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Ciencia y Salud

¿Qué posibilidades hay de que la malaria vuelva a Europa?

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En países de Europa como España, Italia o Grecia está presente el mosquito del tipo “Anopheles”, el culpable de transmitir el parásito del género plasmodium que causa la malaria, enfermedad que acabó en 2023 con la vida de 597.000 personas en todo el mundo, el 95 % de ellas en África.

En ese año se registraron un total de 263 millones de casos, el 94 % también en la región africana, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Son los menores de 5 años quienes tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones graves, de hecho, en 2023, casi el 76 % de todas las muertes en África por malaria se produjo en ese grupo etario.

La situación de la malaria en Europa

En Europa, con las campañas de erradicación de la malaria en el siglo pasado, hicieron que desapareciera en muchos países, entre ellos, España, país que fue declarado libre de la enfermedad en 1964.

Desde entonces se registran casos muy esporádicos de transmisión local debido a la llegada de viajeros infectados y a la presencia en el territorio de los mosquitos capaces de transmitir el parásito.

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Una niña juega con un mapa de Europa. EFE/EPA/JULIEN WARNAND

Según un informe de situación y evaluación de riesgo de paludismo en España, del Centro español de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), de 2015, desde 2006 y hasta ese año solo se ha descrito una transmisión local sostenida de la enfermedad en Grecia.

En concreto, en 2011 se detectaron 42 casos de malaria sin historia de viaje a países endémicos, “lo que puso en evidencia la presencia de transmisión local de la infección”, que continuó en años posteriores, según el documento.

El parásito que transmite el mosquito

Con motivo del Día Mundial del Paludismo, que se conmemora cada 25 de abril, el catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, José Manuel Bautista, explica a EFEsalud que el ciclo de los parásitos que transmiten la enfermedad ocurre entre el ser humano y el mosquito. De hecho, el reservorio más importante de la malaria es el ser humano.

“Lo tiene el ser humano que está infectado, cuando le pica el mosquito, éste se lo lleva y dentro del insecto se produce una fase de desarrollo sexual del parásito, de forma que cuando vuelve a picar el mosquito a otra persona lo vuelve a transmitir”, señala Bautista.

El catedrático, que en los últimos 15 años ha centrado su actividad investigadora en la malaria y es secretario científico de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), subraya que hay varios tipo de parásitos plasmodium, el más extendido y que causa más mortalidad es el falciparum, mayoritario en el continente africano.

El segundo más frecuente es el plasmodium vivax, que está presente en una parte de África pero sobre todo en Asia y Sudamérica.

El cambio climático

Con el cambio climático al acecho, las estaciones están cambiando, con un clima más tropical, provocando que haya estaciones húmedas, en las que llueve mucho, y el agua se acumula, con lo que hay mayor propensión a que los mosquitos se desarrollen, apunta a EFEsalud la portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), Gema Fernández Rivas.

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Una mujer con un paraguas en Monrovia (Liberia). EFE/EPA/AHMED JALLANZO

En este sentido, señala que los climas tropicales es donde mejor viven los mosquitos, frente a los fríos, en los que no están tan adaptados.

Por lo tanto, afirma la experta, a medida que aumenta el calentamiento global y las lluvias torrenciales, acercándose el clima al fenómeno de las estaciones tropicales, puede que haya un aumento del número de mosquitos, algo que se ha comprobado en los últimos años, en los que la población de estos insectos ha aumentado.

“Con lo cual, en este aspecto, el cambio climático nos va a favorecer que el vector esté más presente, pero esto no implica que estos vectores estén todos infectados por el parásito que causa la malaria, porque de momento en Europa está erradicado”, resalta Fernández.

En España

En España, por ejemplo se detectan cada año entre 700 y 850 casos de malaria importada, es decir, en pacientes que se han infectado en una zona endémica, fundamentalmente en África, según un estudio coordinado por investigadores del el Centro Nacional de Epidemiología (ISCIII) y el Centro de Investigaciones Biomédicas en Red en Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), entre otros, que analizó la distribución del vector en el país.

“Esto no implica que favorezca que estos vectores estén todos infectados por plasmodium, porque de momento nosotros lo tenemos erradicado. Aquí no circula, ha habido algún caso pero esporádico y controlado, pero siempre hay que estar vigilantes y puede afectar”, considera la portavoz de la SEIMC.

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Colonia de flamencos en el Delta del Ebro, un área donde está presente el mosquito del género Anopheles. EFE/JAVIER BELVER

En este sentido, el catedrático de la Complutense añade que el “Anopheles” que hay en España transmite “con mucha dificultad” el plasmodium que causa la malaria más grave.

Sí puede ocurrir, que alguien que venga de zona endémica esté infectado y sufra la picadura del vector, dándose un caso autóctono, pero en estos casos, precisa el experto, las condiciones sanitarias en el país permiten, al igual que en el resto de Europa, que se detecte a tiempo, se trate y se pueda curar.

“La malaria es una enfermedad sobre todo de la pobreza y en Europa no hay esa pobreza extrema donde, digamos, es fácil que se acumule un reservorio muy grande de personas con malaria y que se empiece a hacer un ciclo”, señala Bautista.

El recorte a la ayuda internacional

El recorte de Estados Unidos a la ayuda internacional puede ser otro factor de riesgo. El presidente Donald Trump ha ordenado la interrupción de la cooperación que gestiona a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), un organismo que en 2024 distribuyó más de 44.000 millones de dólares en ayuda global.

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El presidente estadounidense Donald Trump. EFE/EPA/SHAWN THEW / POOL

Ni Bautista ni Fernández tienen dudas de que ese movimiento provocará el aumento de casos en las zonas endémicas.

El secretario científico de la SEBBM recuerda que en África durante la pandemia de coronavirus se paralizó la asistencia médica y el control local de la malaria. La consecuencia fue que aumentaron los casos en esa región, algo que augura volverá a pasar.

“Hasta que no ves lo que hay allí en enfermedades infecciosas como la malaria, la tuberculosis o el vih no de das cuenta de lo necesario que es porque hay mucha pobreza, viven de sistemas autosuficientes, de agricultura y ganadería muy, muy pobres”, abunda Bautista.

En el mismo sentido se pronuncia la portavoz de la SEIMC, quien afirma que seguramente parte de esa ayuda recortada iba destinada también a proporcionar vacunas contra la malaria.

“Por lo tanto, sí que probablemente haya un repunte de casos en los países especialmente africanos, que es donde es el gran problema en malaria. En África no es como aquí, la gente no tiene acceso a un diagnóstico rápido y seguro, allí hay que caminar mucho para poder tener la posibilidad de acceder a ello y poder pagarlo”, resalta Fernández.

Con todo ello el hecho de que haya más malaria en los países endémicos puede suponer que aumenten los viajeros infectados.

El eco

La experta considera que con este panorama, la posibilidad de que la malaria vuelva a dar el salto a Europa “es remota” porque hay acceso al diagnóstico, tratamientos y hay una vigilancia epidemiológica, por lo que, de momento, hay que estar tranquilos.

No obstante, añade: “El no en biología ya sabes que es como en el amor, ni nunca ni siempre. Posibilidad hay. De hecho, ha habido algún caso de malaria autóctona, pero de momento, tranquilidad”.

Bautista tampoco cree que pueda volver la malaria a Europa como “una enfermedad preocupante” por las razones ya esgrimidas: “cuando llega un caso se trata”.

Tendrían que pasar muchos casos, que la transmisión fuera muy intensa, y tanto en España como en el resto de Europa los sistemas de control de enfermedades infecciosas “son muy buenos”.

“Digamos que vuelva la malaria a Europa en las condiciones sociales, de control sanitario, etcétera, que hay ahora es difícil, está muy asociada a las zonas rurales en África”, zanja.

“Reinvertir, reimaginar, reavivar”

Para el día mundial, la OMS se une a la Alianza RBM para acabar con la malaria y a otros asociados para promover la campaña “La malaria acaba con nosotros: reinvertir, reimaginar, reavivar”.

El objetivo de la iniciativa, según señala la OMS en su web, es revitalizar los esfuerzos a todos los niveles, desde la política mundial hasta la comunitaria para acelerar los avances hacia la eliminación de la enfermedad.

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Un niño sentado tras una mosquitera en Zambia. EFE/KIM LUDBROOK

“Debemos reinvertir en intervenciones de eficacia probada, reimaginar nuestras estrategias para superar los obstáculos actuales y reavivar nuestros esfuerzos colectivos junto con los países y las comunidades para acelerar el progreso hacia el fin de la malaria”, indica la OMS.

Asimismo, destaca que “sabemos cómo acabar con la malaria” y que la decisión “es nuestra”: “Actuar ahora o arriesgarnos a perder terreno. Acabar con la malaria no es sólo un imperativo sanitario; es una inversión en un futuro más equitativo, seguro y próspero para todas las naciones”, resalta la OMS.

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El ictus también llega cuando eres joven: Sonia tuvo que empezar de cero a los 39

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Sonia González no recuerda nada del día que cambió su vida. Era joven, tenía 39 años y una carrera profesional consolidada cuando sufrió un ictus. Se desmayó en la ducha. Estuvo 33 días en coma, tras dos paradas cardíacas y dos ictus isquémicos. A pesar de que todo hacía indicar que se quedaría como un vegetal, no fue así. Ahora tiene 46 años, ésta es su historia.

Antes del ictus, Sonia llevaba una «vida normal», de una mujer joven. Era química, le encantaba su trabajo como gerente de una empresa farmacéutica, y viajaba mucho. Le gustaba salir con sus amigos, como a cualquier persona de su edad. Lo único que padecía eran migrañas con auras muy largas, pero los TAC no revelaban nada extraño, relata la mujer en una entrevista con EFE Salud.

El momento del ictus

Un día estaba en la ducha, sentía que se mareaba y llamó a su novio. Se cayó redonda al suelo y empezó a convulsionar. Él llamó al 112 y en 20 minutos ya estaba la ambulancia lista para llevarla al hospital. No recuerda nada, se lo contó él.

Al día siguiente la operaron porque tenia una aneurisma, por una malformación congénita que desconocía, y que reventó. Tuvo dos paradas cardíacas y dos ictus isquémicos.

«Mi imagen de la resonancia era brutal y los médicos no daban un euro por mí. Estuvimos 33 días San Pedro y yo jugando a las cartas y yo le gané», afirma la mujer.

Según el informe «Neurología y Mujer», de la Sociedad Española de Neurología (SEN), el ictus supone una carga desproporcionada para la mujer en comparación con el hombre: tienen más riesgo de sufrirlo a lo largo de su vida, el impacto de los factores de riesgo es mayor en ellas y tienen ictus de peor pronóstico.

Despertar del coma

Sonia despertó del coma 33 días después del ictus y no entendía por qué su familia estaba contenta al verla abrir los ojos, porque ella no podía mover el lado derecho del cuerpo, ni hablar por una traqueotomía, y no recordaba nada de los quince días antes del episodio.

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Sonia durante la entrevista, EFE Salud/María Abad

Fue ya en planta cuando empezó a comprender lo que le había pasado. Todo parecía indicar que no iba a poder hablar, ni andar pero poco a poco fue recuperándose.

Tras el alta se fue a vivir unos meses con sus padres porque no podía hacer nada, ni siquiera ducharse sola, pero a pesar de que la estaban cuidando «estupendamente» también la estaban «protegiendo excesivamente» y decidió volver a su casa, con su novio.

La rehabilitación

La rehabilitación intensiva la hacía en el Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (Ceadac) hasta que llegó la pandemia de la covid.

«Me dieron plaza en septiembre de 2019 y estuve hasta marzo, que empezó la pandemia y cerraron el centro. Tuve que rehabilitarme yo sola, como pude hacía con la mano ejercicios, también de memoria, fue un palo muy duro», recuerda Sonia.

Las secuelas más importantes que le ha dejado el ictus es la falta de movilidad de la mano derecha, mueve el codo y el brazo con ayuda. Por las mañanas habla mejor que por las tardes, que es cuando tiene anomias -dificultades para encontrar las palabras. También tiene problemas de atención, sobre todo si oye ruidos constantes.

Pero, sin duda, la mejor rehabilitación la hace con su pequeña Martina Leona, su hija de dos años y medio, que llegó tras un embarazo «superduro».

«Cuando tuve a Martina supe que ella había venido al mundo para hacer algo importante. Fue un bebé muy deseado. Yo sigo en rehabilitación, pero me he quitado el logopeda y el neuropsicólogo porque no necesito trabajar la atención, me la rehabilita Martina», dice Sonia, emocionada.

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Sonia embarazada de su hija Martina. Foto cedida

El momento más duro

Siete años después del ictus, confiesa que lo más duro para ella fue recibir la carta donde se leía ‘incapacidad permanente absoluta’.

«No podía trabajar en nada. Había estado toda mi vida formándome, era química, hice un máster de empresa farmacéutica, pasé por todos los puestos y me tocó», reconoce Sonia con lágrimas en los ojos y voz quebrada.

Pero se agarró a la vida. Vio el ictus como una oportunidad para escribir su vida y asegura que ahora es más feliz que antes, porque si bien tenía un trabajo de éxito, ahora disfruta más de los detalles y del día a día.

Y si antes se preguntaba por qué le había pasado el ictus a ella, que era una mujer joven y no a una persona más mayor, pasó a preguntarse para qué le había pasado.

«Descubrí un mundo de posibilidades. Y descubrí que disfrutaba más de la gente, de mi familia (…) Y el para qué más importante es para criar a Martina Y estar presente con ella, porque si no me hubiera dado el ictus, no hubiera renunciado al éxito, a los viajes y no hubiera estado tan presente», señala Sonia.

Aunque la incidencia aumenta con la edad, más del 60 % ocurre en menores de 70 años y el 16 % en personas por debajo de los 50 años. En los últimos veinte años se ha incrementado un 25 % la cifra en el rango de edad de 20-64.

La reinvención

No se ha podido incorporar al mercado laboral pero «se ha reinventado» y colabora con la Fundación Freno al Ictus.

«Creé un proyecto que se llama ‘Guiar en daño cerebral’, para informar de todos los recursos que tenemos de discapacidad, de dependencia, de incapacidad laboral y ya hemos ayudado a 700 personas», explica.

Además participa en el proyecto «Kiero», también de Freno al Ictus, que fomenta el autoliderazgo y empoderamiento de los afectados por daño cerebral adquirido, con el fin de que puedan reenfocar su vida de acuerdo a sus nuevas circunstancias.

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EFE Salud/María Abad

Junto a la Fundación trabajan sobre todo en el postictus, es decir, qué hacer cuando sufres un ictus, qué ayudas hay que tener en cuenta, y la recuperación.

«Nos dicen que aunque una recuperación es en los primeros meses, y el primer año es muy importante, no hay que dejar de hacerlo porque mejoras durante toda la vida», sostiene.

Por eso, con motivo del Día Mundial del Ictus, que se conmemora cada 29 de octubre, Sonia quiere hacer hincapié en la detección precoz de los síntomas de un ictus, como la flacidez y la parálisis facial, la pérdida de fuerza o debilidad de un lado del cuerpo o dificultades en el habla. Y en el caso de que ocurra, llamar al 112, para que se active cuanto antes el Código Ictus.

«Es esencial, así nos ahorramos muchas discapacidades», añade.

90.000 nuevos casos en España

Desde la SEN, recuerdan que en España cada año se producen unos 90.000 nuevos casos de ictus y más de 23.000 personas fallecen por esta causa.

En Europa, se calcula que más de 1,5 millones de personas sufrirán un ictus y, en los próximos años, los casos aumentarán a causa del progresivo envejecimiento de la población.

Más del 30 % de los supervivientes vive con secuelas, que les provocan algún grado de discapacidad o dependencia. De hecho, el ictus es la primera causa de dependencia en España, según la SEN.

Supone entre el 3 % y el 4 % del gasto total en atención médica en los países occidentales.

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Carmen, enfermera de emergencias: «La dana nos devastó, pero sentía que tenía que estar ahí»

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Carmen Casal, con 29 años de experiencia como enfermera de emergencias, nunca había vivido nada igual a la dana que el 29 de octubre de 2024 arrasó varias localidades valencianas: “Nos devastó por completo, pero yo sentía que tenía que estar ahí”, relata en una entrevista con EFE Salud.

Esta enfermera del Servicio de Ayuda Médica Urgente de la Comunidad Valenciana, el SAMU, cuando llegó a la zona cero de la dana, a Paiporta, dos días después de la catástrofe, se quedó impresionada por el silencio: “La gente estaba callada, intentando quitar el barro con lo que tenían en las manos, con lo que podían, algunos descalzos”.

“La visión fue desoladora, no te la quitas nunca. Estábamos todos en shock”, recuerda un año después de las inundaciones que se cobraron 229 víctimas mortales en la provincia de Valencia y arrasaron la normalidad de miles de personas al destrozar viviendas, negocios, colegios, centros de trabajo… Casi todo.

Entró en Paiporta y vió coches apilados que llegaban a la altura de un cuarto piso y calles llenas de barro por las que apenas se podía transitar: “No podías llegar a esas puertas cerradas, no podíamos acceder y no sabíamos qué había detrás y eso para una enfermera de emergencias es muy duro porque necesitas llegar a los que lo necesitan. Fue muy impactante”.

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Vecinos y voluntarios limpian de barro una calle de Paiporta tras la dana. EFE/Biel Aliño

La impotencia de una mujer

La primera asistencia de Carmen no fue precisamente médica. Tuvo que ayudar a una mujer que, aunque estaba limitada por su estado físico, quería ayudar y entró en un estado mental de desesperación que podía transformarse en un intento de autolesión.

“Esa mujer necesitaba desahogarse, llorar y encontrar un hombro”, relata la enfermera que consiguió que la mujer se sintiera útil haciendo bocadillos para los que estaban sobre el terreno intentando contrarrestar los efectos de la dana.

“Con la mirada nos dijimos: Tenemos que estar aquí

A los poco días, Carmen Casal volvió de forma voluntaria con el SAMU y estuvo trabajando en un hospital de campaña que se levantó en Paiporta, atendiendo a las víctimas de la dana pero también a los voluntarios que se dañaban en las labores de desescombro y recuperación de la zona.

“Recuerdo que me encontré con una enfermera que conocía, iba de barro hasta arriba y con una pala. Nos miramos, nos sonreímos y solo con la mirada nos dijimos: Tenemos que estar aquí”, comenta la también vicepresidenta tercera de la Sociedad de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), en representación de la sección de enfermería.

La sanitaria relata que unos quince días antes de la dana había perdido a su madre de forma inesperada: “No podía estar en mi casa haciendo mi duelo personal, yo sentía que tenía que estar ahí ayudando”.

Y se emociona cuando recuerda a muchas enfermeras de los centros de salud, algunas incluso ex alumnas suyas, que cargaron con una mochila provista de primeros auxilios para ir de casa en casa dando ayuda y creando distintos puestos de socorro.

A un kilómetro, la gente hacía vida normal

También profesora de la Facultad de Enfermería y Podología de la Universidad de Valencia, el 29 de octubre de 2024 Carmen estaba en su despacho hasta que la desalojaron después del mediodía por la alerta por lluvias.

“Por la tarde, mi marido llegó de la zona de Ribarroja y dijo que había inundaciones, que la gente se estaba ahogando. La alerta no llegó hasta pasadas las 8 de la tarde”, rememora.

“Había un contraste brutal, en Valencia, a un kilómetro, la gente estaba haciendo vida normal porque no había llegado esa catástrofe. Pero cruzabas el puente y la situación era de guerra”.

Ese puente, llamado de la Solidaridad, fue el que cruzaron cientos de voluntarios, armados con escobas, botas y palas, para quitar barro y poder ayudar a la población.

“La labor de los voluntarios fue excepcional. Ahí se vio el sentir del pueblo valenciano. Como valenciana me siento muy orgullosa de ser parte de ese voluntariado que dio muchas lecciones a las ayudas oficiales que llegaron después”, afirma.

Vista de los mensajes de apoyo en la pasarela peatonal que conecta Valencia con su pedanía de La Torre y que ha sido denominado como Puente de la Solidaridad con voluntarios que ayudaron a las tareas de limpieza tras la dana. EFE/ Ana Escobar

El personal de emergencias necesita ayuda psicológica

Carmen Casal considera que el personal de emergencias necesita ayuda psicológica por las continuas situaciones que viven. Ella, sin ir más lejos, estuvo atendiendo a las víctimas del accidente de metro de Valencia en 2006: “He visto casi de todo, he atendido a personas en el peor momento de su vida y he llegado a casa destrozada”.

En algunas comunidades autónomas, como la valenciana, no ofrecen un servicio de apoyo psicológico a sus sanitarios: “Los compañeros siempre decimos que necesitamos tener una habitación sólo para llorar y para desahogarnos” por vivir experiencias como la de la dana, pero también como la que padecieron durante la pandemia de covid.

Y ese apoyo psicológico, que tienen que pagar de su bolsillo, muchas veces lo suple la familia, pero sobre todo otros compañeros: “Descargo mi mochila con ellos”, afirma.

Pero aplaude que hablar de la salud mental de los sanitarios esté dejando de ser un tabú: “No tenemos que ser superheroínas y supermanes. No podemos con todo, somos humanos”.

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La enfermera de emergencias y vicepresidenta tercera de SEMES, Carmen Casal, ante una ambulancia del SUMA de Valencia. Foto cedida

Trabajamos en entornos hostiles

Las enfermeras de emergencias son personas con sensibilidad pero también con cabeza fría para trabajar con rapidez y seguridad ante situaciones límite y en tiempo récord.

“Tenemos que trabajar en entornos hostiles, desde un accidente de tráfico o una asistencia en un domicilio que no conocemos. No estamos en el box de urgencias del hospital”, sino que trabajan en el lugar del siniestro o en la ambulancia. El trabajo en equipo es la clave .

Actualmente no hay una formación homogénea en urgencias y emergencias, “cada uno se busca la formación como quiere o como puede, según las posibilidades económicas o las que le brindan la comunidad autónoma o las sociedades médicas”, explica la enfermera.

Por eso, desde la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias defienden que haya una especialidad en enfermería que facilite la misma formación a través del acceso a través de las pruebas de acceso EIR (Enfermero Interno Residente).

Y están a la espera de que el Ministerio cree está especialidad, aunque defiende que sea única de emergencias extrahospitalarias y no mixta con las unidades de cuidados intensivos ya que “diluiría nuestras competencias”, defiende la vicepresidenta de SEMES.

Regreso a la zona cero, un año después

Para la enfermera, una de las lecciones extraídas de la dana fue la importancia que tiene conocer a tu vecino y poder saber quién está impedido, quién no va a poder reaccionar y poder ayudarse unos a otros.

Un año después, la enfermera Carmen Casal ha regresado a la zona cero de la dana, a Paiporta, que está resurgiendo: “Entro con respeto y los miro con admiración porque los he visto resurgir del barro. Todos ellos son los héroes”.

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Miedo, sueño alterado o retraso escolar, la herencia de la dana en los menores un año después

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Un año después de la dana que arrasó varias localidades de Valencia todavía hay menores que sienten miedo de la lluvia y de las tormentas, que sufren alteraciones del sueño o muestran mayor ansiedad o estrés, además de sufrir un retraso en el aprendizaje.

El 29 de octubre de 2024, hace un año, las inundaciones de la dana se cobraron la vida de 229 personas, 9 de ellas menores, causaron daños a 16.000 viviendas y destrozos en otras infraestructuras, lo que impactó en la normalidad de miles de personas.

“Cuando truena me pongo muy nervioso y no puedo dormir”, explica un niño de 9 años de Paiporta, una de las zonas más afectadas por las inundaciones.

Sus palabras se recogen en el informe “Con el barro en la mochila” elaborado por Save the Children en colaboración con la Universidad de Valencia al consultar a 2.300 familias afectadas y a profesionales de los servicios sociales, de la educación, de ONG y responsables políticos.

Algunos datos del estudio reflejan:

  • Más del 30 % de los menores, un año después de la dana, reconoce sentir miedo a la lluvia , las tormentas o los truenos.
  • El 24 % sigue teniendo problemas para dormir.
  • Se han producido cambios en el comportamiento de niños y niñas: mayor ansiedad o estrés persistente y dependencia de las pantallas como mecanismo de escape.
  • El 12,4 % manifiestan dificultades de concentración.
  • El 11 % pasa más tiempo con dispositivos electrónicos.
  • El 7 % prefiere el aislamiento social.
  • El 45,7 % de las familias expresa que su principal preocupación es el estado emocional de sus hijos e hijas.

Y Save the Children advierte de que el acompañamiento social y emocional de niños, niñas y adolescentes ha sido muy deficiente, y se ha fiado todo a su capacidad de resiliencia.

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infografía del Informe «Con el barrro en la mochila» de Save the Children y la Universidad de Valencia. Foto cedida

Retraso en el aprendizaje

La mitad de las familias (52,4 %) reconoce que sus hijos e hijas han sufrido un retraso en el aprendizaje.

“Ante cualquier emergencia, como la que vivimos en Valencia, es crucial que los centros educativos se reabran cuanto antes. En un contexto de crisis, ir a la escuela ayuda a recuperar un sentido de normalidad y esperanza para esos niños y niñas”, explica Rodrigo Hernández, director de Save the Children en la región.

El colegio no solo es un lugar de aprendizaje: también garantiza servicios esenciales como el comedor escolar, vital para muchas familias con menos recursos.

En octubre de 2024, más de 18.000 niños y niñas de las comarcas afectadas por la dana dependían de una beca comedor: “Mantenerlo abierto tras una emergencia asegura una alimentación saludable para los que más lo necesitan”, dice Hernández.

Las consecuencias en el ámbito educativo

El informe “Con el barro en la mochila” destaca algunos otros datos en el ámbito escolar:

  • El 71,6 % del alumnado siente que su estado emocional se ha visto afectado por no haber podido asistir a la escuela.
  • El 33,3 % considera que el ámbito de las relaciones también se ha alterado.
  • Los niños, niñas y adolescentes de los municipios afectados por la emergencia han dejado de realizar actividades deportivas (45,4 %), al aire libre (28,0 %), recreativas o culturales (25,0 %) y extraescolares (24,7 %).

“Tras una emergencia, las heridas que más perduran en el tiempo son las psicológicas. En este caso, hemos echado en falta que la administración habilitara más espacios seguros, protectores y de buen trato hacia la infancia y la adolescencia para reducir el impacto psicoemocional de estos niños y niñas”, subraya el director.

Además, lamenta que muchos de los espacios donde niños, niñas y adolescentes se relacionan “siguen sin estar rehabilitados, cuando son esenciales para su desarrollo”.

En la imagen un colegio de la localidad de Alfafar con varias advertencias de no entrar debido a su estado tras la dana. EFE/Ana Escobar

La dana Alice reaviva el recuerdo

La dana Alice que ha impacto este mes de octubre en la Comunidad Valenciana ha revivido el temor de menores y adultos a los momentos trágicos de la dana del año pasado.

Save the Children alertaba de que el 93 % de los niños y niñas de la región sufrirá al menos un fenómeno climático extremo al año, lo que convierte a la Comunitat Valenciana en la cuarta región más expuesta de España.

Las familias en situación de pobreza son las más expuestas a sufrir las consecuencias de este calentamiento global. Esto se debe a que las poblaciones más vulnerables viven en zonas más impactadas por los eventos climáticos extremos y tienen menos capacidad de adaptación.

«Con el barro en la mochila» muestra que casi el 15 % de las familias encuestadas perdió su vivienda y que una de cada cuatro considera que su hogar es ahora menos seguro para los niños, niñas y adolescentes que antes de la dana.

Además, cuatro de cada cinco familias (80,3 %) residentes en los municipios de la “zona cero” viven en edificios aún con reparaciones pendientes o directamente en viviendas muy afectadas, pero en las que se ven obligadas a seguir residiendo.

La reconstrucción

Un año después de la dana, Save the Children advierte de la importancia de no dejar de lado a la infancia, un colectivo de atención prioritaria en este proceso y que se incluyan en la toma de decisiones.

“Es necesario reforzar la respuesta en ámbitos como el de la educación, la salud mental y el apoyo a familias en situación de vulnerabilidad, incorporando un enfoque preventivo y situando a los niños y niñas en el centro de las decisiones para garantizar sus derechos y fortalecer su resiliencia ante futuras emergencias”, concluye Rodrigo Hernández, director de la ONG en Valencia.

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