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La biomasa ibérica, aliada estratégica en la UE contra el textil fósil
La biomasa de la Península Ibérica puede ser una aliada estratégica para producir un textil sostenible que libere a los países de la Unión Europea (UE) de la dependencia de China. Así lo plantea el proyecto Be@t, donde 56 socios gestionan en Portugal una investigación conjunta con 139 millones de euros financiados con Fondos Next Generation de la UE.
Uno de los principales objetivos es generar nuevos biomateriales que revolucionen el sector textil en la UE para hacerlo más resiliente y amigo del medio ambiente: El lyocell que se obtiene a partir de la celulosa de la madera es uno de los retos.
450 investigadores en el Norte de Portugal
Empresas, universidades y centros tecnológicos europeos se han aliado y han establecido un laboratorio de investigación en el Centro Tecnológico del Textil y el Vestuario de Portugal (CITEVE), en Vila Nova de Famalicão.
El director general de este centro, António Braz Costa, avanza en una entrevista con EFE que la gran apuesta de este proyecto es aprovechar la biomasa de la Península Ibérica y obtener materiales textiles a partir de la celulosa.
«Lo más difícil es que sean fibras funcionales y sostenibles y al mismo tiempo que no provengan del petróleo», afirma Braz Costa.
La clave está en la biomasa, la paja de los cereales, la madera del eucalipto o de otros árboles, ya que «todo lo que sea fuente de celulosa es una oportunidad y, además, es una materia prima que tenemos tanto en Portugal como en España», argumenta.
A día de hoy, «toda la fibra del textil proviene de Asia«, por lo que la Unión Europea también tiene una fuerte dependencia en este sector.
Además, con las fibras textiles que salen de la materia prima de la biomasa se garantiza que «sean de alta calidad», al tiempo que se evita que su procedencia sea del petróleo.
A través del proyecto Bea@t se ha constituido un grupo de especialistas en biotecnología, físicos y bioquímicos, entre otros, que han creado un laboratorio experimental para la obtención de fibras a partir de la celulosa.
Nelson Durães, uno de los responsables de esta instalación ubicada en Vila Nova de Famalicão, detalla a EFE que el proceso tiene diferentes fases en las que ensayan la generación de las denominadas fibras de ‘lyocell’ mediante pasta de celulosa soluble procedente de la madera.
Toda la cadena de valor entre Portugal y Galicia
La iniciativa cuenta con el apoyo del grupo Altri, uno de los 56 socios de este proyecto Be@t. Este conglomerado empresarial pretende construir una factoría de lyocell a partir de madera de eucalipto en la zona española de Palas de Rei (Galicia), un proyecto que ha provocado reticencias de grupos ecologistas y algunos políticos.
La futura planta ha recibido más de 24.000 alegaciones a las que se está respondiendo para que la Xunta de Galicia tome la decisión final de apoyar o no el proyecto.
Braz Costa indica que entre Portugal y Galicia se podría cubrir toda la cadena de producción del sector textil, con la materia prima de lyocell, aunque a día de hoy es China la proveedora del 95 % de fibras sintéticas.
El responsable considera que incluso España y Portugal podrían convertirse en exportadores de este tipo de textil ecológico, que cada vez es más necesario porque «las marcas de fabricación de ropa están muy presionadas tanto por las leyes como por la propia ciudadanía».
Los fabricantes de ropa con textiles originados a partir de derivados del petróleo y colorantes también de origen fósil están obligados a cambiar la tendencia y necesitan soluciones aliadas con el medio ambiente.
Asimismo, a diferencia de la fabricación de fibras textiles a partir del algodón, el tejido obtenido de la celulosa necesitaría un 80 % menos de agua, asegura el director del CITEVE.
Reciclaje infinito y biocolorantes
El reciclaje es otro de los desafíos del sector textil y en el proyecto europeo Be@t intentan ofrecer alternativas.
Según Braz Costa, «el reciclaje de las fibras de lyocell es infinito», al hacerse mediante un proceso bioquímico y no mecánico.
En el caso de las fibras sintéticas, además de separar el poliéster del algodón, «hay que reciclar sus colorantes, que también proceden del petróleo».
«La solución también la tenemos en la Península Ibérica con materias primas de las que podamos obtener biocolorantes», augura.
A través de la ceniza de la biomasa ya han logrado en el Be@t biocolorantes para las tonalidades del negro e, incluso, han obtenido tintes naturales que ya han patentado a través de las setas.
«Tenemos la materia prima para no depender de China y podemos completar entre Portugal y España toda la cadena de valor en el sector textil, algo que va a ser una gran oportunidad para la Unión Europea”, concluye el directivo del centro de investigación.
EFE
cgg
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Amazonía boliviana: Entre el hambre y el veneno del mercurio
En las profundidades de la Amazonía boliviana, donde la selva resguarda un sinfín de historias y tradiciones, las comunidades indígenas Esse Eja y Tacana enfrentan una crisis que trasciende generaciones. La naturaleza, a la que veneran como ‘Madre’, está siendo envenenada lentamente por un enemigo invisible pero letal: el mercurio.
Este metal, utilizado en la minería de oro, ha contaminado las aguas del río Beni y los peces que son la base de su alimentación, transformando su forma de vida en una lucha por la supervivencia.
Estamos preocupados, la contaminación nos está matando
Frente a una plataforma minera en construcción, Saúl Vargas, líder de la comunidad Tacana de Loreto, señala el epicentro del problema: “La verdad estamos preocupados, la contaminación nos afecta a nosotros como personas, a los animales y a los peces que viven en el agua”.
La voz de Vargas, de 37 años, resuena con desesperación y rabia. Describe los efectos devastadores que el mercurio tiene en su comunidad: dolores de cabeza, vómitos, diarreas y temblores. “Esto viene desde los años ochenta, pero ahora es peor. Como pueden ver, ahí trabajan los mineros”, denuncia.
Las comunidades indígenas no tienen otra opción que seguir pescando en el río contaminado. “Todos los días se van al río. Es nuestra costumbre, vivir de la pesca”, explica Vargas. Sin embargo, esa costumbre, antes símbolo de identidad y sustento, ahora representa un riesgo diario para su salud.
El veneno invisible
Oscar Campanini, director del Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib), confirma la gravedad de la situación. “Hay al menos dieciocho comunidades afectadas alrededor del río Beni. En dos de ellas, donde el consumo de pescado es altísimo, el impacto es mayor”, señala.
El problema no solo se limita a los seres humanos. Las aves que beben de estas aguas y los peces que nadan en ellas están también contaminados. “El medio ambiente queda completamente afectado”, advierte.
Para Borja Peralta, presidente de la comunidad indígena Esse Eja en Enechiquia, la situación es desoladora. “Todos los peces están contaminados, pero no tenemos otra opción”, dice, refiriéndose al mercurio que impregna las aguas del río. La falta de alternativas agrava la crisis alimentaria, forzando a estas comunidades a depender de lo poco que tienen, incluso si está contaminado.
Hambre y desesperación
A esta catástrofe ambiental se suma una crisis logística y social. La conflictividad política en Bolivia impide el abastecimiento de combustible necesario para las embarcaciones de pesca. Esto, unido a la contaminación, ha obligado a las comunidades a cambiar sus hábitos alimenticios.
En algunos casos, se han visto obligados a criar pollos, lo que implica gastos que pocos pueden asumir. Otros, simplemente, han reducido su dieta a arroz y yuca, alejándose de los alimentos que históricamente los han nutrido.
“Esto está rompiendo el orden tradicional de nuestras vidas”, explica Alfredo Zaconeta, investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla). Cambiar una dieta basada en pescado por una dieta basada en productos agrícolas o pollo representa no solo un cambio cultural, sino también un desafío económico. “Comprar carne de pollo en la comunidad más cercana ya es un gasto que muchos no pueden cubrir”, añade.
Leyes que no protegen
Mientras tanto, las políticas públicas parecen ser cómplices de esta tragedia. Según Zaconeta, las normativas que regulan la minería en Bolivia son ambiguas y favorecen a los intereses de las cooperativas mineras, muchas de ellas con vínculos políticos.
“No hay un control adecuado del uso de mercurio”, afirma, subrayando que las importaciones de este metal se han disparado en la última década, pasando de 12.000 kilos en 2014 a 151.000 en 2023. Parte de este mercurio se utiliza para la minería de oro en Bolivia, pero otra parte es contrabandeada a países vecinos como Perú y Brasil.
Bolivia es firmante del Convenio de Minamata, un tratado internacional diseñado para proteger la salud humana y el medio ambiente de las emisiones y liberaciones de mercurio. Sin embargo, en la práctica, poco se ha hecho para cumplirlo. “Pese a los múltiples reportes, no se han conocido acciones de remediación ni compensación para las personas afectadas”, señala Zaconeta.
Resistencia en la adversidad
A pesar de todo, las comunidades indígenas siguen luchando. Saúl Vargas, Borja Peralta y muchos otros continúan alzando la voz, denunciando la falta de justicia y exigiendo soluciones. Sin embargo, sus esfuerzos parecen perderse en el ruido del río Beni, cuya majestuosidad ahora contrasta con la tragedia que oculta en sus aguas.
“Estamos solos”, dice Vargas con una mezcla de resignación y determinación. Pero en su soledad también hay una resistencia silenciosa, una lucha por preservar no solo sus vidas, sino también su cultura y su relación con la naturaleza.
El mercurio no solo contamina el agua; está contaminando la esencia misma de estas comunidades. Cada pescado que consumen es una ruleta rusa, y cada día que pasa, la amenaza crece. Mientras el mundo avanza, estas comunidades quedan atrapadas entre el hambre y el veneno, esperando un cambio que parece cada vez más lejano.
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Ferrán Adrià: «Innovar no es una opción»
El chef Ferrán Adrià, que ha participado este jueves en una de las actividades del Blue Zone Forum organizado por la Universidad de Cádiz, ha asegurado que «innovar no es una opción», sino una forma de ver el mundo.
En su intervención, Adrià ha destacado la creatividad de la cocina en Andalucía y ha situado a Cádiz entre lo más «hot mundial».
El cocinero y empresario, que ha abierto la segunda jornada del Blue Zone Forum-Innovazul 2024, ha explicado su experiencia y su relación con la Economía Azul y ha animado a los asistentes a apostar por el talento, el emprendimiento y la creatividad.
En paralelo, distintas empresas han desarrollado actividades en los expositores presentes en el foro, como el de la empresa Marisma Biomed, que estudia diferentes usos de la salicornia y que ha realizado ensayos en personas que han sufrido algún ictus y han podido constatar que se recuperan antes y con menos secuelas.
También ha llamado la atención el expositor de Pigmenta Algae, empresa que tiene una línea de negocios de cuadros pintados con algas.
Uno de los espacios que se entrelazan en el Blue Zone de Cádiz es el ThinkInAzul, una estrategia conjunta de investigación e innovación para proteger los ecosistemas marinos frente al cambio climático y la contaminación.
ThinkInAzul Andalucía, cuyo proyecto científico está coordinado por la Fundación CEI·Mar, ha presentado su espacio ‘La senda del I+D+i en Ciencias Marinas’, donde difunde la actividad de los más de 400 investigadores que integran el Plan Complementario de I+D+i en Ciencias Marinas a nivel andaluz a través de sus 49 proyectos de investigación científica.
El rector de la Universidad del Magdalena en Santa Marta (Colombia), Pablo Vera, ha acudido a Cádiz para participar en otro encuentro internacional que une a empresas, instituciones, centros de investigación, universidades y comunidad en torno al desarrollo sostenible, regenerativo y pluricultural del mar y la costa.
En declaraciones a EFE, Vera ha destacado que la del Magdalena es la primera Universidad de América Latina que tiene un pregrado de ingeniería marino costera, un programa «novedoso e innovador que aborda el territorio marino costero en su integridad».
Vera ha defendido «el cambio de paradigma de pensar en una economía basada en la naturaleza y no contra la naturaleza» y ha sostenido que la sociedad se tiene que «desplastificar» porque se tiene que pensar en una transición energética que permita adaptarse al cambio climático.
Los océanos han acaparado buena parte de la segunda jornada con mesas redondas como ‘Retos en la investigación y conservación del PCS en la década de los océanos de la ONU’, así como talleres que han impartido información práctica para los emprendedores y estudiantes sobre temática diversa, todos ellos con el denominador común de la innovación y el emprendimiento en el marco del ecosistema azul.
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Global Mobility Call cierra tercera edición con el reto de trasladar proyectos a realidad
El congreso internacional Global Mobility Call puso fin este jueves en Madrid a su tercera edición con la idea de concretar las iniciativas generadas durante los tres días del evento en soluciones reales que ayuden a avanzar hacia modelos más sostenibles de movilidad.
La directora general de Negocio Ferial y Congresos de IFEMA Madrid, Arancha Priede, mostró su confianza en que el “ésfuerzo logrado” por el foro, que ha reunido a más de 450 ponentes en 150 mesas de debate, consiga “consolidar vínculos” para poner en marcha “grandes alianzas” entre el sector público y el privado.
“La misión de IFEMA Madrid es crear foros que dinamicen sectores y generen un impacto económico”, manifestó Priede en su intervención, en la que subrayó el rol del congreso como un “punto de encuentro” de empresas, instituciones, administraciones y voces expertas en este ámbito.
Todo el conocimiento generado se verá reflejado en un segundo informe ‘Global Mobility Call 2024’, que se editará en los próximos meses, según se dio a conocer al cierre del congreso, organizado por IFEMA Madrid y Smobhub, en el que la descarbonización del transporte, la electrificación o la investigación en energías limpias centraron el debate.
Liderar movilidad del futuro
Por su parte, la socia fundadora de Smobhub, Juncal Garrido, animó a Europa a liderar tanto el desarrollo de las “mejores prácticas sostenibles” como la formación de agendas globales que ayuden a cumplir con los objetivos marcados.
“Tenemos que buscar una colaboración internacional porque este evento es una llamada a la acción al Gobierno, a las empresas y a las comunidades para que trabajen por un futuro más sostenible que beneficie a la sociedad”, agregó Garrido.
Como novedad, el congreso de movilidad reconoció a varias de las compañías participantes: el premio stand más sostenible fue para Ciclosfera; el mejor diseño de stand recayó en Grupo Ruiz, mientras que la plataforma de movilidad Celering logró el galardón a la empresa más innovadora.EFE
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