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Ciencia y Salud

La enfermedad rara de Castleman: La inflamación desorbitada de los ganglios linfáticos

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enfermedad de Castleman

El 23 de julio es el Día Mundial de la Enfermedad de Castleman, una patología sin cura que afecta a los ganglios linfáticos de cualquier parte del cuerpo, con mayor frecuencia a los del mediastino, el abdomen, el cuello o el bazo provocando diferentes síntomas y complicaciones.

Esta enfermedad es de origen desconocido. “Se ha buscado una mutación genética pero hasta el momento no se ha encontrado”, señala a EFEsalud el doctor Andrés González, especialista en medicina interna en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid y especialista en la enfermedad de Castleman.

Afecta tanto a adultos como a niños. Si solo impacta en un ganglio o región ganglionar (unicéntrica) es menos agresiva y la sintomatología es más leve e incluso asintomática.

Si afecta a varios ganglios o regiones ganglionares (multicéntrica), los síntomas se agravan considerablemente y pueden llegar a provocar complicaciones graves, como disfunción orgánica, trombosis o neoplasias malignas.

Los síntomas más frecuentes son fiebre recurrente, pérdida de peso, anemia, fatiga extrema y agrandamiento de órganos como el bazo o el hígado.

“Estos pacientes se inflaman mucho y, como no se les diagnostica a tiempo, siguen inflamándose y puede ser amenazante para la vida al dañar órganos vitales, como el pulmón o el riñón, e incluso, tener sangrados. Es parecido a una sepsis pero sin que haya bacteria que la desencadene”, apunta el especialista.

ganglios linfáticos, Castleman
El cuello es uno de los lugares donde pueden aparecer ganglios inflamados. EFE/Juan Ferreras.

El caso de Julia

El principal síntoma que tuvo Julia Asama, paciente y presidenta de la Asociación Española de Enfermedad de Castleman, fue la pérdida de peso, unos cuarenta kilos en dos meses, pasó de 82 a 40 kilos.

Eso fue en el año 2000, cuando Julia tenía 18 años, y lo primero que pensaron los médicos fue en una anorexia ya que la paciente había perdido por completo el apetito, presentaba anemia y luego fiebre.

“Yo no tenía hambre y comía al día un yogur o un plátano y lo asociaron a la anemia”, relata a EFEsalud.

Pero posteriormente detectaron que a Julia se le había inflamado de forma exagerada el bazo hasta el punto de que ocupaba casi todo el espacio del estómago y por eso no sentía ganas de comer.

“Tuvieron que operarme de urgencia para quitarme el bazo y llevarlo a analizar”, recuerda. El diagnóstico llegó casi un año después, un tiempo récord para la media de cinco años que tarda en llegar un diagnóstico de enfermedad rara o poco frecuente, y fue gracias a un médico más especializado.

“A pesar de lo rápido del diagnóstico yo no tuve tratamiento estable hasta quince años después, en el 2015. Hasta entonces sólo me trataban los síntomas de la enfermedad, por lo que mi enfermedad se ha ido agravando”, lamenta.

Julia tiene el subtipo más complejo de enfermedad de Castleman, la multicéntrica idiopática, y está siendo tratada con inmunoterapia y quimioterapia, como un cáncer, desde hace diez años.

“Es una enfermedad crónica. Una vez intentamos parar los ciclos de tratamiento a ver si se quedaba inactiva, pero en mi caso no fue así. He empeorado y ha habido que reiniciar el tratamiento”, señala la paciente.

Semejanza a las enfermedades tumorales

El doctor González explica que la enfermedad de Castleman se asemeja a las enfermedades tumorales pero no es un cáncer porque “no hay clonalidad”.

“En un cáncer, las células se multiplican sin control, pero en esta enfermedad hay una hiperplasia, un crecimiento anómalo pero controlado de distintas células, no un clon de la misma célula. Esa es la diferencia fundamental con un linfoma”, matiza.

Es normal que tratamientos que se utilizan en cáncer se extrapolen y se utilicen en enfermedades autoinmunes, como el lupus, y en este caso en Castleman.

“A veces es tan agresiva esta enfermedad que las terapias dirigidas con anticuerpos monoclonales no son suficientes y hay que utilizar quimioterapia contra las células implicadas en esa tormenta inflamatoria”, indica.

Los retos de la enfermedad de Castleman

Además de la necesidad urgente de un diagnóstico temprano y preciso, tanto pacientes como especialistas piden centros de referencia en la enfermedad de Castleman para ayudar a otros especialistas y dirigir a los pacientes.

También es preciso ahondar en la investigación para conocer más a fondo la enfermedad y buscar tratamientos específicos ya que ahora tan solo hay una terapia dirigida con un anticuerpo monoclonal para la variante multicéntrica idiopática autorizada en España.

La cirugía se utiliza en el caso de la enfermedad unicéntrica, con la extirpación del único ganglio afectado, afección que suele detectarse de forma casual.

Por eso, es clave el papel del patólogo, especialista que puede definir la enfermedad y descartar el linfoma al analizar la masa.

Otro de los caballos de batalla es la necesidad de un equipo multidisciplinar ya que ahora la llevan desde los oncólogos, a hematólogos, reumatólogos o internistas: “La enfermedad de Castleman necesita un equipo multidisciplinar porque según donde se localicen los ganglios linfáticos te tratan unos u otros”, señala la presidenta de la Asociación Española de Enfermedad de Castleman.

No hay datos globales de la enfermedad, tan solo, explica el doctor del Hospital Ramón y Cajal, algunos recogidos en estudios de Estados Unidos que estiman la incidencia en 5-15 casos por millón de habitantes en la modalidad unicéntrica y en 1 caso por millón de habitantes en la variante multicéntrica idiopática.

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La nutrición en el Tour: la revolución que entra por la boca

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Tour nutrición

El ascenso al Mont Ventoux del esloveno Tadej Pogacar fue el más rápido de la historia y se une a otras proezas de este Tour, algo que hace saltar las alarmas sobre la posible llegada de productos ilícitos al pelotón, pero otros las explican por las mejoras en el material, por la preparación y, sobre todo, por la nutrición.

El nutricionista se ha convertido en una pieza clave en todos los equipos y su palabra no es sólo un consejo. Dentro y fuera del Tour, la alimentación de los ciclistas se ha convertido en un elemento esencial.

“Dentro de las áreas de rendimiento es la que más ha evolucionado en los últimos años”, afirma a EFE Marco Alcalde, el responsable de las dietas en el equipo francés Cofidis.

El punto de inflexión se vivió en la pandemia, cuando cayó un tótem del pelotón: “Se pasó de ingestas bajas durante los entrenamientos para llegar finos a un planteamiento que es antagónico”, indica a EFE el nutricionista del Movistar, Miguel Gorriz.

“Ahora pues la ingesta durante el entrenamiento suele ser bastante grande para llegar también a tolerar las cantidades que son necesarias para una carrera y en una gran vuelta”, completa el especialista.

Como en otros equipos, el objetivo es adaptar las ingestas a cada corredor, tanto en carrera como una vez que llegan a los hoteles.

Gorriz señala que la nutrición aporta “pequeñas mejoras marginales que suman mucho”, puesto que “tener el control de la alimentación y de los otros factores relacionados permite llegar a la mejor versión de un ciclista” en competiciones como el Tour.

Tour nutrición
EFE/EPA/MARTIN DIVISEK

El ciclismo, banco de pruebas en alimentación

Marco Alcalde está convencido de que el ciclismo es la punta de lanza de la investigación sobre el influjo de la alimentación en el rendimiento deportivo.

De hecho, asegura que la teoría evoluciona hacia técnicas que ya se aplican en el pelotón y, a su juicio, acabarán por estar plasmadas en los libros.

“Al final el ámbito científico siempre toma el tiempo de hacer el estudio, de corroborarlo, de que todo esté bien, mientras que la práctica es el día a día”, señala el responsable de las dietas en el equipo francés Cofidis.

La nutrición en el Tour: Hidratos de carbono, miel…y gominolas

La línea preponderante actual es apoyarse mucho en los hidratos de carbono, que se consumen antes, durante y después del esfuerzo que se efectúa durante la etapa.

“Cada vez se va más rápido, el gasto es más intenso y los requerimientos son mayores”, señala Gorriz, que pone el acento también en el rol que la alimentación juega en la recuperación del ciclista.

Al final de las etapas se ha puesto de moda que los corredores coman gominolas para incrementar el aporte de azúcar.

El nutricionista del Movistar destaca también el buen resultado que da la miel, “un carbohidrato no muy saciante” que figura en la dieta que él pone sobre los corredores de su equipo.

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EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON

Un plan nutricional individual y adaptado

Otro de los factores es que cada ciclista tiene su propio plan nutricional, adaptado a sus necesidades propias y también a las de cada etapa.

“Tenemos que estar pendientes desde el desayuno hasta la cena, pasando por lo que comen encima de la bici”, explica Alcalde, que pone el acento sobre la conexión que los nutricionistas deben tener con los cocineros que viajan con cada equipo.

El trabajo de estos especialistas en nutrición no se limita a las tres semanas del Tour de Francia, ni siquiera a los diez meses de temporada, cubre también las semanas en las que los corredores están de vacaciones.

“Todo el año intentamos que tengan la mayor proporción de masa muscular posible y la menor de grasa”, señala Gorriz, que reconoce que los corredores tienen ahora un aspecto más atlético todo el año.

Alcalde señala que fuera de la competición se abre un poco la mano, pero no por ello se deja de controlar a los ciclistas. El experto del Cofidis destaca la importancia de tener una relación de confianza con los corredores, “que no te vean como el enemigo”, para que sus recomendaciones se apliquen de la forma más natural posible.

Gorriz y Alcalde aseguran que por ahora no hay competencia entre nutricionistas, más bien colaboración, y destacan dentro de un grupo de especialistas en el que España está bien representada, puesto que también el del UAE, Gorka Prieto, es de esa nacionalidad.

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El desamparo sistémico del paciente rural

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sanidad zonas rurales

Rodríguez Ledo ejerce a diario su profesión en el Área Sanitaria de Lugo A Mariña e Monforte de Lemos como responsable de docencia en Medicina Familiar, Investigación e Innovación, y como subdirectora de Humanización, Calidade e Atención á Cidadanía en el Hospital Universitario Lucus Augusti.

A la vez, es presidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) desde 2023, primera mujer en desarrollar este cargo en una institución fundada en 1988. También preside la Red Española de Investigación en Covid Persistente (REiCOP).

Y es asesora al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno de España a través de de la Comisión Nacional de la Especialidad de Medicina de Familia.

Asimismo, forma parte del grupo de trabajo de la Organización Médica Colegial (OMC) en competencias del Médico de Familia y es miembro de la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (FACME) con el objetivo puesto en el desarrollo profesional de las competencias transversales.

Paralelamente, es jefa de Estudios de Medicina Familiar y Comunitaria desde el año 2010.

La Dra. Pilar Rodríguez Ledo ha elaborado 71 artículos científicos y 27 capítulos de libro, participado en más de 200 cursos de formación de postgrado y ponencias, elaborado más de 127 comunicaciones en distintos congresos y formado parte de 19 de ensayos clínicos y estudios observacionales.

El paciente rural.
Pilar Rodríguez Ledo, XXII Premio Nóvoa Santos de Medicina que concede la Asociación de Médic@s Galleg@s.

Con la mirada centrada en el paciente rural

Por la doctora Pilar Rodríguez Ledo

La atención sanitaria en las zonas rurales sigue siendo uno de los mayores retos para los médicos de familia. A lo largo de mi carrera he tenido la oportunidad de trabajar en zonas rurales, donde el acceso a la atención es limitado y las necesidades de los pacientes son más complejas de lo que se suele imaginar desde los entornos urbanos. En estos lugares, las historias de vida de los pacientes también merecen ser atendidas con una mirada cercana, humanista e integral.

El paciente rural enfrenta una realidad determinada por la dispersión geográfica, la escasez de recursos y la falta de infraestructuras, lo que genera una sensación de desamparo. A pesar de las políticas sanitarias orientadas a acercar los servicios médicos, sigue existiendo una gran desigualdad entre las zonas urbanas y rurales. Los pacientes enfrentan obstáculos físicos y logísticos, además de la escasez de profesionales dispuestos a atenderlos.

En medicina rural, no solo se trata de curar enfermedades, sino de gestionar enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión, que requieren seguimiento, educación y promoción de hábitos saludables. Aunque los pacientes rurales suelen tener un buen conocimiento de sus condiciones, la distancia con los centros de salud y la falta de recursos limitan su atención.

La medicina rural exige un enfoque integral. No solo somos médicos, sino que también debemos tener competencias para abordar sus aspectos emocionales, laborales y sociales. La relación con los pacientes se convierte en un vínculo de confianza, donde la cercanía, la escucha activa y la disponibilidad para resolver inquietudes son esenciales. La capacidad de ofrecer un apoyo emocional constante es crucial, además de estar siempre dispuestos a ayudar en todos los aspectos que afectan al paciente.

El médico de familia en el entorno rural desempeña una función mucho más amplia que la del médico en una ciudad, siendo el vínculo entre el profesional y el paciente más cercano, y la confianza imprescindible para compensar la incertidumbre que se incrementa con la dispersión y el aislamiento geográfico.

Las dificultades para los profesionales de la medicina rural

El ejercicio de la medicina rural presenta también importantes dificultades para los profesionales. La escasez de recursos, la sobrecarga laboral y la soledad profesional son los mayores desafíos. Los médicos rurales a menudo somos los únicos profesionales en una gran área geográfica, lo que implica una gran carga de trabajo y la necesidad de manejar una variedad de patologías, desde enfermedades crónicas hasta urgencias, con escaso apoyo de otros profesionales.

La falta de formación continua es otro reto. En las zonas rurales, acceder a congresos y cursos especializados es difícil, lo que puede generar frustración y desmotivación. La actualización constante es clave para ofrecer la mejor atención, pero la lejanía y las barreras logísticas impiden el acceso a la formación adecuada. Esto puede hacer que los profesionales se sientan aislados, sin la posibilidad de compartir experiencias y adquirir nuevos conocimientos.

paciente rural
Pilar Rodríguez Ledo, durante una intervención en un acto público. Foto cedida

Además, la rotación de profesionales es elevada, lo que afecta negativamente la continuidad de la atención sanitaria. Las zonas rurales son menos atractivas para los médicos jóvenes debido a la falta de oportunidades profesionales y la menor calidad de vida en comparación con las grandes ciudades. Son necesarios esfuerzos por mejorar las condiciones laborales y ofrecer incentivos y reconocimiento para afrontar el desafío rural.

Otro desafío importante es la escasez de equipos multidisciplinarios. A menudo, los médicos de familia en el medio rural no contamos con el apoyo de otros profesionales de la salud, como otros médicos especialistas, psicólogos o trabajadores sociales. Esto significa que debemos asumir muchas más responsabilidades, lo que puede llevar a un agotamiento profesional. Esta sobrecarga, tanto física como emocional, es algo que no siempre se tiene en cuenta y que exige una atención urgente por parte de las autoridades sanitarias.

Un futuro más esperanzador para el paciente rural

A pesar de estos retos, la atención sanitaria rural ha ganado relevancia en los últimos años. Sin embargo, la medicina rural requiere un mayor y más sólido compromiso político y social. No basta con enviar médicos a las zonas rurales, sino que es crucial garantizar que estos profesionales cuenten con los recursos necesarios para realizar su trabajo de manera eficiente y humana.

Es esencial que valoremos la medicina rural y reconozcamos que la salud de todos los ciudadanos debe ser tratada con la misma prioridad, independientemente de su lugar de residencia. El médico de familia en el entorno rural no solo es un profesional de la salud, sino un pilar fundamental para la cohesión social y el bienestar colectivo. El trabajo de estos profesionales tiene un impacto positivo no solo en la salud individual de los pacientes, sino también en la sostenibilidad de la comunidad en general.

Mirar al paciente rural es reconocer su dignidad y fortaleza. Estas zonas rurales no solo tienen derecho a una atención médica de calidad, sino también a un trato humano y personalizado, que valore sus realidades. El reto es que la mirada de la sanidad pública se centre en ellos de la misma manera que lo hace con los pacientes urbanos, y avanzar hacia una atención más equitativa y humana para todos.

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La desactivación de la alopecia areata

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Alopecia areata.

“En ocasiones, esa placa será la única manifestación de la alopecia areata; pero en otros pacientes puede desarrollarse con más y más zonas peladas. En los casos extremos afectará a todo el cuero cabelludo”, describe la dermatóloga del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid.

“Y se considerará alopecia areata universal cuando la pérdida pilosebácea por inflamación afecte a todo el cuerpo, incluso eliminando las pestañas. Un estadio que siempre tendrá un peor pronóstico”, añade.

La alopecia areata pertenece al grupo de las alopecias no cicatriciales: calvices en las que no se produce una destrucción irreversible del folículo piloso, sino que el folículo sigue vivo, aunque inactivo funcionalmente.

En las alopecias no cicatriciales se engloban las alopecias androgenética, areata o el efluvio telógeno (anomalía en el ciclo de crecimiento del pelo). Entre las alopecias cicatriciales destaca la alopecia frontal fibrosante.

“Además, como la alopecia areata es una calvicie que se diagnostica sobre todo en adolescentes y pacientes jóvenes, entre la tercera o cuarta década de la vida, puede generar secuelas psicoemocionales estigmatizantes”, subraya la dermatóloga.

Alopecia areata.
La alopecia areata puede evolucionar desde zonas calvas específicas en la cabeza a la pérdida todal del vello corporal. Ilustraciones y fotografías facilitadas por la Dra. Carranza Romero.

Este tipo de alopecia, que afecta al 0,1-0,2 % de la población mundial, sin predominio de hombres o mujeres, se presenta de manera brusca y suele estar vinculada a enfermedades autoinmunes.

“Son frecuentes las alteraciones tiroideas, la dermatitis atópica o el vitíligo (pérdida del color natural de la piel), junto con afectaciones a nivel ungueal (uñas piqueteadas) y ocular (madarosis ciliar, que puede provocar infecciones y lesiones en el ojo)”, expone.

La repoblación del pelo derivada de la alopecia areata suele tener lugar en los meses poteriores a su aparición: 95 % de casos durante el primer año si el paciente es un niño o una niña.

“Crecerá un vello fino y claro en el centro de las placas o parches sin pelo, que poco a poco irá cubriendo el área afectada, recuperando el pelo su color y grosor habituales”, apunta.

En la adolescencia y la primera juventud es habitual que la alopecia areata evolucione de forma negativa y provoque múltiples placas de superficie lisa, permaneciendo visibles en el tiempo.

Alopecia areata.

Las causas de la alopecia areata

El origen patológico de la alopecia areata es multifactorial, no sólo se debe a un factor aislado. Hay que situar el foco en la predisposición genética y en las alteraciones del sistema inmunológico que inciden, a su vez, en el perfil genético del paciente.

La herencia familiar abarca un 10-20 % de los casos, mientras que un 30 % se sitúa en el ámbito de las enfermedades autoinmunes.

“Nuestro sistema inmune identifica al folículo piloso como un agresor, un antígeno (virus, bacterias, hongos) o un cuerpo extraño, y desarrolla anticuerpos, mecanismos de defensa, a través de las proteínas”, explica la Dra. Carranza Romero.

“El resultado será la inflamación. Si pudiéramos verlo con un microscopio apreciaríamos un infiltrado inflamatorio de tipo predominantemente Th1 (acumulación de células inmunitarias, principalmente linfocitos T)”, describe.

“Se produce, entonces, una pérdida de privilegio del sistema inmunitario en el folículo piloso y la vía JAK-STAT se mostrará sobreexpresada”, completa la especialista.

Alopecia areata.
Con la inmunoterpia se consigue un viraje: todo el infiltrado inflamatorio linfocítico que está localizado a nivel del folículo piloso se desplaza hacia el epitelio interfolicular, hacia la dermis; quedando liberado el folículo.

“Por eso decimos que esta alopecia es reversible, a diferencia de otro tipo de alopecias irreversibles, donde la destrucción del folículo es total”, recalca.

A la vez, se podrán sumar otros detonantes alopécicos de tipo emocional (estrés, ansiedad o desánimo) y medioambiental.

Esta situación psicofísica se verá agravada por la pérdida rápida de pelo, con más parches calvos, convirtiendo el proceso en un círculo vicioso: pérdida de pelo… ansiedad… más pérdida de pelo.

“La alopecia areata no es un problema puramente estético, sino que tiene un impacto brutal en la calidad de vida personal, familiar, laboral y social de l@s pacientes”, advierte la doctora Carranza.

Alopecia areata.
Estos fármacos registran un buen perfil de seguridad, incluso mejor que los corticoides sistémicos inmunosupresores.

Tratamientos en alopecia areata

En alopecia areata se utiliza la escala SALT para determinar el grado de afectación folicular en el paciente: leve, cuando es igual o menor al 20 %; moderada, de 21 % a 49 %; y grave a partir del 50 %, donde habría un daño grave en cejas y pestañas.

El objetivo de cualquier terapia se centrará en buscar una reactivación mínima del 80 % de los folículos desactivados por la inflamación, es decir, conseguir que el paciente se encuadre y permanezca en el estadio leve o SALT 20.

Los tratamientos generales en consulta van desde la sensibilización con irritantes, como la difenciprona (DFCP), hasta el uso de corticoides tópicos (primera línea en niñ@s), intralesionales (muy válido para cejas) y sistémicos (con grandes efectos secundarios, que se minimizan con la dexametasona con minipulsos).

Los inhibidores de la calcineurina junto con el minoxidil se añaden a los tratamientos de primera línea.

También, se prescriben la inmunoterapia de contacto, inmunosupresores, fármacos biológicos, PRP, fototerapia y micropigmentación; sin olvidar las prótesis capilares, el láser o la psicoterapia.

Pero nos encontramos ante una novedosa era de medicamentos que se pueden aplicar en muchas enfermedades dermatológicas con resultados espectaculares.

“A día de hoy, l@s dermatólog@s contamos en alopecia areata con dos fármacos sistémicos inhibidores de JAK, aprobados por la FDA y la EMA: baricitinib y ritlecinitib. Otro más, deuroxolitinib, que sólo está funcionando bajo la legislación americana, está pendiente de su aprobación en Europa”, enmarca.

Esta vía constituye la diana terapéutica de las nuevas moléculas, que actúan a través de los inhibidores: si se frena la vía JAK-STAT se podrá revertir el proceso de la enfermedad.

Su eficacia se estima en torno al 60-70 % de los casos“, destaca la Dra. Carmen Carranza Romero.

Alopecia areata.
Crecimiento del pelo en el cuero cabelludo según la escala SALT tras 52 semanas de tratamiento con baricitinib.

“Es verdad que existen pacientes que tardan cierto tiempo en responder a esta terapia: alrededor de un año para comprobar la efectividad real; incluso, algunas investigaciones indican hasta dos años de tratamiento para conseguir los objetivos”, afina.

Por ejemplo, baricitinib, que presenta una tolerancia bastante buena para el paciente, es muy efectivo mientras se administra y se matiene su dosificación, dejando de serlo si el paciente deja de tomarlo.

La eficacia terapéutica también dependerá del punto de partida del estadio de la enfermedad inflamatoria.

“No es lo mismo una alopecia areata muy grave que otra de nivel moderado. Son fármacos que en un principio tenemos que mantenerlos en el tiempo y la disminución de la dosis tendrá que ser progresiva y muy poquito a poco”, advierte.

Alopecia areata.

Dra. Carmen Carranza, ¿qué costumbres de l@s pacientes desde el punto de vista de la dieta o de sus hábitos diarios magnifican los detonantes de esta enfermedad inflamatoria?

“Más que la dieta, podríamor hablar del estrés o de determinadas patologías, como puede ser la celiaquía, la atopia (hipersensibilidad a diferentes alérgenos) y el vitíligo, que se asocian a la alopecia areata”, aporta.

“Como ejemplo, se ha comprobado cierto vínculo existente con la enfermedad celíaca: cuando utilizamos los inhibidores de YAK en alopecia areata disminuyen los niveles de anticuerpos relacionados en la celiaquía”, resalta.

Y si hablamos de prevención, ¿qué consejo ofrece a estos adolescentes y personas jóvenes?

“Mi consejo iría más enfocado a su médico o médica de cabecera: tienen que transmitirles un mensaje tranquilizador, puesto que los pacientes tienen que saber que la alopecia areata es reversible. Es decir, la posibilidad de que recupere su cabello es totalmente real”.

Está acreditado clínicamente que la ansiedad, la tensión, los nervios, la preocupación constante o la angustia vital por el aspecto estético juegan en su contra.

“Las distintas opciones terapéuticas, desde los tratamientos tópicos a los tratamientos orales y los nuevos fármacos inhibidores de JAK, nos ofrecen un arsenal terapéutico muy amplio y de gran efectividad para buscar, al menos, su sonrisa”, concluye la Dra. Carmen Carranza Romero.

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