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Ciencia y Salud

Una vida lastrada por una “enfermedad invisible”: el síndrome de la nariz vacía

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síndrome nariz vacía

El síndrome de la nariz vacía se origina cuando se quita en una cirugía demasiado tejido del tabique o, sobre todo, de los cornetes nasales, una parte de la nariz que entre sus funciones se encuentra la de humedecer y atemperar el aire que respiramos.

Era una operación sencilla

A Isabel la recomendaron operarse porque padecía una hipertrofia de cornetes, según cuenta en una entrevista con EFEsalud. La redujeron los cornetes a través de radiofrecuencia, una cirugía muy común, que apenas dura 30 minutos, es sencilla y no requiere ingreso hospitalario.

“Intentamos hacer un tratamiento tópico, con una serie de espráis nasales, pero como no funcionó, el médico me recomendó la intervención porque es una solución sencilla y poco invasiva, yo estaba desesperada porque no dormía bien y esa iba a ser la solución”, recuerda Isabel.

En medio de la pandemia del coronavirus y con una niña de apenas un año, Isabel se operó y durante los días siguientes se hizo las curas, lavados nasales y las revisiones médicas correspondientes.

“No sabía lo que estaba pasando”

A las tres o cuatro semanas de la intervención, Isabel empezó a notar que se ahogaba, se despertaba en la mitad de la noche con esa sensación de falta de aire, taquicardia y “saltaba como un resorte de la cama”.

“En ese momento yo no sabía muy bien que estaba pasando. Acababa de ser madre, todavía estaba dando el pecho, estaba la pandemia y esos síntomas no los atribuía a mi cirugía nasal”, afirma la mujer.

Síndrome nariz vacía
Isabel Rubio durante la entrevista. EFEsalud/BPC

Y los síntomas empeoraron ya no solo tenía problemas por la noche, durante el día estaba muy agitada, nerviosa, le faltaba más el aire. Empezó a tener una “una sequedad brutal y dolor en las fosas nasales”.

Su otorrino le dijo que todo estaba dentro de lo normal pero el cuadro clínico que tenía la impedía dormir. “A veces, ya por puro agotamiento, me quedaba dormida, pero a la hora o dos horas, me levantaba empapada en sudor, con taquicardias y no podía volver a conciliar el sueño”, relata.

Una “gincana” de pruebas

Aprovechó ese insomnio para investigar y leer sobre sus síntomas y encontró algo que cuadraba a la perfección con los que padecía: el síndrome de la nariz vacía.

A la siguiente revisión con el otorrino se lo comentó pero éste le negó que fuera así. Le dijo que lo que describía era algo muy raro, así que la derivó a los servicios de alergología y neumología: “Ahí empezó la gincana”.

Batería de pruebas de alergia, pruebas de sueño, pulmonares… Pero no salió nada concluyente. Así pasó por varios médicos.

“Estaba muy agotada. Decidí tomarme una pausa, pero los síntomas seguían ahí. Entonces, en todas esas noches de insomnio, yo tenía el convencimiento que tenía el síndrome de la nariz vacía, con lo cual ya me enfoqué directamente en investigar más sobre ello”, abunda.

La dificultad del diagnóstico

La mayoría de la bibliografía científica disponible relacionada con este síndrome estaba en inglés, cuenta, pero ella afortunadamente conoce el idioma.

Aprendió que el síndrome es fruto de una resección excesiva de los cornetes, con lo que el aire pasa por la nariz muy rápido, frío y seco. La mucosa se seca y se atrofia. Al estar hiperventilando, el cuerpo está en alerta constante, asegura Isabel.

síndrome nariz vacía
EFEsalud/BPC

“Cuando explicaba los síntomas, como no saben qué te está ocurriendo en la nariz, normalmente lo que te dicen es que tienes un problema de salud mental”, lamenta.

Como su marido es de Estados Unidos, se desplazaron hasta ese país por un viaje familiar y aprovechó para consultar con un otorrino especializado en este síndrome, se lo diagnosticó y le habló de una intervención para volver a recuperar el volumen de los cornetes con el injerto de cartílago de una costilla de donante.

Batazaco a la salud mental

Ella regresó a España abatida por el diagnóstico confirmado, pero también aliviada porque al fin tenía nombre a lo que la ocurría.

Tras el viaje y sin decidir nada sobre la intervención, los síntomas se agudizaron y acudió a un centro de salud mental, porque también necesitaba esa ayuda.

La dijeron que en relación a su salud mental tenía “todos los semáforos en rojo” y que iban a intentar ponérselos en “ámbar o verde a ser posibles”, de hecho, llegó a tener ideas suicidas.

“Fue una estancia de tres semanas que a día de hoy agradezco. No me arrepiento y creo que fue un salvavidas porque al final salí de allí con la medicación correcta para salir a flote, medicación que tengo hasta día de hoy para mantener la ansiedad a raya. Eso me ha permitido volver a estar fuerte mentalmente para centrarme en buscar tratamiento para el síndrome”, resalta.

Cirugías experimentales

Al salir, decidió operarse pero en España, con una cirugía experimental que en lugar de un injerto de la costilla de donante fue de la suya propia. Al principio funcionó la operación pero a los meses volvieron los síntomas.

enfermedad nasal
EFEsalud/bpc

Así, la propusieron una nueva cirugía, que se ha realizado hace unos meses, con el injerto de un cartílago de su costilla y células madre de su propia grasa corporal.

“La recuperación ha sido fantástica (…) pero sigo en el camino, porque el síndrome de nariz vacía no tiene cura. A día de hoy lo que hay son tratamientos paliativos”, apunta.

Un síndrome “complejo” y “subjetivo”

Desde la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), el vocal de la Comisión de Rinología, Alergología y Base del cráneo, Alfonso Santamaría, afirma que el síndrome de la nariz vacía es “complejo” de diagnosticar porque es “subjetivo”, en el sentido de que no hay pruebas que confirmen su positivo o negativo, sino que se basa en la clínica del paciente.

No hay ningún estudio sobre la prevalencia de este síndrome, que asegura el doctor, es “poco frecuente”.

“Son aquellos pacientes tras someterse a una cirugía nasal que se quejan de estos síntomas subjetivos, de tener la sensación de vacío en la nariz, tener sequedad nasal, tener ardor y no respirar bien a pesar de que sí que hay un flujo aéreo bueno”, sostiene Santamaría, quien confirma que no hay un tratamiento curativo, solo paliativo, ni la gravedad de lo síntomas es la misma en todos los pacientes.

La patología nasal, prosigue el experto de la SEORL-CCC, tiene una peculiaridad y que es que “afecta muchísimo a la calidad de vida” y a pesar de que no conlleva peligro físico vital, al estar todo el día respirando nos puede afectar al estado de ánimo y al sueño, entre otros, lo que puede generar ansiedad y favorecer la depresión.

¿Infradiagnóstico?

Para Isabel, el síndrome de nariz vacía está infradiagnosticado, porque los otorrinos no lo reconocen y se deriva a los pacientes a salud mental.

“Estoy convencida de que a día de hoy hay muchísimas personas diagnosticadas de ansiedad y depresión que han pasado por una cirugía nasal pero no están diagnosticadas del síndrome de la nariz vacía”, subraya.

Ayudar a los demás

Para Isabel padecer el síndrome de la nariz vacía ha supuesto un golpe, “un antes y un después” en su vida personal, familiar y profesional. Y eso que a ella su familia la ha apoyado en todo momento.

“El problema es que al ser una enfermedad invisible y poco reconocida la gente a veces no te cree, muchas veces el médico que tienes delante, el amigo al que se lo cuentas, lo infravalora porque no te ve tan mal. Y las familias a veces se rompen porque cualquier problema de salud mental desequilibra al paciente y desequilibra a las personas que tienen alrededor”, subraya.

paciente nariz
EFEsalud/BPC

Ella, afortunadamente, ha conseguido un redirigir su vida profesional, adaptándola a su situación, pero asegura que hay gente con el síndrome que ni siquiera puede trabajar y pasan de la noche a la mañana a estar en riesgo de pobreza extrema”.

“Conozco casos de personas que están cobrando el ingreso mínimo vital y no se pueden costear ningún tratamiento”, recalca Isabel, quien ha tenido que recurrir a sus ahorros para afrontar las dos intervenciones.

Hasta la fecha no hay una asociación de pacientes con el síndrome de la nariz vacía pero sí una comunidad en redes.

“Ahora me siento con la posibilidad de ayudar a personas a que, sobre todo, no tarden tanto como yo en conseguir el diagnóstico. Me estoy dedicando a apoyar a la gente en la comunidad, a la que entra casi casa semana una persona nueva”, señala.

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TRIBUNA | Cuando la diarrea crónica no es solo un efecto secundario

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diarrea crónica

La especialista recalca en su tribuna para EFEsalud que la diarrea crónica afecta a la calidad de vida pero que si esa patología tiene un origen, como la malabsorción de ácidos biliares (MAB), puede tratarse de forma efectiva si se cuenta con un diagnóstico correcto.

La doctora Maite Herráiz es especialista en aparato digestivo y directora del Departamento de Digestivo en la Clínica Universidad de Navarra, donde también lidera la Unidad de Prevención y Consulta de Alto Riesgo de tumores digestivos.

Con una sólida formación académica y una amplia experiencia clínica, combina la atención a pacientes con funciones docentes y de investigación, lo que le ha permitido impulsar proyectos innovadores en el ámbito de las enfermedades digestivas funcionales y los efectos secundarios gastrointestinales del tratamiento oncológico.

Reconocida por su capacidad de integrar asistencia, innovación y docencia, docotora Herráiz colabora activamente en sociedades científicas nacionales e internacionales y ha sido presidenta de la Sociedad Española de Endoscopia Digestiva, donde trabajó para potenciar el papel de la mujer en el ámbito científico y fomentar vínculos con entidades europeas y latinoamericanas.

Cuando la diarrea crónica no es solo un efecto secundario

Doctora Mª Teresa Herráiz Bayod, directora del Departamento de Digestivo de la Clínica Universidad de Navarra

Durante semanas, incluso meses, muchas personas llegan a convivir con un síntoma que puede alterar su vida cotidiana, limita sus rutinas y mina su bienestar físico y emocional: la diarrea crónica.

A menudo se minimiza, se atribuye al estrés, a una mala digestión o —en el caso de pacientes con cáncer— a los efectos secundarios inevitables del tratamiento. Pero, en muchos casos, la diarrea persistente tiene una causa concreta, identificable y tratable que suele pasar desapercibida, esto es, la malabsorción de ácidos biliares.

Hablamos de diarrea crónica cuando persiste durante más de cuatro semanas.

diarrea crónica
La directora del Departamento de Digestivo de la Clínica Universidad de Navarra, Maite Herráiz. Foto cedida

Aunque pueda parecer un síntoma menor, su impacto es significativo, ya que afecta al 3-7 % de la población general, y mucho más a personas que han recibido tratamientos oncológicos.

Más allá de la incomodidad, puede condicionar por completo el día a día, ya que obliga a conocer de memoria la ubicación de los baños, impide planificar salidas o viajes y, en casos graves, genera incontinencia o pérdida de peso.

El problema es que muchas veces se normaliza. Algunos pacientes se resignan, y otros, especialmente los que ya han atravesado un cáncer, tienden a considerarlo “parte del proceso”, pero no lo es ya que cuando esa patología tiene un origen como la malabsorción de ácidos biliares (MAB), puede tratarse de forma efectiva si se cuenta con un diagnóstico correcto.

La malabsorción de ácidos biliares ocurre cuando el intestino no logra reabsorber de manera adecuada las sales biliares que el hígado fabrica para digerir las grasas. Como resultado, estas sustancias llegan al colon, donde provocan una secreción excesiva de agua y electrolitos que deriva en diarrea acuosa, a menudo urgente y difícil de controlar, la Diarrea por Ácidos Biliares (DAB).

Aunque puede aparecer en personas sin patología previa, es más común en quienes han recibido radioterapia abdominal o pélvica, han sido sometidos a determinadas cirugías digestivas (como la resección del íleon) o han tomado ciertos fármacos oncológicos. En muchos casos, la DAB no aparece de inmediato, sino meses o incluso años después del tratamiento.

Sabemos que entre un 40 % y un 50 % de los pacientes tratados con radioterapia pélvica desarrollan diarrea crónica y, en la mayoría de estos casos, la causa es la DAB. Sin embargo, este diagnóstico se pasa por alto con frecuencia porque se asume como un daño colateral inevitable, cuando en realidad, identificar su origen puede cambiarlo todo.

Una DAB no tratada de forma adecuada puede tener consecuencias importantes sobre la salud del paciente ya que, además de mermar la calidad de vida, puede provocar desnutrición, alteraciones metabólicas e incluso llevar a suspender o reducir tratamientos oncológicos que son eficaces.

Y lo más grave es que muchos pacientes pasan por numerosas pruebas, dietas restrictivas o tratamientos que no llegan a abordar el problema de raíz.

Frente a esta situación, existe una prueba diagnóstica funcional específica que puede confirmar o descartar con alta precisión la DAB. Se trata de una gammagrafía que mide cuánta pérdida de ácidos biliares tiene el paciente en siete días.

Es sencilla, bien tolerada y con una exposición mínima a radiación y, a diferencia de otras pruebas, permite cuantificar la malabsorción y clasificarla como leve, moderada o severa, algo muy válido a la hora de orientar el tratamiento. Frente a la opción de probar tratamientos “a ciegas”, esta técnica aporta claridad y evita sobrecargar al paciente con fármacos o pruebas innecesarias.

Contar con este tipo de herramientas no solo ahorra tiempo, sino también incertidumbre, gastos innecesarios y malestar para el paciente. En muchos casos, un tratamiento basado en secuestradores de ácidos biliares o una pauta dietética personalizada es suficiente para revertir los síntomas y recuperar la calidad de vida.

En salud, ponerle nombre a lo que ocurre es el primer paso para poder actuar. La DAB no es una rareza y no debería seguir escondida tras diagnósticos inespecíficos como el síndrome del intestino irritable o un efecto secundario más del tratamiento.

Necesitamos hablar más de ella, que sea incorporada a los protocolos diagnósticos y formar a los profesionales que, día a día, atienden a estos pacientes. Especialmente en el caso del paciente oncológico, detectar y tratar adecuadamente la diarrea crónica es una gran necesidad. No se trata solo de controlar un síntoma, sino de cuidar su recuperación, su dignidad y su bienestar.

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Seis ejercicios frente a la menopausia sin salir de casa

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ejercicios menopausia

La profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Marta Massip Salcedo, que aconseja hacer estos ejercicios durante la menopausia, explica que una de las funciones de los estrógenos es ayudar a mantener la sensibilidad a la insulina.

Al disminuir los estrógenos durante la menopausia, el cuerpo tiende a volverse más resistente a la insulina. “Esta resistencia puede llevar a un aumento de la glucemia y a una mayor tendencia a acumular grasa abdominal, un tipo de grasa particularmente asociado al riesgo cardiovascular”, aclara.  

La falta de actividad física dificulta que el cuerpo controle los niveles de azúcar en sangre. “Esto puede favorecer el desarrollo de diabetes de tipo 2, el aumento del colesterol ‘malo’ (LDL), una pérdida del colesterol ‘bueno’ (HDL) y una subida de la presión arterial, lo que eleva el riesgo de enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares”, precisa la experta.

“Por eso, -añade- durante la menopausia, es sumamente importante adoptar hábitos de vida saludables que ayuden a mejorar la sensibilidad a la insulina y a reducir el riesgo cardiovascular, como, por ejemplo, cuidar la alimentación y hacer ejercicio”.

Massip Salcedo señala que en esta etapa es común ganar peso y perder masa muscular, especialmente si se lleva una vida sedentaria. 

Ejercicios menopausia
EFE/Brais Lorenzo

Además, con la menopausia las mujeres también experimentan cambios en su estado de ánimo, como tristeza, ansiedad o cambios de humor, y el ejercicio es un aliado que ayuda a mejorar el bienestar emocional. 

Ejercicios para mejorar la salud durante la menopausia 

Es fundamental buscar momentos para moverse. Pequeñas dosis de ejercicio o “snacks”, como los denomina la experta en una nota de prensa, ayuda a “activar los músculos, mejorar la circulación, mantener el metabolismo activo y controlar el azúcar en sangre, además de mejorar la energía y la concentración”.

La profesora de la UOC nos ofrece seis ejemplos de ejercicios cotidianos:

  • Subir y bajar escaleras durante un par de minutos.
  • Hacer varias series de sentadillas. Se pueden utilizar pesas durante las sentadillas para trabajar la fuerza. 
  • Caminar rápido por casa.
  • Hacer saltos suaves, como por ejemplo, salto a la comba.
  • Realizar series de flexiones apoyándose en un mueble.
  • Hacer varias series de ponerse de puntillas.

Es recomendable hacer estos ejercicios cada hora y durante un tiempo entre 1 y 5 minutos. Se pueden combinar o hacer uno solo cada vez. 

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Muere de cáncer la actriz Verónica Echegui, de 42 años

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Verónica Echegui

La muerte de Verónica Echegui se produjo ayer domingo pero no se ha conocido públicamente hasta esta mañana cuando la Unión de Actores y Actrices lo ha comunicado en sus redes sociales.

La capilla ardiente está instalada en el Tanatorio de la Paz (Alcobendas), donde mañana a mediodía será incinerada en una ceremonia íntima.

La trayectoria de Verónica Echegui en el cine

Verónica Echegui, nacida en Madrid en 1983, estuvo cuatro veces nominada al Goya y se dio a conocer por su papel de la Juani en la película de Bigas Luna de 2006.

Con medio centenar de títulos como actriz en su trayectoria, su primer Goya lo ganó por su debut como directora con el corto de ficción ‘Tótem Loba’ (2021).

‘Yo soy la Juani’ (2006) le valió su primera candidatura al premio de la Academia de Cine de España como actriz revelación y volvió a estar nominada como actriz protagonista por ‘El patio de mi cárcel’ (2008), de Belén Macías, y por ‘Katmandú, un espejo en el cielo’ (2011), de Icíar Bollaín, por la que la actriz madrileña sí obtuvo el premio Gaudí.

Verónica Echegui
La actriz Verónica Echegui en la presentación del corto “Estepas”, en la 70 edición del Festival de Cine de San Sebastián en 2022. EFE/Juan Herrero.

Además, su papel en ‘Explota, explota’ (2020) le valió una cuarta nominación, esta vez como actriz de reparto.

Verónica Echegui también ha trabajado en películas como ‘Tocar el cielo’ (2007), de Marcos Carnevale; ‘8 citas’ (2008) de Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen; ‘La casa de mi padre’ (2008) de Gorka Merchant; ‘La gran familia española’ (2013), de Daniel Sánchez Arévalo, y ‘Kamikaze’ (2014).

La última producción que estrenó fue la serie ‘A muerte’ (2025), comedia romántica de Atresmedia dirigida por Dani de la Orden, donde hizo el papel de Marta, implicada en una relación de dos treintañeros que no están en su mejor momento.

Además, deja pendiente de estreno ‘Ciudad de sombras’, una serie policíaca para Netflix dirigida por Jorge Torregrosa y que adapta la primera novela de Aro Sániz de la Maza de la tetralogía de ‘Milo Malart’, publicada por Destino.

La serie, de seis episodios, se rodó el pasado otoño/invierno en Barcelona, protagonizada por Isak Férriz en la piel del inspector Malart y con Echegui como la subinspectora Rebeca Garrido.

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