Ciencia y Salud
La alimentación que calma los nervios

Aunque el estrés, la ansiedad y los nervios están interrelacionados, a menudo suelen ser confundidos unos con otros y algunos de sus síntomas pueden asemejarse, se trata de tres estados diferentes, según los especialistas en salud mental, y la alimentación influye en todos ellos.
El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional, provocado por una situación difícil o un pensamiento agobiante.
Este surge como una reacción del cuerpo a ese desafío o demanda.
La ansiedad es un estado duradero de angustia, agitación, temor, inquietud o zozobra anímica, ante algo que se sabe que ocurrirá o se cree que podría suceder, pudiendo ser una reacción al estrés.
Por su parte, el nerviosismo es una excitación nerviosa pasajera ante una situación puntual que nos inquieta.
Sin embargo, el nerviosismo provoca un malestar menos intenso que el que desencadena la ansiedad.
Para la OMS, la ansiedad es una “sensación de peligro inminente, de pánico o fatalidad”; mientras que el estrés consiste en un “estado de preocupación o tensión mental generado por una situación difícil”
Estrés, ansiedad y nerviosismo
Además del malestar físico, emocional y psicológico que provocan el estrés la ansiedad y los nervios tienen otro punto en común: pueden controlarse de manera natural y en diversas medidas por medio de la alimentación, favoreciendo un estado de relajación general y preparando el terreno para que, llegado el caso, los tratamientos médicos o psicológicos funcionen mejor.
La doctora Sonia Clavería, especialista en medicina familiar y comunitaria, integrante del departamento técnico de la plataforma noVadiet, explica que cuando la ansiedad se vuelve constante, puede interferir significativamente en nuestra calidad de vida, manifestándose de muchas formas en nuestro organismo, a nivel físico y psicológico
Algunos de sus síntomas son:
- Palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado.
- Sudoración excesiva.
- Temblores o sacudidas.
- Dificultad para respirar.
- Dolor de cabeza.
- Fatiga.
- Problemas gastrointestinales.
- Preocupación constante.
- Irritabilidad.
- Dificultad para concentrarse.
- Inquietud.
- Trastornos del sueño.
“El estrés, además de alterar nuestro estado de ánimo, impacta en nuestro sistema digestivo, pudiendo reducir la producción de enzimas digestivas, afectar la absorción de nutrientes, generar gastritis, inflamación, estreñimiento o diarrea, o afectar a la flora bacteriana intestinal”, señala la especialista
Todo lo que es clave para nuestro bienestar emocional, según explica Clavería.
Cuando el estrés se mantiene en el tiempo, puede fomentar tanto un exceso como la falta de apetito, reflujo gastroesofágico o sobrepeso.
Si se vuelve crónico, puede derivar en enfermedades gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable o la dispepsia funcional, dificultando la digestión y provocando una sensación constante de malestar abdominal.
Para mantener a raya el estrés, la ansiedad y los nervios, es necesario efectuar cambios en la alimentación que contribuyan a aumentar nuestro bienestar emocional.
“Esto se consigue adoptando hábitos alimenticios saludables, consumiendo algunos alimentos que actúan como relajantes naturales, y eliminando de la dieta otras comidas que fomentan el malestar nervioso”, explica la experta.

Decálogo alimenticio para mejorar el ánimo
- Aumenta el consumo de alimentos ricos en triptófano. Los comestibles que contienen este aminoácido (pavo, pollo, huevos, lácteos, piña, plátano aguacate, espinacas, frutos secos, legumbres y semillas) favorecen la producción de serotonina, un neurotransmisor relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo.
- Incluye en tu dieta alimentos ricos en omega-3. Los pescados azules (salmón, sardina, trucha, caballa), la chía y las nueces, contienen estos ácidos grasos que ayudan a reducir la inflamación y equilibrar el sistema nervioso.
- Consume más fibra y productos probióticos. Estas sustancias, presentes en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y alimentos fermentados como el yogur natural, contribuyen a mejorar la flora bacteriana intestinal. En consecuencia se regula el estado de ánimo, a través del eje intestino- cerebro, órganos que están interconectados por diversos mecanismos.
- Mantente bien hidratad@. Beber líquidos (agua, infusiones, caldos y zumos naturales, evitando el alcohol y las bebidas estimulantes) es fundamental. Esto es porque la deshidratación puede aumentar la sensación de fatiga y ansiedad.
- Evita los ‘picos’ de azúcar. La especialista de noVadiet recomienda evitar los productos que fomentan una subida rápida de la glucosa o azúcar en la sangre (dulces, pastelería, azúcar refinado). En su lugar hay que consumir carbohidratos complejos como la avena, la quinoa o el pan integral, que actúan en el cuerpo de manera más lenta y sostenida, sin producir altibajos de energía .
- Incluye infusiones relajantes en tu dieta. Algunas plantas como la manzanilla, la valeriana, la melisa, la tila, la pasiflora y la lavanda, contienen fitocompuestos con propiedades calmantes y beneficiosas para el sistema nervioso.
- Elimina los productos que alteran tu bienestar emocional. Los especialistas de noVadiet recomiendan eliminar o restringir el consumo de alimentos que fomentan el nerviosismo. Estos son la cafeína y bebidas energéticas; azúcares refinados; comidas ultraprocesadas; alcoholes y licores; alimentos fritos y con grasas saturadas y comidas que aporten sal en exceso.
- Consume alimentos que relajan el cuerpo y la mente. Ciertos alimentos tienen propiedades relajantes y ayudan a reducir el estrés. La doctora Clavería destaca los siguientes: chocolate negro; almendras y nueces; yogur y otros alimentos fermentados; avena; aguacates; espinacas y verduras de hoja verde.
- Refuerza tu alimentación con complementos. Los preparados nutricionales, que incluyen jalea real, magnesio, omega-3, vitaminas del grupo B y plantas de uso medicinal avaladas por estudios científicos, contribuyen a mejorar el estado de ánimo y reducir el estrés, la ansiedad y el nerviosismo.
- Adopta hábitos saludables, en la mesa y fuera de ella. Una alimentación equilibrada, que incluya complementos nutricionales si fuera necesario y que se acompañe con unos hábitos de vida y dieta saludables, como practicar ejercicio físico, comer a horarios regulares, despacio y sin distracciones y dormir y descansar adecuadamente, ayudará a mejorar el bienestar emocional a largo plazo.

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Ciencia y Salud
Con el frío llegan las infecciones respiratorias: cómo afrontarlas y…esquivarlas
Con la bajada de las temperaturas, los virus respiratorios aumentan su presencia. La gripe y los resfriados están a la orden del día y los expertos recuerdan la importancia de prevenir estas infecciones respiratorias con una serie de consejos.
Cuando el invierno llama a la puerta y bajan las temperaturas, las infecciones respiratorias como gripe, covid o resfriados comunes aumentan entre la población, y los expertos hacen hincapié en una serie de cuestiones básicas.
Gripe o resfriado común
Desde HM Hospitales, recuerdan cómo diferenciar entre gripe y resfriado común, cuándo acudir a Urgencias y cómo protegerse ante el aumento de las infecciones respiratorias en esta época del año.
La gripe y el resfriado son infecciones respiratorias, pero sus síntomas se suelen diferenciar de forma clara, apunta el jefe de Servicio de Urgencias de adultos de HM Málaga y HM Santa Elena, Alberto Puertas.
Así, la gripe suele aparecer de forma más brusca, con fiebre alta, dolor muscular intenso, fatiga generalizada y en ocasiones, dificultad respiratoria, mientras que el resfriado es más leve y conlleva congestión nasal, estornudos, dolor de garganta y, raras veces, fiebre elevada, tal y como explica el jefe de servicio de Neumología de HM Hospitales en Málaga, Borja Valencia.
La importancia de las vacunas
En cualquier caso, los expertos recomiendan evitar la automedicación, y menos con antibióticos, que no deben tomarse sin indicación médica. Los antigripales, los mucolíticos o antitusivos de venta libre se pueden utilizar para aliviar los síntomas.
Sobre la gripe, los expertos subrayan que la vacuna sigue siendo la herramienta más eficaz para reducir las complicaciones del virus y que es especialmente importante que se vacunen los mayores de 60 años, las personas con patologías respiratorias, cardíacas, inmunodeprimidas, embarazadas y profesionales sanitarios.
También se recomienda en adultos jóvenes con contacto habitual con población vulnerable.

Según un estudio del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), la gripe produjo en España más de 33.000 hospitalizaciones, 1.800 ingresos en cuidados intensivos y 1.800 muertes entre octubre de 2024 y mayo de 2025.
De hecho, es el virus respiratorio que causa más ingresos hospitalarios y muertes pese a que el SARS-CoV-2 (covid-19) circuló durante todo el año.
Los expertos destacan la importancia de mantener hábitos de vida saludables para ayudar a prevenir las infecciones respiratorias: lavado frecuente de manos, ventilación de espacios cerrados y uso de mascarillas en lugares cerrados o mal ventilados.
Son pequeñas acciones, añaden los expertos de HM, que pueden tener un «gran impacto» en la reducción de transmisión, no solo de la gripe, también de la covid y de otras infecciones respiratorias frecuentes en este época.
Los menores
Los menores en edad escolar están más expuestos al contagio, por su contacto directo con otros niños, pero también por la inmadurez de su sistema inmunológico.
Por eso, es importante prestar especial atención a signos como fiebre persistente, decaimiento, dificultad para respirar o falta de apetito.
La coordinadora de urgencias pediátricas del hospital malagueño, María González, recalca la importancia de la vacunación infantil de la gripe, que está indicada a partir de los 6 meses de edad, y es prioritaria en niños con asma, diabetes u otras enfermedades crónicas.
Y es que la gripe puede causar complicaciones en los niños tales como otitis o neumonía.
Asimismo, la pediatra incide en enseñar a los más pequeños las medidas básicas de higiene: lavarse las manos, cubrirse la boca al estornudar y no compartir utensilios personales.

En definitiva, se trata de llevar a cabo una buena prevención y una atención rápida para reducir el impacto de la infección.
Cuando haya dudas de si hay que acudir o no a urgencias, los expertos coinciden en que hay que ir si la fiebre persiste más de 72 horas, hay dificultad para respirar o dolor torácico. También si los síntomas continúan o empeoran.
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Ciencia y Salud
Tribuna | Concienciar sobre la hipertensión arterial pulmonar: un reto compartido
La hipertensión arterial pulmonar, una enfermedad rara, grave y progresiva, se enfrenta al retraso diagnóstico y a la falta de conocimiento. Por primera vez se dispone de un tratamiento que apunta a modificar la historia natural de la enfermedad, más allá del control sintomático. Artículo de la cardióloga Pilar Escribano Subias coincidiendo con el mes, noviembre, de la concienciación de la hipertensión arterial pulmonar.
La doctora Pilar Escribano Subias es coordinadora de la Unidad Multidisciplinar de Hipertensión Pulmonar del Hospital 12 de Octubre de Madrid, acreditado como centro de referencia nacional y europeo en esta enfermedad.
También ocupa el cargo de coordinadora del Registro Nacional de Hipertensión Pulmonar (REHAP) y es investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Cardiovasculares (CIBER-CV).
Desde el inicio de su carrera profesional he compaginado la actividad clínica con la investigadora en el área de la hipertensión pulmonar y cardiopatías congénitas y es profesora asociada de Cardiologia en la Universidad Complutense de Madrid.
“Concienciar sobre la hipertensión arterial pulmonar: un reto compartido»
Doctora Pilar Escribano Subias
La hipertensión arterial pulmonar afecta en España a unas 25 personas por cada millón de habitantes, con aproximadamente 2.000 pacientes en seguimiento actualmente.
El retraso diagnóstico y la falta de conocimiento siguen siendo grandes desafíos. Asociaciones de pacientes, profesionales sanitarios y responsables políticos coinciden en que la concienciación es la herramienta clave para mejorar la detección precoz y garantizar el acceso a los avances terapéuticos que están transformando el futuro de esta enfermedad rara.
La hipertensión arterial pulmonar (HAP) es una enfermedad rara, grave y progresiva que afecta a las arterias que llevan la sangre del corazón a los pulmones.
Aunque poco frecuente, su impacto en la vida de los pacientes es devastador. Los síntomas iniciales —fatiga, dificultad para respirar al esfuerzo, mareos o síncopes— suelen confundirse con otras patologías más comunes, lo que retrasa el diagnóstico durante años y limita las opciones de tratamiento.
Los datos epidemiológicos muestran la magnitud del reto. La incidencia estimada de la HAP es de 4-5 casos por cada millón de habitantes al año, mientras que la prevalencia se sitúa en torno a 25-30 casos por millón de habitantes, con una claro predominio en mujeres.
En España, el Registro Nacional de Hipertensión Arterial Pulmonar (REHAP) confirma estas cifras y subraya la necesidad de mejorar la detección precoz.
La organización mundial de la salud califica la hipertension arterial pulmonar como una de las 7.000 enfermedades raras o minoritarias.

El retraso diagnóstico de la hipertensión arterial pulmonar
El retraso diagnóstico es uno de los mayores obstáculos: muchos pacientes tardan entre uno y tres años en ser diagnosticados. Este tiempo perdido es crucial, porque la enfermedad avanza silenciosamente y compromete la supervivencia.
Sin tratamiento, la expectativa de vida apenas supera los dos o tres años tras el diagnóstico. La concienciación es esencial.
Reconocer los signos de alarma y derivar rápidamente a unidades especializadas puede marcar la diferencia entre una vida limitada y una vida con esperanza.
El diagnóstico temprano permite iniciar tratamientos antes de que la enfermedad avance, reducir complicaciones cardiovasculares y facilitar el acceso a terapias específicas.
Las campañas de sensibilización dirigidas tanto a profesionales sanitarios como a la población general son fundamentales para que la sospecha clínica se active ante síntomas aparentemente inespecíficos.
Las asociaciones de pacientes desempeñan un papel crucial en este proceso. Su labor de difusión, acompañamiento y defensa de derechos ha permitido que cada vez más personas conozcan la enfermedad y busquen atención médica en fases más tempranas.
Además, colaboran en proyectos de investigación y ensayos clínicos, apoyan emocionalmente a las familias y ejercen presión política para garantizar el acceso a las terapias innovadoras.
Los tratamientos
Durante años, los tratamientos clásicos —fundamentalmente vasodilatadores y combinaciones de fármacos dirigidos a mejorar la circulación pulmonar— han sido la piedra angular del abordaje de la HAP.
Gracias a ellos, miles de pacientes han podido prolongar su esperanza de vida y mejorar su calidad de vida, reduciendo síntomas y hospitalizaciones.
Estos avances han permitido que la enfermedad deje de ser una condena inmediata y han abierto el camino para que nuevas terapias puedan desarrollarse sobre una base sólida.
En este escenario de retos y necesidades, la comunidad científica y los pacientes viven hoy un momento histórico. Tras décadas en las que los tratamientos clásicos han sostenido la lucha contra la enfermedad, ha llegado un agente biológico que actúa sobre la vía de señalización del TGF-β, modulando la proliferación celular y la remodelación de los vasos pulmonares.
Los ensayos clínicos han demostrado mejoras significativas en la capacidad de ejercicio, reducción de la presión pulmonar y menor riesgo de empeoramiento clínico.
Por primera vez, se dispone de un tratamiento que apunta a modificar la historia natural de la HAP, más allá del control sintomático.
Los expertos lo califican como una auténtica revolución terapéutica, capaz de transformar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes. Indudablemente, esta opción terapéutica marca un antes y un después en la historia de la hipertensión arterial pulmonar.
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Ciencia y Salud
Los cambios del cerebro a lo largo de la vida: a los 9, 32, 66 y 83 años
El cerebro humano pasa por cinco grandes etapas a lo largo de la vida que se diferencian entre sí por cambios en la conectividad neuronal. La transición tiene lugar a los 9, 32, 66 y 83 años, según ha identificado un estudio recogido en la revista Nature Communications.
La investigación, dirigida por neurocientíficos de la Universidad británica de Cambridge, se basa en datos de resonancias cerebrales de 3.802 personas de entre 0 y 90 años, en las que se han mapeado las conexiones neuronales mediante el seguimiento del movimiento de las moléculas a través del tejido cerebral.
La primera etapa de la infancia
En la primera etapa de la infancia hasta la niñez, de los 0 a los 9 años, el volumen de la materia gris (que contiene las neuronas) y de la materia blanca (que contiene las conexiones) aumenta drásticamente.
En esa fase, la gran cantidad de sinapsis (las conexiones entre las neuronas) que se producen en exceso en el cerebro de un bebé se reducen, y solo sobreviven las más activas. Las conexiones se reconfiguran siguiendo el mismo patrón desde el nacimiento hasta los 9 años aproximadamente.
A los 9 años tiene lugar el primer punto de inflexión: el cerebro experimenta “un cambio radical en su capacidad cognitiva, y se produce el mayor riesgo de trastornos de salud mental”, advierten los investigadores.
Adolescencia cerebral, la segunda fase
A partir de los 9 y hasta los 32 años se entra en la segunda fase, la de la adolescencia cerebral: la materia blanca sigue creciendo en volumen, por lo que la organización de las redes de comunicación del cerebro se perfecciona cada vez más.
Esta etapa se caracteriza por la eficiencia de las conexiones tanto dentro de regiones específicas como por la rápida comunicación en todo el cerebro.
A principios de la década de los 30 se produce “el momento álgido del rendimiento cognitivo”, según han podido constatar.
La edad adulta, la fase más larga sin cambios en el cerebro
De los 32 a los 66 años el cerebro entra en la fase más larga, la adulta. La arquitectura cerebral se estabiliza en comparación con las fases anteriores, sin puntos de inflexión importantes durante 30 años.
Estudios anteriores habían definido esta etapa como una especie de “meseta en la inteligencia y la personalidad»: las regiones cerebrales comienzan a compartimentarse lentamente en esas tres décadas.

A partir de los 66, aumenta la pérdida de conectividad
El siguiente punto de inflexión se produce a los 66 años, es mucho más suave y no se define por ningún cambio estructural importante, sino porque a partir de esta edad comienza a aumentar la pérdida de conectividad “asociada al envejecimiento, a medida que la materia blanca comienza a degradarse”.
“Esta es una edad en la que las personas se enfrentan a un mayor riesgo de padecer diversas afecciones de salud que pueden afectar al cerebro, como la hipertensión”, señala una de las autoras, Alexa Mousley, en un comunicado de la Universidad de Cambridge.
A partir de los 83, la última étapa de la estructura cerebral
El último punto de inflexión se produce alrededor de los 83 años, cuando se entra en la última etapa de la estructura cerebral. Aunque los datos sobre esta etapa son limitados, la característica que la define es “un cambio de lo global a lo local, ya que la conectividad de todo el cerebro disminuye aún más y aumenta la dependencia de determinadas regiones”.
«Mirando atrás, muchos sentimos que nuestras vidas se han caracterizado por diferentes fases. Según hemos podido identificar: nuestro cerebro también pasa por estas etapas», señala otro de los autores, Duncan Astle, catedrático de neuroinformática en Cambridge.
“La conectividad cerebral cambia a lo largo de la vida de manera compleja y no lineal. Comprender cuándo y cómo se producen estos cambios en el cerebro es fundamental para entender en profundidad cómo se desarrolla y envejece la estructura y la función cerebrales», comenta en relación a este estudio Rafael Romero, director del Laboratorio de Neuroimagen y Redes Cerebrales de la Universidad de Sevilla en una reacción recogida por Science Media Centre.
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