de que la verdadera educación se encuentra en los libros, no se encuentra ni en TikTok, ni Twitter, ni en Facebook ni nada de eso.
Sobre la educación, en una entrevista usted dice, palabras más, palabras menos, que la educación universitaria, con su sobrespecialización ha ido en detrimento del acceso al conocimiento; también ha advertido que la universidad no es universal, ¿es un llamado a anular esa educación formal? ¿Cómo cree que debería ser esta?
Yo haría un esfuerzo por tratar de responder a las necesidades de la especialización, que es una necesidad técnica y económica, pero no desatender la idea de una educación integral y una educación integral tiene que contemplar un plano humanista. No puede ser que personas muy bien educadas, en términos de que tiene sus diplomas universitarios, no tienen sin embargo ninguna idea de cómo funciona nuestro sistema político, no tiene ninguna idea de cuál es la historia de su propia nación, no tienen ni la más remota idea de ni siquiera una base mínima de historia de las ideas… entonces cómo forman sus propias ideas personas que ni siquiera saben cómo pensar.
Claro, son probablemente muy expertos en, por ejemplo, programar en un lenguaje específico de computación. Bueno, pero sabes qué pasa, necesitamos algo más que técnicos, necesitamos ciudadanos. Necesitamos ciudadanos y el ciudadano es algo más que un trabajador. El ciudadano es un animal político.
Sobre la moda, advierte que “más que un mecanismo de recambio de productos, lo que la moda opera es un cambio al nivel de las significaciones”, y que es una muestra más de esa ansiedad por la identidad…
La gente cree y tiene la esperanza de que puede encontrar su identidad en la moda. Lo que al final del día la moda te vende es identidad. Es una respuesta de consumo a la pregunta de ¿quién soy? Y entonces la moda tiene un gran poder, porque ese «quién soy» se puede moldear, por eso la moda y la política terminan emparentadas. Mas aún, las modas y las ideologías. Yo allí pongo un ejemplo, que me gusta mucho, que es el de las camisetas feministas. Cuando yo compro una camiseta feminista, que hoy está disponible en cualquiera de las mejores marcas de la industria, me creo empoderada porque tengo allí para mostrar mi camiseta contra el patriarcado.
Ahora, una reflexión un poquito más profunda, me llevaría a ver que la mayor parte de esas marcas trabaja con mujeres del Tercer Mundo, que están internadas en fábricas de trabajos semi esclavo con jornadas laborales de 16 horas para fabricar tu camiseta feminista.
En ese sentido es un idiotismo político la moda, porque me está vendiendo una identidad que nunca va a poder consolidarse, porque la identidad precisa de elementos que permanezcan. Si todo fuese fluido, pues yo nunca podría estabilizar mi «yo», y mi «yo» es la era respuesta a mi identidad, y la moda es fluida. La moda vive del recambio, pues si no no sería moda, sería tradición.
La moda necesita, además, acelerar el recambio, porque acelerando el intercambio acelera el consumo y acelera los ingresos, y no podemos depender de que nuestra identidad la dé una camiseta feminista, mucho menos cuando esta camiseta está siendo fabricada por mujeres en condiciones de semiesclavitud.
Ante esa pérdida de sentido —que por qué piensa que se da—, ¿qué debe hacer la nueva derecha?, además de denunciarla y advertir que se intenta suplir con sucedáneos como la moda.
El sentido es una necesidad antropológica, solamente los seres humanos buscamos el sentido de las cosas, eso es un tema muy importante. Nadie puede escapar a la demanda del sentido. Ahora, para poder tener sentido, y esta es la propuesta, que por lo menos que yo trato de difundir: yo necesito poder narrar ese sentido. Narrarlo. El sentido es una narración, que trata de articular coherentemente el pasado con el presente y el presente con las proyecciones de futuro, en torno a determinados valores. No hay sentido sin valores.
¿Qué se ha derrumbado? Se han derrumbado, vamos a decir así, justinas de valores que otorgaban valores de relativa permanencia. Se ha derrumbado la religión, que daba un sentido trascendental; se ha derrumbado la idea de la nación, todavía no lo queremos ver porque celebramos que la Copa del Mundo, pero se ha derrumbado la idea de la Nación, la nación solo aparece cuando jugamos un deporte; se ha derrumbado o se está derrumbando la idea de la familia, que en definitivamente es aquel grupo primario que le otorga un sentido social a mi existencia, en primer lugar.
Entonces, esas estructuras de sentido se han derrumbado, e incluso se han derrumbado las clases sociales. Las clases sociales, en el relato marxista, le da un sentido a la historia, incluso. Pues, hoy, ¿dónde están las clases sociales? Perdón, yo no las veo. No veo la clase obrera. Vivimos en un mundo posindustrial y hablar hoy de identidad de clases suena absurdo incluso.
Qué se ha dejado fuera de todas esas justinas de sentido se ha dejado nada, se ha dejado ideologías bobas que corren como reguero de pólvora por Instagram, no me refiero a ideologías políticas, sino ideologías en tanto que visiones del mundo, tiro, por ejemplo: «todo lo que tú pienses se cumplirá en la medida que lo desees con todas tus fuerzas», o por ejemplo, «visualízalo y lo tendrás», o por ejemplo «el universo me da las claves para poder controlar ciertas circunstancias». Todos esos clichés son los que vienen a tratar de cubrir ciertos vacíos. Y en algunas medidas son clichés bastante capitalistas.
Desde el lado de la izquierda aparecen otros clichés. Aparecen los clichés de «todo lo que vos autopercibas que es tu realidad, entonces es tu realidad», «todo depende en definitiva de tus deseos», «te tenés que rebelar contra la totalidad, porque la totalidad es injusta y vos te mereces todo en esta vida»… Siempre se trata del «yo», siempre se trata de mi ombligo. Nunca se trata, al final de cuentas, de lo político, porque lo político ya no tiene asidero en ese sentido, porque se carece de estructuras sociales de sentido.
Claro, ahí está, la diferencia entre las estructuras de sentido, que se han perdido, es que eran comunitarias: la Iglesia, la nación, la familia, eran ideas no societales, comunitarias. Ahora, todo lo que queda hoy son individuos atomizados que hacen contratos de intercambio, y que por lo tanto tiene que crear estos cuentos.
Ahora, ¿qué piensa la nueva derecha? Bueno, evidentemente, yo hablo por mí, no puedo hablar por la nueva derecha porque es algo que me excede. Yo hablo por mí. Yo creo que ha habido una ofensiva deliberada contra esas estructuras de sentido. Ha habido una ofensiva con calidad de nación, por ejemplo la agenda 2030 hoy solicita, en su objetivo de educación, en una de sus metas que a los niños se los eduque para la ciudadanía mundial, ya no nacional, mundial. Ha habido una ofensiva contra la familia, esta idea del padre y la madre de familia no tienen derecho a educar a sus hijos, sino que son del estado, muy presente en países como España, ha sido una ofensiva política y la ofensiva contra la Iglesia también es una ofensiva política. Yo no creo que sea la estructura que se han venido abajo por sí solas, sino que han sido marcadas en batallas culturales.
Al final del libro, plantea una suerte de derrotero para la nueva derecha y que la rebelión dejó de ser un valor de las izquierdas para pasar a las derechas; también advierte que las izquierdas dominan en el establecimiento y que por eso las derechas ahora son ‘rebeldes’, porque se oponen a ese establecimiento, que añoran volver a encarnar…
A ver, una fuerza política busca volverse orden establecido, sin lugar a dudas. En ese sentido, si la nueva derecha en algún momento se vuelve orden establecido perderá sus fuerzas rebeldes, de la misma forma que la izquierda perdió su fuerza rebelde en la medida que se volvió orden establecido. La idea general es la siguiente: la rebeldía consiste en decir «no» allí donde el sistema establecido dice «sí» y consiste, al mismo tiempo, en decir «sí» allí donde el sistema establecido dice «no».
Voy a poner un ejemplo que está muy fresquito, a mí me han dicho «no», en la Universidad Javeriana, autoridades administrativas. Hay que preguntarse dónde está el poder allí donde no me dejan hablar. ¿Qué es lo que no puedo decir? Bueno, allí está el poder.
Entonces, hoy la nueva derecha tiene una gran fuerza subversiva, por eso es que la idea de Laje es conservador a mí no me cierra mucho. Yo creo que hoy soy un subversivo, por eso me cancelan en una universidad, no por conservador, por subversivo.
La nueva derecha tiene mucho todavía quedar en la medida que denuncia a élites económicas, a élites políticas, a élites del mundo del espectáculo y de la farándula; agendas que son intocables, como la agenda 2030. Bueno, estamos yendo contra todo. Solo una fuerza rebelde, enteramente rebelde, te puede llevar a esas luchas. En cambio, lo que yo llamo la nueva izquierda, hoy coincide con todo lo que se dice en Hollywood, en Netflix, en el mundo de los dueños de las redes sociales, en el Foro Económico Mundial, en Naciones Unidas, en el mundo de los famosos, en el mundo de los cantantes, en el mundo de las universidades, en el mundo de la política. Allí no hay rebeldía, allí hay marionetas.
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