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Ciencia y Salud

Hay una bacteria que podría destruir células cancerosas y este estudio la ha identificado

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investigación bacteria frente al cáncer

La investigación de este organismo, centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca, se ha publicado en Cell Death Discovery y abre la puerta a nuevos tratamientos tras haber probado el mecanismo descubierto en células tumorales humanas de mama, colon y páncreas.

La proteína HapA, producida por la bacteria ‘vibrio cholerae’, actúa como una especie de ‘llave’ capaz de localizar ‘cerraduras’ específicas (llamadas receptores PAR-1 y PAR-2). Estas se encuentran en la superficie de las células tumorales y, al abrir esas cerraduras, provoca una reacción en cadena dentro de las células que las lleva a autodestruirse.

El equipo científico empleó tanto el cultivo bacteriano original como bacterias inocuas artificialmente modificadas para producir solo HapA, y así se demostró que el efecto era realmente causado por esta proteína concreta y no por otros posibles factores de la bacteria.

bacterias multirresistentes
FOTO EPA/Stephan C. Schuster, Jurgen Berg

El investigador del CSIC en el CIC Antonio Hurtado subraya, sobre el trabajo, que “demuestra el potencial de las proteínas bacterianas como herramientas terapéuticas antitumorales”.

“La acción selectiva”, prosigue, “y el modo de activación intracelular abren nuevas perspectivas para desarrollar tratamientos combinados y específicos”.

El efecto de la bacteria en células cancerosas humanas

Para desarrollar este estudio se cultivó la bacteria ‘vibrio cholerae’ contando con una cepa normal y otra mutante modificada genéticamente, y posteriormente se recogió ‘supernatante’, que es el líquido donde crecen estas bacterias y que también contiene las proteínas y sustancias liberadas por la bacteria.

Posteriormente, se aplicó a células cancerosas humanas de colon, mama y páncreas para observar qué efectos producía.

“Lo que buscamos fue comprobar si las células humanas de distintos tipos tumorales (mama, colon y páncreas) seguían vivas y si podían multiplicarse tras estar en contacto con estas sustancias bacterianas, en particular con la proteína HapA”, explica Hurtado.

En la investigación han empleado sistemas avanzados de imagen en tiempo real que permiten contar células vivas y muertas, y medir la apoptosis (muerte programada) para observar con precisión el bloqueo de las vías.

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Ciencia y Salud

No ver la televisión mientras comen y otras ventajas del comedor del cole, según un informe

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comedores escolares

Ipsos ha llevado a cabo este estudio en colaboración con la Sociedad Española de Nutrición y la Universidad Politécnica de Madrid, a través de su grupo de investigación en Alimentación, Nutrición, Ejercicio y Estilo de Vida Saludable (ImFINE). El objetivo: una radiografía de la alimentación de niños y jóvenes y del uso de los comedores de los colegios.

Tal y como informa la propia Ipsos en nota de prensa, este trabajo lo han coordinado el doctor Rafael Urrialde, doctor en Ciencias Biológicas y experto universitario en Ciencias Ambientales por la Universidad Complutense de Madrid, y la doctora Marcela González-Gross, catedrática de Nutrición y Fisiología del Ejercicio en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte-INEF de la Universidad Politécnica de Madrid.

En él se han constatado una serie de diferencias de consumo relacionadas con los lugares en los que comen los chicos y chicas, si en el comedor del colegio o en sus domicilios.

Para ello, analiza seis momentos de consumo diario de alimentos y bebidas. Señala Ipsos que esta información es crucial para el desarrollo de estrategias y proyectos que respondan a las necesidades reales de niños, niñas y jóvenes. 

Principales resultados del estudio

Tras realizar el estudio estos fueron los resultados obtenidos:

1- Uso del comedor escolar como condicionante del comportamiento alimentario. Según el informe, que fue presentado hace unos días en Madrid, el comportamiento alimentario es muy diferente entre el grupo de 6 a 11 años y el de 12 a 17. En el primero es más habitual que coman en el colegio, no así en el segundo. Así que sería en la población desde los 6 años donde el comedor escolar ejerce una función más clara de condicionante.

2- Cantidad de consumo e ingesta de nutrientes que un menor tiene a lo largo del día. Se observa que los niños que realizan las principales comidas del día en el colegio son los que realizan cinco ingestas diarias, específicamente un 81%  frente a un 73%.

3- Número de comidas al día: entre las franjas de edad, además, se aprecia como a medida que van creciendo, los niños reducen los momentos de consumo de alimentos y bebidas: un 84 % de los más pequeños realizan cinco diarias, pero en el grupo por encima de los 12 años es un 66 %.

“Esta diferencia se debe principalmente a la supresión del momento de consumo de media mañana y de la merienda entre los más mayores”, señala el estudio.

Niños y enfermedad crónica
EFE/Luis Tejido

En cambio, en cuanto a un posible sexto consumo, el que ocurre antes de acostarse, es más habitual en el grupo de los mayores. Así, un 17 % de los mayores de 12 años que asisten al comedor escolar ingieren algo antes de acostarse, en comparación con el 9 % de los que no lo hacen.

Urrialde recalca en este sentido, en declaraciones recogidas por el comunicado de Ipsos, que “ha sido una sorpresa descubrir que el 30 % del grupo total consume algo antes de acostarse”.

“Creemos que este dato debería ser menor. Es algo que debemos analizar porque no sabemos si es realmente necesario este momento de consumo, y cuál puede ser su relación sobre los índices de soprepeso u obesidad”, incide.

4- No existen grandes diferencias en cuanto a la percepción sobre su propia alimentación. El 48 % de los niños pequeños considera que llevan una alimentación sana; de la misma forma, el 45 % del grupo de los mayores piensan que su alimentación también es buena, sin grandes diferencias en este caso entre quienes acuden o no al comedor. 

La televisión y la influencia del estilo de vida

El consumo de televisión desempeña un papel destacado en el estudio porque, por regla general, los niños, mientras comer, ven la televisión.

En concreto, un 29 % de menores españoles ven la tele todos los días en casa en cada comida, un dato que baja levemente hasta el 27 % entre los de 6 y 11 años, pero que sube hasta el 32% en los mayores. A su vez, casi el mismo porcentaje (28 %) dice que nunca come con la televisión encendida. 

Urrialde aconseja no ver la televisión durante las comidas “en ningún caso”. “Lo ideal es que no haya pantallas, sino diálogo, pausa y disfrute de la comida y del tiempo compartido, elementos esenciales incluidos en la base de la pirámide de la Dieta Mediterránea”.

adolescentes deporte
Imagen del nuevo pabellón deportivo de la Fuenfresca, en Teruel, en marzo de 2025. EFE/Antonio Garcia

Según remarca el especialista, “resulta sorprendente comprobar cómo en el comedor escolar los niños aprenden a comer sin pantallas, pero ese hábito se pierde en casa al encender la televisión”. González-Gross insiste: “Hay que trasladar el mensaje de comida sin pantallas”.

La importancia del deporte

Otro aspecto en el que se detiene el estudio es en la práctica de deporte. El mayor impacto se observa en el grupo de 6 a 11 años, donde el 80 % de los niños que usan el comedor escolar practican deporte frente al 68% de los que no.

En los mayores, esta diferencia es menor, 79 % frente a 72 %, pero sigue favoreciendo a quienes comen en el colegio, sugiriendo que la conciencia sobre hábitos alimentarios educativos podría influir en los estilos de vida.

“Las conductas saludables tienden a reforzarse entre sí. Quienes practican actividad física con regularidad muestran menor tendencia al consumo de tabaco o alcohol y mantienen una alimentación más equilibrada”, señala González-Gross. “Son también más receptivos a comprender que la salud no depende de un solo hábito, sino del conjunto de todos ellos”, concluye.

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Ciencia y Salud

Lo que las redes sociales hacen al cerebro de un adolescente, según este psiquiatra

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Adolescencia y redes sociales

Estas “miles de conexiones en redes sociales –añadió Blasco Fontecilla- no son relaciones reales, sino un simulacro de pertenencia” porque la “hiperconectividad” en la que habitan los y las adolescentes genera “ilusión de acompañamiento”. La soledad se esconde tras ello, en opinión del experto, quien hizo estas reflexiones en una jornada dedicada a la salud mental organizada por la Fundación Juan José López-Ibor y el Centro de Estudios Gregorio Marañón, y celebrada en la Fundación Ortega-Marañón.

Además, según explicó Blasco, inmersos en un entramado así, “los adolescentes viven expuestos a comparaciones constantes, a la búsqueda de validación y al miedo a la exclusión, lo que alimenta la ansiedad y la baja autoestima”.

La dificultad de alcanzar la madurez

La adolescencia, subrayó el experto, cuyas declaraciones recoge una nota de prensa de la Fundación Ortega-Marañón, es “un periodo biológicamente necesario para el aprendizaje del riesgo y la autonomía, pero el entorno actual multiplica los estímulos y reduce los límites”.

Además de la influencia del entorno digital, el psiquiatra destacó la brecha entre la maduración biológica y la psicológica puesto que en las sociedades actuales “los jóvenes maduran biológicamente antes, pero psicológicamente mucho más tarde”. Causas de ello, a su juicio: la sobreprotección parental y la falta de ritos de paso hacia la adultez.

“La sobreprotección es el gran error de nuestra especie”, advirtió antes de enfatizar que “el adolescente necesita equivocarse para aprender”. “Los padres que impiden todo riesgo crean hijos frágiles. La autonomía se construye cayéndose y levantándose”, ahondó.

Asimismo, Blasco recordó que el cerebro humano no completa su maduración hasta los 24 años, especialmente el lóbulo prefrontal, responsable del juicio y el control de impulsos. Sin embargo, dijo, en numerosas ocasiones a los y las jóvenes se les pide que se comporten como adultos cuando su cerebro “aún no puede hacerlo”.

La inmadurez, profundizó, explica en parte la impulsividad, la búsqueda de sensaciones y la dificultad para prever consecuencias, características típicas de la adolescencia. 

Salud mental juvenil, a peor en Occidente

La jornada celebrada en la Fundación Ortega-Marañón reunió a psiquiatras, investigadores y profesionales de la salud mental para analizar la dimensión de la salud mental en la sociedad actual. 

Según un estudio, el ‘Monitor global Mental Health Day’, de Ipsos, publicado este jueves, la salud mental se mantiene por cuarto año consecutivo como la principal preocupación en salud de los ciudadanos, sobre todo de las mujeres.

En concreto, el 62 % de la ciudadanía identifica la salud mental como su primer problema de salud, casi 20 puntos más que la media global de los 30 países analizados en el estudio anual, que es del 45 %.

chatbot IA salud adolescentes
Un joven consulta su teléfono móvil el pasado 29 de agosto en Madrid. EFE/Mariscal

España se sitúa como el segundo país, tras Suecia (63 %), donde más preocupa la salud mental, que supera a otras afecciones como el cáncer (51 %); el estrés (36 %); la obesidad (29 %) y el tabaquismo (19 %).

María Inés López-Ibor, psiquiatra y presidenta de la fundación que lleva el nombre de su padre, uno de los maestros de la psiquiatría, afirmó durante la jornada que “la mitad de los trastornos mentales aparecen antes de los 25 años, y la mayoría se inician en torno a los 14”

Blasco, en este sentido, incidió en que en todos los países occidentales, la salud mental juvenil ha empeorado en la última década.

Sobre tres ejes giran las causas: el exceso de exposición digital, que altera los ciclos del sueño, la atención y la socialización; la falta de referentes estables, en familias, escuela y comunidad; y la presión de un futuro incierto, que alimenta el miedo, la frustración y la desmotivación. 

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Ciencia y Salud

Acerca de la ansiedad: desmontando un “miedo” que nos saca de la realidad

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ansiedad: desmontando ese miedo

Elena Gallardo Morillo es profesora del Máster en Neuropsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Dice: “La ansiedad, para que le pongamos nombre y apellido, es un tipo de miedo, y el miedo es el principal caballo de batalla de nuestro cerebro, una de las emociones más temidas. Es, más concretamente, un miedo anticipatorio a posibles situaciones que imaginamos que se van a dar pero que puede que nunca se den”.

Psicólogo y psicoterapeuta, Sergio García Soriano explica que “la ansiedad es un estado de tensión” que “afecta en el día a día”. ¿Y cómo afecta? Responde: “De alguna manera no estamos en la realidad, sino que estamos sobreesforzados. Si tenemos ansiedad, tenemos un sentimiento desagradable sobre nuestro día a día porque vamos a percibir situaciones amenazantes cuando realmente no las hay”.

Causas distintas, consecuencias iguales

Miedo, sobreesfuerzo, aceleración, amenaza… Son palabras relacionadas con la ansiedad. Como la inquietud, la alerta o la sobrevigilancia. Una persona que vive con miedo a algo que pueda pasar, como en estado de alerta constante, es una persona que se pasa el día “analizando constantemente, proyectando cosas que quizá nunca sucedan”, afirma Gallardo.

Es agotador. Recalca la neurocientífica que la persona afectada mostrará dos tipologías de efectos: por un lado, pensamientos no deseados e intrusivos y exceso de ruido mental, y junto a ello, un sentimiento “exacerbado” de miedo y de estrés; por otro, la “niebla mental”, la falta de atención, la sensación pertinaz de cansancio y pérdidas de memoria.

Pero de dónde viene la ansiedad. Depende de la persona. ¿Y a dónde nos lleva? Aquí sí que existe un territorio de experiencias comunes. Gallardo subraya que “cuando alguien sufre ansiedad, y la sufre de una manera continuada constante, mantenida en el tiempo, lo que comienza a ser nocivo, va a experimentar un mayor número de cambios que alguien que sufre ansiedad de modo puntual”. La profesora se refiere a “cambios físicos” acompañados de taquicardia, tensión muscular (de ahí las contracturas) o sudoración excesiva.

La profesora de Neuropsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) Elena Gallardo. Foto cedida por la UNIR

Está la ansiedad como trastorno entonces, pero también una ansiedad “adaptativa”, relacionada con la supervivencia, porque, como asegura García, “hay elementos que son amenazantes y que se tienen en cuenta para la planificación” de la propia vida. Y están los grados de la ansiedad, incluido el trastorno de ansiedad generalizada.

La ansiedad es tan mental, apunta el psicólogo, que nos relaciona con la realidad desde la tensión, esa amenaza citada antes, lo que se traduce en manifestaciones somáticas. Palpitaciones, temblores, cefaleas, la boca seca, la sudoración…

La ansiedad irrumpe en la persona según sea la persona, pero los efectos hablan un lenguaje común. El miedo es clave, el miedo “a perder el control”, por ejemplo, o “la sensación de agobio”. La ayuda profesional se hace importantísima porque, mediante entrevistas, es posible llegar a ese origen concreto.

Contra la ansiedad: ayuda profesional y cuidado con la IA

Fundamental abordar la ansiedad, no es algo que va y viene, se presenta y se va. “Identificado el ‘esto me está pasando’”, indica Gallardo, conviene tomar medidas, y entre todas las posibles remarca el cuidado de la atención.

“Una de las cosas que siempre planteo es cultivar la atención, el ‘vamos a dedicarnos un tiempo diario’”, afirma. Habla de emplear 5, 10, 15 minutos en trabajar la atención con meditación, contemplación, dedicación a uno/a. “Si no, el cerebro, lo que va a hacer, es seguir, constantemente, rumiando pensamientos y generando una alta excitabilidad. Así que necesitamos poner el cerebro a cero, restablecer sus valores normales”, añade.

Y fundamental la ayuda profesional, incide García, porque el análisis compartido permite poner en común los elementos que producen malestar, y a partir de ahí, trazar vías para cambiarlos.

El psicólogo y psicoterapeuta Sergio García. Imagen cedida

¿Sirven las aplicaciones de IA? García responde: “No es una conversación entre dos humanos… Es un sistema de lenguaje cerrado que ofrece una apariencia de conversación, pero no es una conversación, así que quienes lo usan como psicólogo o están descentrados o no están haciendo lo que corresponde. Te puede responder qué es la ansiedad, pero si le cuentas tus problemas te va a llevar a error”.

Gallardo sostiene: “No estoy a favor porque la IA, aunque depures mucho, lo que hace al final el algoritmo es cruzar datos, y si bien esos datos pueden estar soportados en estudios, en la evidencia científica, esos datos nunca van a sustituir a la experiencia profesional y a la aportación que un profesional pueda dar”. Corolario: “Como motor de búsqueda, estoy en contra, y es contraproducente porque va añadiéndose más ruido a las cabezas”.

Los actuales estilos de vida

Normalizar la ansiedad es enemigo del abordaje profesional de la ansiedad. La profesora de la UNIR reconoce que “entrar en un estado de ansiedad constante porque has normalizado vivir así en el trabajo, o en la familia… Perder de perspectiva eso y estar en la rueda de ‘soy así y me siento así’ no es favorable”.

La confusión tampoco ayuda, y García detecta mucha confusión. “Decir ‘tengo un poco de ansiedad’ pero luego no me lo miro o no pienso que sea un problema” suele traducirse en no buscar soluciones. Resulta clave ir al origen de lo que sea que produce malestar. La mayor sensibilidad social sobre salud mental contribuye, pero también provoca que mucha gente ni quiera viajar a ese origen.

“Queda todavía mucho por hacer, y en ocasiones, en los medios de comunicación el enfoque ha sido más desde el show que desde la realidad que acontece dentro de una persona que tiene ansiedad”, concluye.

Para Gallardo, que cada vez se hable más de salud mental es positivo, pero respecto a la ansiedad enfatiza que, al depender tanto de la experiencia de la persona, de su modo de vida, su ritmo, el riesgo más importante es que se pueda normalizar. Llama a trabajar y hacer más desde el autoconocimiento, siempre con guía de profesionales. Disponer de herramientas propias (ejercicio, meditación, etc.) resulta crucial.

Lanza esta reflexión: “Vivimos en unos tiempos en los que los actuales estilos de vida nos llevan a vivir acelerados y a perder lo más importante para nuestro cerebro, que es la atención”.

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