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El «acero verde» se forja en Ecuador con millones de toneladas de chatarra reciclada

Más de 2,5 millones de toneladas de chatarra han sido recicladas en los últimos quince años en Ecuador. El objetivo es darles una segunda vida y uso en una fábrica que se alimenta cada vez más de energías limpias y renovables para forjar un «acero verde», empleado en emblemáticas construcciones como el primer rascacielos del país, que se levanta en la ciudad de Guayaquil (centro-sur).
A la planta de laminados de la siderúrgica ecuatoriana Novacero, ubicada en la localidad andina de Lasso, de la provincia Cotopaxi (centro-norte), llegan a diario camiones con chatarra adquirida a una red de microempresarios del reciclaje, quienes operan en colaboración con más de 90 puntos de reciclaje y 900 pequeñas bodegas a nivel nacional.
Este modelo de negocio, que lleva el lema de ‘la chatarra no es basura’, beneficia a más de 12.000 personas en el país.
«Compramos de todo en la chatarra: bicicletas, refrigeradoras, vehículos, y dentro de esto viene caucho, vidrio, plástico…», explica a EFE el gerente general de la compañía, Ramiro Garzón, sobre el proceso para obtener material ferroso y clasificar el no ferroso.
Apilados en montañas de amasijos de hasta 15 metros de alto, se observan pedazos de camiones, partes de motores, cables, piñones, tanques y tubos, entre otros elementos depositados por los camiones, tras pasar por arcos para descartar cualquier tipo de radioactividad.

En el proceso de fragmentación, se muele la chatarra separando el material no ferroso, que va a la Planta Recuperadora de Residuos.
Luego se separa cobre, bronce, aluminio, plásticos, esponjas, partes electrónicas e, incluso, tierra, que normalmente se mezcla con óxido de hierro, para obtener el combustible derivado de residuos (CDR) usado por las empresas de cemento, en lugar del carbón (coque) virgen.
Así, lo que antes era un desperdicio, se convierte en subproductos que ahora se exportan a Turquía y China, entre otros países.
Fundición a 1.650 grados
Por otro lado, en la línea de laminados, unos gigantescos electroimanes recogen material ferroso para fundirlo junto a pedazos grandes de chatarra, dependiendo de la composición del acero líquido que se desee obtener.
Al fundir el acero en un horno eléctrico -a unos 1.650 grados centígrados- se forma la ‘escoria’, una espuma que sacan «para evitar que se contamine el acero líquido puro». Una vez fría, la trituran convirtiéndose en óxido ferroso para la elaboración de cemento.
«No desperdiciamos nada. Antes las cementeras importaban el óxido de hierro, ahora nosotros les vendemos», dijo Garzón al explicar que, tras la fundición, el acero líquido entra en moldes de los que, tras enfriarse, se obtienen piezas (palanquillas) de unos 12 metros de longitud.
Así nace la materia prima para -tras un proceso de laminación- elaborar varillas microaleadas, alambrón, ángulos y platinas, entre otros, cuyo proceso queda registrado gracias a un sistema de trazabilidad. El material que sale de la combustión entra en una planta de tratamiento de humos para extraer un 40 % de zinc.
Descarbonización del acero
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la industria del hierro y el acero (siderurgia) representa aproximadamente el 8 % del consumo final de energía a nivel mundial, y es responsable de cerca del 7 % de las emisiones globales de dióxido de carbono.

Pero con esa fórmula, y teniendo en cuenta que Novacero procesó más de 2,5 millones de toneladas de chatarra en quince años, la potencial emisión de cinco millones de toneladas de CO2, si hubiesen usado mineral de hierro, se redujo a alrededor de un millón, lo que representa una caída del 80 %. También se evitó que 2.000 toneladas anuales de desecho se conviertan en basura.
«Estamos comprometidos con un proceso de descarbonización de la industria, lo que significa tratar de emitir la menor cantidad de CO2 al medioambiente, para no complicar con el efecto invernadero que ya estamos sufriendo a nivel mundial», asegura Garzón, para quien su empresa, «totalmente identificada con la economía circular», limpia a Ecuador «de la chatarra metálica abandonada y le da una nueva oportunidad de uso».
«Cuando se utiliza mineral de hierro, por cada tonelada de acero líquido que se obtiene, se generan dos toneladas de CO2», pero al reprocesar la chatarra en hornos eléctricos, alimentados con energía hidráulica, como en la planta de Lasso, se emite «media tonelada de CO2 por cada tonelada de acero líquido», explicó.
Triple impacto

Destacada como una empresa de triple impacto (ambiental, social y empresarial), la compañía ha invertido 350 millones de dólares en las tres plantas que tiene en el país, de los que más del 20 % pertenece a inversiones relacionadas a economía circular.
En Guayaquil se inauguró recientemente la central de energía solar privada más grande del país, con un total de 7.002 paneles fotovoltaicos y una potencia pico de 4,2 megavatios que provee el 90 % de la energía necesaria para fabricar acero en esta planta.
Todo ello ha llevado a que, el pasado martes, Novacero fuese la primera compañía de Ecuador en recibir la certificación de Empresa Eco Innovadora, y a que su producción llegue a edificaciones icónicas como el Maxximus City Center, que se le levanta en Guayaquil como el primer rascacielos del país, con unos 184 metros de altura y 50 pisos. EFE
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Más viajes, menos combustible y menos CO2: el transporte promete una revolución en Brasil

¿Qué pasaría si la misma flota de camiones que hoy recorre las carreteras pudiera hacer hasta un 50 % más de viajes, gastando menos combustible y emitiendo menos carbono?
Ese tipo de cambios que prometen revolucionar el transporte por carreteras ya son una realidad para empresas transportistas en Brasil que están apostando por invertir en soluciones tecnológicas para mejorar su productividad y, de paso, reducir las emisiones contaminantes.
El reto no es menor para un país como Brasil, donde el transporte por carretera concentra 65 % de toda la carga movilizada en el país, lo que encarece no solo el coste de los fletes internos, sino que resta competitividad en las exportaciones.
Enviar soja desde Brasil a China puede llegar a costar 138 dólares por tonelada, un 86 % más que desde Estados Unidos y un 46 % más que desde Argentina, según datos de la Confederación Nacional de Agricultura (CNA).
La explicación para este desfase es la alta concentración del transporte por carreteras en Brasil, la falta de inversión en infraestructuras, una flota envejecida y también, a un problema de visión empresarial.
«La ineficiencia logística en América Latina, no solo en Brasil, está muy ligada a un legado de cómo se percibe la cadena de suministro y la logística dentro de las empresas. En las últimas décadas, la logística y la cadena de suministro han terminado siendo vistos como el patito feo y como algo transaccional», explica Edson Guimarães, director ejecutivo para América Latina de LOTS Group, una empresa de soluciones tecnológicas para el sector del transporte.
Y aunque en los últimos años, a raíz de la pandemia, esta tendencia está cambiando, según Guimarães, «todavía no hemos tenido tiempo suficiente para transformar la logística y la cadena de suministro en algo estratégico para las empresas, para cambiar de manera amplia este tema de la eficiencia logística operativa».
¿Qué pueden hacer las empresas?
La principal herramienta para revolucionar la eficiencia está viniendo de la mano de la tecnología.
Herramientas de geolocalización, optimización de rutas y programación de los tiempos de repostaje y mantenimiento, técnicas clave para ganar una carrera de Fórmula Uno, ahora también permiten ahorrar costes en cada trayecto de un camión de carga pesada.
Con estas mejoras operacionales, se puede incrementar la eficiencia entre un 25 % y 50 % usando «el mismo camión, en el mismo tramo y con el mismo tiempo», explica el director de LOTS Group, empresa del grupo Scania.
“Y eso, obviamente, trae beneficios desde el punto de vista financiero, con una reducción de costos, pero también un beneficio desde el punto de vista de la descarbonización, porque se está realizando prácticamente la misma operación con una máxima optimización de la operación logística”, comenta Guimarães.
La estrategia no se limita a la tecnología. LOTS entrena a conductores para que adopten una conducción más sostenible y más eficiente. Según Guimarães, se puede ahorrar hasta un 20 % de combustible con un buen entrenamiento dedicado a aprender a frenar o a tomar una curva.
El aporte a la sostenibilidad
Todos estos ahorros, unidos a cambios en las fuentes de combustibles, también pueden contribuir de forma importante para la reducción de emisiones en el transporte.
Con ese objetivo, el Gobierno brasileño está invirtiendo 260.000 millones de reales (49.000 millones de dólares) en el programa Combustible del Futuro, que busca desarrollar hasta 2037 un diésel verde, para eliminar las emisiones en el transporte.
Pero no hace falta esperar una década para introducir mejoras, y ya se pueden lograr reducción de emisiones con adaptaciones de la flota de camiones al biogás o con vehículos eléctricos.
Una de las principales iniciativas en este sentido, recién lanzada en Brasil con el apoyo de 17 empresas privadas, es un proyecto para electrificar la flota de camiones en la Vía Dutra, la carretera que une Río de Janeiro y São Paulo, por donde circula el 41 % del PIB de Brasil.
El plan es ambicioso: hasta 2030, cerca de 1.000 camiones eléctricos deberán cruzar diariamente la Vía Dutra.
Las ganancias financieras derivadas de una mayor eficiencia operativa pueden servir, además, para financiar la transición energética y «alcanzar la paridad de costes entre la logística verde y la logística tradicional a diésel».
“Lo fundamental es que la eficiencia está en manos de cada empresa. Si logramos escalar operaciones más productivas, la propia eficiencia paga la transición energética. Y, con más escala, la infraestructura se vuelve viable”, concluye Guimarães. EFE
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FNyH restaurará el antiguo Resbaladero de Lunada con el proyecto “Bosques Flotantes”

Esta actuación irá acompañada de una plantación simbólica que flanqueará el antiguo “escurridero”. Fundación Naturaleza y Hombre ha comenzado este mes de diciembre una de las acciones más ambiciosas de su proyecto Bosques Flotantes: la restauración del antiguo Resbaladero o Escurridero de Lunada, en el Valle del Miera. Con esta obra FNYH pretende poner en valor este patrimonio industrial del siglo XVIII, que es considerado, desde julio de 2003, Bien Inventariado por la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria.
La Fundación conservacionista construirá sobre la antigua rampa de piedra una reformada estructura de madera que contará con traviesas de ferrocarril como base, (lo que asegurará su perdurabilidad ante el revés de los posibles fenómenos atmosféricos) y rollizos de madera de pino tratados en autoclave. Esta actuación permite reconstruir el tramo final del resbaladero original, de más de 50 m. Alrededor de este canalón también se ha comenzado a plantar arbolado autóctono en un acto simbólico de la voluntad por recuperar el bosque desaparecido.
Con estas actuaciones se pretende perpetuar la memoria colectiva de una deforestación que llegó a hollar las máximas cotas altitudinales, además de conservar y mejorar su estado en un amago por conciliar la relación entre el ser humano y la naturaleza. En esta zona se plantarán las siguientes especies: Haya (será la especie predominante); Abedul; Fresno; Sauce cabruno; Mostajo; Serbal de Cazadores; Álamo temblón; Avellano; Tejo; Olmo de montaña; Arce campestre y Acebo.
Contexto histórico del Resbaladero de Lunada
El Resbaladero o Escurridero de Lunada se comenzó a construir en el año 1971 como parte del proyecto global denominado la “Empresa del Miera”. Su finalidad era el transporte de maderas: estas se deslizaban desde el Portillo de Lunada hasta la ribera del río Miera, junto a la Casa del Rey. Una vez en el río flotaban hasta la Real Fábrica de Cañones de La Cavada y Liérganes, a las cuales se debe la terrible deforestación que sufrió tanto el valle del Miera como el norte de la provincia de Burgos. El desarrollo y explotación del Resbaladero terminó en el año 1797.
900 robles para construir un galeón
Se estima que la deforestación histórica afectó a más de 10 millones de árboles, siendo el roble la especie principal. Esto causó una pérdida de decenas de miles de hectáreas: para la construcción de un galeón se necesitaban 900 robles y para la de un cañón se necesitaban dos hectáreas y media de bosque.
Visión del presidente de FNyH, Carlos Sánchez
En palabras del presidente de FNyH, Carlos Sánchez, el Resbaladero de Lunada era una infraestructura industrial “clave” en el proceso de deforestación de la Montaña Pasiega y Oriental de Cantabria. Así mismo, Sánchez ha destacado que su recuperación “marca un hito en el proyecto de Fnyh para la recuperación de los bosques del área pasiega, que la entidad desarrolla desde 1999”. De esta manera también ha explicado que “se trata de poner en valor y fusionar en el proyecto, un trio de ases: la fascinante historia que envuelve la Montaña, el patrimonio industrial y la recuperación del patrimonio natural. Un impulso más para los recursos turísticas a la zona”.
Entidades que forman parte del proyecto
La entidad coordinadora del proyecto es el Ayuntamiento de Ramales de la Victoria, con quien también colaboran Fundación Naturaleza y Hombre, la Universidad de Salamanca (USAL), y la Fundación para la investigación del Clima (FIC).
Fundación Naturaleza y Hombre
Fundación Naturaleza y Hombre es una Organización No Gubernamental sin ánimo de lucro que lleva 30 años dedicándose a la preservación del patrimonio natural y las actividades tradicionales y sostenibles del hombre.
Para saber más sobre la actividad de la Fundación: https://fnyh.org/
Para saber más sobre el proyecto Bosques Flotantes visita su página web: https://www.bosquesflotantes.es/proyecto/
El proyecto Bosques Flotantes cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU.
Haz clic para ver el pase de diapositivas.
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Un paisaje industrial que aprende a respirar

Durante décadas, Torrelavega ha sido industria, asfalto y hormigón, pero ese paisaje comienza a transformarse con patios escolares que reverdecen, parques urbanos que recuperan su función y pequeños humedales que enseñan a la capital del río Besaya a respirar de nuevo.
Impulsado por el Ayuntamiento de Torrelavega y financiado con fondos europeos destinados a ese municipio por la Fundación Biodiversidad y el Gobierno de España, el proyecto Torrelavega Corredor Natural dispone de dos millones de euros para ejecutar tres grandes ejes.
La concejala de Medio Ambiente, Patricia Portilla, explica que esos tres objetivos son: la recuperación de un área natural fuertemente degradada como es el parque de las Tablas, conocido como ‘El patatal de Sniace’; la renaturalización de patios escolares; y las acciones de naturalización urbana dentro del casco urbano.
El parque de las Tablas, un espacio estratégico cerca de la ciudad, junto a la química Sniace (cerrada en 2020) y en la confluencia en la ciudad de los ríos Saja y Besaya, es uno de los símbolos de esa transformación.
De espacio degradado, con presencia de especies invasoras, el parque de La Tablas ahora se recupera para generar nuevos bosques y hábitats funcionales.
Sin embargo, el proyecto va más allá de los grandes espacios, ya que, asegura Portilla, la clave está en lo pequeño, en lo cotidiano, en esos gestos que permiten que la vida vuelva a encontrar huecos dentro de la ciudad.
Biodiversidad en los pequeños gestos

Desde SEO/BirdLife, su técnico Juan Pardo de Santayana lo resume con claridad: «Hay espacios verdes que son muy pobres en biodiversidad por la forma en la que los gestionamos. Cambiar cómo segamos, cómo podamos o, simplemente, dar tiempo a que las plantas florezcan ya genera biodiversidad».
Reducir las siegas, crear charcas, incorporar madera muerta o instalar hoteles de insectos no son detalles menores sino decisiones que permiten cerrar ciclos naturales que durante años fueron interrumpidos.
Gracias a Torrelavega Corredor Natural, se han instalado más de 300 nidos y refugios para aves y murciélagos, se han creado microjardines para polinizadores y se han distribuido charcas por distintos puntos de la ciudad.
«Intentamos que casi en cualquier sitio de Torrelavega puedas ver una libélula volar», explica Pardo de Santayana, quien reivindica una ciudad donde humanos y fauna compartan espacio.
El cambio desde la infancia
Uno de los pilares más transformadores del proyecto está en los colegios a través de la renaturalización de patios escolares, que convierten el cemento en aulas vivas.
La técnico de Medio Ambiente de este proyecto, Alicia Polidura, subraya el impacto social de esta acción, ya que no es la más importante por importe económico, sino por el impacto que tiene en la comunidad educativa.
Los colegios José María de Pereda, José Luis Hidalgo y Pancho Cossío son los que han incorporado 300 metros cuadrados de zonas permeables cada uno, con árboles autóctonos, praderas floridas, aromáticas y espacios de aprendizaje al aire libre.
En el colegio José María de Pereda, situado en un barrio especialmente diverso y vulnerable, el cambio se vive con emoción como cuenta su conserje, Pilar Revuelta, porque «es un patio que concentra muchísimo calor».
«Ver a los peques pegados a la pared buscando un trocito de sombra es muy ilustrativo», resalta Revuelta, quien añade que la naturalización no solo mejorará el confort térmico, también abre nuevas oportunidades educativas, ya que a través de la naturaleza se pueden trabajar todas las áreas del conocimiento.
Un año de ejecución
Además, el proyecto introduce una mirada ecológica más profunda: suelos permeables que evitan que miles de litros de agua de lluvia acaben en la depuradora y vuelvan al acuífero, donde siempre debieron estar.
Torrelavega Conexión Natural finalizará el próximo 31 de diciembre, tras 24 meses de ejecución y, sin embargo, como recuerda Portilla, su verdadero esplendor está por llegar, ya que el «reverdecer» de los espacios se verá en pocos meses, porque la naturaleza no entiende de plazos administrativos, solo necesita tiempo, espacio y voluntad. EFE
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