Ciencia y Salud
“Yo también me llamo Esperanza”, la guía de apoyo a las mujeres con cáncer ginecológico

Esta guía de cáncer ginecológico, promovida por la compañía farmacéutica GSK, ha contado con la participación de oncólogos y otros profesionales sanitarios de distintas especialidades y de la Asociación Mama y Ovario Hereditario (AMOH) y la Asociación de Afectados de Cáncer de Ovario (ASACO) y el apoyo institucional de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
El objetivo es proporcionar un recurso de referencia para pacientes y familiares, que incluya información sobre la patología y temas relevantes relacionados con la enfermedad y su tratamiento.
Qué es el cáncer ginecológico y cómo tratarlo
El documento comienza detallando qué es el cáncer ginecológico y explica cada uno de los que se pueden originar en el ovario, el útero (o endometrio), cuello uterino (o cérvix), vagina y vulva, los órganos reproductores de la mujer.
Y se adentran en los diferentes tratamientos para cada tumor, desde los convencionales, como la cirugía, quimioterapia y radioterapia, a otros innovadores como son las terapias diana o la inmunoterapia.

Además, se adentran en explicar el peso del cáncer ginecológico hereditario, aquel que se produce por mutaciones genéticas hereditarias, como en particular ocurre con el cáncer de ovario, y se explica la importancia del consejo genético que permita tomar decisiones preventivas.
Cuidarse en el proceso del cáncer, física y emocionalmente
La guía del cáncer ginecológico ofrece un apoyo integral a las pacientes y por eso no olvida asesorar en cómo prepararse antes y después del tratamiento pero también en lo relativo al cuidado personal que contribuya a la calidad de vida y a la mejor percepción de la paciente.
Estos son algunos de los consejos básicos:
- Cesar el consumo de tabaco y alcohol
- Tener una alimentación sana y equilibrada
- Realizar ejercicio físico bajo supervisión
- Cuidar la salud emocional y mental
Este documento también ofrece recomendaciones sobre las consecuencias del cáncer en la mujer. Tratarse las cicatrices derivadas de la cirugía, el linfedema (inflamación de las piernas por problemas de drenaje linfático) o fisioterapia para el suelo pélvico.
Ante un escenario que genera temor e incertidumbre, es importante que las pacientes sepan gestionar sus emociones para poder conseguir en estado de relativa tranquilidad que les ayude a afrontar este momento.
Además, la guía aborda de forma práctica algunas situaciones derivadas del cáncer como entrar en la menopausia, las relaciones sexuales o la pérdida de la fertilidad.
Sin olvidar pautas nutricionales para llevar una dieta equilibrada, facilitan algunas recetas saludables y abordan los diferentes tipos de ejercicio y en los distintos momentos del cáncer como una práctica que ayuda a prevenir y recuperarse de la enfermedad.

La rueda de la vida
Introducir cambios en los hábitos de vida ayuda a sentirse y estar saludable tanto física como emocionalmente.
El documento recomienda que para lograr un cambio es más sencillo enfocarse en pequeños acos pero mantenidos en el tiempo y valorar cada logro, en lugar de proponerse metas muy ambiciosas de golpe, además de reflexionar sobre la situación personal.
Por ello, propone una herramienta, la rueda de la vida, en la que las pacientes valorarán cada esfera de su vida y darán prioridades: como la familia, las relaciones sociales, el contacto con la naturaleza, los hobbies, la relajación, el ejercicio o la alimentación.

Para acabar, la guía del cáncer ginecológico ofrece varios mitos sobre este tipo de tumor y les enfrente a la realidad para que las pacientes no caigan en la desinformación.
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Ciencia y Salud
El ictus también llega cuando eres joven: Sonia tuvo que empezar de cero a los 39
Sonia González no recuerda nada del día que cambió su vida. Era joven, tenía 39 años y una carrera profesional consolidada cuando sufrió un ictus. Se desmayó en la ducha. Estuvo 33 días en coma, tras dos paradas cardíacas y dos ictus isquémicos. A pesar de que todo hacía indicar que se quedaría como un vegetal, no fue así. Ahora tiene 46 años, ésta es su historia.
Antes del ictus, Sonia llevaba una «vida normal», de una mujer joven. Era química, le encantaba su trabajo como gerente de una empresa farmacéutica, y viajaba mucho. Le gustaba salir con sus amigos, como a cualquier persona de su edad. Lo único que padecía eran migrañas con auras muy largas, pero los TAC no revelaban nada extraño, relata la mujer en una entrevista con EFE Salud.
El momento del ictus
Un día estaba en la ducha, sentía que se mareaba y llamó a su novio. Se cayó redonda al suelo y empezó a convulsionar. Él llamó al 112 y en 20 minutos ya estaba la ambulancia lista para llevarla al hospital. No recuerda nada, se lo contó él.
Al día siguiente la operaron porque tenia una aneurisma, por una malformación congénita que desconocía, y que reventó. Tuvo dos paradas cardíacas y dos ictus isquémicos.
«Mi imagen de la resonancia era brutal y los médicos no daban un euro por mí. Estuvimos 33 días San Pedro y yo jugando a las cartas y yo le gané», afirma la mujer.
Según el informe «Neurología y Mujer», de la Sociedad Española de Neurología (SEN), el ictus supone una carga desproporcionada para la mujer en comparación con el hombre: tienen más riesgo de sufrirlo a lo largo de su vida, el impacto de los factores de riesgo es mayor en ellas y tienen ictus de peor pronóstico.
Despertar del coma
Sonia despertó del coma 33 días después del ictus y no entendía por qué su familia estaba contenta al verla abrir los ojos, porque ella no podía mover el lado derecho del cuerpo, ni hablar por una traqueotomía, y no recordaba nada de los quince días antes del episodio.

Fue ya en planta cuando empezó a comprender lo que le había pasado. Todo parecía indicar que no iba a poder hablar, ni andar pero poco a poco fue recuperándose.
Tras el alta se fue a vivir unos meses con sus padres porque no podía hacer nada, ni siquiera ducharse sola, pero a pesar de que la estaban cuidando «estupendamente» también la estaban «protegiendo excesivamente» y decidió volver a su casa, con su novio.
La rehabilitación
La rehabilitación intensiva la hacía en el Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (Ceadac) hasta que llegó la pandemia de la covid.
«Me dieron plaza en septiembre de 2019 y estuve hasta marzo, que empezó la pandemia y cerraron el centro. Tuve que rehabilitarme yo sola, como pude hacía con la mano ejercicios, también de memoria, fue un palo muy duro», recuerda Sonia.
Las secuelas más importantes que le ha dejado el ictus es la falta de movilidad de la mano derecha, mueve el codo y el brazo con ayuda. Por las mañanas habla mejor que por las tardes, que es cuando tiene anomias -dificultades para encontrar las palabras. También tiene problemas de atención, sobre todo si oye ruidos constantes.
Pero, sin duda, la mejor rehabilitación la hace con su pequeña Martina Leona, su hija de dos años y medio, que llegó tras un embarazo «superduro».
«Cuando tuve a Martina supe que ella había venido al mundo para hacer algo importante. Fue un bebé muy deseado. Yo sigo en rehabilitación, pero me he quitado el logopeda y el neuropsicólogo porque no necesito trabajar la atención, me la rehabilita Martina», dice Sonia, emocionada.

El momento más duro
Siete años después del ictus, confiesa que lo más duro para ella fue recibir la carta donde se leía ‘incapacidad permanente absoluta’.
«No podía trabajar en nada. Había estado toda mi vida formándome, era química, hice un máster de empresa farmacéutica, pasé por todos los puestos y me tocó», reconoce Sonia con lágrimas en los ojos y voz quebrada.
Pero se agarró a la vida. Vio el ictus como una oportunidad para escribir su vida y asegura que ahora es más feliz que antes, porque si bien tenía un trabajo de éxito, ahora disfruta más de los detalles y del día a día.
Y si antes se preguntaba por qué le había pasado el ictus a ella, que era una mujer joven y no a una persona más mayor, pasó a preguntarse para qué le había pasado.
«Descubrí un mundo de posibilidades. Y descubrí que disfrutaba más de la gente, de mi familia (…) Y el para qué más importante es para criar a Martina Y estar presente con ella, porque si no me hubiera dado el ictus, no hubiera renunciado al éxito, a los viajes y no hubiera estado tan presente», señala Sonia.
Aunque la incidencia aumenta con la edad, más del 60 % ocurre en menores de 70 años y el 16 % en personas por debajo de los 50 años. En los últimos veinte años se ha incrementado un 25 % la cifra en el rango de edad de 20-64.
La reinvención
No se ha podido incorporar al mercado laboral pero «se ha reinventado» y colabora con la Fundación Freno al Ictus.
«Creé un proyecto que se llama ‘Guiar en daño cerebral’, para informar de todos los recursos que tenemos de discapacidad, de dependencia, de incapacidad laboral y ya hemos ayudado a 700 personas», explica.
Además participa en el proyecto «Kiero», también de Freno al Ictus, que fomenta el autoliderazgo y empoderamiento de los afectados por daño cerebral adquirido, con el fin de que puedan reenfocar su vida de acuerdo a sus nuevas circunstancias.

Junto a la Fundación trabajan sobre todo en el postictus, es decir, qué hacer cuando sufres un ictus, qué ayudas hay que tener en cuenta, y la recuperación.
«Nos dicen que aunque una recuperación es en los primeros meses, y el primer año es muy importante, no hay que dejar de hacerlo porque mejoras durante toda la vida», sostiene.
Por eso, con motivo del Día Mundial del Ictus, que se conmemora cada 29 de octubre, Sonia quiere hacer hincapié en la detección precoz de los síntomas de un ictus, como la flacidez y la parálisis facial, la pérdida de fuerza o debilidad de un lado del cuerpo o dificultades en el habla. Y en el caso de que ocurra, llamar al 112, para que se active cuanto antes el Código Ictus.
«Es esencial, así nos ahorramos muchas discapacidades», añade.
90.000 nuevos casos en España
Desde la SEN, recuerdan que en España cada año se producen unos 90.000 nuevos casos de ictus y más de 23.000 personas fallecen por esta causa.
En Europa, se calcula que más de 1,5 millones de personas sufrirán un ictus y, en los próximos años, los casos aumentarán a causa del progresivo envejecimiento de la población.
Más del 30 % de los supervivientes vive con secuelas, que les provocan algún grado de discapacidad o dependencia. De hecho, el ictus es la primera causa de dependencia en España, según la SEN.
Supone entre el 3 % y el 4 % del gasto total en atención médica en los países occidentales.
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Ciencia y Salud
Carmen, enfermera de emergencias: «La dana nos devastó, pero sentía que tenía que estar ahí»
Carmen Casal, con 29 años de experiencia como enfermera de emergencias, nunca había vivido nada igual a la dana que el 29 de octubre de 2024 arrasó varias localidades valencianas: “Nos devastó por completo, pero yo sentía que tenía que estar ahí”, relata en una entrevista con EFE Salud.
Esta enfermera del Servicio de Ayuda Médica Urgente de la Comunidad Valenciana, el SAMU, cuando llegó a la zona cero de la dana, a Paiporta, dos días después de la catástrofe, se quedó impresionada por el silencio: “La gente estaba callada, intentando quitar el barro con lo que tenían en las manos, con lo que podían, algunos descalzos”.
“La visión fue desoladora, no te la quitas nunca. Estábamos todos en shock”, recuerda un año después de las inundaciones que se cobraron 229 víctimas mortales en la provincia de Valencia y arrasaron la normalidad de miles de personas al destrozar viviendas, negocios, colegios, centros de trabajo… Casi todo.
Entró en Paiporta y vió coches apilados que llegaban a la altura de un cuarto piso y calles llenas de barro por las que apenas se podía transitar: “No podías llegar a esas puertas cerradas, no podíamos acceder y no sabíamos qué había detrás y eso para una enfermera de emergencias es muy duro porque necesitas llegar a los que lo necesitan. Fue muy impactante”.

La impotencia de una mujer
La primera asistencia de Carmen no fue precisamente médica. Tuvo que ayudar a una mujer que, aunque estaba limitada por su estado físico, quería ayudar y entró en un estado mental de desesperación que podía transformarse en un intento de autolesión.
“Esa mujer necesitaba desahogarse, llorar y encontrar un hombro”, relata la enfermera que consiguió que la mujer se sintiera útil haciendo bocadillos para los que estaban sobre el terreno intentando contrarrestar los efectos de la dana.
“Con la mirada nos dijimos: Tenemos que estar aquí”
A los poco días, Carmen Casal volvió de forma voluntaria con el SAMU y estuvo trabajando en un hospital de campaña que se levantó en Paiporta, atendiendo a las víctimas de la dana pero también a los voluntarios que se dañaban en las labores de desescombro y recuperación de la zona.
“Recuerdo que me encontré con una enfermera que conocía, iba de barro hasta arriba y con una pala. Nos miramos, nos sonreímos y solo con la mirada nos dijimos: Tenemos que estar aquí”, comenta la también vicepresidenta tercera de la Sociedad de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), en representación de la sección de enfermería.
La sanitaria relata que unos quince días antes de la dana había perdido a su madre de forma inesperada: “No podía estar en mi casa haciendo mi duelo personal, yo sentía que tenía que estar ahí ayudando”.
Y se emociona cuando recuerda a muchas enfermeras de los centros de salud, algunas incluso ex alumnas suyas, que cargaron con una mochila provista de primeros auxilios para ir de casa en casa dando ayuda y creando distintos puestos de socorro.
A un kilómetro, la gente hacía vida normal
También profesora de la Facultad de Enfermería y Podología de la Universidad de Valencia, el 29 de octubre de 2024 Carmen estaba en su despacho hasta que la desalojaron después del mediodía por la alerta por lluvias.
“Por la tarde, mi marido llegó de la zona de Ribarroja y dijo que había inundaciones, que la gente se estaba ahogando. La alerta no llegó hasta pasadas las 8 de la tarde”, rememora.
“Había un contraste brutal, en Valencia, a un kilómetro, la gente estaba haciendo vida normal porque no había llegado esa catástrofe. Pero cruzabas el puente y la situación era de guerra”.
Ese puente, llamado de la Solidaridad, fue el que cruzaron cientos de voluntarios, armados con escobas, botas y palas, para quitar barro y poder ayudar a la población.
“La labor de los voluntarios fue excepcional. Ahí se vio el sentir del pueblo valenciano. Como valenciana me siento muy orgullosa de ser parte de ese voluntariado que dio muchas lecciones a las ayudas oficiales que llegaron después”, afirma.

El personal de emergencias necesita ayuda psicológica
Carmen Casal considera que el personal de emergencias necesita ayuda psicológica por las continuas situaciones que viven. Ella, sin ir más lejos, estuvo atendiendo a las víctimas del accidente de metro de Valencia en 2006: “He visto casi de todo, he atendido a personas en el peor momento de su vida y he llegado a casa destrozada”.
En algunas comunidades autónomas, como la valenciana, no ofrecen un servicio de apoyo psicológico a sus sanitarios: “Los compañeros siempre decimos que necesitamos tener una habitación sólo para llorar y para desahogarnos” por vivir experiencias como la de la dana, pero también como la que padecieron durante la pandemia de covid.
Y ese apoyo psicológico, que tienen que pagar de su bolsillo, muchas veces lo suple la familia, pero sobre todo otros compañeros: “Descargo mi mochila con ellos”, afirma.
Pero aplaude que hablar de la salud mental de los sanitarios esté dejando de ser un tabú: “No tenemos que ser superheroínas y supermanes. No podemos con todo, somos humanos”.

Trabajamos en entornos hostiles
Las enfermeras de emergencias son personas con sensibilidad pero también con cabeza fría para trabajar con rapidez y seguridad ante situaciones límite y en tiempo récord.
“Tenemos que trabajar en entornos hostiles, desde un accidente de tráfico o una asistencia en un domicilio que no conocemos. No estamos en el box de urgencias del hospital”, sino que trabajan en el lugar del siniestro o en la ambulancia. El trabajo en equipo es la clave .
Actualmente no hay una formación homogénea en urgencias y emergencias, “cada uno se busca la formación como quiere o como puede, según las posibilidades económicas o las que le brindan la comunidad autónoma o las sociedades médicas”, explica la enfermera.
Por eso, desde la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias defienden que haya una especialidad en enfermería que facilite la misma formación a través del acceso a través de las pruebas de acceso EIR (Enfermero Interno Residente).
Y están a la espera de que el Ministerio cree está especialidad, aunque defiende que sea única de emergencias extrahospitalarias y no mixta con las unidades de cuidados intensivos ya que “diluiría nuestras competencias”, defiende la vicepresidenta de SEMES.
Regreso a la zona cero, un año después
Para la enfermera, una de las lecciones extraídas de la dana fue la importancia que tiene conocer a tu vecino y poder saber quién está impedido, quién no va a poder reaccionar y poder ayudarse unos a otros.
Un año después, la enfermera Carmen Casal ha regresado a la zona cero de la dana, a Paiporta, que está resurgiendo: “Entro con respeto y los miro con admiración porque los he visto resurgir del barro. Todos ellos son los héroes”.
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Ciencia y Salud
Miedo, sueño alterado o retraso escolar, la herencia de la dana en los menores un año después
Un año después de la dana que arrasó varias localidades de Valencia todavía hay menores que sienten miedo de la lluvia y de las tormentas, que sufren alteraciones del sueño o muestran mayor ansiedad o estrés, además de sufrir un retraso en el aprendizaje.
El 29 de octubre de 2024, hace un año, las inundaciones de la dana se cobraron la vida de 229 personas, 9 de ellas menores, causaron daños a 16.000 viviendas y destrozos en otras infraestructuras, lo que impactó en la normalidad de miles de personas.
“Cuando truena me pongo muy nervioso y no puedo dormir”, explica un niño de 9 años de Paiporta, una de las zonas más afectadas por las inundaciones.
Sus palabras se recogen en el informe “Con el barro en la mochila” elaborado por Save the Children en colaboración con la Universidad de Valencia al consultar a 2.300 familias afectadas y a profesionales de los servicios sociales, de la educación, de ONG y responsables políticos.
Algunos datos del estudio reflejan:
- Más del 30 % de los menores, un año después de la dana, reconoce sentir miedo a la lluvia , las tormentas o los truenos.
- El 24 % sigue teniendo problemas para dormir.
- Se han producido cambios en el comportamiento de niños y niñas: mayor ansiedad o estrés persistente y dependencia de las pantallas como mecanismo de escape.
- El 12,4 % manifiestan dificultades de concentración.
- El 11 % pasa más tiempo con dispositivos electrónicos.
- El 7 % prefiere el aislamiento social.
- El 45,7 % de las familias expresa que su principal preocupación es el estado emocional de sus hijos e hijas.
Y Save the Children advierte de que el acompañamiento social y emocional de niños, niñas y adolescentes ha sido muy deficiente, y se ha fiado todo a su capacidad de resiliencia.

Retraso en el aprendizaje
La mitad de las familias (52,4 %) reconoce que sus hijos e hijas han sufrido un retraso en el aprendizaje.
“Ante cualquier emergencia, como la que vivimos en Valencia, es crucial que los centros educativos se reabran cuanto antes. En un contexto de crisis, ir a la escuela ayuda a recuperar un sentido de normalidad y esperanza para esos niños y niñas”, explica Rodrigo Hernández, director de Save the Children en la región.
El colegio no solo es un lugar de aprendizaje: también garantiza servicios esenciales como el comedor escolar, vital para muchas familias con menos recursos.
En octubre de 2024, más de 18.000 niños y niñas de las comarcas afectadas por la dana dependían de una beca comedor: “Mantenerlo abierto tras una emergencia asegura una alimentación saludable para los que más lo necesitan”, dice Hernández.
Las consecuencias en el ámbito educativo
El informe “Con el barro en la mochila” destaca algunos otros datos en el ámbito escolar:
- El 71,6 % del alumnado siente que su estado emocional se ha visto afectado por no haber podido asistir a la escuela.
- El 33,3 % considera que el ámbito de las relaciones también se ha alterado.
- Los niños, niñas y adolescentes de los municipios afectados por la emergencia han dejado de realizar actividades deportivas (45,4 %), al aire libre (28,0 %), recreativas o culturales (25,0 %) y extraescolares (24,7 %).
“Tras una emergencia, las heridas que más perduran en el tiempo son las psicológicas. En este caso, hemos echado en falta que la administración habilitara más espacios seguros, protectores y de buen trato hacia la infancia y la adolescencia para reducir el impacto psicoemocional de estos niños y niñas”, subraya el director.
Además, lamenta que muchos de los espacios donde niños, niñas y adolescentes se relacionan “siguen sin estar rehabilitados, cuando son esenciales para su desarrollo”.

La dana Alice reaviva el recuerdo
La dana Alice que ha impacto este mes de octubre en la Comunidad Valenciana ha revivido el temor de menores y adultos a los momentos trágicos de la dana del año pasado.
Save the Children alertaba de que el 93 % de los niños y niñas de la región sufrirá al menos un fenómeno climático extremo al año, lo que convierte a la Comunitat Valenciana en la cuarta región más expuesta de España.
Las familias en situación de pobreza son las más expuestas a sufrir las consecuencias de este calentamiento global. Esto se debe a que las poblaciones más vulnerables viven en zonas más impactadas por los eventos climáticos extremos y tienen menos capacidad de adaptación.
«Con el barro en la mochila» muestra que casi el 15 % de las familias encuestadas perdió su vivienda y que una de cada cuatro considera que su hogar es ahora menos seguro para los niños, niñas y adolescentes que antes de la dana.
Además, cuatro de cada cinco familias (80,3 %) residentes en los municipios de la “zona cero” viven en edificios aún con reparaciones pendientes o directamente en viviendas muy afectadas, pero en las que se ven obligadas a seguir residiendo.
La reconstrucción
Un año después de la dana, Save the Children advierte de la importancia de no dejar de lado a la infancia, un colectivo de atención prioritaria en este proceso y que se incluyan en la toma de decisiones.
“Es necesario reforzar la respuesta en ámbitos como el de la educación, la salud mental y el apoyo a familias en situación de vulnerabilidad, incorporando un enfoque preventivo y situando a los niños y niñas en el centro de las decisiones para garantizar sus derechos y fortalecer su resiliencia ante futuras emergencias”, concluye Rodrigo Hernández, director de la ONG en Valencia.
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