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Ciencia y Salud

Dolor agudo en la zona derecha del abdomen: ¿Apendicitis?

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Apendicitis.

“Estos síntomas en niños y niñas, sobre todo menores de cinco años, pueden ser confusos, por lo que la apendicitis suele ser más difícil de sospechar e historiar”, advierte el Dr. Marín Gabriel, también director científico del Instituto Clínico del Aparato digestivo (ICAdig).

Desde el punto de vista anatómico, el apéndice habrá aumentado de tamaño por obstrucción: las bacterias que normalmente viven allí empiezan a multiplicarse sin control, lo que provoca que se llene de pus y se engrose.

“La causa del taponamiento podrá deberse a un fragmento de heces duras, lo que llamamos un apendicolito (fecalito), a la inflamación del tejido linfático, restos de comida o, en casos más raros, un cuerpo extraño, parásitos, incluso un tumor como el mucocele“, explica.

“Y si no se trata a tiempo, el apéndice puede romperse y liberar dentro del abdomen todo el material infeccioso que contiene esta zona del colon, lo cual desencadena una peritonitis, una infección bastante grave de la cavidad abdominal”, indica el Dr. Marín Gabriel.

El apéndice, prolongación de unos nueve o diez centímetros con forma de gusano, cuelga del ciego, la parte del colon que se conecta con el íleon (intestino delgado). “De hecho -apunta-, su nombre médico completo es apéndice vermiforme”.

La utilidad del apéndice en los seres humanos es doble: por un lado, ayuda al sistema inmunológico y, por el otro, refuerza el mantenimiento de la microbiota intestinal.

En cuanto a su primera función, contiene abundante tejido linfoide, lo que contribuye a la maduración de cierto tipo de glóbulos blancos, esenciales para la defensa frente a microorganismos patógenos.

En relación a la microbiota, actúa como un reservorio de bacterias comensales, permitiendo la recolonización del colon tras episodios de diarrea o disbiosis, lo que favorece que nuestro intestino funcione correctamente.

“Está descartado, por tanto, que el apéndice sea una parte inútil del colon; aunque su ausencia, su extirpación mediante apendicectomía, no impida a las personas disfrutar de una vida saludable”, deja claro el Dr. Marín.

Inflamación del apéndice: apendicitis.

Dr. Marín Gabriel, ¿qué síntomas predicen la apendicitis y evitan una peritonitis?

Lo más común es que empiece con un dolor abdominal difuso, a menudo alrededor del ombligo. Con el paso de las horas, ese dolor se acaba por localizar en la parte inferior derecha del abdomen, justo donde está el apéndice, y se vuelve más intenso, agudo, y constante.

Junto con el dolor, es bastante típico que aparezcan la falta de apetito y náuseas, incluso vómitos. A veces, también aparece la fiebre, entre 37.5 y 38.5 grados, lo que denominamos febrícula.

En algunos casos, dependiendo de la ubicación del apéndice, la inflamación ocasionará molestias al orinar, algo de diarrea o sensación de malestar abdominal, pero estos síntomas no son los más habituales.

Además, la anatomía del apéndice no es exactamente igual en todos y todas nosotras. En algunas personas, el apéndice está colocado detrás del ciego y no “cuelga” en el abdomen. El término médico es “apéndice retrocecal”.

Eso hace que el apéndice se aleje del revestimiento de la cavidad y que el peritoneo no se irrite fácilmente.

En estos casos, los síntomas y datos habituales de la exploración de la tripa del paciente se modifican. El cuadro clásico de dolor periumbilical inicial que luego queda fijo en la fosa ilíaca derecha no suele darse.

Por el contrario, se generan dolores o molestias más vagas y en localizaciones que pueden despistarnos como el hipocondrio derecho (bajo las costillas y el hígado) o la región lumbar.

Con los niños pequeños la cosa se complica, porque muchas veces no saben explicar qué les duele o simplemente se muestran muy irritables o decaídos. En ellos, el cuadro puede no ser tan claro como en adultos, lo que puede dificultar el diagnóstico.

apendicitis.
Orificio de conexión entre el ciego y el apéndice observado mediante colonoscopia. Imágenes cedidas por el Dr. Marín Gabriel.

¿Y cómo se diagnostica una apendicitis?

El diagnóstico inicial se basa en los síntomas: el médico preguntará cómo empezó el dolor, cómo ha ido evolucionando y luego explorará el abdomen del paciente.

Hay ciertas maniobras que resultan orientativas, como ese dolor fuerte que aparece al presionar y luego soltar bruscamente sobre la zona del apéndice (punto de McBurney), lo que se conoce como signo de rebote o de Blumberg; aunque ninguna de estas pruebas por sí sola es completamente fiable.

Por eso, el diagnóstico suele apoyarse también en pruebas de laboratorio.

En los análisis de sangre se observará elevación de reactantes de fase aguda y aparecen leucocitos altos o una proteína C reactiva elevada, lo que orienta hacia algún proceso inflamatorio o infeccioso.

Se suele pedir también un análisis de orina para descartar otras causas como una infección urinaria que pueda confundirse con una apendicitis.

Las pruebas de imagen también ayudan mucho.

En general, la ecografía abdominal es la primera opción porque no implica radiación, es muy accesible y puede mostrar un apéndice inflamado o una colección de pus, esto es, un absceso.

Si con la ecografía no se ve claro se suele solicitar a una tomografía computarizada (TC), que confirmará el diagnóstico.

En ciertos casos específicos, como mujeres embarazadas en las que se debe evitar la exposición a radiaciones, también se puede usar la resonancia magnética.

En definitiva, el análisis combinado de los síntomas, la exploración física y las pruebas de imagen nos permite llegar a un diagnóstico bastante certero en la mayoría de los casos.

Álex Baena se ha sometido a una apendicectomía.
El jugador Álex Baena, del Club de Fútbol Atlético de Madrid, junto al presidente de la entidad rojiblanca, Enrique Cerezo, el día de su presentación oficial en el Estadio Metropolitano de la capital española. Baena, centrocampista, ya entrena con el resto de la plantilla que dirige Diego Pablo Simeone después de superar el periodo de recuperación tras sufrir una apendicitis. EFE

Aun que sea una enfermedad frecuente, y ahí tenemos los últimos casos mediáticos de los jugadores de fútbol Álex Baena y Daniel Mosquera, colombiano del Hellas Verona, se dice que una apendicitis puede llegar a provocar la muerte, ¿es así, doctor?

Aunque este episodio fatal sea anecdótico, la apendicitis se puede complicar. Si no se detecta a tiempo, la inflamación del apéndice puede avanzar y terminar en una perforación.

Cuando eso ocurre, el contenido inflamatorio y las heces del colon pasan a la cavidad abdominal, lo que tiende a provocar una peritonitis generalizada o la formación de abscesos. Todo ello, provoca un deterioro grave del estado de salud.

Antes de que existieran los antibióticos y las cirugías actuales, una apendicitis perforada solía ser una sentencia de muerte.

En la antigüedad, de hecho, se denominaba “cólico miserere” a algunos de estos dolores abdominales agudos con irritación del abdomen. Muchos de ellos eran provocados por apendicitis y, en ausencia de tratamiento, más de la mitad de los casos terminaban en fallecimiento por sepsis u otras complicaciones.

Hoy en día, por suerte, eso es infrecuente y raro.

Si se actúa con rapidez, la tasa de mortalidad por apendicitis aguda es bajísima, por debajo del 1 %. De hecho, en algunos estudios se menciona que apenas hablaríamos de una o dos personas cada mil casos en la población general.

En niñ@s, el riesgo es todavía menor: se estima que muere menos de uno por cada mil casos. El problema aumenta cuando el diagnóstico es tardío.

Si el apéndice ya está perforado al momento de intervenir, las posibilidades de complicaciones serias aumentan de forma considerable. En esos casos, la mortalidad puede subir al 2-5 %, dependiendo de la edad del paciente, su estado general, las enfermedades asociadas y la gravedad de la infección.

En todo caso, en pacientes jóvenes y niños, incluso perforada, la apendicitis rara vez resulta fatal.

En los niños muy pequeños todo se complica un poco más. No sólo es más difícil identificar la apendicitis por lo inespecífico de los síntomas, sino que también es más probable que llegue a perforarse antes de que se diagnostique.

En menores de cinco años, por ejemplo, es común que los síntomas no sean los clásicos. No localizan bien el dolor, pueden presentar vómitos o fiebre, y todo eso puede confundirse con otras enfermedades, como una gastroenteritis.

Por eso no es raro que, cuando finalmente se descubre que se trata de una apendicitis, ya hayan pasado muchas horas: un 30-40 % de las apendicitis ya están perforadas al momento de la cirugía, frente a sólo un 10-20 % en adultos.

Aun así, hay que insistir en que, con el tratamiento adecuado, la gran mayoría se recupera sin mayores complicaciones.

Apendicitis debida a un tumor mucocele.
Un caso muy raro de un tumor maligno mucocele apendicular: el tumor se extendió por la zona exterior del apéndice, propagándose por la membrana peritoneal que cubre el colon ascendente, invadiéndolo de fuera hacia adentro.

Dr. Marín, ¿Y a qué se debe el porcentaje de fallecimientos?

Lo cierto es que uno de los desafíos con la apendicitis es que puede parecerse a otras muchas dolencias. Y no sólo en niños y niñas, sino a cualquier edad. La lista de posibles enfermedades con las que puede confundirse es larga, por eso hay que estar muy atentos.

Por ejemplo, en las primeras horas puede confundirse con una gastroenteritis viral: se observa dolor de barriga, náuseas y quizás algo de diarrea. Pero la diferencia es que, en la apendicitis, el dolor va a más y no cede, mientras que la diarrea, si aparece, no suele ser tan llamativa.

En mujeres jóvenes, otro ejemplo clásico, un dolor en la parte baja del abdomen podría deberse tanto a una apendicitis como a un problema ginecológico. Hablamos de un posible embarazo ectópico o una torsión ovárica, cuyo tratamiento es completamente diferente.

También puede confundirse con un cólico nefrítico, es decir, una piedra en el riñón que baja por el uréter del lado derecho. Ese tipo de dolor puede parecerse bastante, aunque suele doler más hacia la espalda e irradiarse a la región inguinal.

Y en niños, un diagnóstico que hay que tener en cuenta es la adenitis mesentérica, que es una inflamación de ganglios en el abdomen, en la zona final del intestino delgado.

En las urgencias, cuando hay sospecha de apendicitis, se mantiene al paciente en observación, se vuelve a explorar el abdomen y se solicitan pruebas de imagen como la ecografía o el CT.

Dicho esto, en algunos casos los cirujanos prefieren operar cuando hay dudas porque, aunque luego resulte que el apéndice no estaba inflamado, los riesgos de una cirugía innecesaria son menores que los que conllevan dejar pasar una apendicitis complicada.

Claro que, con las técnicas de imagen actuales, eso de operar “por si acaso” es cada vez menos habitual. Las llamadas “apendicectomías en blanco” han disminuido de forma sostenida en las últimas décadas en países occidentales.

En adultos, las tasas actuales de apendicectomía negativa rondan el 5-10 % y han caído a este punto desde cifras históricas superiores al 20 %, especialmente en centros con acceso rutinario al escáner.

En pediatría, la tendencia es aún más marcada, con una frecuencia de apendicectomías sin inflamación histológica del apéndice de alrededor del 2 %.

Tomografía de una apendicitis.
Detalle de una tomografía de una apendicitis en una mujer.

Doctor, la apendicectomía sigue siendo el tratamiento recomendado para resolver una apendicitis, ¿disponemos de otros enfoques terapéuticos?

La apendicectomía es la opción más habitual, sobre todo porque resuelve el problema de raíz. Es una cirugía que lleva más de un siglo realizándose y, hoy por hoy, se practica sobre todo por vía laparoscópica.

Eso significa hacer pequeñas incisiones y usar una microcámara de vídeo, lo cual provoca menos dolor, una recuperación más rápida y cicatrices mínimas.

En ciertos casos puntuales, cuando la apendicitis está muy avanzada o hay un absceso grande, se puede optar por una cirugía abierta tradicional. Pero en general, la laparoscopia es lo más común.

Ahora bien, en los últimos años se ha estudiado la posibilidad de tratar algunas apendicitis con antibióticos, sin necesidad de operar.

Esto se considera sobre todo en casos no complicados, es decir, cuando el apéndice no está perforado ni hay absceso. La idea es que, si el origen es una infección, tal vez los antibióticos puedan solucionarlo.

El estudio más conocido al respecto se publicó en 2020. Allí se vio que alrededor del 70 % de los pacientes tratados sólo con antibióticos se recuperaban sin necesidad de cirugía inmediata.

Sin embargo, cerca de uno de cada tres pacientes terminó siendo operado durante los tres meses siguientes por recaídas o falta de mejoría.

También, se detectaron más complicaciones en los que tomaron antibióticos respecto a los operados directamente, especialmente si tenían lo que se llama un apendicolito, una especie de piedrecita, de materia fecal endurecida dentro del apéndice, que suele predecir un peor pronóstico si no se opera.

En resumen, el tratamiento sólo con antibióticos puede funcionar en algunos casos seleccionados, pero hay que tener muy claro que no es infalible. Por eso, hoy en día la cirugía sigue siendo la primera recomendación en la mayoría de los pacientes.

Eliminación de una inflamación del apéndice mediante Terapia Apendicular Endoscópica Retrógrada (ERAT, por sus siglas en inglés).
Ilustración de la Terapia Apendicular Endoscópica Retrógrada (ERAT, por sus siglas en inglés): el orificio apendicular se limpia mediante la extracción del material interior con balón de Fogarty, o con cesta, para luego colocar una endoprótesis.

Dr. Marín Gabriel, dado que el apéndice se encuentra en la parte más profunda del colon, ¿existe alguna posibilidad de intervenir una apendicitis por vía endoscópica?

Empieza a describirse una técnica nueva para la apendicitis que se llama ERAT, que significa Terapia Apendicular Endoscópica Retrógrada. En lugar de operar desde fuera, se accede al apéndice desde dentro del colon, usando un colonoscopio.

Se llega hasta donde se encuentra la abertura del apéndice, se limpia la zona, se puede sacar pus o restos y, en algunos casos, se coloca un pequeño tubo (un estent) para desobstruirlo.

Este método no necesita anestesia general y se hace sin abrir el abdomen. La ventaja es que no deja cicatrices, el apéndice se conserva y, en teoría, podría seguir cumpliendo su función inmunológica.

Los estudios iniciales, especialmente en China, donde se originó la técnica, son bastante prometedores: los pacientes se recuperan rápido, casi no necesitan analgésicos y la tasa de complicaciones parece ser muy baja.

En uno de los estudios sobre esta técnica, por ejemplo, solo el 9 % necesitó analgésicos después del tratamiento, frente al 50 % en el grupo operado. También pudieron empezar a comer antes y estuvieron menos tiempo hospitalizados.

Pero tiene sus inconvenientes: el riesgo de que la apendicitis vuelva a aparecer sigue estando ahí, dado que el apéndice no se retira. Por eso, alrededor del 15 % volvió a sufrir otra apendicitis en los siguientes tres años.

Aun así, muchos de esos casos pudieron tratarse con ERAT otra vez, con buenos resultados.

En cualquier caso, aunque los datos iniciales son positivos, falta evidencia clínica más sólida y de largo plazo para que se convierta en una terapia alternativa estándar.

Apendicitis.

Para finalizar esta entrevista, doctor, ¿qué recomendaciones ofrece al conjunto de la población sobre cuándo deben ir a Urgencias si sienten dolor abdominal constante y agudo, quizá por una posible apendicitis?

Lo esencial es no subestimar un dolor abdominal que va en aumento, ya que la apendicitis suele empezar como cualquier dolor abdominal, pero luego toma un rumbo diferente.

Recomendaría prestar atención especial a la presencia de dolor abdominal persistente, que empeora con el paso de las horas y se va localizando en la parte inferior derecha del abdomen.

Si al movernos, caminar o toser nos duele más, es una señal que no debemos ignorar.

Otro dato a tener en cuenta es la fiebre moderada que acompaña al dolor. No siempre aparece, pero si alguien tiene fiebre y dolor abdominal persistente, merece ser evaluado por un médico.

También suelen aparecer náuseas, vómitos y pérdida de apetito. Es raro que alguien con apendicitis tenga ganas de comer. Si esto ocurre junto con dolor abdominal, hay que consultar.

Y por supuesto, cualquier dolor muy intenso, generalizado o acompañado de síntomas como palidez, debilidad o sensación de mareo debe llevarnos a Urgencias sin pensarlo dos veces.

La clave está en no esperar a que el cuadro empeore. Si se actúa a tiempo, la cirugía suele ser sencilla y la recuperación muy rápida. Pero si dejamos que avance, las complicaciones pueden ser mucho más graves.

Y si, finalmente, resulta que no era apendicitis, mejor aún para el paciente.

En el próximo videoblog de Aparato Digestivo abordaremos una nueva entrevista con el Dr. José Carlos Marín Gabriel sobre la diverticulitis, especie de sacos o bolsas que se forman en la pared interna de los intestinos, normalmente en el colon.

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Sexo después de los 40, sin presión y con deseo

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«La idea de que la sexualidad tiene fecha de caducidad es uno de los grandes mitos con los que hemos crecido muchísimas mujeres, por eso quiero subrayar que el deseo y el placer sexual ni se apagan ni desaparecen a partir de los 40 años», dice alto y claro Lisbeth Calzadilla Meré.

«De hecho, el sexo a partir de esta edad puede ser más satisfactorio, consciente y disfrutado», destaca la sexóloga, sex coach y periodista.

«Y quiero recalcar que nuestra sexualidad no desaparece con la edad, simplemente se transforma: descubrimos una nueva versión de nosotras mismas para vivir el sexo y disfrutarlo con mayor libertad».

Cuando las mujeres llegan a los 40 empiezan a notar cambios relevantes en su cuerpo.

«Ya no es igual, las prioridades no son las mismas y las ganas de intimar también varían. Todos estos cambios, propios de la edad, se ven condicionados, además, por una clave física y biológica: la perimenopausia«, indica Lisbeth Meré.

«Durante esta fase podemos sentir menos deseo, experimentar resequedad vaginal, molestias en las relaciones sexuales, sentir que el cuerpo ya no responde como antes. Pero no es el fin de la vida sexual. Es el inicio de una nueva forma de vivir más conectada con el cuerpo y con el deseo», apunta.

Así que quiero compartir con vosotras, y con ellos, algunas claves para disfrutar de la sexualidad después de cumplir los 40, una edad absolutamente maravillosa:

  • Escucha a tu cuerpo sin juicios previos, ya sean leves o sumarísimos: no será el de antes, pero sigue siendo un cuerpo erótico y deseante.
  • Prioriza lo que sí te da placer: redescubre tu cuerpo y lo que te erotiza hoy.
  • Explora otras formas de erotismo: caricias, besos, estimulación compartida o múltiples juegos.
  • Habla con tu pareja (si la tienes) y exprésale cómo te sientes.
  • Apóyate en recursos como lubricantes, hidratantes vaginales, juguetes y cosmética erótica… todo lo que te haga sentir mejor, vale.
Sexo después de los 40.

Lisbeth, ¿qué tengo que hacer si después de los 40 he perdido mi deseo sexual?, pregunta Guadalupe.

Sí, perder cierto nivel en el deseo sexual es frecuente y generalizado en las mujeres, sobre todo cumplidos los 40 años de edad.

Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor del 40% de las mujeres de mediana edad reportan cambios en su vida sexual durante esta etapa de su vida.

Es normal que el deseo sexual se modifique por el paso del tiempo, las emociones, el contexto o por la mismísima relación de pareja.

Lo importante es no desconectarte de ti y entender que el deseo no desaparece, sólo necesita otro tipo de estimulación, acompañamiento y exploración para un renovado despertar.

La sexualidad después de los 40 no es menos valiosa, es simplemente distinta. Más libre, más auténtica, más conectada con el deseo real y con lo que de verdad importa: sentirnos vivas.

Los cambios que atravesamos no son el final, sino una evolución. El cuerpo cambia, sí, pero el placer sigue presente porque no tiene fecha de caducidad.

Pero recuerda, el sexo siempre debe ser libre, sano y seguro tanto para las mujeres como para los hombres.

La sexóloga, sex coach y periodista, Lisbeth Calzadilla Meré, forma parte del equipo Sexperimentando que dirige la psicosexóloga Nayara Malnero, terapeuta experta en relaciones de pareja.

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Adolescentes frente a las ITS: Las reinfecciones asintomáticas están propagando el contagio

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La gonorrea y la clamidia son dos de las infecciones de transmisión sexual (ITS) al alza entre los adolescentes que, ni usan el preservativo, ni saben dónde acudir para hacerse pruebas porque el sistema de salud tampoco se lo pone fácil. Un riesgo latente, también en otros colectivos, son las reinfecciones que se vuelven asintomáticas, lo que provoca mayor propagación.

Teresa Martínez Burgoa trata todos los días distintos casos de ITS en su consulta del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico San Carlos de Madrid donde recibe a los pacientes con una caja llena de preservativos sobre la mesa.

En un entrevista con EFE SALUD, esta enfermera, con 25 años de experiencia, sobre todo en VIH, analiza la situación de la adolescencia en un momento en el que el inicio de las relaciones sexuales es cada vez más temprano, entre los 13 y 15 años, y el panorama sexual está cambiando: “Están totalmente perdidos”.

El último informe «Vigilancia Epidemiológica de las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS)” del Instituto de Salud Carlos III destaca el crecimiento de ITS en los menores de 25 años, que representaron en 2024 el 35,7 % de los casos de clamidia y el 22,8 % de los de gonorrea y, en general, con mayor afectación en hombres que en mujeres.

“Hay más hombres porque es el colectivo homosexual masculino el que se hace pruebas, pero los heterosexuales nunca se chequean, sobre todo las mujeres”, puntualiza la sanitaria, que también destaca la sífilis como otra de las infecciones que afecta a los más jóvenes.

Y es en las mujeres, especialmente, donde la gonorrea o la clamidia cursa de forma asintomática, al no tener síntomas esas bacterias no se combaten con antibióticos y al no tratarse, además de facilitar el contagio, “puede derivar en infertilidad”.

Martínez Burgoa subraya que uno de los riesgos actuales son las reinfecciones sucesivas que favorecen una transmisión silenciosa: “Hay adolescentes y adultos que tienen tantas ITS que al final ya no hay síntomas, el cuerpo ya no lo detecta como algo extraño, por eso también se propagan tan fácil. O te chequeas cada cierto tiempo si eres sexualmente activo o la bacteria ahí la tienes”.

Y entre las posibles consecuencias, la que mayor problemas causa es la sífilis “porque si no se trata esa bacteria puede llegar al cerebro y hacer la neurosífilis y eso ya es mucho más grave”.

El preservativo, ni lo usan

Para la enfermera, los adolescentes conocen el sexo porque tiene información a través de internet pero “hay un descontrol absoluto con respecto a las relaciones sexuales qué tienen, cómo las tienen y las infecciones que conllevan. Están completamente perdidos”.

Pero a la vez cree, sobre todo en colectivos más mayores, que “se ha perdido el miedo a las infecciones sexuales, saben que hay algunos tratamientos y que de eso no se va a morir nadie”.

Considera que los preservativos deberían ser gratuitos y accesibles para los menores, deberían poder ir a un centro sanitario y cogerlos sin dar explicaciones.

Y si el uso del preservativo es infrecuente, mucho más en el sexo oral. Desconocen que todas las ITS, menos el VIH, además de por vía vaginal y anal, también se contagian por vía oral.

“En estos meses solo veo gonorreas en la faringe. Con un morreo un poco intenso ya lo vas a transmitir. Y el síntoma que da la gonorrea es un dolor de garganta”, pone de ejemplo.

Insiste: “Cuando la gente piensa en sexo, piensa en penetración. Hay mucha desinformación, compartir juguetes sexuales, por ejemplo, también ha provocado un pico de incidencia en hepatitis C”.

¿Dónde acudir?

Teresa Martínez Burgoa pone el foco en un grupo vulnerable, los preadolescentes de 12 a 15 años. “No saben dónde acudir en caso de tener una infección, es que no tienen dónde ir” porque necesitan el consentimiento paterno y lo descartan por miedo o vergüenza.

“El pediatra no es la solución, siempre van acompañados de sus padres”, señala la doctora que menciona las clínicas privadas para hacerse pruebas (pero los adolescentes necesitan el permiso de un adulto y tienen que pagar); los centros especializados en ITS Sandoval, de la Comunidad de Madrid, en la capital; además de los servicios de urgencias de los hospitales.

“El sistema sanitario tiene que dar una respuesta a todo esto. No podemos permitir que siga esta incidencia de infecciones de transmisión sexual exponencialmente creciente y no hagamos nada”, lamenta.

Y propone, como idea, que en los centros de salud haya una consulta de enfermedades infecciosas donde orientar, prevenir y poder tratar las ITS, entre otros, a los adolescentes, o pone el ejemplo de los “checkpoint” londinenses donde no tienes que facilitar los datos, tan solo recoger un kit de pruebas para hacer en casa y llevar las pruebas para resultados con un número asignado.

adolescentes ITS
Teresa Martínez Burgoa, enfermera del Servicio de Enfermedades Infecciosas, del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. EFE/María Abad

El papel de la familia

Además de este limbo sanitario para los preadolescentes, otro de los problemas es la falta de educación sexual.

En los colegios, asegura, no hay una educación sexual estructurada. Cuando se imparte, suele centrarse en lo biológico, no en la prevención de ITS o en los circuitos asistenciales.

En familia, hablar de sexualidad continúa siendo un tabú: “A los adolescentes no les gusta contárselo todo a sus padres, y los padres olvidan cómo eran ellos a los 14 años”, pero propone que, al menos, tengan a mano preservativos en casa, que sepan que son la barrera contra las ITS.

“Hay muchos tipos de familia y hay algunas que el preservativo tampoco lo ven, como tampoco ven que sus hijos o hijas menores puedan tener relaciones sexuales”, argumenta.

Y comenta que en los servicios de urgencias reciben niñas de 12 y 13 años, algunas víctimas de sumisión química y con ITS y embarazos no deseados.

Su consejo para los padres: “Decidles que queremos protegerlos o darles toda la información para que se protejan ellos. Déjales preservativos, déjales notas, diles dónde acudir si algo pasa. Aunque no hablen, escuchan. Y necesitan saber que tienen opciones y que nadie les va a juzgar”.

La pornografía y nuevas prácticas sexuales

Las principales referencias sexuales de los adolescentes son algunos programas de televisión, los realities, donde no se muestra el uso del preservativo ni las consecuencias que trae, y también la pornografía, a la que acceden fácilmente por internet y que también normaliza prácticas sexuales, muchas veces colectivas, sin protección.

Los hábitos sexuales también han cambiado. Relaciones y prácticas antes consideradas poco habituales –sexo anal, tríos, relaciones grupales, chemsex– son hoy más comunes entre los jóvenes.

Por eso, considera que todos los ámbitos sanitarios, como ginecólogos o pediatras, tienen que ampliar su visión médica de los pacientes para contemplar otras prácticas sexuales menos convencionales.

Y también anima al Ministerio de Sanidad y a las comunidades autónomas a “ser valientes” y promover campañas de prevención, como se hizo en el año 1990 con la del uso del preservativo “Póntelo, pónselo”, e insistir una y otra vez como se hacía durante la pandemia con las campañas de protección frente al coronavirus.

Teresa Martínez Burgoa, desde el Hospital Clínico San Carlos, lanza un mensaje claro para todas las personas sexualmente activas, de cualquier edad y colectivo: “Chequéate, chequéate y chequéate, tanto si no tienes pareja como si la tienes. Al menos una vez al año, chequéate”.

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Donar órganos tras la eutanasia, Ana lo hizo y fue un bálsamo en medio de tanto dolor

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Cuando pidió la eutanasia con 27 años, Ana tenía muy claro que quería que sus órganos dieran una segunda oportunidad a otra persona; ver su sueño cumplido y saber que su corazón iba a volver a latir en otro cuerpo «fue un bálsamo en medio de tanto dolor» para sus padres, Puri y Salva.

La ley que materializó el derecho a morir dignamente en España en 2021 ha sido el «gran consuelo» que han tenido durante los últimos años estos padres, cuya historia ha cerrado el XX Encuentro de Profesionales de la Comunicación y Coordinadores de Trasplantes, promovido por la Organización Nacional de Transplantes (ONT).

Querrían haberla contado en esta cita, pero han tenido que hacerlo mediante un vídeo desde Luxor, donde Puri se recupera de un problema de salud que la ha retenido en un hospital más de un mes. Fueron a Egipto porque era otro de los deseos de su hija, aunque éste no pudo cumplirlo.

Ana nació con espina bífida, que con los años se fue complicando hasta tener una «hidrocefalia bestial». Cuando no pudo más de los dolores, y sabiendo que aquello la iba a matar por asfixia sin remedio, decidió pedir la eutanasia.

«Una de las cosas que nos dijo es que, cuando ella falleciera, quería donar sus órganos. Lo dijo así de claro: ‘Ya que a mí no me van a servir, por lo menos que puedan darle la oportunidad a alguien para que pueda tener una vida que yo no voy a tener’», rememora su madre.

eutanasia órganos
Ana, de 27 años, donó sus órganos tras la eutanasia. En la fotografía cedida posa con sus padres Puri y Salva. Organización Nacional de Transplantes (ONT). EFE/Organización Nacional de Transplantes (ONT)

Los pasos hacia la eutanasia

Su cirujano objetó, así que reclamó su derecho a los servicios médicos del hospital. Hasta que llegó el visto bueno y luego hasta que llegó el día, Ana, que «tenía un carácter muy alegre, muy expansivo, muy abierto, era muy graciosa», no abandonó su vida social.

Puri reconoce que «a cualquier padre le cuesta mucho dejar ir a sus hijos», pero ellos tenían «muy claro que tus hijos no son de tu propiedad. Ella era mayor de edad, tenía derecho a decidir por ella misma, era su cuerpo, era su sufrimiento».

Los dos se rompían cuando ella decía que si no le concedían su derecho, se suicidaría, algo que intentó alguna vez. «Yo le decía: ‘Por el amor de Dios, no nos hagas eso, no quiero levantarme una mañana, entrar a tu habitación y encontrar que te has muerto sola, con dolor’».

Pero se lo concedieron.

En un primer momento, solicitó una prórroga, porque coincidía con las navidades, y quería pasar las últimas con sus padres.

Mes y medio después, llegó el día de verdad. En el camino de la habitación al quirófano, Ana no hacía más que dar las gracias a los profesionales del hospital. Incluso ya dentro, sedada, antes de recibir la medicación que tanto ansiaba, se espabiló y dio un último mensaje al equipo: «Hoy vais a conseguir que yo cumpla mi sueño desde pequeña, pero siento el trabajo que os voy a dar».

El agradecimiento por la donación

A Salva hay algo que nunca se le olvidará: el sonido de la muerte de su hija, el paso del pitido intermitente del compás de los latidos de Ana al «piiiiiiiiii» continuo que jamás se le irá de la cabeza. «Es horrible».

Dos meses después, volvió un «pi-pi-pi»: una persona anónima les agradecía el corazón de Ana, al que se comprometía a cuidar para siempre. «Estoy vivo por eso», garantiza Salva.

«Fue balsámico», añade Puri. Y así quisieron transmitírselo al coordinador de trasplantes del hospital Gregorio Marañón, Braulio de la Calle, y a todo su equipo, en una carta de agradecimiento que el doctor ha leído en el encuentro de la ONT.

En ella, relataban: «Cuando nos llamaron ese día para decirnos que habían finalizado y nos informaron de que había podido donar, todo fue como un bálsamo en medio de tanto dolor».

Y concluían: «Gracias al comportamiento de todos, Ana pudo marcharse en paz y cumpliendo un deseo vital para ella. Estamos orgullosos de esta sanidad que permite y realiza tamaña proeza técnica y humana».

El 13 % donan órganos tras la eutanasia

Con la llegada de la ley del derecho a morir dignamente en 2021, la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) puso en marcha la donación de órganos tras la eutanasia, algo que por ahora solo han conseguido hacer el 13 por ciento de los fallecidos.

«Enorme el porcentaje no es», y es que muchos no pueden donar «por contraindicaciones médicas» derivadas sobre todo de patologías oncológicas, ha explicado la directora general del organismo, Beatriz Domínguez-Gil, durante el XX Encuentro de Profesionales de la Comunicación y Coordinadores de Trasplantes.

Según el Ministerio de Sanidad, desde que entró en vigor la ley en junio de 2021 y hasta el cierre de 2023, 1.515 personas han solicitado la eutanasia, que ha sido concedida a un total de 697.

La ONT tiene más actualizados sus cálculos, hasta el 31 de diciembre de 2024; en este tiempo, 154 personas han dado sus órganos tras fallecer por eutanasia, con lo que facilitaron que otras 442 recibieran un trasplante.

Domínguez-Gil ha dejado bien claro que, desde que instauró la donación tras la eutanasia, no es la ONT la que la busca, de hecho rechazó que se hiciera referencia alguna en la ley. «Son los propios pacientes los que vienen a solicitarla», ha subrayado.

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